Repensar el sistema universitario como un deber del Estado y un derecho humano

Por Danya Tavela*

El Centenario de la Reforma Universitaria insta a repensarnos como sistema universitario para que, desde la construcción de un diagnóstico común, estemos en condiciones de diseñar políticas y acciones que permitan mejorar las condiciones de inclusión, calidad, pertinencia y rendición de cuentas de la educación superior. En la actualidad la sociedad interpela a la universidad y le exige una educación superior más inclusiva y de calidad, e instituciones transparentes, con fortalezas en la gestión y en la planificación.

Incluir no es solo facilitar el acceso. Tampoco hoy se satisface con la gratuidad y el ingreso irrestricto sino que, por ejemplo, debemos fortalecer los sistemas de becas para ampliar las oportunidades, en el marco de otras estrategias que apunten a garantizar el acceso y permanencia de todos los sectores sociales.

En efecto, se observa aun la persistencia de una fuerte desigualdad. Los principales sesgos se relacionan con los ingresos familiares, la educación de los padres, el género, como así también la combinación de todos estos factores. Sigue existiendo una fuerte exclusión de los sectores que tradicionalmente no llegan a la educación superior. Asistimos a un escenario de masificación, pero con altas tasas de abandono (entre el primer y segundo año alcanza el 50%) y un bajo nivel de egreso (menor al 40%).

Por ello, es necesario entender a la calidad como un concepto multidimensional. Se requiere que las universidades implementen estrategias para compatibilizar los saberes entre el secundario y el nivel superior y, a su vez, innovar en la forma de enseñanza y en los contenidos, como así también comprender el rol de la tecnología.

La actividad universitaria está inmersa en la sociedad del conocimiento, lo que demanda que mayor cantidad de personas reciban la mejor educación posible, tanto para su desarrollo personal, como para su aporte al desarrollo social. Tengamos en cuenta que es el capital humano el que distingue el nivel de desarrollo de los países.

La calidad y pertinencia en las actividades científicas y de transferencia tecnológica para el desarrollo sustentable deben ser el núcleo de nuestras preocupaciones. Debemos trabajar en mejorar la capacitación de nuestros docentes y sus trayectorias.

La universidad tiene hoy otras necesidades, tales como la búsqueda de incorporar a la formación a los sectores que, por distintas razones, no buscan o demandan las carreras de grado tradicionales, sino que necesitan complementar sus saberes con formación técnica o científica que los fortalezca en su desempeño laboral. Esta nueva realidad requiere que se comprendan las experiencias de vida diferentes y los requerimientos de esas actividades productivas.

Además, es determinante comprender las características psicológicas y sociales de los jóvenes de hoy, su relación con el contexto, sus capacidades desarrolladas previamente vinculadas a su autonomía en la toma de decisiones, en la resolución de problemas, entre otras. Estos jóvenes están inmersos en un nuevo mundo donde la generación y transmisión de la información no registra fronteras (ni físicas ni intelectuales). De esta manera, no podemos pensar que la presencialidad, las horas dentro del aula, los planes de estudio que datan de la Revolución Industrial y una forma de enseñanza basada en las repeticiones memorísticas, puedan satisfacer sus ansias de conocimiento.

Es importante incorporar acciones de innovación en la enseñanza y en los planes de estudio, en aras de que el esfuerzo social que se realiza por la inclusión efectivamente se logre, evitando el abandono y la escasa graduación.

La universidad argentina debe estar a la altura de los desafíos del mundo global y asumir el reto en el proceso de generación y transferencia del conocimientos. La eficacia de la planificación universitaria y la transparencia en la gestión son fortalezas históricas que no deben perderse.

En este sentido, las universidades deben explicitar sus acciones y sus resultados, asumir el desafío de crecer en las áreas de vacancia y prioritarias para el desarrollo, asegurar igualdad de oportunidades para todos los jóvenes, garantizar el acceso, la permanencia y la graduación y contribuir a la generación de conocimiento significativo para mejorar la calidad de vida de las personas.

Nuestro país necesita a sus universidades para garantizar su crecimiento y su desarrollo, lo que implica vencer las dicotomías y poner en valor la Educación Superior como un bien público y social, un derecho humano y universal y un deber del Estado.

La única certeza a la que nos enfrentamos en la educación es el cambio. Y son los estudiantes los garantes del cambio y de la vigencia de la Reforma Universitaria argentina, como hace 100 años. Son los líderes de la construcción del futuro, son a quienes llamamos a interpelar, demandar, reclamar, cuestionar, criticar, a ser los hombres y las mujeres libres de la Argentina, a ser quienes dobleguen los dolores y consigan las libertades que nos faltan.

* Secretaria de Politicas Universitarias. Contadora Pública y Magíster en Finanzas Públicas Provinciales y Municipales. En el año 2007 fue designada Vicerrectora de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires, cargo que actualmente tiene en licencia. Es docente y posee una gran cantidad de presentaciones científicas.