Orgánico como práctica y no sólo como marca

La palabra “orgánico” es cada vez más utilizada como adjetivo para publicitar productos o marcas. Sin embargo la verdadera práctica orgánica puede comenzar por la propia casa aplicando técnicas básicas como la producción del abono para la huerta o el reemplazo de insecticidas por purines.

Se entiende por orgánico (o ecológico) al producto que se obtiene por medio de un sistema de producción sustentable en el tiempo, es decir, que no degrada las cualidades de su entorno. Esto implica un uso racional de los recursos naturales y la no utilización de productos obtenidos por síntesis química. En el caso de una huerta orgánica, por ejemplo, el resultado será la obtención de alimentos sanos y abundantes que mantendrán o incluso incrementarán la fertilidad del suelo y su diversidad biológica.

Basura, ese recurso tan preciado

La producción de alimentos se nutre de la riqueza de la tierra. Es posible colaborar con esa riqueza a partir de abonos orgánicos o “compost”. El compostaje es una técnica que imita a la naturaleza en el proceso de transformar, pero de manera acelerada, todo tipo de restos orgánicos. En condiciones de fermentación adecuadas, con aire y humedad suficientes, se transforma de manera higiénica a los restos orgánicos en un alimento homogéneo y altamente asimilable para los suelos (mucho más que las sustancias químicas o sustratos de origen desconocido que se compran).

Se estima que un 50% de la basura doméstica está formada por restos orgánicos, por lo que el impacto es también beneficioso para el medio ambiente en general. Sin embargo, no todos los residuos son utilizables como abono. ¿Qué conviene agregar al “compost”? Todo tipo de restos vegetales (cáscaras, trozos no utilizados en las comidas, piezas en mal estado); yerba, café o té; fragmentos de papel blanco (sin tinta); restos de plantas o hierbas trituradas o troceadas; cáscaras de frutos secos; estiércol de animales de corral (por ejemplo, gallinas).

Los tipos de residuos que nunca deben agregarse son: restos de productos químicos (como materiales de limpieza), tabaco, materia fecal de perros o gatos. Tampoco carnes, lácteos o yema de huevo, ya que atraen roedores y dan mal olor.

Manos a la obra

Se puede realizar el compostaje mediante dos técnicas básicas: almacenar los restos orgánicos directamente sobre la tierra (en un pequeño pozo o directamente sobre la tierra de una parte del jardín) o, como alternativa, en silos-compostadores (que deberán tener aireación, por lo que lo mejor es usar o armar cajas con madera).

A medida que se van agregando los restos orgánicos se debe ir regulando la humedad para agilizar la descomposición. Ni mojado ni seco es la regla, por eso en caso de lluvia es conveniente taparlo con una lona plástica. También es importante el balance de los componentes, ya que se deben incorporar restos secos para que la humedad no sea excesiva. Viene bien alguna palada de tierra de vez en cuando y dejar cubierta la capa superior con ramas, hojas o tierra seca que proteja la humedad.

Otra recomendación muy extendida entre quienes practican el compostaje es reducir los fragmentos a tamaños pequeños para acelerar la velocidad del proceso.

Con un poco de paciencia y esmero se podrá obtener el abono para la huerta pasados unos tres meses de iniciado el proceso. Un indicio simple para darse cuenta de que el abono está listo es que ya no se distinga lo que hay en el interior. También se puede sentir el olor del compost: tiene que ser agradable a la nariz.

¿Cómo aplicar este compuesto orgánico? Si se va a usar en macetas o almácigos para plantines conviene mezclar una parte del abono con otra parte de tierra. Si el abono ya está maduro (3 meses o más) con un 30% será suficiente. La otra opción es utilizar el abono directamente en la superficie de la tierra de la huerta. En ese caso la tierra debe estar labrada y limpia. Una vez hecho esto se extenderá una capa de al menos 5 centímetros del abono orgánico en los surcos de labranza y se podrá mezclar con la tierra suelta. A partir de allí las semillas y la naturaleza harán lo suyo.

* Artículo elaborado con la colaboración de la profesora Susana Martínez, profesora Titular de Horticultura en la UNNOBA.


Métodos naturales para combatir insectos

Ante hormigas, pulgones u otro tipo de insectos en vez de acudir a los químicos tan extendidos se puede practicar una solución económica y orgánica: los purines. Por ejemplo, el purín realizado a partir de ruda o de ortiga es un “insecticida” muy utilizado. Pero también el purín se puede usar como “herbicida” natural de las malezas, inhibiendo el crecimiento de la especie a partir de la cual fue preparado.
¿Cómo se hacen los purines?
– Utilizar agua limpia, preferiblemente de lluvia (el cloro mata las bacterias que son necesarias).
– Proporción de 100 gramos de hierba por litro de agua.
– No usar recipientes metálicos. En su lugar, utilizar vidrio, plástico o cerámica.
– Los primeros días se produce una maceración y luego comienza la fermentación (2 semanas), tras la cual se obtiene un compuesto con una altísima concentración de bacterias.
– El cierre del recipiente no debe ser hermético, puesto que es importante que la mezcla esté en contacto con el aire. La preparación debe agitarse todos los días.
– El proceso de puede acelerar con el agregado de azúcar o levadura.