La ciencia en el ideario Reformista

Por Félix Daniel Quieto Quintas*

La realización de actividades científicas en el sistema universitario es relativamente moderna, especialmente en nuestro país. La universidad es una institución milenaria cuyo nacimiento se remonta a la Edad Media como establecimientos integrados por comunidades de maestros y estudiantes. Su misión central era la formación de líderes, intelectuales y clérigos. Luego, esta misión se extendió a la formación de profesionales, principalmente en las llamadas profesiones liberales. Durante el siglo XIX, la investigación se incorporó en las universidades como una de sus actividades regulares. Primero en Alemania (a partir de la fundación de la Universidad de Berlín por Wilhelm Von Humboldt) y luego en Estados Unidos y Gran Bretaña, donde surgieron las universidades de investigación que, en el transcurso del siglo XX, pasaron a desempeñar un papel protagónico como instituciones promotoras de la ciencia moderna. Hasta entonces, gran parte de las principales contribuciones al conocimiento científico se desarrollaron fuera de la universidad.

En 1918, en nuestro país había dos universidades nacionales fundadas sobre la base de colegios jesuíticos (Córdoba y Buenos Aires) y una tercera (La Plata). Al decir de Joaquín V. González: “Pienso que una tercera universidad del tipo moderna y experimental con diferente carácter y métodos de estudio, sistema de gobierno […], no sólo tendría cabida fácil sino que respondería a una necesidad evidente de todas las clases sociales en la Nación, y en particular de las que miran más a la prosperidad general, bajo su faz científica”. Queda claro en este contexto, que el desarrollo de la ciencia en las universidades no era de carácter prioritario.

A cien años de la Reforma Universitaria de Córdoba se revaloriza el sentido político del ideario reformista, ya que constituyó y constituye un proyecto social, educativo y esencialmente político, con una especial perspectiva latinoamericanista. La esencia de la dimensión política de este modelo de universidad no solo tiene su punto de partida al considerar a las universidades como parte de las políticas públicas (educativas, científicas y tecnológicas), sino también al identificar a las universidades en sus capacidades de transformación social, cultural y productiva, a partir de la educación y del desarrollo científico y tecnológico. La reforma de Córdoba demandó el cultivo de la ciencia en nuestras universidades y sentó las bases de las condiciones necesarias para que sean las universidades públicas de América Latina las fuentes de producción científica y tecnológica en la región. En el Manifiesto Liminar la palabra “Ciencia” figura cuatro veces y explícitamente en las cuatro ocasiones aparece en mayúscula, tal respeto es el que inspiraba a los reformistas su actividad en la universidad. Hoy la investigación en ciencias en América Latina y el Caribe radica fundamentalmente en las universidades públicas y autónomas de la región. Teniendo presente la fortaleza creciente de la actividad científica en nuestras universidades, desde este punto de partida se trata de impulsar la transformación avanzada (en términos sociales, tecnológicos y socioambientales) de los sistemas productivos de nuestros países.

Nuestro deber generacional, teniendo en mente las Conferencias Regionales de Educación Superior de 1996, de 2008 y el centenario de la Reforma, es proyectar nuestra visión sobre el rol a cumplir por las universidades latinoamericanas y caribeñas en el futuro desarrollo científico, tecnológico y la transferencia al sector productivo y a la sociedad en general.

Es necesario legitimar que los conocimientos son bienes sociales y por ello son derechos universales. Proteger legalmente el acceso a los conocimientos es imprescindible para garantizar otros derechos humanos básicos que dependen de actividades vinculadas con la aplicación de la ciencia y las tecnologías. El desarrollo científico de la región debe hacerse en redes científicas regionales en el marco de una estrategia más ambiciosa, como es la construcción de una ciudadanía latinoamericana y caribeña para la integración regional. Una Agencia Latinoamericana y Caribeña de ciencia y tecnología es necesaria para remediar desigualdades en la región y potenciar las capacidades ya instaladas. Se deben generar las condiciones para investigar temáticas que sean de interés regional buscando aprovechar las capacidades instaladas y que redunden en un beneficio para la sociedad, promoviendo soluciones innovadoras y factibles. Es imprescindible generar una agenda conjunta para que el crecimiento de la ciencia sea homogénea en la región por una necesidad estratégica, no por simple solidaridad. La reforma liminar de Córdoba es la fuente inspiradora que debe articular los desafíos de la ciencia de la región.

* Rector de la Universidad Nacional de San Luis, Doctor en Física, especialista en Mecánica Estadística, Procesos Superficiales, Simulación Numérica. Posee numerosos artículos, capítulos de libros y participaciones en congresos fruto de su labor de investigación en el Instituto de Física Aplicada “Dr. Jorge Andrés Zgrablich” (Centro Científico Tecnológico CONICET-SAN LUIS). Actual vicepresidente de la Comisión de Ciencia, Técnica y Arte del CIN.