Habitantes invisibles
Por Ana Sagastume
“Tenemos una población enferma”, sentencia Nicolás Urtasun, docente e investigador de la UNNOBA-CONICET. La afirmación puede resultar desmedida y exagerada, pero muy lejos está este biólogo de deslizarla para provocar a la audiencia. Su planteo se asienta en datos muy concretos: en Argentina 6 de cada 10 personas adultas y un tercio de niñas y niños en edad escolar presentan exceso de peso.
Si se tiene en cuenta la correlación que existe entre el sobrepeso y distintas enfermedades —tales como diferentes tipos de cáncer, diabetes, patologías del aparato circulatorio— la declaración de Urtasun cobra sentido. “En gran medida, la causa de esta sociedad enferma es la alimentación”, sostiene y añade más información que va en esa línea: según los datos de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de 2019, Argentina lidera el consumo de gaseosas en el mundo, está en cuarto lugar en el consumo de azúcares a nivel global y solo el 6% de la población llega a consumir las 5 porciones de frutas y/o verduras recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Como si esto fuera poco, la población argentina duplica el consumo de sal con 11 gramos diarios (por sobre los 5 recomendados) lo que incide en diferentes patologías del sistema circulatorio.
De hecho, más del 40% de las muertes en el país son provocadas por enfermedades no transmisibles, es decir, enfermedades que no son causadas por un agente infeccioso (o su toxina), tales como patologías cardiovasculares, cáncer, diabetes y respiratorias crónicas. Una buena alimentación, actividad física y hábitos saludables son acciones que las personas pueden emprender para prevenirlas.
Pero la acción no es solo individual. Para transformar esta “sociedad enferma” hacia otra más saludable sería preciso, según Urtasun, que desde el Estado se emprendan determinadas políticas públicas: “Si vos tenés una sociedad enferma, con niños y adolescentes enfermos, sin una política de alimentación, inevitablemente eso te va a llevar, en un futuro cercano, a tener un sistema de salud más sobrecargado, ya sea público o privado”. En este punto de la argumentación, las palabras de este docente sí intentan estimular la reflexión de la audiencia: “¿Quién pierde y quién gana con todo esto? Perdemos nosotros, como población. ¿Quién gana? La enfermedad también puede ser un negocio”.
“La realidad es que somos un país que producimos alimentos, pero las frutas y verduras son muy caras para la población. Entonces, ¿cómo podemos romper ese círculo? Con políticas públicas integrales que hoy no se piensan”, añade.
Urtasun es docente en la carrera Ingeniería de Alimentos de la UNNOBA y, además, forma recursos humanos en el nivel de posgrado. Como investigador de CONICET, este doctor en biotecnología estudia métodos para agregar valor a los desechos de la industria alimentaria. Por ejemplo, investiga cómo a partir de ciertos desperdicios de la industria cervecera artesanal se pueden recuperar biomoléculas con valor económico. Además, estudia cómo a partir del suero que se genera como subproducto en la elaboración de quesos se podrían recuperar proteínas con valor económico para emplear en la industria alimentaria, farmacéutica, cosmética y/o veterinaria, lo que contribuiría, al mismo tiempo, a disminuir el impacto ambiental asociado.
Pero la tarea de Urtasun no se limita a la ciencia y a la docencia universitaria de grado y posgrado, sino que también realiza tareas de vinculación con empresas del ámbito privado para desarrollar innovaciones tecnológicas y brindar servicios que puedan contribuir a las industrias alimentaria y biotecnológica. Como si esto fuera poco, también aborda la desafiante tarea de divulgación de conocimientos científicos a la sociedad (mediante tareas de extensión), junto al grupo de investigación en alimentos integrado por Agustín Sola, María José Torres, Leticia Baccarini, María Florencia Cocco, Valentina Crosetti, Eugenia Galazzi y Anabel Rodríguez. “La comunicación del conocimiento es un deber social que tenemos como docentes e investigadores”, considera Urtasun. “Todas las actividades que realiza un investigador científico de CONICET, incluida la comunicación científica, son evaluadas periódicamente por pares, siendo importante su aprobación para sostener la permanencia dentro de esta institución pública que tiene prestigio internacional”, agrega.
Como parte de sus tareas de extensión, Urtasun participó junto al grupo de investigación de alimentos de la UNNOBA del ciclo de charlas “¿Somos lo que comemos”? Su exposición se tituló “No estamos solos”, en alusión a los microorganismos benéficos que habitan nuestro cuerpo e inciden en la salud.
Una simbiosis
La conversación con Urtasun arranca con una información curiosa que él la comparte con una sonrisa, lo que trasluce su intento de transmitir en quien lo escucha la misma devoción que él siente por el saber científico: “¿Vos sabés que tenemos más cantidad de microorganismos en nuestro cuerpo que células propias?”
Lo cierto es que la presencia de estos microorganismos no es casual, sino que ellos cumplen una función fundamental tanto en la asimilación de alimentos como en el sistema inmunológico, es decir, en las famosas “defensas” del organismo hacia los agentes patógenos que nos enferman. Pero, ¿qué es lo que podemos hacer para que estos microorganismos estén en una proporción adecuada y contribuyan a nuestra salud? Precisamente, tener una alimentación saludable.
El proceso (saludable o no) se inicia, entonces, con la ingesta de alimentos, pero lo determinante ocurre hacia el final de la digestión. Puntualmente, en el intestino, poblado por la mayoría de microorganismos que habitan nuestro cuerpo. “Una alimentación rica en frutas y verduras se correlaciona con la presencia de determinados microorganismos beneficiosos para nuestra salud”, sostiene el científico y profundiza: “Nosotros somos capaces de modular el crecimiento de ciertas bacterias y otros microorganismos de nuestro intestino por medio de la alimentación”.
Al alimentarnos, entonces, los seres humanos también “alimentamos” a los microorganismos que habitan en nuestro intestino. Entonces, lo que comamos incidirá en el tipo de microorganismos que indirectamente alimentaremos. “Las bacterias que tenemos pueden ser benéficas y ayudarnos a tener un sistema inmune robusto, o, más bien, todo lo contrario: pueden provocar que seamos más propensos a enfermarnos y fijar tejido adiposo”, advierte.
El “viaje” de los alimentos se inicia en la boca en un proceso en que estos se van degradando paulatinamente a lo largo del sistema digestivo hasta transformarse en móleculas mínimas que son absorbidas en el intestino, pasando, entonces, al torrente sanguíneo y llegando a los diferentes tejidos de nuestro cuerpo. En el final de este “viaje”, las bacterias y otros microorganismos de nuestro microbioma intestinal (principalmente localizadas en el intestino grueso) juegan un rol crucial, ya que terminan de degradar los alimentos que, en algunos casos, nuestro sistema digestivo no fue capaz de hacer por sí mismo.
“Estos microorganismos y nosotros hacemos una simbiosis, los microorganismos crecen y se reproducen con nuestro alimentos. Nosotros nos beneficiamos con los productos que generan (como las vitaminas), incorporándolos. Además, estudios científicos demuestran que cuando determinadas bacterias degradan ciertos alimentos, como frutas y verduras, generan como resultados moléculas mínimas que tienen efectos positivos en diversos tejidos de nuestro cuerpo”, explica Urtasun.
De esta forma, una alimentación rica en frutas y verduras, productos fermentados, productos naturales que no estén procesados, promueve la proliferación de microorganismos que liberan moléculas benéficas para la salud. En cambio, una alimentación baja en fibra, rica en grasa y carbohidratos y productos ultraprocesados, genera una composición de microorganismos en nuestro intestino que tiene efectos nocivos para nuestra salud.
En rigor, las fibras que contienen las frutas y verduras son carbohidratos (complejos) que las personas no podemos digerir, sin la “ayuda” de las bacterias que poseen ciertas enzimas que los seres humanos no tenemos. Con la liberación de estas enzimas por parte de las bacterias, se degradan estos carbohidratos complejos y se generan ciertas moléculas beneficiosas que ingresan en el torrente sanguíneo y se distribuyen por distintos tejidos dándole "robustez" a nuestro sistema inmune.
En cambio, cuando nuestra alimentación se basa en productos altamente azucarados, bajos en fibra, ricos en grasa y ultraprocesados, como por ejemplo bebidas azucaradas y/o galletitas dulces, entre otros, los microorganismos que seleccionamos en nuestro intestino no tienen la capacidad de generar estas moléculas beneficiosas. “Es más, estudios científicos han demostrado que este tipo de alimentación favorece determinadas poblaciones de bacterias que, a su vez, promueven la metabolización y fijación de grasas en tejido adiposo con todos los efectos negativos que esto conlleva”, agrega.
Compañeros por siempre
Pero, ¿cómo aparecen esos “inquilinos” invisibles, es decir, los microorganismos que habitan nuestro cuerpo a lo largo de toda nuestra vida? ¿Están desde siempre? ¿Hasta dónde podemos influir en las colonias de bacterias que tenemos y así lograr una mejor salud?
“Cuando el bebé nace, no tiene microorganismos —informa Urtasun—. Es recién a partir del nacimiento cuando comienza a incorporarlas y todas las experiencias que tenga influirán en la composición de su microbioma intestinal. Por ejemplo, hoy se sabe que si el bebé nace por cesárea tendrá una composición bacteriana en su intestino que será diferente a si nace por parto natural. A su vez, la leche materna también es capaz modular el microbioma intestinal, ya que posee determinadas proteínas que promueven la proliferación de bacterias benéficas. En otras palabras, la lactancia genera una población beneficiosa de bacterias que favorecen el desarrollo de un sistema inmune robusto”.
De acuerdo a la evidencia científica que existe hasta el momento, los primeros tres años de vida de la persona son fundamentales en relación a los microorganismos que colonizan su intestino. Este es un dato altamente significativo, ya que la microbiota está íntimamente asociada a la “educación” del sistema inmune y a su capacidad de distinguir lo “propio” de lo “ajeno” a lo largo de nuestra vida. “No es casualidad que el 80% de las células que forman el sistema inmune las tengamos 'vigilando' el intestino, lugar de constante interacción con lo ajeno a nuestro cuerpo”, resalta Urtasun.
