Disminuir el consumo de carne para mejorar la “huella ecológica”
“Es necesario repasar el concepto de desarrollo sustentable, observar los principios y valores que rigen esta idea y dimensionar la influencia que el régimen alimentario de las personas tiene sobre la sustentabilidad”, señaló el ingeniero Enric Carrera Gallissà, profesor de la cátedra UNESCO de Sostenibilitat Universitat Politécnica de Catalunya, disertante del ciclo de conferencias internacionales impulsado por la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales de la UNNOBA y la Cátedra de Alfabetización Ambiental.
Carrera Gallissà, vicepresidente del Foro Latinoamericano de Ciencias Ambientales (FLACAM), explicó que los hábitos alimentarios tienen impacto en los recursos ambientales y acercó un dato: “Una disminución del 9 por ciento en el consumo de carne a nivel mundial implicaría una mejora del 35 por ciento de la huella ecológica, definida como la superficie de territorio necesaria para producir alimentos y absorber residuos”.
El ingeniero aclaró que no se trata de proponer una dieta vegetariana, aunque consideró necesaria una dieta más equilibrada porque “el consumo per cápita de carne ha aumentado en los últimos años de una manera muy elevada y esto tiene influencia sobre la salud individual y del planeta”.
El especialista español diferenció que los efectos más marcados de esta tendencia se advierten en la ganadería intensiva, fundamentalmente por sus efectos negativos en el manejo de los residuos y excrementos de los animales y su impacto sobre el suelo: “Es necesario repensar la actividad agropecuaria para hacer otro tipo de actividades, aunque en Argentina la actividad es extensiva y por lo tanto los efectos no son tan fuertes”.
“Reconozco que esto es muy complejo de pensar en Argentina, que tiene una carne tan rica y que a todos nos gusta mucho, pero entiendo que hay que tener una mirada a escala global”, apuntó el especialista.
“Es necesario pensar en un cambio en el modelo que genere una mejora en la salud de las personas y, sobre todo, en la salud del planeta”, agregó.
En relación al grado de conciencia que se advierte en la población, Carrera Gallissà opinó que a escala global se observa un mayor compromiso en la adopción de prácticas más amigables con el ambiente: “En general creo que hay una mejora pero no es suficiente todavía porque esto implica cambios a nivel personal que cuestan adoptar, somos animales de costumbre”.
“Lo que sí se advierte es una mayor sensibilidad y esto es muy importante”, planteó Carrera Gallissà y puso el ejemplo de España al referir que “en muchos comedores escolares ya se trabaja con un menú ecológico, biológico, orgánico, con una mayor presencia de una dieta mediterránea sustentada en el consumo de verduras y hortalizas”.
El ingeniero abogó por el desarrollo de una educación ambiental que “gane cada vez más espacio en ámbitos de reflexión y discusión política”.
“La educación ambiental es clave y va ganando cada vez mayor espacio, tal vez porque vemos los impactos que la mala educación o la falta de conciencia ecológica tienen en el entorno inmediato. Por suerte en muchos lugares del mundo la conciencia ha mejorado notablemente”, señaló.
Por último, resaltó que tanto la familia como la escuela cumplen un rol fundamen tal en materia de educación ambiental: “Los padres están convocados en esta tarea, deben gestionar activamente que las dietas sean más sanas, tanto en casa como en la escuela. Esto tiene que ver con la conciencia y con la educación”, exhortó.