El desafío de planificar la energía
El planeamiento en materia energética tiene desafíos técnicos y políticos. Y en la actualidad ambos planos deben entender cuestiones como la sustentabilidad y la responsabilidad social. ¿Qué piensan los especialistas?
Estos temas fueron abordados en el “Curso internacional de actualización en Planeamiento Energético”. Junto a la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) y la Universidad Estadual de Campiñas, Brasil (UNICAMP), se desarrolló este curso de posgrado que fue coordinado por las carreras de ingeniería y la Dirección de Relaciones Internacionales de la UNNOBA. A cargo del dictado estuvo el docente Arnaldo César Da Silva, UNICAMP, a quien El Universitario entrevistó.
“Cuando se habla de energía hay que tener en cuenta la cuestión del cambio climático, algo muy importante para la toma de decisiones. Hay que bajar muchísimo las emisiones de gas de efecto invernadero, lo cual implica una restricción para las fuentes como petróleo crudo, gas natural o carbón y también una oportunidad para la bioenergía sostenible, y para las energías eólica y solar”, comenzó de modo enfático la charla del profesor.
-¿Esos son los ejes del curso que dicta aquí?
-Se trata de pensar la energía en general y cómo es la toma de decisiones, es decir el planeamiento. Se trata de contar nuestra experiencia y visión de casi treinta años en investigación y posgrado, de cómo trabajamos con los temas a nivel nacional y provincial en Brasil. Para nosotros es muy importante la bioenergía, la producción de bioetanol a partir de la caña. La expansión de la cosecha, los cambios tecnológicos, la sustentabilidad para la exportación, las certificaciones para no tener problemas ambientales ni sociales. Hay un grupo de nuestra universidad que trabaja también en el tema de la expansión del sector eléctrico y la toma de decisiones al respecto.
-¿Cómo se produce la electricidad en Brasil?
-Es hidroelectricidad, es decir mediante ríos, aunque su proporción está bajando debido al alto impacto ambiental que tiene la construcción de los embalses. Hay muchísima presión en Brasil y fuera del país para reducir las centrales hidroeléctricas. Y la energía eólica se presenta como una oportunidad para el país, y entiendo que también para Argentina, debido a la reducción de los costos. Ya hay personas trabajando e investigando eso, ya que son temas importantes para nuestro grupo.
-¿Cuáles son los desafíos de la planificación energética en relación al sector político? Porque en la toma de decisiones pueden tenerse en cuenta los resultados inmediatos y no tanto los de largo plazo.
-La planificación tiene que ser de corto, mediano y largo plazo. La política y la planificación, en una situación ideal, tienen que ir juntas, porque las políticas deben dar la señal de lo que vamos a hacer, y la planificación es la que dice “esto es posible, esto no, debe hacerse de esta manera, hay que hacer cambios”, por ejemplo. Entonces deben ser complementarios. Lo que pasa en Brasil, y creo que pasa también en Argentina, es que hay una decisión política, se hace la planificación, y cuando se comienza a hacer el proyecto cambia la política, o porque cambia el gobierno o porque cambia la situación macroeconómica. Son problemas de países como los nuestros, con las decisiones no mantenidas, pero eso también es un desafío para quien trabaja con energía.
-¿Por qué los Estados promueven sistemas centralizados de producción de energía en vez de favorecer la producción distribuida a pequeña escala?
-Es un debate en todo el mundo, habilitado sobre todo por las energías solar y eólica, por los bajos costos de inversión que tienen, y también por aparición de la tecnología informática. Entonces ahora es posible tener estabilidad en la red eléctrica con la generación de pequeña escala. Claro que desde el punto de vista político hay más interés en la centralización, es más poder para el Estado y para los grandes agentes económicos. Pero creo que la descentralización de la producción energética es la tendencia.
-En relación a los biocombustibles también hay debates y resistencias. Uno de los problemas que aparecen, sobre todo en nuestra región, es el avance de la frontera agrícola sobre los ecosistemas. ¿El biocombustible corre el riesgo de convertirse en un problema y contribuir, en vez de frenar, el cambio climático?