Luego de esta primera etapa, las personas incorporan a lo largo de la vida microorganismos a través de los alimentos, entre otras vías. Algunos de estos microorganismos atraviesan el tracto digestivo y logran sobrevivir en el intestino, colonizándolo. “Hay productos fermentados con bacterias, como los quesos, los yogures y embutidos, que permiten incorporar nuevas bacterias en nuestro intestino y/o generan mayor diversidad bacteriana en nuestra microbiota intestinal”, añade Urtasun.
Mientras algunas colonias proliferan, otras no lo logran, como consecuencia del tipo de alimentos que consumimos que —recordemos— también será el alimento de nuestros “huéspedes” (las bacterias y el resto de microorganismos). “Una alimentación rica en frutas y verduras, productos fermentados, productos naturales que no estén procesados, genera ciertas bacterias que promueven un sistema inmune fuerte”, insiste Urtasun y, luego complejiza: “Hay distintos tipos de microorganismos. Incluso, hay algunas corrientes que plantean que lo importante es la proporción de tipos de bacterias, y no tanto la cantidad. Es decir, vos podés tener una diversidad buena, pero al mismo tiempo, una desproporción de determinados grupos de bacterias que te generan desórdenes metabólicos. Lo cierto es que el microbioma es único en cada persona, por eso se dice que es como una huella dactilar”.
—Si la microbiota es tan determinante o significativa para nuestra salud, ¿por qué, en lugar de hacernos un análisis de sangre, no se analiza nuestra microbiota?
—Creo que eso va a pasar en un futuro. Lo que ocurre es que no todas las bacterias son cultivables en laboratorio y, para conocer sus distintas identidades, es necesario extraer y secuenciar el ADN de nuestro microbioma intestinal. Estas herramientas existen, pero son muy caras.
En la actualidad, estas técnicas se emplean mayormente para estudios científicos. “Hay investigaciones que correlacionan determinados microorganismos en la microbiota, o diferentes proporciones de estos, con el desarrollo de enfermedades. O sea que una perturbación en la microbiota intestinal está cada vez más correlacionada con el desarrollo de determinadas enfermedades como, por ejemplo, cáncer, diabetes tipo 2, asma”, manifiesta Urtasun y añade entre sorpresa y admiración: “¡Este campo científico es una completa locura!”.
Pero el modo de producir conocimiento de la ciencia no da lugar a explicaciones simplistas, sino que para establecer por qué algo ocurre es necesario contar con evidencia que, en este caso, aún no existe. “La pregunta es: ¿es causa o consecuencia? ¿O sea, la enfermedad hace que vos tengas esa microbiota, o es la microbiota la causante de la enfermedad? Esas son preguntas que hoy la comunidad científica se está haciendo”, problematiza. Así, este nuevo campo de conocimiento que, según Urtasun, no tiene más de quince años, aproximadamente, sigue avanzando con nuevos interrogantes que hoy no tienen respuesta, pero que, en un futuro, podrán contribuir a mejorar la salud de la humanidad.
Desarrollaron un nuevo material de construcción
Por Ana Sagastume
El Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INPI) aprobó un desarrollo de UNNOBA que podría emplearse en la industria de la construcción: un nuevo material en forma de placas, apto para cerramientos interiores y cielorrasos, que tiene algunas ventajas frente a las de yeso tradicionalmente utilizadas.
Se trata de una de las primeras patentes presentadas por la UNNOBA, la cual obtuvo la aprobación preliminar del INPI y ya fue publicada en el "Boletín de Patentes de Invención y Modelos de Utilidad".
El desarrollo surge del Laboratorio de Ensayos de Materiales y Estructuras (LEMEJ) de la UNNOBA, creado en el año 2014 y ubicado en la ciudad de Junín (Avenida Libertad y calle Coronel Borges). María José Castillo, directora ejecutiva del LEMEJ y prosecretaria de Investigación, Desarrollo y Transferencia de la UNNOBA, contextualiza: “El LEMEJ es un laboratorio que desde sus inicios trabaja con distintos materiales aplicados en la industria de la construcción. Por ejemplo, con maderas, aceros, hormigón. Lo que habitualmente hacemos es investigar y, a la vez, prestar servicios a terceros, realizando ensayos y evaluando cada uno de los materiales que nos llegan”.
El nuevo material desarrollado por el LEMEJ se origina en el poliestireno expandido, también conocido como “telgopor”. Alejandro Mateos, quien dirigió el proyecto de investigación, especifica: “El producto parte de la base de poliestireno expandible que viene, habitualmente, en forma de perlitas muy chiquitas. Lo que hicimos fue variar el proceso de producción y dosaje hasta llegar a un poliestireno expandido de ultraalta densidad”.
Castillo evoca cómo surgió la idea del proyecto de investigación que tuvo como resultado la aprobación preliminar del INPI para una patente de invención: “A partir de la prestación de un servicio a tercero, para hacer un ensayo y dar una respuesta, nos surgió la idea de que modificando este material a través de diferentes procedimientos, podía tener una aplicación diferente a la cual había llegado al LEMEJ. Cuando vimos las características, nos planteamos la hipótesis de que si lográbamos llevarlo a la ultraalta densidad podíamos aplicarlo de esta manera en la industria de la construcción”.
Además de servir para embalajes y envases, el telgopor habitual (poliestireno expandido) se utiliza en la industria de la construcción en techos, paredes y pisos por su capacidad aislante (térmica y acústica), lo que permite mejorar la eficiencia energética y mitigar los ruidos de los espacios. Al variar el proceso de producción y lograr un material con ultraalta densidad, desde el LEMEJ obtuvieron un producto que, además de contar con las propiedades térmicas y acústicas que tenía de por sí el telgopor, contaba además con alta resistencia. “Esto lo hace susceptible de ser utilizado como material de construcción, por ejemplo, en reemplazo de las placas de yeso para cerramientos de interiores”, explicó Mateos, quien es docente de Materiales en la carrera de Ingeniería Mecánica de la UNNOBA.
En cuanto a las ventajas del material nuevo, Mateos subraya dos: alta resistencia y bajo peso: “Esa relación entre resistencia y peso es muy importante en la industria de la construcción, porque estamos pensando que es un material que se adhiere o agrega a perfiles o a una estructura de acero, como habitualmente lo hacen las placas de yeso. Que sea liviano es muy importante, porque facilita el armado. Y que sea resistente, también, porque permite que el material mantenga su integridad estructural y sea más durable”.
A estas dos ventajas centrales, Mateos les añade otra: “La absorción de humedad de estas placas es bajísima, a diferencia de las placas de yeso que, cuando absorben humedad, se hinchan y cambian las dimensiones por las que fueron hechas”.
En definitiva, el nuevo producto podrá contribuir en la construcción de cerramientos no portantes (es decir, que no soporten cargas) o cielorrasos de viviendas.
Haciendo historia
María José Castillo recalca que el proyecto de investigación, íntegramente financiado por la Universidad, surgió en 2019 y continuó en el contexto de la pandemia: “Había que seguir trabajando y nos propusimos desarrollar un producto que pudiera atender una demanda de la región y de la sociedad en general”.
Mateos recuerda que, en 2020, cuando se realizaron los ensayos y aún estaba vigente el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), desde el LEMEJ implementaron un sistema de comunicación mediante videocámaras para que los integrantes del equipo de investigación pudieran interpretar en tiempo real lo que estaba sucediendo en el laboratorio, desde Junín, Pergamino y La Plata.
“Hicimos placas de pruebas con distintas densidades, con variaciones pequeñas del proceso de producción. Una cosa que analizábamos era la resistencia mecánica, atendiendo a que pudieran cumplir con las normas IRAM para fines constructivos, tal como lo hacen las placas de yeso”, señala Mateos.
Uno de los impulsores del proyecto y fuente de inspiración para todos los integrantes del LEMEJ fue Luis Lima, quien falleció dos días después de que el INPI publicara el nuevo desarrollo de UNNOBA en el boletín de patentes. Mateos recuerda que quien fuera director científico del LEMEJ “participaba horas y horas en los ensayos, como un integrante más”. Castillo, en tanto, se emociona hasta las lágrimas al hablar del exrector organizador de la UNNOBA: “Luis (Lima) fue un integrante más, no quiso dirigirlo (al proyecto), porque él quería ponerse en el rol de estudiante, para seguir aprendiendo junto a las nuevas generaciones”.
“Nunca fue un director de nombre —asegura Castillo—, siempre fue un par y todo lo que Luis enseñó lo hacía con el ejemplo. Desde la posibilidad de equivocarse y reconocerlo, todo lo aprendía uno desde el ejemplo que él nos daba. Yo creo que el enorme valor de Luis fue que el nombre propio nunca estuvo por delante del objetivo trascendente del Laboratorio. Y eso lo aprendimos con el ejemplo de él, no porque nos lo haya dicho alguna vez”.
Según Castillo, en todos los proyectos que el LEMEJ emprendía Lima “era el que primero se ponía ante la situación, era el que arrancaba haciendo, no diciendo”. “Yo creo que fuimos muy afortunados”, sintetiza Mateos.
El nuevo desarrollo de la UNNOBA fue publicado en el boletín de patentes del INPI el 26 de julio de julio de 2023. Su título es: Placas a base de poliestireno y procedimiento de obtención. Los autores que figuran en la patente son: Luis Julián Lima, María José Castillo, Alejandro Andrés Mateos, María Clara Lima, Renzo Marcelo Meloni, Jonathan Molins y Jesús Jordán Navarro Sánchez.
La Secundaria de la UNNOBA, reconocida por su acción ambiental
Por Ana Sagastume
La escuela vive estos días un clima de euforia, entusiasmo y expectativa, por haber sido seleccionada, junto a otras 49 instituciones del planeta, para los Premios “Mejores Escuelas del Mundo” (The World’s Best School Prizes 2023).
La Escuela Secundaria de la UNNOBA, Presidente Domingo Faustino Sarmiento, fue una de las dos elegidas de toda la Argentina, y de ellas, la única de gestión pública. Además, fue la única del país nominada en su categoría (“Acción Ambiental”), preselección que comparte junto a otras nueve instituciones del mundo.
