"Ser universitario es un modo de vivir"

Por Lorena Berro

En su discurso, Guillermo Tamarit habla del valor de la educación pública y de su importancia como instrumento para la movilidad social. También reflexiona sobre los 40 años de democracia, de los logros alcanzados y las deudas. Sus reflexiones introducen el rol de la universidad como institución llamada a asumir nuevos retos, sin perder sus mejores tradiciones. Acaba de asumir como rector de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (UNNOBA) por un nuevo período. Finalizado ese acto sucede la entrevista que lo convoca a hablar de cosas de las que no conversa a menudo, no por lo menos en la esfera pública de su actividad. Pero es difícil separar sus consideraciones inherentes a su universo privado, de esas cuestiones que hacen a su desempeño público, tal vez porque su condición de “universitario” abarca todas las dimensiones de su vida y definitivamente un modo de pensar y de vivir.

Cuenta que tiene 61 años. Nació el 3 de septiembre de 1961 en la ciudad de La Plata y cuando menciona a su núcleo familiar de origen habla de sus padres, Carlos y Beatriz; sus hermanas Sandra y Marcela; y enseguida aparece el recuerdo de su abuela Dolores, que fue “como una madre”.

Al hacer un recorrido por su historia de vida, recalca los valores inculcados por su familia.

“Mi mamá trabajaba en la Dirección General Impositiva (DGI) y mi padre era empleado administrativo del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires. Ambos estaban fuera de casa buena parte del día y mi abuela cumplió un rol fundamental”, se refiere en el comienzo. Y recuerda que ella era la persona que los mandaba a la escuela, resolvía los imprevistos y marcaba los límites.

“La familia se 'completaba' por la tarde, así que en todo ese lapso la abuela desempeñaba un papel sumamente importante”, resalta y reconoce que ese vínculo fue muy nutritivo. “Ella fue mi mayor influencia, algo que me valió un par de discusiones con mi madre”, destaca recordándolas a ambas con la ternura de alguien que encontró en esas mujeres valores que atesoró para siempre.

Su padre fue un hombre que lo acompañó siempre.

También habla con profundo orgullo de su padre, un hombre del que aprendió mucho de lo que sabe. "Él se dedicó a la administración dentro del sistema de salud, trabajó muchas horas, pero siempre estuvo presente”, destaca. Y el recuerdo guarda algo de nostalgia, esa que se siente cada vez que algo trae al presente la impronta que han tenido en la constitución de la biografía personal aquellos seres imprescindibles.

Una decisión que moldeó su camino

La convicción de sus padres respecto del valor de la educación hizo que desde muy pequeño tuvieran contacto con la Universidad Nacional de La Plata, institución que fue elegida por su familia para que ingresara al jardín de infantes de la UNLP. “Creo que mi historia escolar fue lo que modeló mi camino”, afirma convencido y destaca: “Mi primera actividad institucional fue en el seno de una universidad pública. Después continué el primario, el secundario y por supuesto hice mi carrera universitaria allí”.

“Esa decisión que tomaron mis padres hizo que realmente mi vida estuviera siempre asociada a la Universidad, incluso mucho antes de lo que recuerdo de esa experiencia”, refuerza.

Además de la valoración que hace de la calidad de la educación que recibió, pondera lo que el paso por esa institución representó en la conformación de sus vínculos: “A lo largo del trayecto forjé muchas de mis mejores amistades. Son relaciones que conservo, me llevé de la universidad aprendizajes y vivencias que fueron mucho más allá de la experiencia formativa”.

Entre la ingeniería y la historia

Al egresar del Colegio Nacional con el título de bachiller, se inscribió para estudiar ingeniería aeronáutica en la Universidad Nacional de La Plata. Le intrigaba y le gustaba lo relacionado con la física, pero no como carrera. “Lo que no tuve en cuenta es que ingeniería, si bien tenía una interesante cuota de física, también tenía mucho de matemáticas”, comenta refiriendo: “Un día en una clase de análisis matemático cerré el cuaderno y en medio de un auditorio dije 'a esta clase no vengo más'. Todos se rieron, pero realmente no regresé, solo seguí cursando física ese semestre porque era una materia que me gustaba, y en la mitad del año dejé la carrera”. “A esa decisión seguirá una crisis fenomenal en mi casa, estuve ese medio año realizando trabajos eventuales y pensando qué estudiar”, agrega.

Confiesa que su primera opción había sido el profesorado de Historia, pero no terminó de configurar esa disciplina como un campo de desarrollo laboral. La abogacía apareció como un modo de estructurar una formación más humanística y de ejercicio profesional. “Sinceramente me veía como abogado y no tanto como académico, a contracorriente de lo que luego sucedió en mi vida”, reconoce y refiere que, a pesar de no haber seguido al profesorado, la historia lo acompaña todo el tiempo y sigue siendo de interés, tanto como la física. “Me inscribí en la carrera de Derecho y transité ese camino con una impronta fuerte de la política, por los tiempos en que me tocó estudiar”, agrega.

Fue estudiante universitario en un momento clave de la historia. La reapertura democrática habilitó un clima social particular y una dinámica de participación muy movilizante. “Uno, más allá de lo que piensa, es y se desarrolla en el tiempo en que le toca vivir algunas experiencias. Yo tuve la fortuna de ser parte de una generación que pudo participar activamente de la política en el momento de recuperación de la democracia”, resalta.

La gestión académica

Antes de obtener su título universitario y, cuando imaginaba que iba a trabajar de abogado, la política y la propia vida universitaria lo llevaron por el camino de la gestión académica. A la par de ello, incursionó en la docencia como ayudante alumno y en el último año de la carrera ya daba clases en la cátedra de Derecho Político en el Colegio Nacional que antes lo había tenido como alumno. “También trabajó en la editorial de la Universidad Nacional de La Plata en una tarea vinculada a la gestión”, agregó.

Ya con su título de abogado, fueron creciendo sus responsabilidades institucionales y ejerció la docencia siempre. En el plano de la gestión, fue prosecretario de Planeamiento , cuando el ingeniero Luis Lima asumió como rector de la UNLP. Más tarde fue secretario general de la UNLP y continuó como funcionario de esa casa de estudios durante la gestión de Alberto Dibern.

La creación de la UNNOBA

Cuenta que estado en la Universidad Nacional de La Plata se creó la UNNOBA. “De hecho fui yo quien, por la confianza que teníamos, llamé a Luis Lima para ofrecerle que impulsara el proceso de organización de la Universidad. Institucionalmente para la UNLP era una oportunidad valiosa, porque había sido creadora de varios centros universitarios”, recuerda.

“Yo di clases de Derecho Político en el Centro Universitario Regional Junín, y vi la creación de la Universidad como una enorme oportunidad para el sistema universitario y superior para la región. Luis Lima aceptó el ofrecimiento y rápidamente me convocaron para organizar la carrera de Derecho. Ese fue mi primer vínculo institucional con la UNNOBA”, relata.

En 2007 fue el primer rector electo de la UNNOBA, tras la etapa de organización que llevó adelante a Luis Lima.

Su descripción se refiere a la génesis de la Universidad, algo que vivió con expectativas y que terminó modificando el rumbo de su vida, porque lo llevó a desarraigarse de su lugar para radicarse en el noroeste bonaerense: “Tímidamente me fui acercando. Es una situación excepcional para un universitario tener la posibilidad de crear una universidad. Era imposible decir que no al ofrecimiento de ser parte de la vida de la UNNOBA”.

Durante el proceso de organización, Tamarit fue secretario Académico, secretario General y vicerrector. De aquellos primeros años destaca el acompañamiento de municipios e instituciones muy comprometidas con el sueño de tener una universidad.

“La actividad de los centros regionales universitarios había sido muy difícil de sostener, no siempre tenían la previsibilidad suficiente y la comunidad iba de la expectativa a la frustración de manera cíclica. Cuando se creó la UNNOBA, esas condiciones cambiaron naturalmente y era posible imaginar la educación superior de la región desde otra perspectiva”, resalta.

“La UNNOBA es hija de la política y esto ha sido determinante en su desarrollo. Es inimaginable el funcionamiento de una institución universitaria sin el acompañamiento de la política. No hay forma de sostener una actividad tan compleja si no hay una decisión de la política, no partidaria, sino institucional”, destaca.

