Hombres y mujeres según pasan los años
“No envejecen del mismo modo hombres y mujeres. La idea que cada cultura tiene respecto de lo que significa ser hombre o mujer tiene derivaciones particulares cuando se envejece. Y el conocimiento científico que se tiene debe servir para planificar políticas que permitan vivir mejor en cada etapa de la vida”. Con esta afirmación Ricardo Iacub inició su reflexión sobre cómo el género influye en la forma en que se va configurando la vejez. Y advirtió: “Cuando uno envejece, muchos de los ideales construidos a lo largo de la vida cambian”.
Ricardo Iacub dictó la charla en la UNNOBA “Hombres y mujeres según pasan los años”, evento organizado por el Programa de Educación y Promoción de la Salud de los Adultos Mayores (PEPSAM).
– ¿Hay un hito que marca el inicio de la vejez?
– La jubilación es de algún modo un rito social que marca la entrada a la vejez.
– ¿Este pasaje lo afrontan por igual hombres y mujeres?
– En general la jubilación para las mujeres tiene significados mucho menos conflictivos que para el varón, porque a lo largo de la vida la mujer vivió con la tensión de tener que trabajar dentro y fuera de la casa y siente que al jubilarse podrá reencontrarse consigo misma. Para el varón, en cambio, la jubilación no es tan placentera, porque hay muchos roles que se conjugan para él en el ámbito del trabajo y que tienen que ver con la competencia y el logro masculino.
– ¿Esto implica que hay que prepararse para afrontar la decisión del retiro?
– Sí. Y de hecho existen cursos prejubilatorios, porque jubilarse no es algo natural. A lo largo de la vida estamos manejados por un control externo y la jubilación implica la pérdida de ese control. Ya no hay nadie que controle los días y las horas. Salvo uno mismo y sus deseos.
– ¿Hay claves para configurar un nuevo proyecto de vida?
– No hay pautas para todos, pero sí está la posibilidad de encontrar nuevas orientaciones. Y ocurre, sobre todo en los varones, que no encuentran opciones que les resulten válidas si las actividades que realizan no pasan por las coordenadas del dinero. Mientras que las mujeres sí pueden disfrutar de otros proyectos. El género va llevando a hombres y mujeres por lugares distintos, que tienen sus consecuencias.
– ¿Cuáles son esas consecuencias?
– Uno de los aspectos en que se expresan estas diferencias es en la enfermedad. La mujer puede manejarse con más tranquilidad frente a su fragilidad sin que esto invalide su capacidad de insertarse socialmente. El varón se encuentra con más dificultades porque la enfermedad le quita una imagen de fortaleza que alimentó desde siempre. Los hombres mueren antes por llegar tarde al médico. Un estudio de Pami demuestra que los varones se hacen estudios y no los retiran, mientras que la mujer ha incorporado medidas de prevención.
– ¿Qué rol le cabe a las políticas públicas frente a estas cuestiones?
– La política pública tiene que tratar de encontrar espacios que sean válidos para ambos sexos y debe estimular la participación. Muchas veces las ofertas son demasiado femeninas. El conocimiento científico sobre las diferencias que existen entre hombres y mujeres debe ser insumo de planificación. Por ejemplo, para la mujer dejar de manejar no es traumático, para el varón sí. Entonces, no hay que pensar en cómo sacarle el auto a un adulto mayor sino tomar las medidas para que pueda seguir conduciendo de la mejor manera posible.
– ¿Considera que el Estado prioriza estas políticas?
– Creo que sí. Igualmente tendríamos que tener más dinero para cuidados domiciliarios. Los centros de jubilados deberían convertirse en centros de día. Pero en comparación con otros países no estamos mal a nivel teórico. Lo que falta es generar más conciencia. Creo que la sociedad no está del todo preparada para pensar cómo va a envejecer. Pasamos de una generación que pensó que iba a vivir con sus hijos cuando hiciera falta, a otra que ya sabe que no va a vivir con ellos, pero no sabe lo que significa una vida larga.
– Para una sociedad que no quiere envejecer, ¿es difícil pensar en la vejez?
– Tenemos una situación dual. Por un lado hacemos culto de la eterna juventud y, por otro, cada vez hay más espacios para adultos mayores. En este camino tenemos que pelear una lucha política, casi como las feministas, en la que tenemos que integrar un nuevo discurso acerca de qué significa ser adulto mayor hoy.