Un espacio para los pueblos originarios en la Universidad
Mapuche significa gente de la tierra. Sin embargo en esa definición se encierra algo más. “No nos consideramos dueños sino parte de la tierra. Somos un ngen, una fuerza más en la tierra, como es una montaña, un río o un árbol”. Oscar Farías, coordinador de la Cátedra Libre sobre Pueblos Originarios, también es werken de su comunidad, un vocero, por eso está acostumbrado a explicar la filosofía originaria, y con paciencia retomar los conceptos fundamentales.
“Nosotros somos che (gente) y somos mapu (tierra), y tenemos una concepción espiritual sobre eso. Consideramos el todo, wallmapu, y la mapu está incluida allí”. El respeto a la naturaleza es un denominador que agrupa a los pueblos de esta parte del mundo. “Están todas las fuerzas de la naturaleza, por eso si vamos a hacer uso de un árbol para conseguir leña pedimos permiso al ngen, al espíritu que rige a ese elemento. Le pedimos permiso para hacer buen uso y no dañarlo”, explica Farías. Un ejemplo de esa relación es el año nuevo, denominado wiñoy xipantu en su lengua, que no sólo es una renovación del compromiso con el entorno sino que también marca una relación con los antepasados.
Para los mapuche, esas fuerzas de la naturaleza se relacionan con la fuerza espiritual personal, y la nutren. “El newen es nuestra fuerza, que además es portadora de un kimvn (conocimiento), hay allí una reciprocidad. En los miles de años que tenemos como pueblo siempre nos hemos regido por el newen, una fuerza que nos permite vivir y resistir. Luego de todos los procesos de exterminio y relocalización nos damos cuenta de que el newen es nuestra fuerza silenciosa de resistencia”, resalta el werken.
Violencia
La dimensión geográfica del pueblo mapuche es un tema que aparece de modo recurrente en las polémicas cargadas de intencionalidad. Farías es categórico al respecto: “Se nos asocia con la Patagonia e incluso con una idea del mapuche como chileno. Eso es una estrategia wigka (opresor) que nos quiere hacer daño y lo han utilizado muchos historiadores también, porque al decir que nosotros somos de Chile pretenden quitarnos la originalidad en el territorio y así permitirle a los feudos provinciales tratarnos como usurpadores de la tierra. Nos quieren privar del derecho a luchar tanto por las tierras como por las costumbres -continúa Farías-, un derecho establecido por la Constitución, que establece el respeto por parte del Estado a la preexistencia originaria”.
– ¿Cómo ha resistido el exterminio la comunidad [lof] Nahuel Payún del cual sos vocero [werken]?
– Nosotros sufrimos los procesos de relocalización como tantos otros, ya que nuestros orígenes están en tierras ubicadas en la actual provincia de La Pampa. Nuestro logko Nahuel Payún era de Potrillo Oscuro y tenemos familiares para el lado de Río Negro. Tenemos preexistencia en todo este territorio y mantuvimos una influencia política y espiritual permanente. Por eso no es que hay mapuche de Neuquén, de La Pampa o de la provincia de Buenos Aires, simplemente hay mapuche.
Lengua originaria
El proceso de recuperación cultural tiene en la lengua un centro desde el cual emerge la cosmovisión de los pueblos originarios. Esa reivindicación de la lengua en todas las regiones es un hecho y va constituyendo no sólo las resistencias sino también la interculturalidad.
La transmisión de la lengua también fue afectada por el exterminio y el terror. Para recuperar ese vínculo con la lengua, los juveniles agrupamientos originarios se pusieron como tarea restablecer la relación con sus mayores. Sobre estas relaciones intergeneracionales Farías relata: “Mi abuela y mi madre sufrieron la prohibición de hablar su lengua por parte de sus familias en función de protegerlas, para que no las discriminen y castiguen”.
“Mi bisabuela, Florentina Linares de Neculpán, falleció a los 112 años -sigue Farías-. Nació el 17 de octubre de 1889 y murió en diciembre de 2001, es decir que unió tres siglos. Ella nos fue transmitiendo de forma oral el kimvn y la historia no contada. Por hablar su lengua a mi bisabuela la golpeaban y ataban en el alambrado de la escuela. Por eso ella intentó proteger a sus hijos mediante la no enseñanza del mapuzungun”.