La nominación surge como consecuencia de la puesta en marcha de varios proyectos: entre ellos, uno para reciclar colillas de cigarrillos, otro para generar “ecoladrillos” y con ellos construir “ecocuchas” destinadas a perros callejeros y, además, otro para investigar el impacto que pueden tener dos plantas acuáticas en la extracción de metales pesados empleados por la agroindustria.
Por los comentarios de estudiantes, se trasluce que, adicionalmente, esta distinción permitió afianzar aún más los lazos entre pares y el sentimiento de pertenecer a un colectivo humano (la escuela, en este caso), algo que resulta tan fundamental en la etapa vital que las y los estudiantes están atravesando. Martina Andriola (17 años), de sexto año, comenta: “Cada proyecto nos fue entusiasmando a todos. Se crea un ambiente más unido, de comunidad”.
“Ecoideas” para minimizar el daño de las colillas
Ariana Valenzuela (16), de quinto año, recuerda que se sintió “schockeada” cuando la ONG AmbientArg les brindó una charla sobre el daño que producían al medioambiente las colillas de cigarrillos. “Por eso nos reunimos y generamos este proyecto”, dice. “Antes, yo veía las colillas tiradas por el piso, en las calles y veredas, y no me imaginaba el daño que podían causar”, agrega Milo Luján (15).
De acuerdo a la ONG, una colilla de cigarrillo es capaz de contaminar 50 litros de agua. Representan, además, entre el 30 y 40% de todos los desechos anuales recogidos en la limpieza urbana. Por ser tan pequeños, es casi inevitable que estos residuos sean arrastrados (por acción del viento y de la lluvia) a distintos cursos de agua. En el caso de que queden en la tierra, afectan su pH y alteran la vida de microorganismos e insectos, pero también de los animales que ocasionalmente los ingieren.
Mediante el taller “Construcción de juventudes y escuela”, que coordina el profesor Cristian Alonso, estudiantes de cuarto, quinto y sexto año crearon cestos para colillas, construidos con materiales reciclados (botellas de plástico) que dispusieron en distintos puntos estratégicos. Esta campaña tenía como meta, a la vez que concientizar a las personas del daño que causa este tipo de residuo, neutralizar sus efectos tóxicos.
Ecoladrillos y cuchas con materiales reciclados
La clave del entusiasmo de estos estudiantes parece residir en la participación en temáticas que los conmueven e interpelan. Por ejemplo, el problema ambiental, que condiciona la vida futura de la humanidad. Milo, de cuarto año, cuenta: “Algo para destacar del proyecto Ecoladrillos es que los compañeros se sumaron y trajeron botellas para reciclar. Entonces, a medida que vas haciendo, aprendés y compartís con tus compañeros”.
El proyecto al que se refiere Milo implicó la recolección de botellas de plástico para transformarlas en “ecoladrillos”. Con estos insumos reciclados, la comunidad de la escuela colaboró en la construcción de “Ecocuchas”, destinadas a perros callejeros, una iniciativa realizada en conjunto con el proyecto de Extensión Universitaria “Huellitas” (en el que trabajó Daniela Pérez, trabajadora no docente y auxiliar docente en el Departamento de Ciencias Económicas, Jurídicas y Sociales) y la Asociación Juninense Protectora de Animales.
Con esta actividad, las y los estudiantes abordaron junto a docentes de la escuela y de la Universidad otra temática altamente sensible: el bienestar animal. Lo hicieron a partir debates, investigación bibliográfica y acciones concretas. María Pía Rojo (15), de cuarto año, comenta: “En la escuela investigamos sobre delitos cometidos contra animales que en su momento no fueron juzgados de la manera correcta, o personas que fomentaron violencia. También pudimos conocer sobre leyes que los protegen y sobre casos en los que no se le dio la pena apropiada a la persona que ejerció violencia contra el animal”. Una docente de la Universidad estuvo a cargo de brindar algunos contenidos específicos: Antonella Docampo, quien dicta el seminario optativo de Derecho Animal en la carrera de Abogacía de la UNNOBA.
La iniciativa concluyó con la construcción de las “Ecocuchas” elaboradas a partir de una estructura de alambre y caño que se completó con “ecoladrillos”, bajo la guía del ingeniero Renso Cichero, docente de la UNNOBA. “Para hacer una sola ‘ecocucha’, necesitábamos entre 80 y 90 botellas. Fue increíble, porque toda la escuela, todos los compañeros se coparon trayendo botellas”, recuerda María Pía.
Lo que el relato de María Pía intenta sugerir es que el proyecto, no solo implicó aprendizajes para estudiantes y tuvo un impacto concreto en la sociedad, sino que también permitió fortalecer las relaciones humanas hacia el interior de la escuela. Milo lo expone con claridad: “Cada idea, cada proyecto nos va convocando a todos, eso es lo lindo de la escuela. Acá nos conocemos todos, de primero a sexto. Además de ayudar al medioambiente, con los proyectos generamos esto entre nosotros. Somos todos una comunidad”. María Pía agrega: “En la escuela somos como una gran familia, como un equipo que se mueve y tratamos de ayudarnos entre todos”.
Plantas acuáticas y metales pesados
Otro de los proyectos que permitió la selección de la escuela dentro de la categoría “Acción ambiental” involucró la puesta en marcha de una investigación para conocer la capacidad de dos plantas acuáticas en la absorción de metales pesados. Esta iniciativa implicó el trabajo interdisciplinario de tres áreas (química, física y biología) y estuvo a cargo de la docente de la escuela Guillermina Buzetti, quien es licenciada en Genética de la UNNOBA y doctoranda en el Centro de Bioinvestigaciones (CeBio) con beca Conicet.
Concretamente, la investigación (en curso) se propuso conocer la potencialidad que tienen las plantas —denominadas comúnmente “lenteja de agua” (Lemna sp) y “librito” (Salvinia sp)— para extraer uno de los metales pesados que están presentes en agroquímicos, plaguicidas y alguicidas: el sulfato de cobre.
Los primeros experimentos midieron directamente la acción que ejercieron las plantas en agua que contenía sulfato de cobre. Para lograrlo, estudiantes de la Secundaria de la UNNOBA trabajaron en el propio laboratorio que tiene la escuela, pero también visitaron el laboratorio de Limnología (ubicado en el Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas de la UNNOBA), donde emplearon algunos de sus instrumentos de medición.
Los próximos pasos previstos son: el análisis de muestras de agua de la Laguna de Gómez para conocer la presencia (o no) de metales pesados (así como sus niveles) y la experimentación sobre la influencia de las dos plantas en el agua misma de la laguna. La hipótesis de la investigación es que ambas plantas son capaces de extraer metales pesados. Si bien existe bibliografía que avala que la “lenteja de agua” sería capaz de extraer sulfato de cobre, no se conoce la acción que podría ejercer “librito” (una planta común de las lagunas de la zona) sobre este metal.
Del proyecto, Martina destaca la experiencia enriquecedora que le significó relacionarse con investigadoras e investigadores de la UNNOBA, la visita a un laboratorio de la Universidad y el contacto humano, tanto entre pares como con personal científico: “Es lindo porque trabajamos con gente de otros años de la escuela. Es una experiencia interesante porque además de que adquirís conocimiento, tomás contacto con la gente de la Universidad”.
María Pía, en tanto, describe con entusiasmo las actividades logradas en el laboratorio y, en la misma línea que Martina, sugiere otros aprendizajes adicionales logrados: cooperación, trabajo en equipo. “Venir al laboratorio es siempre una experiencia diferente, es un aprendizaje a través de la práctica y de los cuidados que uno tiene que tener en un laboratorio. Aparte, es impresionante el respeto y el compañerismo que adquirimos. Nos ayudamos, cooperamos, vivimos esa idea de que somos un equipo y trabajamos todos por un objetivo”, expresa.
Separación de residuos
Las y los estudiantes de la escuela son también quienes manifiestan mayor entusiasmo y demuestran una participación más activa en el Sistema de Gestión Ambiental (SGI) del Área de Seguridad, Higiene y Protección Ambiental de la UNNOBA que implica, entre otras cuestiones, la separación de desechos. Martina asegura: “Desde primer año, nosotros nos acostumbramos a la separación de residuos”. “Es una educación en la práctica sobre la importancia del reciclaje”, considera María Pía.
“Sólo Yerba” es una de las iniciativas en las que colaboran junto al SGI. De esta manera, la yerba de la institución se descarta en un cesto específico, cuyo contenido se lleva a una compostera que lo convertirá, pasados algunos meses, en tierra fértil. “Este abono se lo introduce luego en frasquitos que se donan a la comunidad”, informa Martina.
Animales autóctonos
“Alebrijes” es el nombre de otra iniciativa vinculada a la temática medioambiental, la cual se desarrolló con el área artística de la escuela y fue coordinada por la profesora Carolina García. Mediante este proyecto, estudiantes indagaron en la fauna autóctona de la zona e implementaron distintas técnicas plásticas para la elaboración de pequeñas esculturas.
Los “alebrijes” son seres imaginarios inspirados en partes del cuerpo de distintos animales. Para elaborar estas producciones, la escuela convocó al fotógrafo y periodista Claudio Spiga, quien se dedica, junto a un grupo de fotógrafos de la región, a capturar imágenes de la fauna del noroeste bonaerense. Mediante estas acciones, entonces, la escuela no solamente promueve aprendizajes y compromiso con el medioambiente, sino que establece vínculos con otras instituciones de la región que son capaces de motivar al alumnado, construyendo así nuevos conocimientos significativos.
La fortaleza de la educación pública
El rector Guillermo Tamarit se refirió al reconocimiento que recibió la Escuela Secundaria de la UNNOBA respecto de la categoría en que fue seleccionada: acción ambiental. En ese sentido, comentó que desde la puesta en marcha de la escuela, en el año 2018, la comunidad educativa en su conjunto tuvo un rol activo en la promoción de “prácticas multidisciplinarias e innovadoras para abordar los problemas de la sostenibilidad a nivel local, regional e internacional”. “Esto lo hicimos a partir de las directrices que emanaban de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)”, añadió Tamarit.
