Merino: “La reconciliación es posible cuando hay justicia”
Norberto Merino y Julián Axat son los docentes del curso de posgrado que se propone relacionar los derechos humanos con las distintas formas de participación política. “Si estudiamos a los derechos humanos desde una perspectiva histórica, advertimos que no son una dádiva formal de un gobierno de turno, sino que son experiencias, luchas de los pueblos, que luego el derecho reconoce formalmente”, explica Merino en una entrevista mantenida con El Universitario.
La temática no sólo está cargada de historia: tiene sobre todo una carga política. Por eso cabe preguntarse si los debates y reclamos sobre la memoria histórica pueden contribuir a construir la historia del país o si no se corre un gran riesgo en convertirlos en la memoria de tan sólo un grupo social.
El profesor Norberto Merino no duda en afimar que “es cierto, siempre se corre ese riesgo”. Y continúa: “Vivimos esa experiencia con los Juicios por la Verdad en La Plata. Se presentaban sólo los casos que conocíamos, hasta que vino una compañera que era de Berisso y nos hizo dar cuenta de que no había -dentro de los juicios- una idea de las desapariciones relacionadas a los lugares de trabajo. Hasta ese momento era una especie de memoria social de la clase media de la ciudad de La Plata. La tarea que nos dimos fue entonces construir nuevos relatos, cargar de sentido los hechos y que se incorporen las mayorías a esa memoria. Berisso tenía 70 mil habitantes, y cuenta con 700 desaparecidos, es decir el 1% de la población. De los 700, 610 son obreros que trabajaban en YPF, Astilleros, y las pequeñas y medianas fábricas de la zona. Esta información no estaba presente, y cuando fueron los Juicios por la Verdad la pudimos incorporar y tomar conciencia que el 32% de los desaparecidos del país son obreros jóvenes. Por eso la idea del seminario es que esto sea una historia social”.
– ¿Cuál es la relación de esa memoria con el presente? ¿En qué nos ayuda a comprender lo que pasa hoy?
– Una de las cosas que este capitalismo global se ha llevado por delante es la perspectiva que había construido el hombre moderno. Como ahora no hay tiempo y es todo instante, no se mira al pasado. Pero si no lo interpela el pasado, el presente es sólo ir de un lado hacia otro de forma irreflexiva. Así no hay posibilidad de construcción de futuro, no hay sociedad posible y la misma condición humana se ve afectada. Justamente la idea de la memoria es interpelar el pasado, salir de lo instantáneo y poder pensar en algo distinto.
– Este “ambiente de época” puede servir de apoyo para quienes pretenden la “reconciliación” sin justicia, quienes acusan al movimiento de derechos humanos de fomentar el odio.
– Eso es exactamente lo que Hannah Arendt describe como la banalización del mal. Luego de presenciar los juicios a los nazis ella es entrevistada por Raymond Aron, quien le pregunta cuál de los nazis le parecía más terrible. Ella decía que un nazi es un nazi, que son todos terribles, y que lo único que le daba miedo era en lo mucho que se podían parecer a la mayoría de los alemanes. Por eso pienso que sin la existencia de un pueblo complaciente una dictadura no se mantiene. Como los derechos humanos forman parte del escenario de lo político, un escenario que no es de consensos sino de luchas, se deben buscar los principios de universalidad para no caer en el relativismo. Las luchas políticas tampoco deben llevar a un antagonismo amigo-enemigo, sino a una relación adversarial. Y el principio universal de los derechos humanos nos obliga a ver en el otro la misma humanidad que hay en mí. El otro también son [Jorge Rafael] Videla o [Ramón] Camps, por eso el movimiento de derechos humanos nunca realizó linchamientos del tipo “ojo por ojo” con los torturadores o con los apropiadores de bebés. Lo que sí hubo es una búsqueda de justicia, porque son crímenes de lesa humanidad, porque fueron cometidos por el aparato del Estado y con la impunidad del Estado.
– Los estudios sobre la memoria histórica analizan las elaboraciones de los lutos y los traumas que existen a nivel social. Las guerras y las dictaduras dejan marcas en todo el tejido, y prácticamente todas las familias tienen relación y huellas de esos hechos de magnitud política nacional. ¿Qué sucede con los traumas en la sociedad argentina?
– Tengo una mirada escéptica. Un testigo de un caso por desaparición me dijo una vez, “vivimos en una sociedad avestruz que no mastica ni elabora lo que le pasó, por eso es corta de memoria”. Personalmente no percibo un reclamo social o popular por la interpelación al pasado. Es como si se necesitara olvidar. Pero la reconciliación sólo es posible cuando hay justicia. Por ejemplo el obispo de Neuquén, Jaime de Nevares, le negaba la comunión a los militares porque decía que no habían hecho un acto de constricción pública por los pecados públicos cometidos. Era el obispo, alguien con una formación política importante y que tenía una claridad muy fuerte sobre la dignidad humana. Hay ejemplos que ponen de relieve lo que pasó en este país. El profesor que dicta el seminario conmigo, Julián Axat, nació dentro de la Comisaría 5º de La Plata. Después de parir, a la madre la matan. El papá ya estaba desaparecido. Esta historia está contada por el periodista de Gustavo Veiga en su libro Deportes, desaparecidos y dictadura (2006) ya que el papá de Julián jugaba para La Plata Rugby Club, en donde desaparecieron a veinte jugadores de rugby. ¿Cómo entender que esa comisaría era un centro clandestino de detención ubicada bien dentro del casco urbano de la ciudad? Entonces cabe seguir haciéndonos esta pregunta: ¿cómo pudo pasar lo que nunca debió ocurrir?