Poner en marcha una institución universitaria y sostenerla exige una convicción muy fuerte respecto del lugar que una sociedad pretende darle a la educación. Hay un testimonio de la educación pública como herramienta de la movilidad social y de la universidad pública como un instrumento específico para ello, y la UNNOBA es esa posibilidad puesta en valor”, reflexiona y considera que el principal capital que posee la institución es “el hecho de transitar de la mano de su sociedad que está orgullosa y reconoce el instrumento que tiene”.

Ser rector

Guillermo Tamarit, que además de abogado es doctor de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP fue el primer rector electo de la UNNOBA. Desde 2007 ha ocupado ese cargo, fruto de la decisión unánime de la comunidad universitaria que respaldó su gestión y avaló su continuidad en los distintos períodos. Cuando recuerda esa primera elección reconoce que supuso para él “una enorme responsabilidad”, además de un orgullo.

Entiende que la figura del rector es “una síntesis de los valores institucionales” y considera que el liderazgo que requiere esa tarea debe ser intelectual y académico. “No alcanza con tener vinculaciones políticas o de carácter. Ser rector impone una responsabilidad adicional porque no puede desnaturalizarse el sentido que tiene la universidad, que es una institución cultural, intelectual y de conocimiento”.

“Esa responsabilidad es abrumadora inicialmente”, reconoce. Y confiesa que algo que lo desvelaba era “estar a la altura la responsabilidad y la expectativa que generaba la situación”.

Varios años después de aquella experiencia inicial, y comenzando un nuevo período de gestión al frente de la UNNOBA, sabe que los desafíos que tiene por delante son mucho más complejos. “La elección del rector supone la expresión de una voluntad de la propia comunidad universitaria que decide quién es la persona que debe liderar la gestión de la institución, así que vivo esta situación con el soporte que da ese respaldo”, marca. Y añade: “Además, esta institución tiene alianzas virtuosas con el entramado de sus instituciones y de la propia sociedad civil, eso hace que me sienta acompañado en la tarea”.

En orden a los propósitos de la gestión, planteó: “Todo lo que la UNNOBA tiene por hacer, está por construir. Hay un contexto muy valioso para la universidad”.

Su universo privado

Cuando el diálogo lo conduce a hablar de su vida personal, señala que su historia fue escrita a la par del recorrido universitario. “Se nos va la vida en esto”, afirma e insiste: “Desde el jardín de infantes, la primaria, el Colegio Nacional, la carrera de abogacía, luego la gestión universitaria, tanto en la UNLP como en la UNNOBA, todo mi recorrido universitario ha ido modelando mi estilo de vida, desde donde vivo hasta como me relaciono con mis hijos”.

Guillermo Tamarit es padre de tres hijos y asegura que la paternidad es una condición que lo define.

Hincha de Estudiantes de La Plata, amante del golf y lector incansable, reconoce que nunca hay una desconexión total de la responsabilidad durante el tiempo libre. “Lo intento, pero la gestión de la Universidad es lo suficientemente compleja como para lograrlo”.

Tiene tres hijos: Bruno (33) que es estudiante de ingeniería; Dolores (24) que estudia medicina; y Pilar (22) que estudia psicología. Divorciado hace varios años, está en pareja con Florencia Castro en quien encuentra  una compañera de vida con la que ha podido ensamblar las dinámicas de lo personal y el ritmo de la gestión universitaria.

Al hablar de sus hijos se introduce, quizás, en el aspecto medular de su vida. Se traduce en la mirada la satisfacción que motiva el haber crecido junto a ellos en el ejercicio de la paternidad: “Cuando yo me establecí en la región, mis hijos quedaron en su casa. Eran chicos y la repercusión inicial fue negativa para ellos. Hicimos grandes esfuerzos para mantenernos unidos y lo logramos. Con el paso del tiempo, y en la medida que fueron avanzando en sus proyectos, comprendieron mejor esa situación. Todos estamos muy orgullosos del camino que hemos transitado juntos”.

Afirma con profunda convicción de que ser papá es una condición que lo define. “Cuando me preguntan quién soy, mi respuesta es unívoca: 'Soy el papá de Bruno, de Lola y de Pili'. Todo lo demás es accesorio a esa condición de ser padre. Soy rector de la UNNOBA, pero podría no serlo, no me cambiaría sustancialmente. Lo que nunca me imagino es no ser el padre de mis hijos. No tengo por fuera de eso ninguna otra condición que me defina”.

Un modo de vivir

Con una mirada introspectiva que traduce aquellas cosas que para él son importantes, habla de sus afectos, de sus raíces. Poco resalta sus atributos de liderazgo, más bien se detiene en aquellas cuestiones que han forjado su identidad. Sabe que ese adolescente que fue, jamás se hubiera recibido de ingeniero. “A ese chico le diría que lo hizo bien”, remarca, aunque confiesa que en sus inolvidables charlas con Luis Lima, quien además de su “maestro universitario” fue un destacado profesional de la ingeniería, más de una vez fantaseó con aquellas cosas que seguramente se perdió por haber dejado en el camino aquella vocación inicial.

El acompañamiento incondicional de los afectos resulta un pilar fundamental.

Por lo demás, se define simplemente como “un universitario” : “Un día Ángel Plastino, primer presidente de la UNLP recuperada la democracia, me dijo que 'ser investigador era pensar todo el día en lo mismo, igual que ser universitario'. Jamás olvidé esa apreciación porque nos define. Ser universitario es eso, una forma de concebir el mundo”.

“Es una forma de vivir, de estar con los demás, es algo que, más lejos o más cerca, está todo el tiempo en tu pensamiento”, describe, instando a la tarea: “Hay que pasar por la universidad porque es una experiencia que transforma”.

Momento de la firma del acta, en la asunción como rector de la UNNOBA para el período 2023-2027.

“Por supuesto que la experiencia universitaria estructura una profesión, pero también tiene un impacto inocultable en el desarrollo de la sociedad”, señala. Y sin poder disociar la experiencia personal de su responsabilidad de gestión, sobre el final de la entrevista, vuelve sobre la Universidad y sobre el recuerdo de Luis Lima, creador de la UNNOBA, para concluir: “Esta institución ha naturalizado aquella idea que Luis tenía  de construir una universidad de su tiempo y su territorio. La UNNOBA es una herramienta que transforma a la sociedad y la mejora, y eso sucede porque la propia sociedad ha legitimado esa certeza”.

Diseño: Laura Caturla


"La UNNOBA cambió la vida de la región"

 

Por Lorena Berro

 

Mónica Carolina Sarobe tiene 48 años. En febrero de 2023, el consejo directivo de la Escuela de Tecnología de la UNNOBA la eligió por unanimidad para conducir esa unidad académica hasta 2027. La gestión representa para ella un reto y le brinda la posibilidad de retribuir lo que ha recibido de la educación pública. Lo señala con profunda convicción en el inicio de una entrevista que la convoca para hacer un recorrido por su biografía personal y mostrar aristas de la vida de los funcionarios universitarios que a menudo quedan reservadas al universo de lo privado.

Nació y vive en la ciudad de Lincoln. Es la mayor de tres hermanos. “Mi hermana Cecilia es contadora pública y mi hermano Ignacio es ingeniero en Sistemas”, cuenta y habla de sus padres Juan Carlos y Rosita, quienes con mucha vocación de trabajo lograron brindarles educación y formarlos en los valores que ellos abrazaron para su vida: “Mi mamá es ama de casa y de joven vendía zapatos, y mi papá siempre se dedicó a la producción lechera, actividad que realiza en la actualidad”.

Yo nací en el campo y cuando tenía 3 años mi familia se estableció en la ciudad de Lincoln. Comencé el jardín de infantes en la Escuela Nuestra Señora de Lincoln y allí hice todo el trayecto académico hasta terminar el secundario”, comenta y afirma que siempre le gustó estudiar: “Era muy aplicada y me gustaba mucho ir a la escuela. En la primaria incluso recibí un libro en reconocimiento por no haber faltado nunca. Pero no solo me importaban las clases y lo que aprendía, sino el vínculo con mis compañeros, muchos de los cuales hoy son mis amigos. Una de las distinciones que me causó mayor felicidad es la de haber sido elegida por ellos como 'mejor compañera'”.