La Escuela de la UNNOBA es la única de Argentina de gestión estatal que ha sido seleccionada, ya que la otra institución, la Escuela Técnica Roberto Rocca (que fue elegida en la categoría “innovación), es de gestión privada. “Esta distinción ratifica la fortaleza de la educación pública argentina, al ser, la de la UNNOBA una de las 10 mejores preseleccionadas para el Premio en la categoría Acción Ambiental”, consideró el rector Tamarit.
Los Premios “Mejores Escuelas del Mundo 2023” abarcan cinco categorías. Además de acción ambiental e innovación, las otras categorías son: colaboración con la comunidad, superación de la adversidad y promoción de vidas saludables.
“Nos llena de orgullo —manifestó Tamarit—, como expresión de la educación pública de nuestro país, que nuestra tarea sea reconocida y que las escuelas de todo el mundo, sin distinción de fronteras, puedan conocer y replicar las acciones que hemos emprendido”.
Certamen internacional
El World's Best School Prizes es un certamen internacional del que participan escuelas de todo el mundo. Al presentarse, las escuelas deben seleccionar una de las cinco categorías.
El proceso de selección es extenso y minucioso, e incluye varias etapas que van desde la presentación, el aporte de evidencia, hasta entrevistas con los responsables institucionales, familias y personas ajenas a las escuelas participantes.
El poder del aloe vera
Por Ana Sagastume
¿Quién no escuchó hablar alguna vez de las cualidades del aloe vera para tratar, por ejemplo, quemaduras y heridas en la piel? ¿Quién no recuerda haberse topado alguna vez con un fanático del aloe que defendía su “poder milagroso” para afrontar diversos males? Una planta que, adicionalmente, tiene el beneficio de crecer y reproducirse fácilmente en cualquier cantero o maceta, sin precisar de demasiados cuidados, y que, incluso, abunda en veredas, jardines, espacios públicos. Pero, ¿sus propiedades están probadas o son solo un mito popular?
Sabina Palma, graduada en Genética de la UNNOBA y doctora en Ciencias Biológicas, emprendió un proyecto de investigación, como parte de su posdoctorado, que busca contribuir en los escasos conocimientos que la ciencia tiene hoy sobre las cualidades del aloe. Específicamente, ella y el equipo que dirige la doctora Virginia Pasquinelli intentan determinar los efectos que produce la planta en una infección intestinal puntual, así como su impacto sobre el sistema inmune.
“En la historia de la humanidad nos hemos valido de las plantas medicinales para poder transitar y tratar distintas patologías—fundamenta Palma—. Durante cientos de años ciertas comunidades originarias las han usado para distintos fines. Por ejemplo, el aloe vera se utilizó y utiliza para quemaduras, cortes, cicatrices. Pero, si vos vas a buscar un artículo que te diga qué porcentaje de efectividad tiene, qué compuestos están actuando, en qué dosis y plazos lo tenés que aplicar, no lo vas a encontrar. ¿Por qué? Sencillamente, porque la información científica es escasa o está incompleta”.
Así y todo, como observa Sabina, aunque muchas de las aplicaciones de las plantas medicinales no están probadas científicamente, “la población las usa, porque sabe que funcionan”. De esta manera, la iniciativa no solo intenta contribuir con mayores conocimientos, sino también reconciliar dos tipos de saberes que, históricamente, estuvieron en disputa: “El conocimiento científico no tiene por qué desestimar los saberes populares. La ciencia puede reconfirmar, revalidar y también recuperar aquellos saberes ancestrales, así como darles valor”.
La perspectiva de Sabina es científica, pero se sitúa lejos del “cientificismo”, aquella mirada que considera que la ciencia es el único camino para hallar una verdad: “La ciencia es una respuesta tremendamente valiosa que, sin dudas, la deberíamos usar mucho más para tomar decisiones en todos los ámbitos. Sin embargo, no es la única manera de acceder a un saber”. Mediante el empleo del método experimental, entonces, los integrantes del grupo dirigido por la doctora Pasquinelli pretenden probar cómo actúa el aloe vera en una infección intestinal causada por Clostridioides difficile.
Una diarrea “dificcile” de tratar
Uno de los aspectos que otorgan relevancia al estudio desarrollado en el Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas (CIBA) por investigadoras e investigadores del CITNOBA (Centro de Investigación y Transferencia del Noroeste de Buenos Aires) está dado por la incidencia creciente de la enfermedad. De hecho, la infección causada por la bacteria Clostridioides difficile fue señalada como una “amenaza urgente” por parte del Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos, ya que es la causa más común de diarrea intrahospitalaria. Sin embargo, a nivel regional los estudios son escasos: “En Estados Unidos está muy caracterizada la epidemiología de la enfermedad, pero en la Argentina hay pocos reportes. Se sabe que la infección ha crecido mucho, aunque en esta región no está claramente determinada su frecuencia”.
Según se especifica en el proyecto de investigación presentado, la tasa de éxito de los tratamientos para enfrentar C. difficile ha disminuido. Por eso, se considera que “generar nuevas estrategias terapéuticas es una necesidad urgente”. En este sentido, la iniciativa emprendida desde el Laboratorio de Imunogenética de las Infecciones podría redundar en un aporte para los tratamientos futuros.
La sintomatología de la enfermedad puede ir desde una diarrea leve hasta una severa. En casos graves, la infección causa megacolon tóxico y la persona podría ser intervenida quirúrgicamente. Puede, incluso, provocar una respuesta en todo el organismo (sepsis) y conducir a la muerte de la persona.
La gran mayoría de las infecciones por C. difficile ocurren en el contexto de los nosocomios (por eso se la considera una enfermedad intrahospitalaria) en personas que consumieron antibióticos previamente. Sabina Palma, quien también es docente de Biología en la Universidad Nacional de San Antonio de Areco, explica el vínculo entre el empleo de antimicrobianos y la infección: “En el intestino tenemos mucha flora comensal, normal, benéfica. El problema es que cuando uno consume antibióticos, esa flora normal también se ve afectada, ya que los antimicrobianos matan a todas las bacterias, tanto a las benéficas como a las patógenas. Entonces, cuando flora benéfica baja, me refiero a esa flora que es capaz de controlar a los patógenos; aparece un nicho para que Clostridioides difficile colonice. Por eso, las personas que consumieron antibióticos previamente son más propensas a contraer la enfermedad”.
Otro de los puntos fundamentales para combatir la infección es promover socialmente un consumo responsable de antibióticos, ya que luego de la ingesta de este tipo de medicamento la bacteria encuentra las condiciones ideales para desarrollarse. “Esto ocurre porque esta bacteria intestinal es resistente a la mayoría de los antibióticos de amplio espectro que se usan, por ejemplo, para tratar una faringitis”, aclara Sabina.
La solución que causó el problema
Con el descubrimiento de la penicilina hace casi cien años, comenzaba la llamada “era de los antibióticos”. Gracias a este primer hallazgo, la longevidad humana se incrementaría significativamente y la incidencia de las infecciones en las muertes disminuiría de manera drástica. Sin embargo, este hito brillante de la ciencia también tiene su lado oscuro. Como señala Sabina: “A partir de la penicilina se empezaron a fabricar muchos tipos de antibióticos. A la par, comenzaron a aparecer bacterias resistentes a esos antibióticos. Lamentablemente, en la actualidad, muchos de los patógenos que antes se podían combatir con un antimicrobiano determinado, ya no se pueden controlar de esa misma forma”.
Para combatir a las bacterias resistentes, surgieron, entonces, una tercera, una cuarta y hasta una quinta generación de antibióticos. Los datos son alarmantes para las próximas décadas. Según evaluaciones de la ONU, las enfermedades farmacorresistentes podrían causar 10 millones de muertes anuales en 2050 y ocasionar serios perjuicios económicos. Para 2030, de acuerdo a lo que el informe asegura, la resistencia a los antimicrobianos podría “sumir en la pobreza extrema a hasta 24 millones de personas”.
En esa línea, Sabina Palma ilustra un posible panorama, como consecuencia de la resistencia antimicrobiana: “Muchas prácticas que llevamos adelante hoy en el sistema de salud, como cirugías o tratamientos oncológicos, no las vamos a poder implementar de la misma manera. Si, por ejemplo, no podemos tratar una infección luego de una intervención quirúrgica, el éxito de la intervención va a disminuir significativamente. Lo mismo aplica para los tratamientos oncológicos, que reducen la capacidad del sistema inmune y hacen a la persona mucho más propensa a infecciones”.
Para enfrentar el problema que se avecina en las próximas décadas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó el “Plan de Acción Mundial sobre la Resistencia a los Antimicrobianos” que, entre otras acciones, se plantea mejorar el conocimiento de la población a partir de campañas educativas, implementar medidas eficaces de saneamiento para reducir la incidencia de las infecciones, emplear de manera óptima los medicamentos en salud (tanto humana como animal) y, por último, incrementar los conocimientos a través de la investigación científica.
Precisamente, este es otro de los aspectos por los que el proyecto de investigación cobra relevancia: estudios preliminares sugieren que el aloe vera inhibe la proliferación de bacterias patógenas y promueve el crecimiento de bacterias benéficas. Combinado con antibióticos empleados para tratar la enfermedad causada por C. difficile, podría constituirse en una estrategia terapéutica alternativa que incremente la eficacia de los antimicrobianos.
La acción del aloe en la infección intestinal
La investigación, dirigida por Virginia Pasquinelli, se desarrolla en el ámbito del Laboratorio de Inmunogenética de las Infecciones, dentro del CIBA de la UNNOBA. Además de Palma, que desarrolla su beca posdoctoral sobre este tema, el equipo está integrado por el doctor Rodrigo Hernández del Pino, la doctora Ángela Barbero y Nicolás Moriconi (tesista de la Licenciatura en Genética).
