Estudian un patógeno de la soja extendido en varias regiones del país

Investigadores de la UNNOBA y del INTA estudian la morfología y genética de un patógeno de la soja extendido por diversas regiones de Argentina, para el cual no existen aún variedades genéticamente resistentes ni pautas de manejo integradas. Lo hacen en el marco de un proyecto financiado por el Japan International Research Center for Agricultural Sciences (JIRCAS), un instituto de ciencia de Japón interesado por líneas de investigación que aporten conocimiento sobre diversos aspectos del cultivo de soja que puedan afectar el rendimiento.

En diálogo con El Universitario, Antonio Ivancovich, profesor asociado de Fitopatología de la carrera de Ciencias Agrarias de la UNNOBA; y Miguel Lavilla, jefe de Trabajos Prácticos de la asignatura Producción de Cereales y Oleaginosas y Fitopatología, brindaron precisiones respecto de los alcances de esta investigación, cuyo objetivo de máxima es potenciar el conocimiento sobre el patógeno (conocido con el nombre científico de cercospora kikuchii) y poder lograr una variedad resistente que evite el daño que ocasiona tanto en la semilla como en la planta.

El investigador precisó que se trabajará sobre varios aspectos: “Por un lado se realizarán estudios morfológicos del patógeno comparando muestras obtenidas en distintas zonas del país donde esta enfermedad se ha manifestado. Por ejemplo en las provincias de Tucumán, Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Chaco, Formosa, Corrientes, Misiones, Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires”.

El estudio también contemplará el análisis molecular para identificar si hay diferentes biotipos del hongo en las diversas zonas del país y, a su vez, si el mismo patógeno ataca a la planta y a la semilla.

Con respecto a la implicancia de la investigación, los docentes de la UNNOBA coincidieron en que aportará información novedosa que se sumará al acervo de conocimiento científico sobre “un patógeno muy extendido”.

“Este es un hongo que hace diez años causó problemas exclusivos en la semilla, pero, por razones que no están claras, empezó a ocasionar síntomas en la planta. Y ahí es donde está el foco de la investigación: en poder determinar si el agente que causa la enfermedad es el mismo para la semilla que para la planta”, explicó Lavilla.

Con un plazo de ejecución del proyecto a cinco años, el objetivo final es poder recoger la información que permita la incorporación de resistencia genética a este patógeno. En este sentido, los investigadores tienen la referencia de los trabajos desarrollados para la roya de la soja, una enfermedad ya conocida. Al respecto, Ivancovich recordó: “Hemos trabajado de manera similar para la roya, haciendo estudios morfológicos, genéticos y moleculares con el propósito de que haya material resistente a esta enfermedad”.

“Tenemos que determinar si el patógeno cercospora kikuchii difiere morfológica y molecularmente en distintas regiones, algo que resulta fundamental, ya que cuando se quiere incorporar resistencia genética se tiene que apuntar a cada patógeno en particular”, agregó Lavilla.

Los investigadores consideraron que el proyecto aportará información de utilidad respecto de cuándo aparece el síntoma y cuándo comienza a causar daños, para poder planificar estrategias de manejo integradas. “Queremos determinar el umbral correcto para poder establecer las formas de manejo adecuadas. Lo que buscamos es entender si el control temprano reduce la presencia del patógeno en la semilla y cómo esto impacta en el rendimiento”, apuntó Lavilla. Como no existen variedades resistentes, en la actualidad el manejo se da mediante el uso de fungicidas. “Esta investigación aportará información que servirá, entre otras cosas para combinar distintas estrategias, minimizando el uso de fitosanitarios y, a la par de ello, buscar variedades resistentes”, concluyó Ivancovich.


CON LA MIRADA EN ARGENTINA

El interés de Japón de financiar un proyecto de esta naturaleza pasa, en gran medida, por la importancia que el cultivo de soja tiene para ellos. “En Japón consumen mucha soja y necesitan que la máquina de producir siga funcionando. Saben que las enfermedades son un aspecto que limitan el rendimiento. Por eso, apoyan proyectos en Argentina y Sudamérica”, explicaron Ivanovich y Lavilla.
Los científicos argentinos recordaron que en este proyecto participan, además, investigadores de INTA como Antonio Díaz Paleo de Pergamino; y Adrián De Lucía y Mónica Heck del INTA Cerro Azul de Misiones.