-El biocombustible puede ser una contribución a la sustentabilidad, pero también puede ser un gran problema. Por eso hay que tener un gran control de la situación. Desde hace unos diez años empezó la preocupación de los grupos ambientalistas que empezaron a ver con más atención el incremento de este tipo de producción, sobre todo por la deforestación producida en el sudeste de Asia con la producción de palma, y el incremento de la caña en Brasil con problemas sociales, ambientales e incluso en las condiciones de trabajo. Entonces se fue gestando una aversión a la producción de biocombustibles, por eso en Europa se decidió establecer una política que, para que el biocombustible pueda ser considerado dentro de la matriz energética, debe tener en cuenta todo un conjunto de puntos. No se puede hacer producción de maíz, caña o soja donde hay o había bosques o biomas sensibles. Lo que pasa en nuestros países es que la gran cantidad de tierra disponible permite, mediante una buena gestión, ampliar la producción minimizando los impactos en la biodiversidad y en el agua. A mí me gusta muchísimo la producción de bioenergía, pero hay que tener la sinceridad de aceptar que no es la única opción y, aunque es buena, no la es para todos los países.
-¿Qué pasa con la objeción económica que algunos plantean? ¿En qué medida el biocombustible no eleva los precios de los alimentos?
-Es lo que dijo el director de la FAO [Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura] a partir de una crisis internacional en el suministro de alimentos, que aportó a la aversión de la producción de biocombustibles. Pero lo que pasa es que, en general, el precio para alimentos es mucho más alto que para biocombustibles, entonces la mejor oportunidad de venta es para alimentos. En la práctica lo que hay que tener es un precio para el biocombustible para que el productor pueda tener interés en producirlo. Resulta difícil bajar los costos de producción para que pueda ser competitivo con el diesel o nafta derivados del petróleo. En Brasil no sucede eso con el etanol, derivado de la caña, porque con más de treinta años de experiencia se ha logrado una reducción muy fuerte en los costos de producción. Pero con el biodiesel, derivado de la soja, al productor le pasa lo mismo que en Argentina, y los precios compiten con la soja destinada a la alimentación.
-¿Cada productor puede generar su propio combustible y autoabastecerse?
-Desde el punto de vista técnico es posible, pero desde el económico es muy difícil. No es viable en producciones pequeñas por los costos.
-¿Qué condiciones tienen que dar para que un modelo productivo sea sostenible?
-Hay muchas visiones sobre la sostenibilidad. Sin embargo hay algunas cuestiones consensuadas. Por ejemplo para producir bioenergía tiene que haber una contribución a la reducción de los gases de efecto invernadero, de lo contrario no se justifica. Desde mi punto de vista, y hay mucha gente de acuerdo con esto, también hay que mejorar las condiciones de la gente que trabaja en este tipo de producción. No tiene sentido producir etanol o biodiesel si la gente no va a tener buenas condiciones de vida y de trabajo. Y hay cuestiones adicionales, personas que plantean que la cuestión del agua es la central, pero yo creo que hay sitios donde sí es central y otros en los que no, porque hay tanta disponibilidad que no es la prioridad. Es difícil, pero creo que el consenso está en estos dos ejes: el gas de efecto invernadero y la cuestión social.
Biodiesel y Bioetanol
Existen dos vertientes para la producción de biocarburantes:
-Bioetanol: tiende a sustituir las naftas y se produce a partir de caña de azúcar o de maíz.
-Biodiesel: intenta sustituir el diesel de petróleo y se genera, sobre todo, a partir del poroto de soja (en otros países a partir de la palma).
Perfil
Arnaldo César Da Silva es docente en la Universidad Estadual de Campiñas, Brasil (UNICAMP), ex Director (2009-2013) del Programa de Investigación de la Sostenibilidad en el Laboratorio de Ciencia y Tecnología de Brasil bioetanol (CTBE). Estudió una maestría en Ingeniería Mecánica y está doctorado en planificación energética. Desarrolló investigaciones postdoctorales en el Kings College del Reino Unido y en KTH, Suecia. A lo largo de los años desarrolló actividades profesionales en diferentes países y es docente en Ecuador, Perú, Suecia, México y Colombia. Se desempeñó como editor de revistas sobre energía y fue co-convocante de un proyecto normativo que permitió la aprobación de la norma ISO 13065 “Criterios de sostenibilidad para la bioenergía”.
Frontera agrícola
Es el límite que divide la tierra dedicada a la agricultura
y la tierra que aún se mantiene como área natural intacta.
Más información sobre biocombustibles en: El Universitario Nº 17