Aprender del Mundial

editPor el doctor Guillermo Tamarit, rector de la UNNOBA.

Una de las características asociadas al concepto de postmodernidad está relacionada a la posibilidad de que millones de personas, en cualquier lugar del planeta, participen en tiempo real de un acontecimiento. El Mundial de Fútbol es la cita paradigmática en ese sentido.

Por esta singularidad, el éxito excluyente del fútbol como el espectáculo de masas inigualable, nos da la posibilidad para debatir y aprender en torno a comportamientos, estilos de vida, exitismos, así como a la relación entre las masas y el éxito deportivo, el nacionalismo, y muchas otras dimensiones.

Aunque parezca extraño, nos brinda la oportunidad de aprender y reflexionar en torno a comportamientos sociales que, en general, no son más que la suma de comportamientos individuales, y el impacto social y educativo que ofrece la competición deportiva.

En la historia de los últimos mundiales, a nuestra presunción de ser los mejores del mundo en materia fútbol, los magros resultados eran acompañados por las más variadas explicaciones conspirativas a nuestros fracasos: arbitrajes amañados, el “corte de piernas” a nuestro jugador emblema, suspicacias en torno a un jugador embrujado que militaba en la liga inglesa, no poner a Messi en caso de Pekerman, ponerlo junto a Tévez en caso de Maradona. En fin, todo tipo de excusas destinadas a no reconocer nuestras limitaciones y, mucho menos así, las virtudes de nuestros rivales.

En caso de los mundiales 1990, 2006, 2010 y 2014 perdimos en todos los casos frente al mismo rival, Alemania. Bien vale entonces analizar no sólo las diferencias de nuestros países, que son verdaderamente notables (los niveles de educación, ingreso, el desarrollo de sus instituciones), sino especialmente sus valores y cómo vinculan el esfuerzo colectivo con los objetivos.

Claro que nadie compite para obtener el segundo puesto, pero quizás podamos apropiarnos de mayores enseñanzas con este resultado, que si Messi hubiera realizado esa jugada maravillosa y hubiéramos obtenido el torneo.

Estamos proponiendo, entonces, reflexionar sobre el trabajo en equipo, el sacrificio de Mascherano puesto al servicio del conjunto, el estilo democrático de conducción de Sabella, el proceso del seleccionado y el grupo que se consolidó en consecuencia, y no dejar todo esto de lado por la impronta del “Messias”, el que “nos salva y nos pone en el lugar que nos merecemos”, el líder único e irrepetible que refunda la historia y nos devuelve la gloria, más allá de las críticas y de las conspiraciones.

En fin, podemos aprender del mundial de fútbol, en la trabajosa y persistente tarea de valorar el trabajo en equipo, persistir en el logro de objetivos, desarrollar estilos de vida asociados a los valores que compartimos, así en el fútbol como en la vida.