Su vocación de la mano de la curiosidad

Estando en el último año del secundario, una charla que brindaron en su colegio los integrantes del Centro Universitario Regional Junín fue determinante para decidir qué carrera iba a seguir. Sabía que le gustaban las ciencias básicas y en el colegio había tenido buenos profesores de matemáticas que habían favorecido esta inclinación. Decidió que el camino era la Informática. “Opté por esa carrera no porque me gustaran las computadoras, no había tenido demasiada cercanía a ellas, más que a alguna que había en la escuela y que usábamos muy rara vez. No había informática en la escuela y tampoco tecnología. Más bien elegí la carrera porque me atraían las ciencias básicas y la resolución de problemas. Y fundamentalmente creo que la elegí porque soy muy curiosa, la curiosidad hizo más tarde que además de la informática me haya dedicado a otras ramas como la educación. Siempre estoy buscando el modo de aprender cosas nuevas y de contribuir a encontrar soluciones a los problemas y en ese sentido la tecnología brinda muchas herramientas”, relata.

Así fue que al egresar del secundario comenzó a estudiar la carrera de Analista de Computación que se dictaba en el Centro Regional Universitario Junín, a través de un convenio con la Universidad Nacional de La Plata. “El primer año de la carrera lo hice viajando y a partir del segundo ya me establecí en Junín, terminé de cursar, me quedaron algunos finales que los rendí viajando, y obtuve mi título de Analista”, refiere y comenta que promediando la carrera comenzó a incursionar en la docencia como ayudante alumna en la asignatura "Programación" que dictaba el profesor Rodolfo Bertone.

El ejercicio profesional

Ya recibida, trabajó en el Colegio Nuestra Señora de Lincoln como profesora de Informática. “También trabajé en Future Kids, una franquicia de informática donde se enseñaba computación a niños y adultos. Después tuve un instituto propio de enseñanza de computación y apoyo escolar; fui vicedirectora del Colegio Universitario de Lincoln; y a la par de ello en la ciudad de Junín brindaba capacitaciones en el Centro Universitario”.

Su llegada a la UNNOBA se dio de la mano de Jorge Doorn, quien había sido docente suyo en la Universidad. “Un día recibió un llamado en el que me cuenta que se estaban armando los planes de estudio, ya creada la UNNOBA, y me convocó para dar clases. Eso sucedió en el año 2004, empecé a viajar, a preparar algunas asignaturas de la carrera. Al poco tiempo comencé a trabajar como secretaria técnica y no me fui más de la Universidad”.

La formación continua y la gestión

Asegura que haber sido parte de la vida institucional de la UNNOBA desde sus instancias iniciales representó “un crecimiento personal enorme”. Además, la existencia de la UNNOBA le dio la posibilidad de seguir formándose. “Los que teníamos título de Analista por la Universidad Nacional de La Plata y por la Universidad Nacional de Luján pudimos hacer el ciclo de complementación para obtener el título de licenciados. Hice esa capacitación, cursé la licenciatura en Sistemas de la UNNOBA y más tarde empecé la maestría en Tecnologías Aplicadas a la Educación”, precisa Mónica Sarobe, quien en 2008 asumió como secretaria Académica de la Escuela de Tecnología de la Universidad.

“Mi primera experiencia de gestión fue la secretaría Académica de la Escuela y aprendí mucho junto a Claudia Russo”, destaca.

En el año 2019 dejó esa función para comenzar a trabajar, también junto a Claudia Russo, en el área de Educación Digital de la Universidad. La irrupción de la pandemia le imprimió a su tarea otra dinámica. “Tengo un registro de ese tiempo en que me levantaba muy temprano para sentarme en la computadora y salía de ella muy tarde. Teníamos que migrar todas las asignaturas presenciales a una modalidad virtual para asegurar la continuidad académica. No fue angustiante, ni un paso que nos pareciera imposible de dar, pero realmente no fue fácil. Implicó un trabajo de muchas áreas, de mucha gente y nos llena de alegría haber podido lograr el objetivo y que las y los estudiantes de la UNNOBA pudieran continuar sus clases durante la emergencia sanitaria”.

En 2022 volvió a ser secretaria Académica de la Escuela de Tecnología, acompañando a Oscar Spada, y un año después fue electa como directora de esa unidad académica.

“Cuando me propusieron como directora de la Escuela sentí una emoción enorme. Si bien yo había hecho un camino de gestión, fue un reconocimiento institucional. Sentí que confiaban en mí y en mi formación para llevar adelante la gestión de una unidad académica que tiene por delante enormes propósitos, porque estamos atravesados por cambios tecnológicos transversales a nuestras carreras y debemos trabajar con mucho empeño para acompañar esas transformaciones y brindar a las y los estudiantes las mejores herramientas para su formación”, recalcó.

Una institución que transforma

Cuando el diálogo la lleva a reflexionar sobre la importancia que la Universidad tiene para la vida de la región, la directora de la Escuela de Tecnología afirma que “la presencia de la UNNOBA le ha cambiado la vida a la región”. Y argumenta que antes la gente debía enviar a sus hijos a las grandes ciudades para que estudiaran con todo lo que ello conlleva, y muchos de ellos no regresaban. “Ahora esos mismos jóvenes se quedan en la zona, incluso el teletrabajo les permite incluso desarrollarse profesionalmente en grandes empresas sin moverse de su lugar. Las y los universitarios de la UNNOBA nutren a la región de las capacidades necesarias para aplicar a distintos puestos de trabajo. Es importantísimo formar los recursos humanos que necesita la región”, sostiene y considera que “la educación de calidad es clave para el desarrollo productivo”.

Mónica Sarobe, junto a autoridades de la Universidad, en el acto de asunción.

El pilar afectivo que sostiene

En el año 2008 se casó con Daniel Morán. En 2011 fue mamá de Catalina (12). “Habíamos construido nuestra casa en Lincoln, mi marido es mecánico y tiene su propio taller, así que yo viajo todos los días para trabajar. Me separan de mi casa sesenta kilómetros y asumí que los viajes son parte de mi trabajo”, señala.

Abocada a la gestión sin abandonar nunca la docencia ni la investigación, Mónica Sarobe es profesora de Análisis y Diseño de Sistemas en las carreras de Ingeniería en Informática y Licenciatura en Sistemas de la UNNOBA, y dirige un proyecto de investigación sobre tecnologías aplicadas a la educación. “No concibo la actividad universitaria sin la docencia y la investigación, son pilares fundamentales”, asevera.

Tampoco imagina todo lo que hace sin el acompañamiento incondicional de los suyos. “Siempre están ahí sosteniendo”, afirma, agradecida. Cuando lo señala vuelve sobre sus orígenes y con una mirada retrospectiva observa el camino recorrido con satisfacción. “Soy la primera universitaria de mi familia y eso me llena de orgullo y me compromete”, expresa. Y prosigue: “Mi papá fue a una escuela de campo hasta sexto grado. Mi mamá terminó séptimo grado en el seno de una familia muy humilde. Y ambos nos transmitieron un mensaje muy fuerte en relación al valor de la educación”.

“Mi papá siempre trabajó mucho en el campo, pero estuvo muy presente. Mi mamá se ocupó de nosotros y los dos nos inculcaron desde chicos que la educación era necesaria para la movilidad social ascendente. Mis hermanos y yo somos universitarios y ninguno de nuestros padres hizo el secundario, ambos tuvieron un desarrollo exitoso y económicamente les fue muy bien, pero siempre hubo una convicción de que la educación era el camino a seguir y nos ayudaron para que pudiéramos estudiar”, agrega, recordando el gran esfuerzo que hicieron alguna vez cuando ella estaba en el segundo año de la carrera para comprar su primera computadora y agradeciendo ese aliento y esa confianza.

 Diseño: Laura Caturla


“La gestión permite hacer universidad todos los días”

 

Por Lorena Berro

Este artículo da continuidad a una serie que traza una semblanza de las y los responsables de las unidades académicas de la UNNOBA en el inicio de un nuevo período de gestión. 