El trabajo que realiza Sabina Palma, como parte de su beca posdoctoral, se dirige a dos tipos de aloe que son cultivados en el Campo Experimental “Las Magnolias” de la UNNOBA: Aloe Barbadensis Miller y Aloe Saponaria. “Aloe Barbadensis Miller es una variedad con muchas propiedades asociadas: se ha demostrado su capacidad antibacteriana frente a algunos grupos de bacterias, además de su capacidad antiinflamatoria. Nosotros quisimos estudiar también un tipo de aloe poco caracterizado, pero que es muy común en la región, el Aloe Saponaria. Esta variedad tiene la ventaja de ser empleada por la población local para tratar, por ejemplo, quemaduras en la piel. La idea era, justamente, estudiar algo que estuviera en la región y que la población consumiera”.
Los ensayos preliminares desarrollados en el CIBA sugieren que ambos tipos de aloe inhiben el crecimiento de la bacteria intestinal, a la vez que potencian los efectos de los antibióticos empleados para tratar la enfermedad (vancomicina y metronidazol). Algunos indicios marcan, incluso, que el tipo de aloe que predomina en la región (saponaria) es todavía más eficaz.
Otro de los objetivos de la investigación es estudiar la capacidad del aloe para reducir la inflamación intestinal. Esto está motivado porque uno de los mayores problemas en cuadros severos de la enfermedad es la excesiva inflamación y el daño a células intestinales propias, ambos generados por las toxinas de la bacteria y el mismo sistema inmune para enfrentar a la bacteria. La investigación, entonces, apunta a comprender la capacidad del aloe, no solo para combatir la infección, sino también para proteger la flora intestinal benéfica y evitar la inflamación excesiva.
Sabina Palma profundiza: “La inflamación es un proceso que el sistema inmune ‘activa’ cuando se encuentra con un agente extraño. Esto le permite ‘indicarle’ al resto del cuerpo que ese agente extraño está ahí, ‘reclutar’ a todos los intermediarios y combatirlo. El problema es que cuando esa inflamación ocurre, no solo ‘combate’ a la bacteria sino también a las células vivas, es decir que ataca los tejidos propios del organismo. Muchos patógenos ‘usan’ ese daño que se genera en el tejido hospedador para ‘invadir’. Ese daño es un nicho para el patógeno”.
Lograr, entonces, un correcto equilibrio entre el “ataque” certero hacia la bacteria y la protección de los tejidos propios se vuelve crucial. “El balance entre una respuesta inflamatoria y una respuesta antiinflamatoria muchas veces permite combatir a un patógeno de una manera exitosa, sin generar mucho daño del tejido”, resume Sabina.
—¿Puede ser peligroso que al disminuir la inflamación disminuya también la capacidad de nuestro organismo de defenderse ante un patógeno?
—Sí, obviamente, en esa inflamación está involucrada la posibilidad del organismo de combatir la infección. Sobre esto se está estudiando muchísimo en todas las infecciones en general. El desafío es encontrar el punto en que el sistema inmune trabaja de la manera óptima. Es decir, que el nivel de inflamación sea el adecuado para combatir al patógeno, pero sin que sea exacerbado y termine perjudicando a la persona.
Precauciones con el uso del aloe
Si bien los estudios previos y los ensayos preliminares sugieren que el aloe vera puede servir para combatir infecciones y regular la respuesta del sistema inmune, Sabina Palma advierte: “Todas las plantas medicinales tienen componentes activos y efectos sobre el estado de salud de una persona. Por eso, no se recomienda en absoluto consumirlas sin supervisión profesional, sin la dosificación adecuada y durante tiempos indeterminados”.
“Es necesario perder el miedo al consumo de las plantas medicinales, pero, a la vez, ser responsables, ya que tienen efectos concretos. Por ejemplo, la manzanilla, el tilo, el romero, la lavanda, el tomillo tienen efectos medibles y muchos de ellos demostrados científicamente”, alerta.
"La UNNOBA muestra un crecimiento en cada uno de los indicadores"
Florencia Castro ha sido protagonista del desarrollo de la UNNOBA en sus primeros 20 años. Su primera responsabilidad como funcionaria de la Universidad fue ser secretaria Académica, nombramiento que tuvo en 2009.
Al aceptar el cargo y con 29 años, tuvo que dejar atrás la vida y los planes que tenía en Buenos Aires, donde se desempeñaba como asesora de la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación: “Mudarme a Junín, implicaba un cambio de vida".
De aquellos inicios, evoca: “Era un gran desafío, porque era la posibilidad de crear una institución, de sentar las bases de cómo iba a ser a futuro”. A nivel personal, reconoce que la tarea “era muy atractiva”, por “las posibilidades de desarrollo profesional” que la UNNOBA le brindaba.
Si querés conocer más sobre su actividad en la UNNOBA como secretaria Académica, leé la nota la nota 20 años de la UNNOBA
En 2017 dejó la Secretaria Académica, para desempeñarse como subsecretaria de Políticas Docentes y Gestión Territorial de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires. Posteriormente, fue vicerrectora de la Universidad Provincial de Ezeiza. Sin embargo, continuó colaborando con la UNNOBA en la autoevaluación institucional, en la Evaluación Externa y en el diseño del Plan Estratégico. Por eso sostiene: “Nunca me fui del todo”.
Su retorno formal a la gestión de la UNNOBA ocurre a fin de 2022 para ocupar el cargo de vicerrectora, luego de la renuncia de otra mujer que dejó su marca en la Universidad, Danya Tavela.
Podés ver la entrevista realizada a la exvicerrectora en este enlace
De los 20 años que cumplió la UNNOBA, Florencia destaca el crecimiento no solo en materia de infraestructura (lo más visible), sino en investigación, posgrado y docencia. “Lo hecho hasta acá es muy importante, pero no hay que perder el impulso", subraya y agrega: "El crecimiento se ve claramente en cada uno de los indicadores. Lo que no puede pasar es quedarnos en lo que ya hicimos. Hay que ir siempre por más”.
Sin embargo, interpreta que la Universidad está viviendo una “crisis de crecimiento”. “La UNNOBA ha tenido un gran desarrollo institucional, hay muchas áreas que están trabajando muy fuertemente y que requieren una mayor interconexión entre ellas”, explica. Producto del mismo crecimiento, el mayor volumen de trabajo de cada área contribuyó a disminuir las relaciones 'cara a cara': "Antes trabajábamos todos juntos y eso permitía una comunicación más fluida. Hoy hay muchísimos espacios y personas que requieren de nuevos canales institucionales" En esa línea es que se inscriben, para ella, uno de los desafíos principales para gestionar esta nueva etapa.
Una de las cualidades que definen más su carácter en su rol como funcionaria, lo describe ella misma en la entrevista realizada por Gricelda Incerti: “A mí, hacer gestión me gusta mucho. A veces uno intenta que las cosas salgan de 'una' manera, y cuando hay trabas, yo busco que salgan de 'otra' manera" . A diferencias de quienes critican la burocracia de las instituciones, para Florencia "la gestión pública y de las universidades tiene flexibilidad para distintos desarrollos y que las cosas sucedan". "Y yo busco que las cosas sucedan”, enfatiza.
"La UNNOBA ha sido articuladora de consensos"
La exvicerrectora Danya Tavela, actual diputada nacional, tuvo un rol clave en la construcción de la UNNOBA desde sus inicios. Ejerció el segundo cargo más importante de la Universidad desde 2007 hasta 2021, con algunos intervalos, como cuando le tocó ser subsecretaria (2015-2017) y secretaria de Políticas Universitarias de la Nación (2017-2018).
En la entrevista hecha por Gricelda Incerti (El Universitario), Danya se refiere al desafío que implicó la concreción del proyecto educativo que era la UNNOBA en los inicios. "Me quedo con la experiencia de haber construido un proyecto colectivo", resume.
Para la diputada y docente, la integración de la Universidad en la sociedad y la identificación de la población con la institución, es consecuencia del trabajo realizado con la comunidad durante todos estos años: "La UNNOBA tiene una marca registrada por haber sido articuladora de diálogos y consensos. Eso permitió que fuera este faro que hoy es para la sociedad, ese proyecto en que toda la comunidad se siente reconocida".
También reflexiona acerca de los principios reformistas que guiaron el desarrollo institucional en estos primeros veinte años de vida: los concursos docentes para asegurar la calidad, el rol clave de la extensión como una manera de responder a las necesidades sociales, entre otros.
En el orden personal, Danya recorre su infancia en San Clemente del Tuyú, su vivencia como estudiante, militante, docente y gestora en la Universidad Nacional de La Plata y su designación como vicerrectora de la UNNOBA, cuando tenía 30 años. En aquellos inicios, le tocó, además, ser mamá. "Fue una maternidad compartida, cuando nació Eugenia y a la vez estaba cocreando una institución educativa", recuerda.
En la entrevista también evoca lo que implicó ocupar un rol clave en esta Casa de Altos Estudios y en el sistema universitario nacional, siendo joven y mujer. "Todavía hoy sigue habiendo pocas mujeres en cargos directivos en el sistema universitario", resalta. Sin embargo, aclara: "En la UNNOBA siempre hubo una lógica de igualdad".
Por otra parte, la actual diputada nacional no evade referirse a temas de actualidad que hoy se discuten en el Congreso, como la creación de nuevas universidades: "A esas instituciones, como a la UNNOBA en sus comienzos, van a ir chicos y chicas que jamás hubieran soñado con estudiar en una universidad".
"La UNNOBA es la medida de la esperanza"
Luis Lima, primer rector organizador de la UNNOBA, y Guillermo Tamarit, rector actual, evocan los comienzos de la UNNOBA en 2002, a propósito de los veinte años que cumple la Universidad el 16 de diciembre de 2022.
En un diálogo con Sebastián Martino se refieren a las ideas iniciales que sustentaron la creación de la Universidad, al mismo tiempo que reflexionan sobre la concreción de aquellas ideas y los desafíos de la UNNOBA a futuro.
"Tener una idea de cómo debe debe ser una Universidad es importante, llevarla a la práctica, mucho más", asegura Luis Lima. En tanto, Tamarit plantea: "En un país con tanta desesperanza, la UNNOBA es la medida de la esperanza. Se pueden hacer cosas que tienen un altísimo impacto en la sociedad".
