La ciencia de comunicar

Por Luciano Toledo

Apelar a la creatividad, ser originales y contar con las herramientas necesarias. Hoy se ha vuelto indispensable acortar las distancias entre la comunicación y los destinatarios de aquellos mensajes que buscan transmitir los avances del mundo de la ciencia y la tecnología. La docente universitaria y periodista científica Claudia Mazzeo brindó, en un taller de la UNNOBA, un número de herramientas para que la información que se genera en los centros de investigación o en las universidades no quede solamente en los laboratorios.

Si tomamos como ejemplo a los economistas, cuando en diferentes medios los especialistas se expresan sobre el tema, presentan tecnicismos que dan por sentado un conocimiento colectivo. Esto es un error común: el lenguaje se carga de palabras herméticas que maneja sólo la comunidad de las finanzas, es decir, los que están dentro de la misma actividad. En ese sentido, la periodista especializada en ciencia, tecnología y ambiente, sostiene: “A veces pareciera que el periodismo científico está centrado en lo que solemos llamar las ciencias duras, es decir, aquellas que tienen que ver con la biología, la salud y otras, cuando en verdad las ciencias sociales también son objetos del periodismo científico, o deberían serlo. Muchos temas, y no solo de Economía, necesitan que sean bajados al llano para que podamos entender a qué aluden y qué significan esos términos que los expertos manejan con tanta fluidez”.

Claudia Mazzeo, periodista especializada en Ciencia, Tecnología y Ambiente.

El mecanismo que utiliza el periodista científico, a diferencia de lo que mucha gente piensa, no es el de traducir al experto, ni al paper (documento en que presenta los hallazgos de una investigación), sino seguir un proceso más complejo que se conoce como recontextualización de la ciencia. “Es probable que en un paper no encontremos contenido de interés para la sociedad. Veo qué se desarrolló, pero no obtengo la información de por qué, a qué población va a impactar, a quién le va a cambiar la vida, en cuánto tiempo, cuánto va a salir cuando se venda. Esas son respuestas que no están en un paper”, sostuvo Mazzeo en una entrevista en UNNOBA Radio.

Los comunicadores, entonces, no deben circunscribirse a la búsqueda de los investigadores, porque no habría una respuesta a la pregunta que tal vez sea la que más peso tenga en la comunicación de la ciencia: para qué. “Y es ahí donde debemos poner el énfasis”, agrega la especialista y magíster de la UBA en Gestión del Agua.

Anteriormente, la comunicación de la ciencia estaba basada en un modelo teórico que se conoce como modelo del déficit, “de lo que hace falta”.  Claudia Mazzeo plantea: “Se partía de la base de una información que partía del experto al vulgo, del que sabía al que no. Hoy ha quedado superado por visiones más ricas que buscan incluir diferentes saberes ya que cada uno de nosotros podemos ser expertos en un tema y no saber nada de otro”.

Para que la información no quede reducida solamente a centros de conocimiento, pueda salir y  alcanzar a la sociedad, se necesita de un desafío doble: científicos que tengan la capacidad de comunicar y periodistas que cuenten con las herramientas para dar a conocer los avances científicos. “En ambos casos se busca complementar aquello que falta: un periodista va a tratar de adquirir más herramientas que vengan de la metodología científica, tratará de aprender cómo avanza la ciencia, cuáles son sus códigos. Un investigador, lo que va a hacer es adquirir herramientas de la comunicación: cómo se hace una síntesis o qué significa que ponga un título a mi trabajo de investigación”, agrega Mazzeo.

Pero ante el afán de poder comunicar la ciencia y hacerla entretenida o fácil, a veces los medios sacrifican el verdadero trasfondo de la investigación científica y lo simplifican a un punto tal que priorizan el espectáculo, el show. De esta manera la comunicación de un tema de investigación puede transformarse en, por ejemplo, un stand up, en donde lo prioritario pasa a ser divertir y entretener. “Es por eso que el debate está en el límite entre ser entretenido, novedoso, ameno o provocador, o convertirse en un clown de la ciencia”, sugiere.

Por la terminología, el enfoque o la jerga, la ciencia se vuelve difícil de comprender para quienes no son parte de ella. En esa línea, la UNNOBA, gracias al impulso de la Dirección de Comunicación (a través del proyecto Com.ciencia) y la Secretaría de Investigación, Desarrollo y Transferencia, está siendo pionera en poder reflexionar sobre qué herramientas les faltan a los investigadores al momento de comunicar y cómo hacerlo apropiadamente. Mazzeo destaca: “Creo que la UNNOBA está adelantándose a otros espacios académicos para deliberar y poder encontrar soluciones que lleven a lo que esperamos todos: que la sociedad esté más informada, que toda esa masa de conocimiento que se genera pueda ser alcanzada”.

Claudia Mazzeo dictó un taller  para periodistas (en Junín) y un taller para investigadores (en Pergamino).

Pero el desafío no se presenta solamente en el terreno del lenguaje, porque también existe una serie de conflictos que se desarrollan entre los propios investigadores. Mazzeo comenta que no siempre es bien recibido por sus pares el investigador que aparece en un medio, porque su propia comunidad le hace pagar esa postura. “Incluso, algunos que han comunicado la ciencia en los medios en forma fluida y continua, pareciera que los han hasta desclasado, les cambiaron su profesión, ya no los consideran más investigadores porque están en la televisión contando ciencia.  Eso influye muchas veces de manera negativa en el modo de comunicar del investigador. Cuando habla en los medios, lo hace para sus colegas. ¡Pero para eso están los journals!”.

Y destaca el modelo Adrián Paenza (periodista y doctor en Matemática) como un ejemplo a seguir: “Él volcó a sus conocimientos sobre la Matemática con resultados fantásticos. Me parece que es un modelo que serviría, pero es algo que le sirvió a él, y habría que ver si es trasladable a otras personas que tienen esa misma vocación”.

Argentina lleva más de treinta años en la formación de periodistas científicos. A fines de los años ochenta, el químico Enrique Belocopitow emprendió la tarea de formar profesionales que pudieran actuar como interlocutores entre los investigadores y la sociedad.  Asimismo, en 2007 se fundó la Red Argentina de Periodismo Científico,  que apela a diferentes estrategias para asumir el desafío de fomentar la capacitación profesional y la reflexión crítica sobre la relación entre ciencia, medios y sociedad. Claudia Mazzeo sostiene que en un país donde el sistema científico-tecnológico ha sido ampliamente favorecido en el contexto de América Latina, aunque más no sea a intervalos, “el periodista científico, además de acercar al investigador con los potenciales beneficiarios del conocimiento, se plantea otros objetivos, como poder indagar sobre los múltiples aspectos que hacen al conocimiento, alertando también sobre las posibles incongruencias del sistema, abordando conflictos de interés y controversias”.

En palabras de Albert Einsten, no basta con que los resultados de las investigaciones sean conocidos, elaborados y aplicados por unos cuantos especialistas. “Si los conocimientos científicos se limitan a un pequeño grupo, se debilita la mentalidad filosófica de un pueblo, que camina así a su empobrecimiento espiritual”.

Fotos: Adrián Gilardoni
Infografías: Laura Caturla