“La escuela debe resolver problemas nuevos”
Con cada problema social que se pone en escena, la opinión pública parecería coincidir en que la solución es ir por “más educación”. Pueden ser problemas de marginalidad y pobreza, falta de empleo, incluso el aumento del delito, y hasta la ausencia de una adecuada cultura política. Siempre todo se solucionaría con más educación. Pero, ¿pueden las políticas educativas dar respuesta a esta cantidad de demandas?
El Universitario dialogó con la directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA, profesora María Rosa Depetris, para indagar el asidero de estos imaginarios.
– ¿Cuánto se le puede pedir a la escuela y a la educación formal?
– El problema no radica en la cantidad de cosas que le pedimos a la escuela sino en que se requiere otro tipo de escuela. No puede ser una escuela de sólo cuatro horas. Se requiere de más tiempo y con más especialistas, no sólo docentes. La escuela tradicional fue la manera eficaz que la sociedad industrial encontró para extender los horizontes del ser humano. Ese modelo fue el de la Modernidad, pero hoy la sociedad del conocimiento ha desbordado esas necesidades. Estamos frente a una crisis del modelo clásico de escuela, en la cual el profesor tenía como único elemento la clase frontal. Si uno pretende seguir sosteniendo ese modelo organizativo e institucional generado hace más de cien años, no habrá manera de resolver las demandas.
– La formación en los profesorados sigue siendo orientada a “enseñar contenidos” de determinadas materias. Pero si el rol de la escuela pasa también por resolver la conflictividad social, o dar de comer, ¿no queda incompleta esa formación?
– Uno de los grandes desafíos es que la escuela debe resolver problemas nuevos para los cuales no tiene recursos ni conocimientos porque las situaciones son totalmente inéditas y cambian permanentemente. Cambian los niños, los adolescentes, los conocimientos, la familia, los contextos. Vivimos momentos de grandes transformaciones. Es evidente que cuando un maestro llega al aula a trabajar se encuentra con problemas frente a los cuales no tiene respuesta. Es preciso aprender a pensar en paralelo: los problemas sociales se tienen que resolver al mismo tiempo que los contenidos educativos. Lo educativo es social y hace a la calidad de vida que van a poder tener las personas en el presente y en el futuro. En este sentido, la ampliación de las fronteras de la escuela se presenta como un desafío urgente.
– ¿Cómo enfrenta la educación pública a esta coyuntura de cambios y a un crecimiento de la matrícula del sector privado?
– Si de comparaciones se trata, los especialistas coinciden en que ningún sistema, sea público o privado, garantiza de por sí calidad. Existe el mito de que la educación privada es mejor, pero eso no es cierto, algunas tienen proyectos malos y otras tienen proyectos muy buenos, como también hay muchas escuelas públicas que tienen proyectos interesantes y una conducción inteligente capaz de llevarlos a cabo. Es decir que no hay una respuesta concluyente en este sentido. Lo cierto es que el deterioro de la educación en Argentina es general producto de un largo proceso de desestructuración y abandono progresivo de la responsabilidad educativa por parte del Estado que desgarró el proyecto universalista de escuela.
– La universidad pública se enfrenta a un escenario en el que debe seguir manteniendo el prestigio de lo público y formar profesionales de nivel con una población estudiantil que cambia y que quizás propone desafíos de otro tipo, novedosos, hasta desconocidos.
– Los estudiantes esperan mucho de sus universidades, y eso que esperan suele no coincidir con las expectativas que había en décadas anteriores. La universidad contemporánea se enfrenta a mayores retos al trabajar con expectativas distintas por parte de los estudiantes. Para responder mejor a esa realidad, para lograr mejores graduados, es preciso realizar cambios.
En primer lugar, no se puede considerar al alumno como un mero receptor pasivo de conocimientos: es necesario establecer su participación en el proceso de enseñanza-aprendizaje, es decir, renovar los procesos pedagógicos. También es fundamental la actualización permanente de los planes de estudio, renovar los contenidos, y acentuar el diálogo con las empresas y quienes las conducen. Incentivar los intercambios y la diversidad cultural mediante las relaciones internacionales es otro eje importante. Y en definitiva apuntar a que se incorporen las herramientas para que el aprendizaje se pueda producir a lo largo de toda la vida.
La agenda se debe adecuar y estar en función de los problemas globales y así desarrollar una conciencia crítica frente a los desarrollos económicos, políticos y sociales. El siglo XXI requiere de las universidades un espíritu de apertura para ayudar a los jóvenes a entender mejor el mundo, para que -a través de la educación que se les brinda- adquieran una autonomía que les permita prestar su valiosa contribución a la sociedad.