 

Pablo Germán Petraglia es el director de la Escuela de Ciencias Económicas y Jurídicas de la UNNOBA. Su segundo período, a cargo de esta unidad académica, se inició en el mes de febrero de 2023, tras haber resultado electo por unanimidad. Tiene 49 años, es abogado y cuenta con una nutrida trayectoria por cuanto a la par de su ejercicio profesional tiene participación en la vida pública a través de la política y la gestión universitaria.

Nació circunstancialmente en la ciudad de Buenos Aires, porque sus padres estudiaban allí, pero es integrante de una familia con raíces en Junín. “Mis papás, José y Silvia se habían ido a estudiar a Buenos Aires y trabajaban allí, pero cuando yo era muy chico regresaron a Junín, donde crecí. Somos cuatro hermanos, siendo yo el mayor, luego Martín, María Silvia y Estefanía y siempre fuimos muy unidos”, menciona en el comienzo de una entrevista que le propone trazar su biografía personal, asociada a sus orígenes, a la elección de su profesión y al desarrollo de una vida profesional que encontró en la vida universitaria un pilar.

Curioso de la historia y respetuoso de sus raíces familiares, cuenta con orgullo juninense que “el primer Petraglia que llegó a Junín lo hizo aproximadamente en 1880 y los primeros de la familia de mi mamá, en 1892. Tanto mi madre como mi padre pertenecieron a familias muy arraigadas en la comunidad”. Cuenta que su mamá trabajaba en la Municipalidad de Buenos Aires y su papá tenía un cargo como jefe de la División Contable en Pami Central. “Cuando regresaron a Junín, primero lo hizo ella en 1976; él siguió trabajando en Capital y venía los fines de semana, hasta que en el año 1980 finalmente le otorgaron el pase y volvimos a estar todos juntos”.

Fue al Jardín de Infantes N° 907, y la primaria y secundaria en el Colegio Marianista que quedaba a unas cuadras de su casa y tenía doble escolaridad. Descubrió su pasión por el derecho estando en el secundario, cuando su vocación se debatía entre la diplomacia y las relaciones internacionales. “Me incliné por la abogacía y, a poco de transitar la carrera, descubrí que había elegido bien”, refiere. Y se confiesa un apasionado de las ciencias sociales. Le gusta la historia, la filosofía y la sociología y es un lector voraz.

Optó por irse a estudiar a la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) porque reconoce que personalmente necesitaba vivir esa experiencia de cierto desarraigo. Allí consolidó algo más que su vocación. Comenzó a incursionar en la militancia a través de la Agrupación Franja Morada y más tarde fue consejero académico por el claustro estudiantil. "De ahí viene mi formación en la gestión universitaria”, destaca y valora las experiencias vividas en ese momento de su vida. “Fui parte del grupo que recuperó el centro de estudiantes que estaba en manos de Nuevo Derecho”, menciona. Y abunda: “Nos tocó vivir las luchas en contra de la ley de educación superior, la reforma del estatuto de la Universidad con manifestaciones y hechos de violencia. Yo estaba en la Facultad en mayo de 1997 cuando la Policía reprimió. No se puede comparar con otras luchas históricas, pero son las que a mi generación le tocó vivir”.

"También tuve la posibilidad de realizar un intercambio estudiantil. Estuve en la Universidad de Ottawa, Canadá. Conocer otra realidad fue fundamental en mi formación. Esto quedo muy marcado en mí y aliento a las y los estudiantes a que participen  en los programas de movilidad", agrega Petraglia.

Siendo estudiante universitario comenzó a trabajar en el IPS, a través de una pasantía rentada. Y tuvo experiencia docente como ayudante alumno de manera informal en la cátedra de Derecho Político del doctor  Juan Carlos Rubinstein. “También recibí el ofrecimiento de la doctora María Clelia Rosenstock para ser ayudante en la cátedra de Derecho Penal, pero no lo acepté porque se me superponían los horarios”.

Ya con su título de abogado, obtuvo una beca de la Fundación Universitaria del Río de la Plata que le dio la posibilidad de viajar a Austin y a Washington, donde tuvo una experiencia de aprendizaje sumamente rica. En 1998, regresó a Junín donde comenzó a trabajar en un estudio jurídico.

En paralelo siempre participó en política y con un grupo que acompañaba al intendente Abel Miguel asumió un rol activo en la Juventud Radical y luego en el Comité “Hipólito Yrigoyen” del que fue presidente.

La docencia

Cuando se produjo una vacante en el Colegio Marianista comenzó a dar clases de Derecho Usual y Práctica Forense, Derecho Administrativo e Instrucción Cívica para estudiantes de cuarto y quinto año. Tras hacer la capacitación docente, tomó algunas horas en el terciario, en el Instituto N° 129 en el profesorado de Historia y Geografía. Hoy es docente de la UNNOBA y considera que la docencia es una actividad que permite formar no solo profesionales sino ciudadanos comprometidos con la sociedad de la que forman parte.

Fruto de su vinculación política y de su compromiso con la educación, la creación de la UNNOBA lo encontró colaborando con el Centro Universitario Regional Junín. Recuerda el nacimiento de la Universidad como un hecho trascendente que iba a ampliar las posibilidades de educación superior no solo en Junín sino en la región.

“El funcionamiento del Centro Universitario tenía algunas dificultades, no siempre había certezas en torno a su sostenimiento. La Universidad llegaba para dar un marco de previsibilidad. El tener un presupuesto asignado ya cambiaba el contexto y además posibilitaba no solo el dictar carreras, sino promover actividades de investigación y extensión y todo lo que  significa ser una universidad”, señala Petraglia.

Se sumó a la vida de la UNNOBA desde los comienzos de la institución. Fue convocado para sumarse al primer equipo de profesores de la cátedra de Derecho Público que encabezaba el doctor Guillermo Tamarit. Más tarde, cuando ya estuvieron realizados los concursos y era profesor ordinario, encabezó la lista de profesores por el Departamento de Económicas y Jurídicas para constituir el primer Consejo Superior.

Cuando la Asamblea Universitario eligió a Guillermo Tamarit como rector, recibió la convocatoria para integrar el equipo de gestión. Aceptó el desafío y se transformó en secretario General de la UNNOBA. “El ofrecimiento me tomó por sorpresa. Pero acepté con entusiasmo, la UNNOBA está iniciando una nueva etapa, había terminado la etapa de normalización, había grandes objetivos por cumplir. Recuerdo que la Asamblea Universitaria se realizó el 15 de junio y al día siguiente nació mi hijo y a los dos días asumí mi cargo como funcionario de la Universidad”. En paralelo siguió siendo docente de Derecho Público y de Derecho Constitucional.

En lo personal se siente honrado de haber visto nacer a la Universidad pública en la región y de haber aportado desde su lugar a la construcción de la estructura funcional. “Cuando se creó la UNNOBA no existía la infraestructura que hoy tenemos. Vista la historia transcurridos estos primeros veinte años, es increíble lo que la institución ha crecido. Uno lo advierte por los inmuebles, pero la Universidad es mucho más que sus edificios, es una institución de prestigio que se ha construido con mucho trabajo y acompañamiento de la comunidad”.

“Cuando uno mira el camino transitado hasta aquí toma dimensión de las oportunidades que le dio la vida y siente el agradecimiento por haber podido estar en esos momentos fundantes. Sabemos que eso queda para la nostalgia, porque todo lo demás aún está por construir”, reflexiona, quien en otro momento de la vida institucional se desempeñó como secretario Legal y Técnico de la UNNOBA.

La gestión de la Escuela

En 2019 fue electo director de la Escuela de Ciencias Económicas y Jurídicas, tarea que asumió con compromiso entendiendo que “es la Unidad Académica más grande de la universidad en cuanto a la cantidad de alumnos y la más representativa en el volumen de graduados”.

“Conducir la Escuela de Ciencias Económicas y Jurídicas es una gran responsabilidad. Poner la firma en cada diploma es un enorme compromiso porque acredita que alguien tiene la suficiencia de los conocimientos para ejercer su profesión”, resalta.

