Economía en crisis: el lado B del aislamiento

Por Sebastián Martino

Desde los más variados análisis de la teoría de las finanzas hasta los tratados de autoayuda, son prácticamente incontables los textos que plantean que las crisis generan oportunidades. Esto es: que las condiciones extraordinarias y desfavorables hagan aparecer alternativas ignoradas previamente o abran puertas no imaginadas, que permitan repensar estrategias, redefinir acciones y obtener resultados buenos, o aún mejores que los que se podía prever antes del derrumbe.

Siguiendo esa premisa, entonces, tal vez sea posible pensar que estemos frente a una de esas circunstancias.

Es que el colapso sanitario provocado por la pandemia de COVID-19 tiene un lado B, que es el derrumbe económico que afecta a una parte muy importante del mundo, con consecuencias que se miden en el freno a la producción, pérdida de puestos de trabajo, aumento de la pobreza, entre otras. Un escenario que, globalización mediante, con mayor o menor fuerza se repite en países de todos los continentes, ricos y pobres, desarrollados y emergentes.

Es una situación, de alguna manera, igualadora. Y así como hay organismos internacionales que estiman que este año Argentina tendrá una caída en torno a los seis puntos de su Producto Bruto Interno (PBI), el gobierno alemán prevé que una baja para su país del 6,3% durante el mismo período. Otro ejemplo es el de Estados Unidos, que ya registró un desplome del 4,8% en su economía en el primer trimestre de 2020, el mayor desde 2008.

Las calles comerciales con negocios cerrados son una postal de la cuarentena. (Foto: Facundo Grecco).

El doctor en Economía Carlos Alberto Salguero, docente de las materias Microeconomía y Macroeconomía, y responsable del área de Economía en la UNNOBA, observa que lo que se está viendo es “una caída del ciclo real de la economía”, tanto desde la perspectiva de la oferta como de la demanda, en todos los países del mundo donde tiene sus efectos la pandemia. En ese contexto, los gobiernos “están apelando a la clásica atribución de la ayuda financiera para ambas partes de la ecuación, como pasó, por ejemplo, en la crisis del 30”, con lo que hay un resurgimiento de las ideas keynesianas, dando incentivos tanto a los consumidores como a las empresas.

“La pandemia nos plantea un marco generalizado de crisis”, explica la abogada y mediadora Rita Gajate, especialista en Integración Latinoamericana y docente de Economía Política en la carrera de Abogacía de la UNNOBA: “Hablamos de una crisis sanitaria, pero también social y económica. La pandemia tiene un efecto transversal, sobre todo en esta sociedad globalizada, es decir que esto no nos pasa solo a los argentinos, sino a todo el mundo y en los planos fundamentales de la vida en sociedad”.

Panorama de incertidumbre

Las dificultades que traen consigo las crisis, en general, y ésta, en particular, es que no tiene fecha de vencimiento: es imposible predecir hasta dónde va a llegar y cuánto va a durar. “Evaluar el costo económico sin conocer cuando termina esto, sería hablar sin sentido”, asevera el contador Marcelo Storani, secretario Académico de la Escuela de Ciencias Económicas y Jurídicas de la UNNOBA.

En ese marco, Storani observa que los inconvenientes en la economía se arrastran desde bastante antes del colapso sanitario: “En las últimas décadas Argentina viene con problemas serios estructurales, con elevada inflación, financiamiento del gasto público con emisión, altos índices de desempleo, una economía sin resto para implementar políticas de ayuda masiva –como lo pueden hacer países desarrollados– y una burocracia (en el sentido pesado del término) incontrolable, donde parece impensado bajar el gasto público en cuestiones innecesarias”.

Es cierto que en economía, como en la mayoría de los aspectos, nadie puede adivinar el futuro. Pero en este caso, la ausencia absoluta de certezas conspira aún más contra las previsiones. “El punto es que no se sabe cuándo concluye esto”, resume Salguero, para luego añadir: “Hay una debacle global o generalizada porque los efectos alcanzan a gran parte del mundo. Al caer el producto en cada país, todas las naciones se empobrecen y demandan extramuros menos bienes, gastan menos, y eso va a influir en nosotros. En escenarios de gran incertidumbre, como éste, los inversores globales se vuelven aún más aversos al riesgo, no se exponen en países donde la seguridad jurídica no es tan firme, como el caso de Argentina. Entonces habría menos inversiones disponibles aquí”.

En Junín, comerciantes protestaron en sus vidrieras por no poder abrir. (Foto: Facundo Grecco).

Lo cierto es que hay coincidencia en que, al no haber una fecha cierta de finalización de la cuarentena, “está el impedimento de poder programar a partir de esa realidad”, según lo expresa Gajate, quien también es  vicedecana de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Católica de La Plata. Y agrega: “Hoy no se puede ni siquiera planificar porque aún no se han podido medir los efectos de este freno a la economía. Para poder salir de cualquier crisis hay que tener un diagnóstico real y hoy es muy dificultoso hacerlo porque todavía lo estamos atravesando. Entonces, así como no se encuentra una vacuna para el virus, algo similar ocurre con la producción y los recursos, donde tenemos un ‘virus económico’ que actúa diferente conforme a la estructura de cada uno de los países afectados”.

Impacto en Argentina

Si bien en nuestro país las crisis tienen cierta recurrencia histórica, la actual tiene sus particularidades. “Nunca viví esto –admite Storani– hay quien hace comparaciones con el 2001, pero en ese tiempo era algo nuestro, de Argentina, y acá se está dando un problema que es mundial”.

Pasada una etapa de cuarentena estricta, en la que solamente estaban habilitadas algunas pocas actividades consideradas esenciales, la actual es una fase que empieza a liberar ciertos rubros, paulatinamente, bajo determinadas circunstancias y en territorios específicos. Pero todavía se está muy lejos de alguna “normalidad”.