“Hoy los jóvenes estamos en un proceso de recuperación”, declara el werken. “Para un pueblo el idioma es central y sagrado. No podemos celebrar un wiñoy xipantu (año nuevo) o hacer un nguillatun (rogativa) sin el mapuzungun. Hemos recuperado las autoridades originarias y junto a los ancianos pudimos recuperar la filosofía ancestral y conservar la memoria histórica. Hoy podemos compartir nuestro kimvn por medio de la interculturalidad a toda la sociedad, porque tenemos un concepto de reciprocidad y de comunidad”.
– ¿Cómo ven el desafío de la multiculturalidad en una sociedad como la argentina?
– En primer lugar la multiculturalidad nos pone de frente con un problema: la discriminación. Ahí aparecen términos como indio, negro, chino, bolita, paragua, chileno… usados para excluir. Y yo mismo he escuchado frases como “y ahora hasta radio tienen los mapuche”. Pero en segundo término vemos lo que sucede en América, en todo el continente, que nuestras sociedades están reconociendo lo que realmente son, porque nosotros siempre estuvimos y existimos. Las sociedades se están redescubriendo.
“Figuras como Evo Morales o Rigoberta Menchú y tantos líderes en los cuales nos podemos reflejar, permitieron que las Naciones Unidas tomen el tema de los pueblos originarios -completa Farías-. Esto consolida la pluriculturalidad de los estados en América Latina, aunque es algo que siempre existió”. Y da un ejemplo poco recordado, pero sabido por cualquier historiador, que reafirma esa influencia cultural originaria en el continente: “La declaración de la Independencia redactada en Tucumán está escrita en varias lenguas originarias como el quechua, el aymara y el mapuzungun. ¿Y por qué es eso? Porque ya había un ejercicio y una influencia muy grande de nuestras culturas en la vida social de aquella época”.
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NOTA: para la redacción de esta nota se ha optado por utilizar la escritura mapuche establecida en el diccionario de Berretta, M; Cañumil, D. y Cañumil, T.; Wixaleyiñ, pequeño diccionario de castellano-mapuche, Buenos Aires, ed. de autor, 2008.
La cátedra libre
Un momento destacado de las actividades organizadas por la Cátedra Libre sobre Pueblos Originarios de la UNNOBA fue la visita del escritor Marcelo Valko en 2013. La presentación del libro “Desmonumentar a Roca. Estatuaria oficial y dialéctica disciplinadora” en el Aula Magna tuvo masiva concurrencia y demostró el creciente interés que hay por la temática.
“Desde una visita anterior, cuando presentamos el libro ‘Pedagogía de la desmemoria’, tenemos el compromiso del escritor Marcelo Valko”, cuenta Oscar Farías. Valko es un discípulo de Osvaldo Bayer, colabora con sus actividades y desde su campo de estudios específico, la psicología, brinda charlas y seminarios sobre imaginario étnico.
Farías, coordinador de la cátedra y werken (vocero) de la comunidad mapuche Nahuel Payún, destaca que “un gran motivo de encuentro para la cátedra es la elaboración de un libro sobre la historia de la comunidad mapuche de Junín”.
La cátedra también impulsa actividades que se desarrollan a lo largo del año y que permiten la participación y aprendizaje de toda la comunidad. “Tenemos pensado continuar con el curso de idioma, platería y cultura mapuche. Se estuvo dictando en el marco de la cátedra, aunque dentro del edificio de nuestra escuela secundaria mapuche. Este curso es dictado por hablantes de mapuzungun venidos de Los Toldos, personas que conservan la fonética originaria”. Farías destaca que es un curso abierto a la comunidad con dos niveles de cursada, dictado principalmente por Susana Carranza, mapuche de Los Toldos.
Una de las actividades que el coordinador destaca fue realizada con el PEPSAM: “Hicimos cuatro encuentros de cine debate, maravillosos. Participó la comunidad, personas mayores que han vivido los procesos de aculturación y la educación formal que predicaba la historia oficial, que siempre tuvo una mirada parcial y en contra de los pueblos originarios en América Latina”.
“Estos espacios -finaliza Farías- nos permiten abrir un proceso de concientización y derribar esa lógica del ‘ellos eran’ y demostrar que nosotros ‘estamos y seguimos’ ejerciendo nuestra filosofía ancestral”.