La enfermería, el arte de cuidar

 

Por Lorena Berro

María Mónica Lázzaro es enfermera. Lo dice con orgullo en el comienzo de la entrevista en la que traza una semblanza que la convoca a hablar de sí misma y de su profesión. Escuchar el relato de su historia de vida confirma cuánto influyó en su vocación su biografía familiar. Siendo una preadolescente comenzó a tener cercanía con distintas instituciones de salud acompañando a su madre, quien atravesó una enfermedad oncológica que la obligó a dar batalla durante tres años, hasta que falleció. Pocas veces se nota tan claramente en el testimonio de alguien las huellas de algunas experiencias y cómo, bien elaboradas, se transforman en sustrato para edificar una profesión tan necesaria.

Como pocas otras, la enfermería es una carrera estrechamente vinculada al cuidado y a la cercanía. Se requiere de empatía y rigurosa formación para ejercerla. Desde hace varios años se inscribe en el país entre las carreras prioritarias y la tarea de gestión desarrollada en el seno de las universidades públicas ha igualado programas de formación y alcanzado objetivos que tiempo atrás hubieran sido impensados. Pensar la enfermería solo desde lo asistencial es reducir su campo de acción. Por el contrario, la formación en enfermería aporta herramientas que trascienden lo asistencial y que abren un abanico diverso en relación al ejercicio de la docencia, la investigación y la gestión. El testimonio de “Marita”, como la conocen todos, es muestra cabal de ello.

Nació en General Arenales, una localidad ubicada a 50 kilómetros de Junín. Fue hija única de Hugo Domingo Lázzaro y Alicia María Bozzo y creció en un hogar en el que siempre se leía: “En mi casa siempre había a mano algo para leer y quizás por eso me gustó la lectura”.

El fallecimiento temprano de su madre hizo que ella encontrara un pilar vital en su tía María Delia Lázzaro, “Mema”, una mujer que murió hace dos años a los 93, y a quien Marita define como “un cable a tierra”.

Afirma que, aunque su núcleo familiar era pequeño, se ampliaba a tíos y primos con los que siempre tuvo una cálida relación. Recuerda su infancia en Arenales, el jardín de infantes N°901, la Escuela Primaria N° 1 y la Escuela Media N° 3. “Soy fruto de la educación pública”, resalta y agradece ese trayecto formativo que le brindó saberes y relaciones nutritivas que se llevó para la vida.

Una vocación temprana

Supo que quería ser enfermera a raíz de la enfermedad de su madre. Cuando lo expresa, algo en el tono de su voz se entrecorta, cómo si a pesar del tiempo transcurrido entre aquella vivencia y el presente algo de aquella experiencia de lucha y sufrimiento la acompañara aún. “Mi infancia y preadolescencia transcurrieron en instituciones de salud. Yo acompañaba a mi mamá al Hospital Interzonal de Junín y al Hospital local de General Arenales. Y en ese paso por consultas médicas e internaciones, siempre me llamó la atención la proximidad que las enfermeras y enfermeros tenían con las personas. Mi mamá esperaba que la enfermera llegara”, relata. Y refiere que luego de tres años de lucha, su mamá falleció en 1996. “No tengo dudas que esa experiencia despertó en mí el deseo de cuidar”.

“Miraba a mi alrededor y había alguien que necesitaba ayuda y cuidado. Eso me motivó. La enfermería de algún modo es el arte de cuidar”, agrega.

Teniendo 16 años comenzó a trabajar en una empresa de medicina prepaga en General Arenales y en paralelo se inscribió para cursar la Licenciatura en Enfermería en la Escuela de Enfermería de Junín, que tenía un convenio con la Universidad Nacional de Lanús.

Antes, con el colegio, habían visitado el Centro Regional Universitario Junín, pero por entonces no dictaba carreras vinculadas con el campo de la salud. “Así fue que conocí el emblemático edificio de la UNNOBA donde hoy funciona la Escuela de Ciencias Económicas y Jurídicas”, menciona. No sabía aún que la vida le iba a marcar el camino para ser parte de la vida institucional de la Universidad.

“Supe de la Licenciatura en Enfermería con la Universidad de Lanús a través de un aviso que leí en el diario La Verdad. Finalizaba la inscripción, así que me tomé el colectivo y llegué a Junín para inscribirme junto a dos amigas con las que hice la carrera y con quienes habíamos sido compañeras desde jardín de infantes”, relata.

Mientras duró la carrera, trabajaba por la mañana en la prepaga y viajaba por la tarde a Junín para cursar. “Fueron años de mucho sacrificio, pero los viví con mucha intensidad porque a medida que avanzaba en mi carrera, sentía que era a lo que me quería dedicar el resto de mi vida”, rememora.