La inserción de la UNNOBA en la comunidad
Por Ana Sagastume
Podemos hacer el ejercicio de preguntarle a la primera persona que se nos cruce en el camino “¿qué hace universidad?” y, seguramente, nos va a responder una serie de respuestas vinculadas a una de sus funciones más importantes: la de brindar educación superior de calidad o formar profesionales que acrediten un saber determinado. Siguiendo este ejercicio mental, es posible que encontremos, en menor medida, algunas personas que también asocien la actividad universitaria con la investigación, es decir, la tarea que implica producir nuevos conocimientos dentro de una disciplina, generados a partir de métodos consensuados por la comunidad científica. Existe una tercera función que, aun siendo sustantiva, central y fundamental, no está tan asociada —desde la percepción social— con la actividad universitaria: la extensión.
“La extensión es la actividad universitaria mediante la cual la Universidad aporta a la sociedad, en forma crítica y creadora, los resultados y logros de su investigación y docencia”, se define desde la página web institucional de la UNNOBA, que luego añade: “Asimismo, al conocer la realidad social y su cultura, enriquece toda su actividad académica conjunta”.
Juan Pablo Itoiz fue uno de los primeros secretarios de Extensión que tuvo la Universidad y es uno de los funcionarios que más tiempo ha permanecido bajo la misma responsabilidad dentro de la UNNOBA: fue titular del área desde 2007 hasta 2017 y, posteriormente, desde 2020 hasta la actualidad. Con él reflexionamos acerca del recorrido de la extensión universitaria, en el contexto de los 20 años que cumple la UNNOBA.
Para este licenciado en Ciencias Políticas y docente de la carrera de Abogacía de la UNNOBA, la extensión es, de las tres funciones que tiene la universidad, la que posee mayor proyección hacia afuera: “Implica un compromiso social que promueve un vínculo con la comunidad, con la sociedad civil, con los problemas cotidianos, no solo coyunturales, sino de fondo. Nosotros defendemos este compromiso de la universidad a partir de los postulados de la Reforma Universitaria de 1918”. Podés leer más sobre la Reforma de 1918 en la nota Un grito de libertad
De esta manera, según Itoiz, la extensión “interviene, participa, colabora, interpela y trata de hacer un aporte desde la mirada universitaria, teniendo en cuenta que la solución de los problemas que sufre una sociedad no es competencia de la universidad”. No obstante, la universidad intenta, a través de la extensión, “hacer su aporte”.
Educación para todas las personas
Las primeras actividades de extensión universitaria en la UNNOBA comenzaron casi en simultáneo con el dictado de las primeras carreras, cuando, a mediados de 2005, se abrieron los cursos de extensión dirigidos a personas mayores de 55 años, a través del Programa de Educación y Promoción de la Salud de Adultos Mayores (PEPSAM). En aquel momento, el interés despertado en la comunidad fue de tal magnitud que los cupos se cubrieron el mismo día en que se inició la inscripción y, entonces, se tomó la decisión institucional de duplicar la cantidad de cursos para ese mismo año.
Raquel Castro, quien fuera directora del PEPSAM desde 2005 hasta 2020, recuerda que en los inicios el desafío que tenía era “instaurar en la sociedad que la educación era posible también para las personas mayores y, al mismo tiempo, que la propia Universidad y sus actores se apropiaran de este nuevo paradigma”.
“Otro de los desafíos —añade Castro— era que las mismas personas mayores dejaran de lado sus incertidumbres, temores y prejuicios, y se acercaran a esta nueva propuesta”. Esto último parece haber sido ampliamente logrado, si se tiene en cuenta el impacto que tuvo el PEPSAM en la comunidad en los años sucesivos, cuando, durante el primer día de inscripción de cada cuatrimestre, los pasillos de la UNNOBA parecían ser “invadidos” por centenares de personas mayores que, para no perder su cupo en algunos de los cursos más codiciados, “hacían cola” desde la madrugada. El año 2012 fue el que mayor cantidad de inscriptos tuvo el PEPSAM: 1200 por cada cuatrimestre.
Más allá del éxito de este programa en sus inicios, no se trató de una experiencia aislada sino que se inscribía en una visión general acerca del vínculo que la universidad debía tener con la sociedad. El rector organizador de aquel momento, Luis Lima, lo reiteraba casi como un slogan: “La UNNOBA debe ser una universidad abierta a todos”.
“La universidad debe estar abierta a todos, es decir, a todas las personas y a todos los pensamientos. Debe estar abierta a la comunidad, y no solo a los estudiantes que vengan a estudiar una carrera”, decía Lima en una entrevista (Diario La Verdad, 6/11/2005). “La universidad debe ser capaz de encauzar el esfuerzo de aprender estudiando y de mejorar aprendiendo”, insistía Lima y fundamentaba: “El 96% de la población argentina no llega a la universidad. Nosotros estamos trabajando en mejorar la calidad de vida, porque el mejoramiento cultural es un horizonte infinito, nunca se agota. Por eso comenzamos con el PEPSAM, que forma parte de la apertura de la Universidad a la comunidad”.
Bajo este horizonte que apuntaba a acercar propuestas educativas a diversos grupos sociales que no tenían la intención de estudiar una carrera, se abrieron en 2006 los “cursos de extensión cultural” dirigidos a personas de todas las edades. Ese mismo año se creó la Dirección de Deportes, lo que permitió que la comunidad universitaria, integrada por estudiantes, docentes y no docentes, pueda realizar actividades físicas, como un complemento de la actividad académica e intelectual. Adicionalmente, los deportes mejoraron la inserción de la UNNOBA en la comunidad, por la participación de los equipos en distintos torneos y competencias abiertas.
Con el tiempo, la oferta de cursos para mayores y de extensión cultural (para todas las edades), devino en la creación de distintos espacios y programas dentro de la Secretaría de Extensión: de Idiomas, de Formación y Actualización Laboral, de Cultura General. En la actualidad, hasta los niños, niñas y adolescentes tienen su lugar en la Universidad mediante talleres lúdicos vinculados al arte, la tecnología y la ciencia.
Diego Batalla, secretario de Extensión desde 2017 hasta 2020, recuerda que fue durante su gestión cuando se formalizaron las propuestas para grupos específicos: “En el año 2019, y con la aprobación del Consejo Superior de la Universidad, se realizó una reformulación de las áreas de la Secretaría, lo cual tuvo un impacto grande en los cursos y talleres de extensión abiertos a la comunidad. De esta manera, se dispuso la puesta en marcha de una oferta diferenciada para niños y adolescentes, cultura general, capacitación y formación laboral. Además, se institucionalizó el Programa de Idiomas para la Comunidad, con una nueva diagramación por niveles. Todo este proceso se dio en diálogo con las unidades académicas, el Departamento de Lenguas Extranjeras de la Universidad, docentes y talleristas”.
Para Itoiz estos espacios de formación dentro de lo que se denomina “educación no formal” (es decir, no estructurada, ni ordenada cronológicamente) permitieron “la incorporación de muchas personas jóvenes y adultas que no habían tenido experiencia universitaria por distintas circunstancias”. “Estas personas encontraron en la Universidad una oportunidad para mejorar y progresar”, señala Itoiz.
Tanto Castro como Batalla valoran también que esos cursos de extensión que, en principio se dictaron en las sedes de Junín y Pergamino, actualmente se ofrecen en diversas localidades de la región de influencia de la UNNOBA. “Me parece destacable que el PEPSAM haya llegado a distintos lugares de la región”, comenta Castro, magíster en Gestión de Servicios de Gerontología. Batalla, por su parte, al evaluar su gestión considera que durante ese período “se continuó consolidando la presencia de los talleres y cursos de extensión en la región del NOBA, sumando nuevas propuestas y nuevos capacitadores por parte las unidades académicas de la Universidad”.
De acuerdo a lo que plantea Itoiz, eso ha sido, en parte, gracias al vínculo que la UNNOBA estableció con los gobiernos locales, las asociaciones intermedias, las entidades de la sociedad civil, las cuales le permitieron integrarse en la región. “Cada una de estas entidades fue descubriendo que el vínculo con la Universidad las potenciaba, las mejoraba y les brindaba mejores capacidades para afrontar los desafíos”, subraya.
Rol social de la Universidad
Las actividades de la Secretaría de Extensión no se limitan al dictado de cursos y capacitaciones para personas que quieran ampliar sus conocimientos y tener un acercamiento con el ámbito universitario, sino que se intenta realizar un aporte, desde los saberes propios de la Universidad, para la solución de problemáticas sociales.
Por ejemplo, a través de los proyectos de extensión en los que participan docentes y estudiantes que pertenecen a las distintas Escuelas y unidades académicas (Tecnología, Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales, Desarrollo Humano, Ciencias Económicas y Jurídicas) se abordan problemas específicos (vinculados a la salud, educación, derechos humanos, identidad, etc.), apuntando a mejorar la calidad de vida de la comunidad.
El exsecretario de Extensión, Diego Batalla, recuerda que en 2019 se llegó a la cifra récord, con 44 proyectos presentados. “Esto ha sido gracias al trabajo de capacitación y promoción realizado de manera conjunta con las unidades académicas”, estima Batalla.
Para el actual secretario de Extensión, Itoiz, es en esta área (proyectos de extensión) donde se inscriben uno los mayores desafíos de la Secretaría, en el marco del vigésimo aniversario de la UNNOBA: “Tenemos que mejorar los procesos, potenciando la calidad de las prácticas de extensión. Esto implica que tenemos que apuntar a lograr una mayor participación de docentes y estudiantes en los proyectos de extensión, así como a profundizar las prácticas comunitarias de las materias”.
Otro ejemplo de inserción de la UNNOBA en la comunidad es el programa “Casitas del Saber”, el cual promueve la inclusión social de niños y niñas de 3 a 12 años. Estos espacios se insertan en distintos barrios vulnerables o poblaciones donde la Universidad tiene sede, con el objetivo de fortalecer el desarrollo integral de la infancia a través de la promoción y ampliación de sus conocimientos y saberes. Se trabaja en problemáticas tales como la deserción escolar, con la finalidad de evitar la exclusión educativa de niñas y niños. En definitiva, la idea es acercar la Universidad a los sectores más vulnerables de la infancia.