“La gestión de la Escuela da la posibilidad de hacer universidad todos los días. Es un punto neurálgico y un espacio icónico que se nutre de los docentes que dictan sus clases y reflexionan, de los alumnos que demandan y de la problemática y desafíos que plantea toda unidad académica”, describe.

La política en armoniosa convivencia

Además de la gestión universitaria, Pablo Petraglia es concejal de la ciudad de Junín ya había cumplido dos mandatos durante los años 2005-2013 y había presidido el cuerpo cuando el Intendente era Mario Meoni y en el presente cumple su tercer mandato hasta 2025. “La convivencia entre ambas actividades se ha dado con la honestidad intelectual que siempre me ha caracterizado. Cumplo los roles que debo cumplir en cada lugar”, afirma.

En la misma línea asegura que ha estado en cada lugar defendiendo las banderas que considera justas y reconoce que “muchas veces el exceso de academia conspira con un lenguaje más llano y eso me ha valido algunas críticas”.

“Pero he compatibilizado la academia y la política y no ser ni un ratón de biblioteca, ni tener solo los pies en el barro sin un sustento teórico”, resalta, en una consideración que lo define.

Entiende que la UNNOBA ha sido “una hija de la política” y considera que el gran aporte que la política está llamada a hacer en el presente del sistema universitario es el de contribuir al fortalecimiento de la autonomía para lograr calidad e inclusión. “La bandera de la autonomía es fundamental. La Universidad es el lugar donde construir conocimientos en contra del statu quo”, agrega.

El Consejo Directivo de la Escuela de Ciencias Económicas y Jurídicas lo eligió por unanimidad para un nuevo período de gestión.

Una familia que acompaña

Cuidadoso siempre de resguardar a los suyos de los avatares de la actividad pública, conformó su familia y la transformó en el pilar que sostiene todo lo demás. “Estoy casado con Lorena, que tiene un cargo de vicedirectora de un jardín de infantes de gestión estatal. Y soy papá de dos hijos: María Victoria (19)  y Ramiro (15)”.

“Mi familia siempre me ha acompañado. Mis hijos nacieron con el papá siendo político y universitario así que me conocen haciendo de todo, congeniando tiempos y horarios para ejercer la paternidad del modo más pleno posible”, señala y se muestra orgulloso de esa construcción. Cuenta que su hija está estudiando abogacía en la UNNOBA y su hijo, está en el colegio secundario.

Un defensor de la educación

Cuando habla de la educación de sus hijos vuelve sobre su propia historia. Sabe que en la calidad de la educación está la clave del futuro. “Fui a una escuela confesional religiosa, pero tenía la característica de ser muy progresista. En mi colegio los derechos humanos se hablaban antes que en ningún otro, porque en el mismo salón en el que cursé cuarto grado, siete años antes habían secuestrado a uno de los hermanos marianistas. Era una escuela privada, pero en sexto grado, en 1985, teníamos educación sexual. Era un colegio al que íbamos hijos de ferroviarios, de médicos, de escribanos, repartidores, empleados públicos. El tránsito por esa escuela me dio una base de formación integral, pero además me regaló a mis amigos de la vida”, relata. Y prosigue: “Después la facultad me mostró otra cosa. En la primera clase que era de “Historia Constitucional” estaba en el último lugar colgado de una ventana. La Universidad me permitió conocer a gente de otras provincias, historias diferentes de vida. También me permitió viajar, formarme como profesional, pero también como ciudadano”.

La educación es lo que brinda la oportunidad de hacer una vida, de encontrar puntos de contacto en las similitudes con otras personas, pero fundamentalmente crecer en las diferencias. El paso por la universidad pública me permitió formarme, escuchar a grandes profesores y me mostró que, si uno está atento y aprovecha las oportunidades, el camino se despeja. En la educación están las oportunidades, pero con el esfuerzo como consigna”, concluye.

 


“La dirección de la ECANA es algo muy desafiante”

Por Lorena Berro

A menudo quienes ocupan cargos y tienen responsabilidades de gestión dentro de las instituciones son conocidos solo por sus trayectorias públicas y por su trabajo. Pocas veces la mirada se detiene sobre los recorridos que las personas han realizado hasta alcanzar espacios de representación. Y cuando esto sucede aparecen voces sumamente valiosas que hablan de biografías personales, pero también son testimonio del valor de la educación pública en la formación de recursos humanos altamente capacitados que posibilitan el crecimiento del proyecto universitario en la región.

Virginia Pasquinelli es doctora en Ciencias Biológicas y directora de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales de la UNNOBA. Asumió su segundo período de gestión en el mes de febrero de 2023 y en oportunidad de asumir tras haber sido electa por unanimidad por el consejo directivo para seguir conduciendo los destinos de esa unidad académica, se definió como una mujer de la ciencia que le debe a la educación pública y al esfuerzo de sus padres la posibilidad de haber podido formarse en el país y transitar aquí un camino profesional comprometido con el ejercicio de la docencia, la investigación y la gestión universitaria. “Cuando a los investigadores nos mandaban a lavar los platos, elegí quedarme. Y lo hice porque tenía una fuerte vocación y había crecido en el seno de una familia que me inculcó desde siempre la importancia de estudiar y de encontrar una profesión que amara”.

Tiene 45 años. Su partida de nacimiento es de San Nicolás porque su familia es originaria de La Emilia, pero a sus 3 años, se establecieron en Junín, donde su abuelo paterno y un tío abuelo ya vivían y tenían una panadería.

El olor a pan recién horneado acompañó el tiempo de su infancia y adolescencia. Y le mostró la recompensa del trabajo. “Mis padres, Ángel y Marta, comenzaron a trabajar con mi abuelo y luego tuvieron su propia panadería. Mis hermanos María Laura y Federico y yo crecimos viendo a nuestra familia esforzarse mucho para forjar un porvenir”, comenta.

“Desde chicos todos trabajamos en la panadería, ayudando, atendiendo, haciendo el reparto”, agrega. Y sostiene que creció en un núcleo familiar que siempre promovió en ella y en sus hermanos “la cultura del trabajo y el camino de la educación”.

“Mis padres siempre nos impulsaron a que estudiáramos, quizás porque ellos no lo habían podido hacer y nos aconsejaron que buscáramos algo por lo que sintiéramos verdadera vocación”, agrega.

El camino de las Ciencias Biológicas

Hizo la escuela primaria y secundaria en Junín y cuando fue tiempo de seguir estudiando, se inclinó por la Universidad de Buenos Aires, donde su hermana ya estaba estudiando Derecho. Confiesa que siempre sintió inclinación por las ciencias naturales, aunque tuvo algunas dudas al momento de elegir su carrera. “Tuve varios interrogantes, me gustaba Medicina, pero relacionada a la investigación. También me gustaba lo ambiental, la biología marina y la genética. Cuando conocí la licenciatura en Biología de la UBA supe que ese era el camino porque la carrera tenía mucha diversidad”.

Así fue que comenzó su carrera universitaria y se inclinó por la biología molecular y celular. Estando en tercer año comenzó a dictar clases como ayudante de Microbiología, en las áreas Bacteriología e Inmunología de la Facultad de Medicina de la UBA y a realizar una pasantía no rentada con la doctora Verónica García, en el laboratorio de Inmunogenética que estaba en el Hospital de Clínicas. “Me introduje en el mundo de la inmunología y descubrí una pasión. Tuve la suerte de dar mis primeros pasos de la mano de investigadoras e investigadores de los que aprendí mucho. El grupo de Verónica García trabajaba en lepra y cuando me incorporé empecé a trabajar en tuberculosis. De hecho mi trabajo final de grado fue en Inmunología de la Tuberculosis”.

El deseo de volver a casa

Sabiendo que su deseo era abrirse camino en el campo de la investigación científica, luego de recibirse continuó el doctorado y tomó una beca de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica. Hizo el postdoctorado e ingresó a la carrera de investigación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)

Luego de varios años de trabajo, y establecida en Capital Federal, internamente comenzó a sentir el deseo de regresar a Junín. Para entonces la UNNOBA ya se había creado en la región. “Mi búsqueda tenía que ver con una cuestión familiar. Mi proyecto de familia estaba en Junín, así que empecé a buscar alternativas para radicarme”, señala.