Trabajar de enfermera

En el año 2002, cuando obtuvo su título intermedio, ingresó a trabajar en Enfermería en el Hospital Interzonal de Junín: Me mudé y seguí mi formación de grado”.

“Mi primera experiencia en enfermería fue en cuidados intermedios. Éramos muy pocas las enfermeras profesionales en el hospital, si bien ya no había empíricos, la mayoría eran auxiliares”, recuerda.

En el año 2004 nació Oriana, su primera hija, fruto de su matrimonio con Mario Bour: “Me dediqué a la maternidad y a trabajar en mi tesis. Me recibí en el año 2005. Así que en ese tiempo trabajaba, estudiaba y era mamá. Mi segundo hijo, Thiago, llegó nueve años después, en 2013”.

Siempre siguió aprendiendo. En cuidados intermedios gané mi primera experiencia. Yo aprendí enfermería en la escuela y en la práctica y mi desarrollo de habilidades requería ese paso, pero a mí en verdad me gustaba el intensivismo, así que cuando estuve preparada trabajé en Terapia Intensiva durante muchos años”, comenta y también menciona que en el año 2012 comenzó a hacer gestión en el Hospital como jefa de una unidad de diagnóstico y tratamiento en esterilización.

La docencia

“Marita” descubrió una profunda vocación por la docencia. Ya funcionaba la UNNOBA y fue Nélida Yaryour, directora de la carrera de Enfermería, quien la convocó para formar parte del equipo de la UNNOBA. “Eso ocurrió en 2006, comencé como ayudante, acompañando a quienes habían sido mis docentes”, señala y menciona a algunas de sus referentes: Nélida “Beba” Yaryour, Gladys Fernández, María Nélida Fernández y Lilia Franz “De ellas aprendí mucho y fueron personas que me marcaron el camino”, valora.

La dinámica de la vida universitaria le abrió un mundo de aprendizajes que capitalizó y volcó a la gestión. Además de docente fue coordinadora de la carrera de Enfermería de la UNNOBA, secretaria Académica y actualmente directora del Instituto Académico de Desarrollo Humano.

La gestión

Confiesa que la convocatoria para dirigir el Instituto Académico de Desarrollo Humano de la Universidad representó un enorme desafío: “A fines de 2019 yo estaba como secretaria Académica del Instituto y al año siguiente, casi coincidiendo con la pandemia, asumí como directora, sentí esa propuesta como una oportunidad de crecimiento profesional y como un modo de retribuir desde mi rol lo mucho que la educación pública me había dado”. Tomó licencia en el Hospital y se abocó de lleno a la gestión y al ejercicio de la docencia.

Asegura que la gestión la confronta con un sinnúmero de desafíos que asume con entusiasmo y responsabilidad: “La posibilidad de gestionar una unidad académica y una carrera que necesitaba jerarquizarse en todos los sentidos, supone un enorme compromiso, porque de nuestras acciones depende la calidad educativa, que es lo que va a tener impacto en el ejercicio profesional de los futuros enfermeros”, resalta.

Un nuevo tiempo

El camino transitado en la profesión y la experiencia de gestión le aportan una mirada humanista del cuidado. Le interesan las personas y empatiza con ellas. Considera que en la enfermería confluyen varias cuestiones: “No es solo la vocación, que se va construyendo. Se requiere sobre todo empatía”.

Desde esa concepción entiende la formación como un proceso riguroso que aporte las herramientas para desarrollar esa capacidad de “reconocer las respuestas humanas y saber qué hacer con ellas desde el conocimiento científico”.

“Es imprescindible abordar el cuidado de manera integral e interdisciplinaria para mejorar la salud y el bienestar de las personas”, enfatiza y considera que ese es el verdadero cambio que debe darse en enfermería.

“El paradigma social de la salud requiere un abordaje diferente, y debe partir desde la formación de las y los futuros profesionales”, sostiene y abunda: “Encontré y canalicé en el ejercicio de la docencia y en la educación esa posibilidad de cambio”.

Una mirada retrospectiva de la enfermería le permite observar el desarrollo que ha logrado la profesión: “Hoy al recorrer los servicios, hay enfermeras empoderadas, que son líderes”.

La pandemia visibilizó el trabajo en enfermería, enfermeras y enfermeros organizaron servicios y participaron en la implementación de políticas sanitarias. Se ubicaron dentro del equipo de salud como un miembro más, como pares en la toma de decisiones”, remarca.

En 2021 la inauguración del edificio del Instituto Académico de Desarrollo Humano dotó al dictado de la carrera de mayor infraestructura.