Itoiz, profesor asociado de Derecho Político en la UNNOBA, especifica: “Las Casitas del Saber buscan bajar la deserción escolar de los chicos que están en la primera etapa de su formación y acompañarlos en ese proceso de enseñanza-aprendizaje que tanto se ha debilitado en los últimos años”.
Otra área de trabajo que apunta al mejoramiento de la calidad de vida comunitaria es la Escuela de Dirigentes Sociales, emprendida a partir de un convenio con la Sociedad de Comercio e Industria de Junín. “Esta Escuela se orienta a la formación de líderes y dirigentes sociales, comunitarios, políticos, gremiales, con la finalidad de mejorar la calidad de la actividad política a nivel local”. En suma, el reto a futuro de la Secretaría es seguir consolidando la “presencia social y comunitaria” de la UNNOBA.
Identidad UNNOBA
Para Itoiz, la UNNOBA es “la institución de mayor consideración y valorización social” de la región, por haber sido capaz de gestar “un proceso de transformación social, cultural, educativo”.
“Yo creo que esa valorización que ha tenido la UNNOBA se ha logrado a partir del vínculo con la comunidad. Ese vínculo, que primero fue con las sociedades de Junín y Pergamino, y después se expandió regionalmente, permitió generar un sentido de pertenencia. Es decir, la propia sociedad se apropió de la Universidad”, evalúa Itoiz.
“La Universidad es algo ya incorporado por la sociedad y creo la extensión ha sido un baluarte en ese sentido”, asegura.
Diseño: Laura Caturla
20 años de ciencia en la UNNOBA
Por Ana L. Sagastume
Uno de los indicadores de calidad de las universidades se vincula con la capacidad de producción científica. “La investigación es la locomotora de las actividades universitarias”, definía el rector Guillermo Tamarit en su asunción como rector en 2019 y agregaba, taxativo: “Las universidades que no investigan no son verdaderas universidades”. Este planteo ha sido recurrente en sus distintas intervenciones públicas.
La importancia que tiene la investigación en las universidades se relaciona, en principio, con la generación de nuevos conocimientos, los cuales, en el tiempo y sumados a otros saberes producidos en el campo científico, pueden colaborar en la resolución de problemas de la sociedad. Pero también, la investigación influye en la calidad académica de quienes enseñan y, por tanto, en la calidad de la enseñanza que reciben quienes estudian. Esto es por una simple causa: docentes que investigan, no solamente están actualizados en los últimos avances, sino que también poseen mayores conocimientos de cómo se genera o produce el saber científico y, por tanto, pueden transmitir ese proceso a sus estudiantes. Están, además, en lo que se denomina la “frontera del conocimiento”, es decir, el límite entre todo lo que ya se sabe y lo que se está por descubrir. Por este motivo enriquecen en todo sentido la enseñanza impartida.
A veinte años de la creación de la UNNOBA, puede advertirse un desarrollo sustantivo en el campo científico, a partir de más de 200 docentes que se dedican a la investigación en la región en sus nueve laboratorios, cuatro institutos y tres centros en las ciudades de Junín y Pergamino, además de los diversos grupos dedicados a temas específicos. A esto se agrega el logro de contar con unidades de dependencia compartida con el Conicet (CITNOBA) y la asociación con la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC). Pero, ¿cómo se logró este crecimiento en tan solo dos décadas? ¿Cuáles eran los desafíos que en los inicios se tenían y cuáles se presentan hoy, de cara al futuro?
Silvina Sansarricq fue la primera secretaria de Investigación, Desarrollo y Transferencia que tuvo la UNNOBA (2004-2007), durante la etapa de organización, a cargo del ingeniero Luis Lima. “El desafío en aquellos inicios era comenzar a organizar las actividades específicas del área de investigación. En ese momento, desde la Secretaría planeamos dos grandes estrategias. La primera fue la identificación de líneas de investigación consolidadas en la región, para participar en grupos ya existentes y de probada excelencia. La segunda, la creación de nuevas líneas que generen conocimientos pertinentes para el desarrollo de la región y para el bienestar de su gente”, evoca Sansarricq, quien se desempeña actualmente como vicerrectora de la Universidad Nacional de San Antonio de Areco (UNSAdA).
Sansarricq resalta que la presencia en la región de instituciones públicas, como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas “Doctor Julio Maiztegui” (INEVH), además de las entidades vinculadas con la agroindustria (como Rizobacter), implicaron contar de antemano con un importante acervo científico y tecnológico en la región. “Ya había una masa crítica en el territorio. Sin dudas, eso constituyó una fortaleza”, subraya. El otro desafío que se planteó la Secretaría fue el de establecer líneas nuevas y grupos propios de la UNNOBA, a partir de la radicación de investigadores e investigadoras que estuvieran trabajando en otras Universidades y de la formación de graduadas y graduados.
Fue durante la gestión de Rolando Rivera (2007-2010), en la cual Sansarricq continuó como prosecretaria del área, que se logró radicar a investigadores que trabajaban, en ese momento, en distintas instituciones del país y estaban residiendo en otras ciudades. El doctor Rivera ejemplifica: “Se logró radicar a Virginia Pasquinelli (actual directora de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales) y a Carolina Cristina (actual secretaria de Investigación, Desarrollo y Transferencia) quien solicitó apoyo para armar el laboratorio que luego se convirtió en el Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas (CIBA). En esa época, también se establecieron Mariano Merino y Gabriela Fernández (quienes investigan, en la actualidad, desde el Centro de Bioinvestigaciones), entre otras personas que se incorporaron y residen hoy en la zona de influencia. En definitiva, se buscaron distintos perfiles dedicados a la investigación científica, que tuvieran intenciones de trabajar y vivir en la región. Estos espacios científicos comenzaron siendo muy incipientes y hoy nos cuesta imaginar esos inicios, por la envergadura que actualmente poseen”.
La radicación de investigadores en la región y el programa de capacitación de recursos humanos fueron acciones que se dieron en el marco de la definición de las líneas prioritarias de investigación para la UNNOBA. Rivera valora, especialmente, que la Universidad pudo, primero, establecer y, luego, mantener una política científica a lo largo de sus dos décadas de vida: “En aquel momento, pudimos definir qué tipo de ciencia queríamos para la UNNOBA”. “Creo que en todo este tiempo se ha continuado con la estrategia que ha marcado Tamarit desde el inicio de su gestión, que es darle importancia a la ciencia, a la tecnología y a la innovación. Me parece destacable que la UNNOBA ha mantenido un mismo rumbo”, subraya Rivera, investigador principal del Conicet.
De su gestión como secretario, Rivera valora la constitución de la Unidad Integrada INTA-UNNOBA. “Hoy es una realidad cotidiana que el INTA y la UNNOBA trabajen en conjunto, pero esto llevó mucho tiempo. Un porcentaje importante de mi gestión lo constituyeron conversaciones para establecer esta unidad integrada. Tuvimos que llegar a puntos de entendimiento comunes”, plantea el científico. En ese sentido, Sansarricq considera que la creación de la Unidad Integrada con el INTA, en 2009, fue “un hito” significativo del desarrollo de la investigación en la Universidad. “Junto con la constitución del Centro de Investigación y Transferencia del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (CITNOBA), unidad de doble dependencia con el Conicet, fue posible el desarrollo de proyectos de vinculación tecnológica (público-privada), financiados a través de distintos instrumentos”, agrega Sansarricq, quien continuó siendo prosecretaria de Investigación hasta 2015, durante toda la gestión de Jerónimo Ainchil.
Precisamente, para Ainchil, secretario de Investigación de la UNNOBA desde 2010 a 2015, uno de los acontecimientos más importantes de su gestión fue cuando se logró constituir el CITNOBA, en 2014. “Fue un arduo trabajo. Pero este logro fue posible, gracias a la labor previa realizada durante las gestiones anteriores (de Rivera y Sansarricq)”, aclara el exsecretario de Investigación y actual rector de la UNSAdA.
“Los CIT (Centros de Investigación y Transferencia) implican una suerte de 'paraguas' de distintas disciplinas de conocimiento, de las cuales se espera que, en un número de años razonable, puedan constituirse en unidades ejecutoras en sí —comenta Ainchil—. De hecho, ya se presentó en el Conicet la propuesta de constituir una unidad ejecutora, a partir de la experiencia del CIBA”.
Pero antes de lograr crear esa unidad de doble dependencia con el Conicet (CITNOBA), la gestión de Ainchil mostró otros logros: “En el período en que fui secretario de Investigación, se pudieron crear los primeros cuatro institutos y centros de la Universidad: el Instituto de Diseño e Investigación (IDI, 2011), el Instituto de Investigación y Transferencia de Tecnología (ITT, 2011), el Instituto de Políticas y Gobierno (IPG, 2012) y el Centro de Bioinvestigaciones (CeBio, 2011). Esto fue posible porque primero habíamos ordenado toda la reglamentación de cuáles eran los núcleos de actividades científicas y tecnológicas para la UNNOBA. Habíamos definido qué requisitos debían tener los grupos, laboratorios, centros e institutos”.
Este ordenamiento y la creación de estos espacios de investigación posibilitó su asociación con la Comisión de la Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC). “Esto, a su vez, nos brindó algunas ventajas a la hora de conseguir subsidios para investigación o incorporar a becarios”, señala Ainchil.
La gestión del actual rector de UNSAdA fue un período floreciente para la investigación en la universidad y un momento de oportunidades para quienes decidieran dedicarse a la tarea científica, a partir de distintas convocatorias: “Formalizamos un programa de recursos humanos, armamos un programa de becas de posgrado para quienes habían terminado sus carreras en la UNNOBA. Además, el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) presentó un programa de becas de Estímulo a las Vocaciones Científicas, dirigido a estudiantes de los últimos años. La CIC, por su parte, comenzó a realizar Jornadas Científicas donde los Jóvenes Investigadores que se iniciaban podían presentar sus avances. Era toda una movida”.