"Confieso que desconocía bastante lo que sucedía en la UNNOBA, comencé a averiguar y así me enteré por una amiga que se dictaba la Licenciatura en Genética. Envié mi currículum al área de Recursos Humanos para dictar clases y tuve la suerte de que estaban buscando docentes para Inmunología e Inmunogenética. Tuve una entrevista con Rolando Rivera Pomar, hice una propuesta para la asignatura. También me reuní más tarde con Adriana Andrés, licencié mi cargo como Jefa de Trabajos Prácticos en la Facultad de Medicina y comencé a dar clases en la UNNOBA”, menciona. Y recuerda que viajaba los viernes a Pergamino, daba clases, pasaba el fin de semana en Junín y regresaba a Capital Federal los lunes.

Así empecé a vincularme con la UNNOBA a través de la docencia. Eso ocurrió en el año 2009, pero yo quería investigar y radicarme en Junín. Eso sucedió recién en 2012 y fue una experiencia extraordinaria porque la Universidad estaba dando sus primeros pasos en la investigación”, relata. Y prosigue: “Empecé a buscar un lugar donde hacer investigación. Tomé una beca a través del Proyecto Raíces, ahí me volví a encontrar con la genética y avancé en una investigación sobre modificaciones epigenéticas en tuberculosis”.

Su vocación era investigar y tuvo la posibilidad de hacerlo en las instancias fundantes de la UNNOBA. El laboratorio donde trabaja se llama "Inmunogenética de las Infecciones" (CIBA).

Confiesa que en ese tiempo las dificultades eran de infraestructura, porque para realizar ciertas tareas necesitaba de un equipamiento que aún no estaba disponible. “Me contacté con Carolina Cristina, actual secretaria de Investigación, Desarrollo y Transferencia, que ya se había establecido. Empezamos a ver cuáles eran las necesidades que teníamos, se empezó a armar el Programa de Laboratorios de la UNNOBA, que apuntaba a dotar a la Universidad de más equipamiento para los laboratorios de docencia, pero también de investigación”.

Comenzó a tener un rol activo en la vida institucional y participó de varias instancias fundantes que recuerda con un cariño entrañable porque asegura que “pocas veces se tiene el privilegio de ser parte de la vida de las instituciones desde sus comienzos”.

Recuerda que fueron su papá y su marido quienes ayudaron a colocar mesadas del laboratorio que habían armado en la escalera que iba a la terraza del edificio de Sarmiento y Newbery.

“A ese espacio de trabajo se sumaron luego otras investigadoras como Laura Alaniz, María Laura Palumbo y Romina Schiaffino. Se pudo armar el primer cuarto de cultivo celular. Aún recuerdo el día caluroso de enero en que subimos las heladeras y nos pusimos a trabajar”, abunda recreando los primeros pasos de su labor como investigadora en la UNNOBA. “Desde entonces nunca dejé de investigar y siempre le agradezco a Danya Tavela, exvicerrectora y actual diputada nacional,  y a cada una de las personas que me abrieron las puertas para que pudiera desarrollar mi profesión, tanto en la docencia como en la investigación”.

La gestión, un desafío

En el año 2019 fue electa para suceder a Adriana Andrés en la dirección de la ECANA. Confiesa que la llegada a la gestión universitaria no fue algo buscado, sino “algo que fue dándose naturalmente como consecuencia del crecimiento de la Universidad y de la Escuela”.

“El trabajo realizado en el programa de laboratorios, la coordinación de determinados espacios, fueron pasos que fui dando.  Participé de las comisiones de revisión de los planes de estudio y del Consejo Directivo de la ECANA. Me aboqué de manera muy activa a la dirección de mi propio grupo de investigación y a radicar líneas propias, algo que es muy dificultoso. Hoy tenemos un grupo conformado por Rodrigo Hernández del Pino, Ängela Barbero, Sabrina Palma y Nicolás Moriconi. Pero personalmente no proyectaba ser la directora de la ECANA y tomé ese ofrecimiento con mucha responsabilidad. Cuando me eligieron me sentí muy honrada”.

“La dirección de la ECANA es algo muy desafiante y representa una experiencia de mucho aprendizaje”, resalta.

“Hay otro mundo en la gestión, hay diálogos, acuerdos, vinculación con instituciones, empresas, unidades académicas de otras universidades, y mucho trabajo orientado a pensar el futuro de la ECANA y de la propia Universidad”, sostiene.

Abocada a la gestión e iniciando su segundo mandato, confiesa: “No me veo sin hacer investigación y sin hacer docencia. Eso no existe en mi imaginario. Me divido por tres”.

Cuando no está trabajando, su tiempo está dedicado al cuidado de su familia, integrada por su marido Marcos y su hijo Tomás (5 años). Cumplió su anhelo de volver a su lugar y hallar en él las condiciones para desplegar su profesión y retribuir a la sociedad lo que le ha dado la educación pública.

Junto a autoridades de la Universidad en el momento de asumir el cargo en febrero de 2023.

Un compromiso con la educación

Creo que no me muevo más de la región. Aquí están dadas las condiciones para hacer ciencia y la UNNOBA ha abierto esa posibilidad. Hoy estamos a la altura de grandes centros y tenemos colaboraciones estratégicas que nos permiten avanzar y seguir fortaleciendo nuestra masa crítica”, destaca.

Sobre el final, cuando la entrevista la convoca a responder sobre aquello que dijo al asumir en relación a lo que sintió cuando alguna vez a los investigadores del país se los mandaba a “lavar los platos”, Virginia Pasquinelli afirma: “Frente a ello uno siente cierto desánimo, pero ese momento del país también me impulsó a seguir. Era un compromiso que yo había asumido con mi vocación y con el esfuerzo de mi familia y del conjunto de la sociedad que con su aporte me habían permitido formarme”.

“En 2006 hice una estadía en Estados Unidos como parte de una colaboración del grupo de investigación en el que estaba. Y sabía que siempre hay posibilidades. Pero nunca pensé en radicarme en el exterior”, comenta. Y abunda: “Cuando uno vive en el interior y se va a estudiar a una gran ciudad, ya siente un desarraigo. En términos profesionales el desarrollo puede ser muy importante estando afuera, pero en el costo-beneficio yo privilegié otras cuestiones. Para mí la familia es muy importante. Y además tampoco es tan fácil estar en otros lugares del mundo, generar grupos propios de investigación y tener una posición independiente”.

“El camino que me permitió recorrer la educación y la actividad científica en Argentina han sido hermosos y lo siguen siendo. La educación pública es el camino, siempre. En parte la decisión de quedarme a investigar en el país tiene que ver con la posibilidad de devolver todo lo que recibí”, resalta.

“La educación pública es educación de calidad, inclusiva, diversa y que no atiende otros intereses y que transforma. Mi aporte a la gestión universitaria, es desde esa perspectiva, para propiciar que cada vez sean más quienes tengan la posibilidad de llegar a la Universidad y formarse en ella, sabiendo que eso les abrirá muchos caminos”, concluye. Y lo que expresa resuena como el eco del sentir de una generación de universitarios que hacen de esa decisión personal de seguir apostando al desarrollo educativo y científico, una consigna y un legado que los compromete con la sociedad de la que son parte.

 

Diseño: Laura Caturla

 


20 años educando en el corazón productivo

Por Lorena Berro

Hace veinte años, jóvenes de Pergamino, Junín y una amplia región migraban a grandes centros urbanos para formarse en carreras universitarias vinculadas a la producción agroalimentaria o a la genética y muchos no regresaban, o lo hacían luego de muchos años si conseguían insertarse laboralmente en empresas de la zona. La creación de la UNNOBA y los vínculos estratégicos establecidos con instituciones de larga tradición en el campo de la investigación y la docencia fueron modificando esa realidad y, para estudiar en la universidad, ya no era necesario irse “lejos de casa”.

Emplazada en el corazón productivo del país,  la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales (ECANA) de la UNNOBA, unidad académica que vincula a las carreras de Ingeniería Agronómica, Ingeniería en Alimentos y Licenciatura en Genética, fue consolidándose como un espacio de referencia, no solo en materia educativa, sino de investigación, generación de conocimientos y transferencia, a un medio productivo ávido de las respuestas y soluciones que pueden aportar recursos humanos altamente calificados, formados en consonancia con el perfil productivo de la región y las necesidades del país.

