Antelo: “El estudiante es aquel que no tiene miedo a mirar”
“Cuando uno estudia lo que hay es libertad. A pesar de que se experimente un agobio -porque parece que nunca se llega o porque no se entiende- es un verdadero espacio de libertad”, afirmó el máster en Educación Estanislao Antelo en una de las charlas de bienvenida que ofreció a los ingresantes 2013 de la UNNOBA.
Frente a una multitud de jóvenes y autoridades universitarias, Antelo afirmó que estudiar se vincula con la autonomía y el abandono del ámbito familiar, para iniciar un camino que lo lleva a cada uno hacer lo que se ama. Al mismo tiempo, estudiar implica también llevar al extremo la curiosidad y mirar más allá de las consecuencias (aún cuando lo que se mira esté prohibido), “probar y saborear todo, porque probar es saber”, “estar en un tiempo suspendido, exceptuado del mundo”, a la vez que pertenecer a una comunidad. “Estás con personas distintas, que escuchan música distinta, que tienen creencias distintas y oxígenos distintos. Eso es fundamental para la vida”, afirmó Antelo.
Recorridos personales
Antelo es licenciado y profesor en Ciencias de la Educación, doctor en Humanidades, investigador en el campo pedagógico, docente de grado y posgrado en el país y en el exterior. La vida entera vinculada a la educación: de chico estudió en colegios ingleses, siguió en escuelas estatales, y terminó la secundaria en una escuela nocturna (“uno de los mejores años de mi vida”). Ingresó a la Universidad para estudiar Educación Física y nunca más abandonó el ámbito universitario.
Terminada esa carrera se inscribió en otras dos al mismo tiempo: Ciencias de la Educación y Psicología, que abandonó en cuarto año tras discutir sobre Edipo con una profesora. “Soy un producto universitario. Los profesores también salimos de alguna manera como por un tubo, al igual que los estudiantes en la película The Wall”, contó.
La educación, esa deuda imposible de pagar
“Tendría que contar cuántas horas, cuántos días, cuánto le debo a la Universidad”, se preguntó y rápidamente se respondió que se trata de una deuda imposible de pagar: “El conocimiento que se pone en disputa no nos pertenece. Cuando un profesor da una clase de matemática lo que está enseñando no le pertenece. Hay que remontarse hacia atrás y llegar quizás hasta Pitágoras”, dijo a modo de ejemplo. “Como dice el pedagogo Leandro de Lajonquière, la única manera de pagar esa deuda es enseñando”, agregó.
Ante un aula colmada de ingresantes, Antelo afirmó que en la vida universitaria siempre hay un conflicto generacional entre los viejos y los jóvenes. “Somos el resultado del trabajo de los viejos sobre los jóvenes, pero en algún momento los jóvenes dicen: muchas gracias, ahora me toca a mí”. “Lo que nos han enseñado se lo debemos a alguien que nos enseñó. Casi todo lo que somos se lo debemos a alguien. La Universidad es un laboratorio, básicamente, un experimento de la vida misma donde uno pone en práctica aquello que ha conseguido hacer con lo que otros le han dado. Siempre habrá ese conflicto entre los viejos y los jóvenes, entre los sabios y los ignorantes, los nuevos y los fundadores”, sostuvo.
A partir de su largo recorrido universitario como alumno y docente, habló de las experiencias por las que atraviesan quienes inician este camino y señaló que lo primero que surge es una puesta a prueba de lo aprendido anteriormente. “Siempre es traumático el contacto entre el saber escolar y el saber universitario. El saber de la secundaria es más bien clásico, mientras que en la universidad tiene que ver más con la autonomía”.
“Hay una necesidad de abandonar la jurisdicción familiar, un combate permanente entre lo familiar y la universidad. Estudiar en la universidad es una manera de salir de casa. La Universidad de alguna manera se inventó para irse, en todos los sentidos de la palabra: irse lejos. Uno se va lejos de los padres y empieza a formar parte de una comunidad, de una especie de iglesia laica, lo que se llama fraternidad”, sostuvo.
Antelo puntualizó que en un mundo donde hay una tendencia a evitarse porque la proximidad se ha vuelto contravencional, la Universidad propicia y celebra la proximidad: “Es un lugar de libertad. Uno está con personas distintas, que escucha música distinta, creencias distintas, oxígenos distintos. Eso es fundamental para la vida”.
El especialista remarcó que la Universidad también significa una promesa social de trabajo y que está conectado con lo que se llama vocación: “La figura de la vocación aparece cuando uno ama lo que hace. El amor por lo que uno hace nos fortalece. Uno dice voy a ser arquitecto y eso pasa más rápido de lo que uno piensa. De golpe te encontrás con que sos arquitecto y eso te organiza la vida”.
Juventud, divino tesoro
Como docente, afirmó que ya no hay alumnos sino “pibes” y “pibas”: “No es lo mismo educar a un pibe que a un alumno. Buena parte del sufrimiento del joven en la Universidad tiene que ver con esa transformación”. El profesor aconsejó a los que no les gusta leer que se dediquen a otra cosa: “La Universidad sirve para leer, no sólo libros sino la realidad social. Estudiar es una pasión que requiere dedicación, hastío, mucha transpiración y mucha fortaleza. También es llevar al extremo la curiosidad, meter la nariz donde no se debe, mirar lo que no hay que mirar. El estudiante es aquel que no tiene miedo a mirar. Eso es estudiar: mirar, más allá de las consecuencias”, puntualizó.
“Cuando uno estudia lo que hay es libertad. A pesar de que uno lo experimenta como un agobio porque parece que nunca llega, porque a veces no entiende, es un espacio de libertad. Porque estudiar es probar y probar es saber. Hay una conexión directa entre saber y probar. Cuando uno estudia pone en acto esa especie de sabiduría, ese deseo de saber y probar. Hay que probar todo, sin temor a la promiscuidad intelectual. Meter la nariz y la curiosidad donde se desconoce, aun cuando esté prohibido. ¿Quién es el que más sabe? El que más probó. No es el que acumula más información, sino el que ha saboreados más cosas”, agregó.
Ante la mirada atenta de estudiantes de Junín, Pergamino y la región, Antelo les recordó que estudiar es estar exceptuado del mundo, en tanto es integrar otro mundo que está en estado de excepción “por lo excepcional que tiene el hecho de estudiar”.
Antelo señaló que los universitarios están “en un tiempo suspendido”, y remarcó que gracias a él es que después se inventan las vacunas que se necesitan: se aprenden los oficios y se entiende la realidad social de otra manera.
“Todos los que integramos la Universidad tenemos que hacer un esfuerzo por entender y dar valor a ese tiempo suspendido, porque cuando los universitarios estudian producen conocimiento, producen saber. Hay que poner al estudiante en contacto con el conocimiento, con todos, no sólo con los que queremos que se les imparta, sino con todos”, exhortó Antelo, ante un público integrado también por autoridades y docentes.