Otro de los objetivos de su gestión apuntó a enriquecer el vínculo con el sector privado: “Hicimos un programa de proyectos de innovación tecnológica y transferencia, donde buscábamos que la investigación sea aplicada y hubiera una empresa que fuera la adoptante del producto del proyecto”. Entre estas iniciativas pueden mencionarse: el Sistema Soporte de Decisión para la Cuenca Alta del Río Salado, Microencapsulación de bioproductos y agentes agroquímicos de aplicación a semillas (con Rizobacter), entre otros. “En todos estos casos había un grupo de la Universidad y una empresa, contando con financiamientos importantes para su ejecución”, explica Ainchil.
Además, se creó un Centro de Desarrollo Tecnológico (CENTEC), que tenía por objetivo brindar servicios de biotecnología de reproducción bovina en las provincias de Buenos Aires y Corrientes. “La verdad que en esos años tuvimos todas esas oportunidades, nos organizamos internamente, nos vinculamos con los organismos de ciencia y tecnología y nos presentamos a muchos financiamientos importantes”, resume el doctor Ainchil al referirse a su gestión, que culminó en 2015.
La actualidad y el futuro de la investigación de la UNNOBA
Aunque Carolina Cristina es secretaria de Investigación, Desarrollo y Transferencia desde 2017, se siente parte de los inicios de la investigación de la UNNOBA ya que —como recordaba Rivera— se inició con un proyecto de investigación que luego, con el correr del tiempo, se convirtió en un espacio científico de relevancia para la región, el Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas (CIBA, en 2015), el que, en la actualidad integran unas 25 personas y que estudia tumores, infecciones, enfermedad de Alzheimer, entre otros temas significativos para la salud humana. Por su recorrido como científica de la UNNOBA y del Conicet, su mirada abarca las dos décadas de vida de la Universidad.
“En materia de investigación el crecimiento de la UNNOBA ha sido exponencial”, señala la doctora Cristina y luego matiza: “Esto es, básicamente, porque partimos de muy poco. De cero a lo que hoy tenemos, es lógico que ese crecimiento pueda verse con una pendiente positiva grande. Sin embargo, yo creo que ese proceso que, en general, en otras Universidades es lento, en nuestra institución se dio bastante rápido”.
Como Rivera, Cristina valora que las políticas científicas de la UNNOBA mantuvieron la misma orientación desde los inicios y que la planificación fue fundamental a la hora de lograr un crecimiento que tuviera pertinencia para la sociedad: “Todos estos logros fueron posibles por la 'hoja de ruta' que se marcó en los primeros tiempos, tanto en el Proyecto Institucional de 2004, como en el Plan Estratégico 2013-2019. Desde los inicios, se apuntó a la consolidación de recursos humanos y centros de investigación, así como a la generación y fortalecimiento de la vinculación y la transferencia tecnológica hacia el medio”.
De acuerdo a su perspectiva, los logros han sido resultado tanto del esfuerzo de la gestión como de los equipos de investigación. “En un principio, nos basamos en los esfuerzos personales de los investigadores que se quisieron radicar, y en las instituciones de ciencia y técnica ya presentes en Junín y Pergamino (INTA, Instituto Maiztegui), y en la provincia (CIC). Una cosa nos iba dando pie a la otra: más investigadores teníamos, mayor capacidad teníamos de contar con becas y de presentarnos a convocatorias para subsidios. El CITNOBA promovió la llegada de investigadores y becarios de los que por su parte se nutrió. Hoy, parte del CITNOBA va a ser una unidad ejecutora del Conicet”, reflexiona la doctora Cristina y resalta sobre esto último: “Este logro es importantísimo para la Universidad y para la federalización de la ciencia”.
Uno de los aspectos a los que la UNNOBA dirigió sus esfuerzos desde los comienzos fue la vinculación con el medio: “A medida que íbamos produciendo conocimientos, se iba buscando el modo de transferirlos. A su vez, también íbamos teniendo la demanda del entorno hacia las capacidades de la UNNOBA para resolver problemas”. En ese sentido, Cristina asegura: “Hoy la Universidad tiene una capacidad de vinculación tecnológica que antes no tenía y que muestra su consolidación. Estamos bien relacionados con el territorio”.
Su evaluación de la actualidad de la UNNOBA es altamente positiva: “Contamos con una buena masa crítica de investigadores, becarios, técnicos. Tenemos financiamiento interno para proyectos de investigación de manera continua. Y contamos con la capacidad de aplicar a financiamiento externo por los grupos de investigación, algo que se tuvo que desarrollar en el tiempo y que ya tenemos afianzado. A su vez, también tenemos la capacidad de transferir los productos de investigación al entorno”.
En cuanto a los desafíos a futuro, Cristina considera que los grupos de investigación consolidados “deben ampliar sus capacidades”, mientras que los incipientes deben lograr "establecerse y desarrollarse". "¿Cómo se mide eso? Por la producción científica o publicaciones científicas de calidad, lo cual impacta en el ambiente científico y posiciona a la UNNOBA en el país y en el mundo. Además, por la capacidad de transferencia tecnológica que tenemos al territorio”, puntualiza.
Para lograr ese crecimiento, según la secretaria de Investigación actual, la Universidad debe seguir brindando apoyo a la ciencia, con recursos financieros, y promoviendo las estrategias de cooperación interinstitucionales. “El desafío también es fortalecer los centros —añade Cristina— en cuanto a la infraestructura y el mantenimiento de equipamiento. Además, tenemos que fortalecer la vinculación tecnológica. Es decir, toda esta interacción ya generada con empresas privadas y organismos públicos, hay que potenciarla”.
Sin embargo, aclara: “La Universidad tiene que seguir acompañando, pero cada investigador e investigadora tiene que poner mucho de sí para que sigamos creciendo, porque eso no va a suceder por sí solo”. En este punto, Cristina coincide con el rector Tamarit, quien planteó en un discurso reciente: “Hicimos una inversión fuera de escala en materia de investigación. De eso recogemos una experiencia virtuosa, porque hoy tenemos equipos de investigación, con becarios, doctorandos, posdoctorandos. El crecimiento depende ahora, en gran medida, de los integrantes de los equipos. Por eso, tenemos que redoblar el esfuerzo”.
Fotos de portada: Lautaro Chiesa
Diseño: Laura Caturla
El trabajo infantil viola los derechos humanos
Por Paula Judurcha*
Profesora Adjunta del Área Derecho Social en la Cátedra de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social de la carrera de Abogacía de la UNNOBA
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el trabajo infantil es una violación de los derechos humanos fundamentales, habiéndose comprobado que entorpece el desarrollo de las niñeces y que, potencialmente les produce daños físicos y psicológicos para toda la vida.
Yukiko Arai, directora de OIT Argentina, manifestó que en el mundo hay más de 160 millones de niños, niñas y adolescentes (NNyA) entre 5 y 17 años, de los cuales 79 millones realizan trabajos peligrosos. Esa cifra podría aumentar en 8,9 millones para fines de 2022 como consecuencia de la crisis actual. En esa misma línea, en la Quinta Conferencia Mundial sobre la Erradicación del Trabajo Infantil celebrada este año en África se ha informado que las cifras están aumentando y la pandemia amenaza con revertir años de progreso.
En tanto, en nuestro país —según el mismo informe— 1 de cada 10 NNyA que viven en áreas urbanas realiza al menos una actividad productiva, cifra que se duplica en el sector rural. Esta situación se profundizó a causa de la pandemia ya que, a finales de 2021, entre adolescentes que realizaban alguna actividad laboral orientada al mercado, 7 de cada 10 habían comenzado a realizarla desde el inicio de la cuarentena, según un relevamiento de UNICEF.
Entonces, ¿cómo hablar de una “infancia universal” tal como lo pregona la Convención de los Derechos del Niño? O tal vez, ¿deberíamos de hablar de una “infancia sesgada”, teniendo en cuenta que no todos los niños ni niñas ven cubiertas sus necesidades básicas, respetados sus derechos a la educación, recreación, acceso a la salud y tantos otros reconocidos en normativa nacional e internacional?
No es lo mismo definir una niñez cuyo desarrollo lo es en la plantación de yerbales, en los tabacales, en las minas, en la plantación de uvas, en las algodoneras, en la cosecha de nogales, cuidado de animales, en el servicio doméstico, en la vía pública, en la recuperación de materiales reciclables, en turismo sexual en la Triple Frontera, que una niñez desarrollada en una zona urbana con acceso y cobertura de necesidades básicas como salud, alimentación, vivienda y educación.
Es por ello que resulta interesante el vínculo que se puede entretejer entre el trabajo infantil y la definición de pobreza infantil que hacen Alberto Minujín y Enrique Delamónica en los siguientes términos:
La pobreza infantil abarca tres dominios interrelacionados: la privación, es decir la falta de condiciones y servicios materiales esenciales para el desarrollo; la exclusión, entendida como el resultado de procesos de desajuste, a través de los cuales la dignidad, la voz y los derechos de los niños son negados o sus existencias amenazadas, y la vulnerabilidad, que es definida como la ineficiencia de la sociedad de poder controlar amenazas existentes en sus entornos que atentan contra los niños.
Estas tres dimensiones generan el ingreso precoz de las infancias al mercado laboral.
Estamos atravesando una situación social muy compleja en las que las niñeces ven afectadas, no solo su presente, sino su futuro. Una situación de crisis estructural que nos interpela y requiere de la adopción de políticas públicas profundas y urgentes, sin dudas, a partir del punto nodal de la educación. Pero, como dijimos al comienzo, esta es una crisis multidimensional y relacional de manera que se requiere de una integralidad desde las aristas de salud, la economía, la seguridad social, cuidados, el desempleo y la situación de trabajo precario de sus entornos y, todo ello, con perspectiva de género que permita asegurar la igualdad de oportunidades.
¿O simplemente será una utopía creer que el trabajo infantil se va a acabar y no seguirá siendo uno de los pilares necesarios para la rentabilidad y el sostenimiento del sistema?
*Paula Judurcha es magíster en Derecho del Trabajo.
Foto de portada: Lautaro Chiesa
Bibliografía
LLobet, V. (2015). Infancia y Desigualdades Sociales. Reseña de Unequal Childhoods. Class, Race, and Family Life. Revista Horizontes Sociológicos, 3, 141-145.
Minujin, A., Capuano, A., & Llobet, V. S. (2013). El desafío de la pobreza infantil: hacia una reconceptualización y medición multidimensional.