Los anuncios del Alzheimer
Por Ana Sagastume
Encontrar marcadores que permitan detectar el Alzheimer de manera temprana es el reto que tiene un equipo de investigación de la UNNOBA, el cual está estudiando la correlación entre ciertas moléculas halladas en sangre y el déficit cognitivo leve que antecede a esta enfermedad neurodegenerativa.
La investigación, dirigida por María Laura Palumbo (Investigadora Adjunta del CIT NOBA-UNNOBA-UNSADA-CONICET), se realiza luego de un estudio en ratones dirigido por la doctora Ana María Genaro (BIOMED-UCA-CONICET) en el que comprobaron que el déficit cognitivo en estos roedores estaba asociado a la alteración de citoquinas, unas moléculas de comunicación entre el sistema inmune y el sistema nervioso central. Concretamente, los animales que mostraban un déficit cognitivo también exhibían una alteración de dos citoquinas en linfocitos (una disminución de interferón-gamma y un aumento de interleuquina-4).
De esta manera, el equipo que dirige Palumbo desde el Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas (CIBA) de la UNNOBA se encuentra ante el desafío de probar que en humanos el déficit cognitivo leve está asociado a una alteración de estas citoquinas. Como ese déficit puede ser una especie de “anuncio” de Alzheimer, se podrían, en un futuro, evaluar distintas estrategias terapéuticas que permitan frenar o mitigar la enfermedad neurodegenerativa. “Nuestra hipótesis es que en personas que tengan un déficit cognitivo leve están alteradas las citoquinas en sangre”, explica la doctora en Ciencias Biológicas quien, en la UNNOBA, dirige un equipo de investigación interdisciplinar dentro de un área que se denomina Psiconeuroinmunología.
El proyecto involucra a tres grupos de personas de 55 a 85 años a las cuales se les miden las citoquinas en sangre: normales (grupo de control), con déficit cognitivo leve y con Alzheimer. Mientras que al Alzheimer lo diagnostica un médico, para conformar los grupos de control y con déficit cognitivo leve” las personas se someten a un test neurocognitivo realizado por la psicóloga Romina Pavón, otra integrante del proyecto. “El test neurocognitivo determina el nivel de cognición, es decir, si una persona está dentro de los parámetros normales o tiene déficit cognitivo leve, el cual se manifiesta por un problema de memoria”, informa Palumbo y aclara: “No es fácil de determinar por una persona no experimentada. No es porque te olvidaste una lapicera o no sabés dónde están las llaves. Son entrevistas de dos horas que evalúan distintos tipos de memoria. Además, se tienen en cuenta el nivel de educación, socioeconómico, la edad, entre otros aspectos”. En rigor, hasta el momento, estos test son la única manera de detectarlo.
Palumbo plantea la relevancia que la investigación podría revestir en el campo de la salud humana: “Se sabe que un porcentaje alto de personas que padecen déficit cognitivo leve van a desarrollar Alzheimer en el transcurso de tres años. El avance de la enfermedad es rápido, de ahí la importancia de detectarla tempranamente”, añade.
Los resultados obtenidos en personas, hasta el momento, parecen corroborar la hipótesis que se probó en ratones: un claro aumento de una citoquina (interleuquina-4) y una tendencia a la disminución de la otra (interferón-gamma) en personas con déficit cognitivo leve. La idea del equipo es ampliar la investigación a mayor cantidad de personas que residan, también, en diferentes lugares para así poder establecer con certeza el vínculo entre la alteración de citoquinas y el futuro Alzheimer.
“En la actualidad la enfermedad de Alzehimer la determina un médico capacitado en trastornos cerebrales, un neurólogo. El médico la diagnostica evaluando las pruebas neurocognitivas solicitadas y los análisis de laboratorio, o pruebas de diagnóstico por imágenes del cerebro para descartar otras afecciones cerebrales. El problema es que en esta instancia la enfermedad ya generó daño”, subraya la investigadora. Si, en cambio, la enfermedad pudiera ser detectada con antelación, mediante una sencilla muestra de sangre, entonces se podrían estudiar terapias eficaces que la eviten y disminuyan sus efectos.
“A futuro se podrían estudiar la eficacia de algunos fármacos que, modulando el sistema inmune en el que se encuentran estas citoquinas, reviertan la enfermedad de Alzheimer tempranamente”, se permite imaginar Palumbo. De hecho, existe un fármaco puntual empleado para la esclerosis múltiple que, en otras dosis, demostró ser eficaz para tratar el déficit cognitivo en ratones de experimentación. Si la investigación que está llevando adelante Palumbo fuera exitosa se podría, entonces, avanzar en probar la eficacia del mismo fármaco en humanos. “Se trata de una droga prometedora, porque ya pasó todos los protocolos respectivos en humanos, aunque para otra enfermedad. Además, funcionó en ratones, aunque en otras dosis”, comenta.
Indicios inquietantes
Palumbo se refiere también a algunos pormenores de los hallazgos obtenidos hasta el momento en humanos: “Hubo algunos resultados que nos llamaron la atención. Por ejemplo, hubo personas a las que se las puede catalogar como ‘normales’ a partir de los test neurocognitivos, pero cuando analizamos sus citoquinas encontramos algunos parámetros alterados como si tuvieran un déficit cognitivo leve. En concreto, cuando fuimos a revisar el test hallamos que había 2 o 3 parámetros que en esas personas puntualmente daban bajos, aunque entraban, en el conjunto, dentro del grupo control (normal). Eso a nosotros nos llamó la atención, es decir, nos lleva a preguntarnos si no estaban por manifestar un déficit cognitivo leve”. ¿Podrían ser las citoquinas un indicio para detectar tempranamente, no solamente el Alzheimer sino también el déficit cognitivo leve?
El equipo de investigación que dirige Palumbo (Investigadora Adjunta del CIT NOBA-UNNOBA-UNSADA-CONICET) está integrado por Alejandro David Moroni (graduado de la UNNOBA y becario doctoral CONICET), María Micaela Castro (graduado y becaria UNNOBA), Rocío Fernández (Licenciatura en Genética de la UNNOBA), Romina Pavón (Psicóloga), Mario Oscar Melcon (Médico neurólogo) y Ana María Genaro (Investigadora Principal de CONICET).
Diseño: Laura Caturla