“En el derecho penal se depositan sentimientos profundos de la sociedad”
Suele suceder que ante delitos de violencia extrema se escuchen voces que digan “hay que matarlos a todos”. Enunciados de ese tipo esconden múltiples problemas, más allá de la exclusiva dimensión de la seguridad ciudadana. Son las ciencias sociales las encargadas de analizar esas tramas culturales que esconden discriminación y sometimiento al poder.
Para Virginia Sabao, docente de Antropología Jurídica y Política en la UNNOBA, hay que remontarse al siglo XIX para entender esa posibilidad de tratar a otra persona como una cosa: “Con el nacimiento de la racionalidad tecnológica se comienza a entender al hombre como un medio para conseguir los fines del sistema. Esa racionalidad occidental lleva a distinguir y separar las prácticas que se realizan de sus consecuencias morales”.
Gracias a esa separación entre moral y práctica es que se puede pedir -de modo frío y mecánico- la muerte de un sujeto o aceptar su sufrimiento en una cárcel. Se trata de una simple técnica para administrar personas, como si fueran cosas, que pierde la dimensión humana.
Vigila, que algo quedará
La discriminación forma parte de ese tipo de discursos. Para entenderla, Sabao introduce el concepto de “Estado jardinero”, entendido como el que distingue “entre las buenas y las malas hierbas”.
“De este modo, se es ‘malo’ porque está en la naturaleza de la persona”, sostuvo la antropóloga. Entonces si es en la naturaleza humana que se encuentra la “maldad”, se impide pensar la posibilidad de un cambio (mediante la educación, por ejemplo). En verdad, tal como sugiere Sabao, se trata de fenómenos sociales, no naturales.
Ese Estado jardinero puede hacer la distinción, gracias a que vigila al conjunto de la sociedad: “La idea de gestión, de que la sociedad se puede gestionar mediante una ingeniería social sobre toda la población”, explicó.
Según Sabao, las funciones de protección del Estado sobre la población están cambiando y transformándose en un sistema de control mediante el registro, peritaje, fuentes documentales y sistemas depurados del control de la sociedad, “que no sirven para la integración, como ocurría durante el modelo del Estado de bienestar”.
En la actualidad se están configurando verdaderos “Estados de tipo Penal”, algo que viene de la mano con el constante pedido de aumento de las penas, “un tipo de poder de vigilancia que se establece hacia toda la población”.
“Hay un cambio en la escala: si antes se vigilaba en la institución carcelaria, ahora se vigila a la sociedad en su conjunto”, afirma la docente.
Derecho como propiedad
El derecho protege bienes jurídicos, como la vida o la propiedad privada. ¿Hay una prioridad de uno sobre otro? “En la sociedad moderna se establece una relación entre individuo, propiedad privada y derecho, en la cual el derecho es pensado también como una propiedad. Entonces es común escuchar -incluso a los especialistas- decir ‘tenemos derecho’, como algo que se posee. ¿Qué significa eso? Se trata de la figura de la propiedad privada que se extiende hasta configurar al derecho”, reflexionó Sabao.
De este modo, según la docente, la idea de hombre y del derecho del hombre se fue convirtiendo en una especie de religión del individuo, un camino en el cual se pierde lo social y lo colectivo.
Un grave problema de este tipo de funcionamiento social es que se abre la posibilidad a que haya grupos humanos carentes de derecho. Personas migrantes, refugiados, grupos minoritarios a los que se les niega la posibilidad del ejercicio de la ciudadanía: “Cuando un Estado tiene la potestad de negar la ciudadanía, puede negar la posibilidad de ejercer derechos, sólo por no haber nacido en ese país”.
En relación a los grupos humanos vuelven las ideas naturalistas. Se suele asociar una característica cultural a lo natural, sobre todo con los inmigrantes de los países limítrofes. “Los prejuicios, el sentido común, le deben mucho a la construcción naturalista, y hay que hacerse cargo de eso porque la ciencia del siglo XIX crea ese concepto de raza. La noción de diversidad cultural de la Antropología, en cambio, viene como una crítica a la teoría de las razas”, consideró Sabao.
Sentimientos y derecho
Sin embargo no todo es ciencia y hay autores que plantean que el derecho va más allá de su aparente racionalismo. Por ejemplo, cuando hay un caso criminal que los medios de comunicación toman como paradigmático se producen euforias colectivas por la pena de muerte o por subir los castigos. ¿Cómo es que el imaginario social es tan fácil de encender? La profesora plantea que para explicar esto es necesario retomar la sociología clásica: “El derecho penal es ese lugar donde se depositan los sentimientos más profundos. No las representaciones colectivas, sino algo más profundo: los sentimientos. Ahí hay procesos inconscientes colectivos que nos dan visiones comunes. En una sociedad tan fragmentada, el derecho penal funciona como una conciencia colectiva de sentimiento común”. Y por eso surge esa indignación común, que sale tan desde adentro, a veces incluso con una furia que frente a otro tipo de problemas no emerge del mismo modo.