La doctora Virginia Pasquinelli, directora de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales de la UNNOBA, evaluó de manera positiva los pasos dados por la Universidad en sus primeros veinte años de vida institucional y destacó “la continuidad de la oferta académica” como “una de las fortalezas”.

“La parte académica de la ECANA se ordenó y enfocó en las ofertas que se habían consolidado como la licenciatura en Genética, la ingeniería en Alimentos, la tecnicatura en Producción de Alimentos y la ingeniería Agronómica”, sostuvo.

“El desafío es seguir revisando los planes de estudio para relevar estándares y asegurar que las carreras sigan teniendo una fuerte impronta regional ”, agregó, al destacar la pertinencia y el perfil de las graduadas y graduados como “un sello distintivo de la UNNOBA, fuertemente anclada en su territorio”.

La actual directora de la ECANA  resaltó que un imperativo es “lograr mayor flexibilidad en los últimos años de las carreras, fundamentalmente en las asignaturas teóricas, para facilitar la graduación”, considerando que “las y los estudiantes son requeridos tempranamente por el mercado laboral o comienzan a trabajar en investigación y eso los demora en la finalización de sus estudios de grado”.

En este sentido, describió el trabajo que se viene desarrollando con otras áreas de la Universidad en la búsqueda de generar nuevas herramientas: “En lo académico, el objetivo de la gestión fue hacer una evaluación cuantitativa y cualitativa de la oferta académica, generar herramientas y pensar en nuevas ofertas académicas. La ingeniería en Alimentos llamará a acreditación a fin de año y hemos podido avanzar en otros aspectos sustanciales como la Diplomatura en Agroecología, con docentes de la Unidad Integrada UNNOBA-INTA, lo que nos abre el camino para alguna maestría o tecnicatura en el futuro mediato”. “La gestión piensa en alternativas de formación que sean originales y respondan a una demanda concreta del sector agroalimentario de la región y del país”, planteó.

Por otra parte, la funcionaria sostuvo que “la sociedad tiene una mirada atenta, consciente e informada del impacto ambiental de ciertas prácticas y sabe de la importancia de producir,  cuidando el medioambiente”. En ese sentido, aseguró que “las metas de la ECANA y de la Universidad se trazan siguiendo los objetivos de desarrollo sostenible y las asignaturas de las carreras tienen contenidos que se abordan desde esa mirada”.

 

Virginia Pasquinelli fue electa como directora de la ECANA en febrero de 2019.

“Los ejes estratégicos están puesto en las cuestiones ambientales y la tarea es nuclear ofertas transversales a las escuelas que vayan en pos de la bioeconomía, el desarrollo sostenible y la generación de nuevas tecnologías”, definió y planteó que otro de los desafíos es profundizar las acciones tendientes a generar extensiones áulicas para lograr mayor impacto en el territorio.

Un crecimiento sostenido

Virginia Pasquinelli destacó el crecimiento de la matrícula tanto en Ingeniería Agronómica como en la Licenciatura en Genética y valoró el trabajo que se realiza para el fortalecimiento de la Ingeniería en Alimentos, una carrera cuya matrícula es baja en el país: “Tenemos un sector agroalimentario enorme en la región y eso abre una demanda en materia de formación de recursos humanos que hay que satisfacer y estamos trabajando muy fuertemente para ello articulando con empresas e instituciones y con colegios agrotécnicos”.

Respecto de los proyectos,  alentó la futura construcción de una planta de producción de alimentos que permitirá seguir creciendo en las actividades que se realizan en el actual predio Manuel Belgrano (ExArgenlac) que hoy cuenta con aulas y laboratorios. Asimismo, resaltó la importancia de las iniciativas que apuntan a fortalecer la vinculación de la ECANA con otras unidades académicas (con el Instituto de Posgrado y con la Secretaría de Investigación, Desarrollo y Transferencia) para “seguir dotando de calidad los procesos de formación de nuestras y nuestros estudiantes”. Además, destacó la articulación continua con el  Campo Experimental “Las Magnolias”, un ámbito desde el cual se brindan importantes servicios que hacen a la vinculación tecnológica y también se desarrollan prácticas, además del Programa de Alimentos de la UNNOBA.

También apuntó la necesidad de “seguir creciendo en la articulación en el seno de la Unidad Integrada UNNOBA-INTA”, un espacio de trabajo de “enorme potencialidad”.

Inaugurado en 2015, el Campo Experimental "Las Magnolias" es un espacio que contribuye a la formación.

En el plano de los aspectos a fortalecer, observó cuestiones de infraestructura, sobre todo para el desarrollo de actividades prácticas: “Hay un proyecto para construir laboratorios de docencia e investigación. Tenemos investigadores radicados en ECANA que antes tenían otros espacios de referencia y es importante contar con un centro de investigación vinculado a agroalimentos y biotecnología para tener un mayor crecimiento en esas líneas de investigación”.

Con la mirada puesta en la vinculación con el medio, destacó las interacciones de la ECANA con el medio productivo y consideró: “Tenemos que crecer en herramientas de vinculación tecnológica”. “La pandemia demostró el rol que cumplen las universidades y visibilizó el rol de la transferencia de conocimientos y saberes y tenemos capacidad para crecer mucho en este sentido”, resaltó.

Los comienzos

Las consideraciones de la actual directora de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales tienen un fuerte anclaje en la historia, y el presente de la Escuela encuentra en aquellos orígenes sus hitos de referencia.

En este aspecto, las reflexiones del ingeniero Alfredo Calzolari, primer coordinador de Agronomía y  director de la Escuela, en el proceso previo a su normalización, resultan valiosas para entender la génesis de la UNNOBA y la visión con la que se creó la estructura funcional para dar sustento a carreras estratégicas.

 

“Yo provenía de la Estación Experimental del INTA Pergamino e integré la comisión del Centro Regional Universitario junto a Marcelo Shang. Ahí presencié y viví todas las ideas que había en ese momento respecto de acercar posibilidades de estudios superiores a la ciudad. En ese grupo, el intendente de aquel momento, Héctor 'Cachi' Gutiérrez, hizo mucho para que el proyecto de contar con la Universidad se cristalizara y la política llevó adelante gestiones que acompañamos con entusiasmo. Ese trabajo desembocó en la creación de la UNNOBA. Siempre recuerdo que el día que se anunció el nacimiento de la Universidad habíamos hecho una reunión para presentar a Silvina Sansarricq como coordinadora académica de la Fundación Centro Regional Universitario. De un momento a otro de tener un Centro Universitario, teníamos una Universidad. Y ahí empezó todo”, relata Calzolari. Y continúó: “La tarea fue ardua. En primer lugar, teníamos que forjar una amistad más viviente con Junín y establecer cuáles iban a ser las carreras. Siempre pensamos que estando la Estación Experimental Agropecuaria del INTA en Pergamino, la carrera de Agronomía debía dictarse en la ciudad. Pero no fue una empresa fácil. Cuando designaron al rector organizador se estableció la primera oferta académica”.

Respecto de los orígenes de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales, Calzolari mencionó que se acordó con el INTA la conformación de una unidad de trabajo que permitiera utilizar instalaciones de la Estación Experimental Agropecuaria Pergamino del INTA, como el viejo sótano que se transformó en laboratorio y que se bautizó más tarde como “Edificio Maíz”.

El Edificio Maíz se transformó en un espacio universitario dentro de la Estación Experimental Agropecuaria de INTA.

“En la necesidad de materializar las carreras, el ingeniero Luis Lima le pidió al INTA tres personas y así fue como nos incorporamos José Robutti, Adriana Andrés y yo como coordinadores de las carreras de la Escuela que, aunque no estaba creada oficialmente, comenzaba a tener su esqueleto”, describió.