Ante la imposibilidad de abrir, los comerciantes apelaron a las ventas por Internet (Foto: Facundo Grecco).

Para el secretario Académico de la Escuela de Ciencias Económicas y Jurídicas de la UNNOBA, los efectos del aislamiento en Argentina se traducen en un descenso de la producción y del consumo, con un impacto en cadena en los puestos de trabajo y en los ingresos de las familias, asistidos por un Estado “que demuestra más intenciones que ayuda real, porque promete medidas que no son suficientes y difíciles de instrumentar”. Y, además, con una afectación generalizada, pero que golpea más fuertemente en actividades como hotelería, gastronomía, turismo, transporte aéreo y comercio (con excepción de comestibles y supermercados). Y como consecuencia de la caída del consumo, “luego sigue la industria, por falta de demanda”.

A esta lista de dificultades se suman las cuestiones que la economía argentina arrastra desde antes de la pandemia, como la deuda externa, sobre la que el Gobierno nacional está intentando llegar a algún tipo de acuerdo. “Hay compromisos que atender, las calificadoras de deuda hablan de negociar bajo presión o angustia, lo que se conoce como ‘distressed debit’ o ‘deuda con dificultades’ en economía, que tiene que ver con las medidas de reducción o refinanciamiento de la deuda”, explica Gajate. Un asunto que, según la docente de la UNNOBA, hay que poner en perspectiva: “Las dificultades de financiamiento se vinculan a que la situación es general, ¿quién puede financiar? Si el mismo Estados Unidos está haciendo un cálculo de pérdida de su producto del orden del 8,8%, y los países de la Eurozona esperan una caída del PBI del 9,5%”.

Para Salguero, la negociación de la deuda “es algo que pasa a ser crucial porque, de no haber acuerdo, se corta de cuajo el financiamiento”.

Con todo, asevera que, hasta ahora y aún con dificultades, el Gobierno está actuando, en general, como lo indican los libros clásicos de economía: “En escenarios como éste, de crisis atípica, la teoría sugiere apelar al Banco Central como prestamista de última instancia. Y es lo que se está haciendo. En principio, y conforme a su electorado, el Gobierno empezó a proteger a la demanda y dejó un poco descuidada a la oferta. Pero se dio cuenta de que, para sortear esta situación, también tenía que crear algún tipo de incentivo para las empresas. La ayuda tiene que ser para ambos lados y en eso me parece que, razonablemente, corrigió el rumbo, tal vez con medidas no del todo oportunas en el tiempo, pero sí con capacidad de adecuarse a la situación”.

Crisis como oportunidad

Ante este panorama general, que afecta a nuestro país pero que también lo excede largamente, cabe la pregunta original de este texto: ¿será esta crisis, también, una oportunidad?

Storani considera que es un momento propicio para reflexionar sobre el rol del Estado, reconfigurar sus atribuciones y prioridades, y establecer políticas públicas que definan a qué sectores potenciar y dinamizar.

“Este es un punto de partida para repensar, por ejemplo, el sistema tributario –afirma Storani– porque si no, es como el perro que se quiere morder la cola, nunca es el momento de hacerlo porque se necesitan recursos y seguimos con impuestos de emergencia que quedan vigentes en el tiempo y con distorsiones de todo tipo. Si hoy tocamos fondo y arrancamos de cero, pensemos en refundar, de alguna manera, el Estado. Será muy importante cambiar viejos paradigmas y apostar por un estado que ejecute eficientemente ayudas que lleguen en tiempo y forma a empresas que dinamicen las economías locales, y que elimine todo lo que no genera ningún beneficio”.

Salguero coincide en que, una vez salvada la coyuntura, “habría que repensar el Estado” de cara al futuro: “Habrá que discutir si queremos uno hiperpresente e hipertrofiado y que nos lleve a repetidas crisis, o si queremos uno, también presente, pero más dinámico y que permita que las decisiones sean más equitativas entre todos los agentes económicos del sistema. La teoría de las finanzas dice que las crisis generan oportunidades, y más allá de los trastornos inevitables, nos obliga a agudizar el ingenio, tratar de ver un poco más allá y, en todo caso, definir en qué país queremos vivir en el futuro”.

Gajate, en tanto, entiende que este debate no solo es posible, sino que resulta necesario. “Puede ser la hora de pensar en una economía más redistributiva, más solidaria, podemos trasladar a esa área lo que nos está planteando la pandemia: acá no se salva un sector sobre otro, nos salvamos todos juntos”, analiza.

En algunas ciudades, determinados rubros empezaron a ser habilitados. (Foto: Facundo Grecco).

Según su mirada, la lectura que se haga de lo que surja a partir de esta pandemia será clave. Porque hay elementos que están cambiando, como la comercialización por internet y los pagos virtuales. También el rol del Estado debería ser otro, con lo que los presupuestos “deberán contemplar mayores asignaciones para salud y educación para dar respuestas a las nuevas demandas”. Hay sectores que requerirán más atención porque sufrieron un mayor impacto, principalmente las Pymes, los emprendedores y prestadores de determinados servicios que necesitarán crédito y medidas de estímulo. “Y también está el capital humano, que requiere repensar profesiones, oficios, capacitaciones, cómo optimizamos la formación y en qué sectores para hacerla más eficiente”, puntualiza Gajate.

Y concluye: “Todo esto va a requerir grandeza y un diálogo que no se puede postergar más. Así como nos hemos puesto bastante de acuerdo entre Nación, Provincia, Ciudad de Buenos Aires y municipios para el cumplimiento de la cuarentena, hay que pensar la economía en los mismos términos de unidad.


Diseño: Laura Caturla

Foto de portada: Facundo Grecco