Los desafíos

En el plano de los retos, considera que en la prevención y promoción de la salud es donde hay que poner mayor énfasis en términos sanitarios y plantea que “la educación universitaria pública posibilita ese abordaje”.

“Las ofertas académicas de Enfermería, tanto en universidades públicas como privadas, se rigen con los mismos estándares de calidad. La acreditación nos igualó y permitió que cualquier estudiante pueda continuar su trayecto formativo en otra universidad. Hace unos años eso no sucedía, las currículas eran heterogéneas, y las características de las carreras muy diversas. Hay que persistir en el cuidado de calidad, humanizado, porque los desafíos son cada vez más complejos”.

En relación a la investigación, reconoce que en el campo de la enfermería no existe una cultura de la investigación. “La enfermería es más bien una ciencia aplicada, un arte del cuidado. Cuidar bien a las personas sanas y enfermas es la razón de ser de la práctica de enfermería. Por lo tanto, el ‘arte de cuidar’ es el bien interno de la profesión, es lo que la define, le confiere sentido, justifica su existencia y su valor. No obstante, promover y fomentar la investigación es fundamental para lograr el progreso de la profesión”, señala, marcando que en este plano se están dando pasos importantes a nivel local y nacional.

Aprendimos que sin investigación y sin conocimiento científico no hay cambios significativos y empezamos a dar nuestros primeros pasos en investigación, abordando problemáticas y necesidades reales”, expresa y describe algunas de las líneas de trabajo en investigación que le llevan adelante en la UNNOBA, vinculadas a la educación, las tecnologías en simulación, el cuidado, y el diagnóstico socio sanitario.

De cara al futuro, a su juicio, la gran tarea es “integrar las universidades e instituciones de salud y cerrando esa brecha que existe, generar una cultura de la investigación”.

También es necesario pensar en la posibilidad de colegiación, ya que la enfermería representa el 80 por ciento de la fuerza laboral en salud y en el ámbito de la provincia de Buenos Aires no se ha podido constituir el Colegio profesional.Lázzaro destacó el crecimiento del interés por la carrera de Enfermería de la UNNOBA.

Un lugar más justo

En tiempos en que se ha puesto en juego el rol y la importancia de la ciencia financiada por el Estado, Marita Lázzaro tiene una mirada que toma de ese debate los insumos necesarios para “repensar la práctica de todos los días”, al tiempo que persistir en un camino que le ha permitido a la enfermería posicionarse de otro modo frente a la sociedad.

“Hoy el debate es más justo. La sociedad ya no pone en tela de juicio el valor de la enfermería. Hoy las enfermeras y enfermeros son considerados y participan de la toma de decisiones en todo lo relacionado a la salud; y las competencias para hacerlo solo se obtienen a través de la formación universitaria. Ya no podemos pensar que hay otra forma”.

En esta línea, la directora del Instituto de Desarrollo Humano de la UNNOBA se muestra alentada por el interés que despierta en la comunidad la carrera de Enfermería de la Universidad. “Muchas personas con títulos intermedios se acercan para alcanzar el grado y cada año crece la matrícula de la carrera. Tuvimos un salto cuantitativo importante y estamos entre las carreras más elegidas de la Universidad”.

“La carrera brinda respuestas a una necesidad de la región. Las instituciones de salud se fueron complejizando en cuanto a servicios y tecnología y eso genera una necesidad de contar con recurso humano calificado y la Universidad trabaja para eso”, describe. Y agrega: “Nuestras egresadas y egresados coordinan servicios y unidades de cuidado, y varios tienen cargos importantes de gestión en hospitales y otros organismos sanitarios”.

Un compromiso ético

Tanto cuando habla de la gestión o cuando menciona los retos de la tarea docente, lo que dice tiene el eco de un compromiso asumido con aquella vocación nacida de una historia personal que seguramente no hubiera querido vivir. Siguió ese impulso y le imprimió horas de estudio y dedicación.

Sobre el final, cuando la charla vuelve a llevarla al terreno de lo privado, regresa a ese punto de partida desde el cual comenzó a escribir su biografía profesional. Sabe que volvería a ser enfermera si tuviera que volver a elegir una profesión. “Por ahora no me imagino volviendo a lo asistencial. Amo la docencia y creo que ahí estará el futuro”, afirma con una mirada compasiva y empática hacia esa niña que alguna vez, acompañando a su madre y cuidándola en el dolor, descubrió su vocación y la abrazó con un compromiso ético al que no renunció jamás. “A esa niña le diría que eligió bien, que lo hizo muy bien”, concluye, agradecida.

Diseño: Laura Caturla