En lo personal refirió que se valió de sus propios aprendizajes y de las consultas realizadas a importantes referentes para armar el primer plan de estudio de la carrera de Ingeniería Agronómica. “Me designaron cuando la estructura no formal ya estaba armada, fui coordinador de Agronomía, pero tenía injerencia en las otras carreras. Cuando se pudieron formalizar las escuelas, me designaron director, eso ocurrió en el año 2008, casi en simultáneo con la acreditación de la carrera de Agronomía de la UNNOBA, algo que se logró por un período de tres años y sin tener un solo graduado. Fue la primera carrera acreditada de la UNNOBA”, resaltó.

A su juicio, esa primera acreditación fue la resultante de un arduo trabajo realizado y del basamento que le aportaron a las carreras profesionales del INTA, quienes estaban muy involucrados en las actividades de docencia, atendiendo a que la Universidad aún no contaba con cuerpos docentes propios ni se habían sustanciado los concursos.

Las primeras clases y prácticas de laboratorio de las carreras de la ECANA fueron en INTA.

Alfredo Calzolari fue director de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales hasta fines de 2011. Al evaluar el paso por la gestión universitaria destaca que su función fue “armar el esqueleto y 'pasarle la posta' a Adriana Andrés, que fue la directora que continúo con las gestiones para normalizar la Escuela”.

“Rescato el haber podido aprender del grado. Yo tenía relación con el posgrado desde 1979 porque había coordinado la Maestría en la Universidad Nacional de Rosario, pero una cosa es estar y enseñar a pares y otra muy distinta hacerlo para estudiantes que han elegido formarse en la profesión agronómica”, resaltó y comentó que al dejar la conducción de la ECANA siguió vinculado al ejercicio docente hasta 2019, ya jubilado de INTA. “Nunca me cerraron las puertas, al contrario, siempre me las abrieron”, agregó.

En su despedida, Calzolari fue reconocido. Durante su gestión se acreditó Ingeniería Agronómica.

Al momento de señalar las fortalezas de esos primeros tiempos, consideró que “hubo vínculos que resultaron estratégicos y dieron un fuerte impulso a la Universidad. Eso sucedió en un principio, ahora la UNNOBA tiene vuelo propio”.

En relación a los desafíos sus apreciaciones vuelven sobre la historia: “Uno de los aspectos que siempre defendí fue la Unidad Integrada con INTA. Que la vida de la Universidad pudiera estar vinculada con la dinámica de una estación experimental, algo que había conocido yendo a sembrar una segunda generación de trigo en Balcarce. Esta estructura fue compleja de armar, pero siguió adelante. Creo que es un camino que hay que continuar. Otro desafío es fortalecer la carrera de Genética, que tiene una potencialidad increíble”.

La creación de la Unidad Integrada UNNOBA-INTA. El acto reunió a autoridades de ambas instituciones.

“Desde mi óptica hay que seguir robusteciendo esas líneas y seguir trabajando fuertemente en la formación de docentes, una cuestión que es reaseguro de calidad, que, a su vez, posibilita a la Universidad crecer en sus propios planes de investigación”, abundó.

Vínculos virtuosos

En la misma línea, la doctora Adriana Andrés, primera directora electa de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales, y actual directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA, se remontó a los comienzos de la Universidad para destacar el valor que tuvo la relación con el INTA en la conformación de la ECANA.

En los comienzos de la UNNOBA se buscó mucho el apoyo de instituciones de prestigio instaladas en la región. Fue así que investigadores del INTA comenzamos a colaborar. Yo lo hice en el inicio de la carrera de Genética”, comentó Adriana Andrés.

“El primer director interino fue Calzolari, que asumió la coordinación en esa instancia inicial. Más tarde, el rector Guillermo Tamarit me convocó para asumir la dirección de la Escuela y trabajar en su normalización”, refirió y recordó que se desempeñó como directora  hasta que se concretaron los concursos, asumiendo el doble rol de dirigir la Escuela y coordinar la licenciatura en Genética.

“Muchos de nosotros no veníamos de la gestión universitaria, así que enfrentamos grandes desafíos”, remarcó y sostuvo que “la ECANA se sustentó sobre la base de esos vínculos virtuosos que se fueron estableciendo con instituciones de prestigio en la región”.

La colocación de la piedra fundamental en el predio donde se construyó la ECANA fue un hecho histórico.

Para Adriana Andrés,  una de las tareas principales en el proceso de normalización de la Escuela fue crear la conciencia de lo que significaba concursar los cargos docentes y eso se fue dando en un contexto en el que "había mucho interés de la comunidad por la Universidad y poca tradición universitaria”.

“Crear una estructura funcional, establecer los contenidos de las carreras, buscar los perfiles docentes adecuados y captar estudiantes fueron las grandes tareas de las primeras etapas”, resaltó.

Construir confianza fue quizás la labor más importante y para ello la UNNOBA se valió de una clara visión de las personas que intervinieron en esa etapa fundante. “Siempre hubo una perspectiva muy clara de cuál tenía que ser el rumbo. La irrupción de la UNNOBA en el territorio despertó un interés de las instituciones y 'se alinearon los planetas' para que las alianzas estratégicas pudieran lograrse”.

El INTA estaba dirigido por profesionales que ya habían participado de la Unidad Integrada INTA Balcarce y la Universidad de Mar del Plata: Pedro Gómez estaba a cargo de la dirección regional y Guillermo Joandet, de la dirección de la Estación Experimental Agropecuaria Pergamino. Todos sabían lo que la Universidad significaba en términos de potencialidad”, destacó, coincidiendo con Calzolari en que la constitución de la Unidad Integrada UNNOBA- INTA fue un hito clave en la historia institucional.

“Por el otro lado, el acercamiento con el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas 'Doctor Julio Maiztegui', de la mano de la doctora Delia Enria, marcó otro camino virtuoso que contribuyó al fortalecimiento de la UNNOBA”, añadió.

La exdirectora de la ECANA subrayó el peso que la política tuvo en el proceso de creación de la UNNOBA y mencionó el trabajo realizado por el intendente de entonces, Héctor Gutiérrez, la diputada nacional Rosa Tulio y otros tantos dirigentes que hicieron, no solo las gestiones para que este proyecto se concretara, sino que acompañaron la consolidación de la Universidad. “Por supuesto que también hubo resistencias, pero el peso institucional de la UNNOBA y el apoyo de estas instituciones y actores de la vida pública local y regional fueron vitales”, destacó.

El edificio de la ECANA fue inaugurado en octubre de 2013.

En lo académico, Adriana Andrés refirió que, desde los comienzos de la Escuela, el imperativo fue “construir la Universidad en el territorio” y para ello se trabajó mucho con el Centro Regional Universitario de Junín y Pergamino en la conformación de las carreras: “Todas se armaron sobre la base de los estándares existentes y con una mirada muy atenta de las necesidades del medio productivo”.

En este punto, consideró que la inauguración del edificio de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales fue un hecho trascendente, por cuanto “una vez normalizada la Escuela, se jerarquizó, no solo por tener sus autoridades electas, sino por la existencia del edificio que cristalizaba una presencia institucional y una identidad propia”.

“La sede de la ECANA cristalizó el anhelo de toda la ciudadanía y redundó en el crecimiento de la matrícula y la consolidación de la oferta académica”, agregó.

Las actividades académicas se consolidaron con el paso de los años.

La confianza comenzaba a construirse y las dudas que al comienzo generaban las alternativas de inscribir a los chicos en la UNNOBA o enviarlos a estudiar a otras ciudades con más historia universitaria, comenzó a disiparse. La UNNOBA se transformó en la primera opción para la comunidad de una amplia región, e incluso de zonas geográficamente más alejadas.

Al poco tiempo de haber normalizado la Escuela y de habernos integrado al trabajo en redes universitarias comenzamos a advertir que la UNNOBA comenzaba a quitarle matrícula a otras universidades para Agronomía, la primera carrera que logró acreditarse”, comentó Andrés.

“Creo que las alianzas establecidas y las decisiones políticas tomadas colaboraron en ese voto de confianza inicial. Después la UNNOBA comenzó a ser una referencia en el contexto nacional por su impronta de calidad”, opinó. Y prosiguió: “En este proceso confluyó un anhelo de la comunidad. No era solo la Universidad en el territorio, era la fuerza de una comunidad y el prestigio de sus instituciones acompañando su crecimiento”.

 

ntes de las carreras de Ciencias de los Alimentos puedan vincularse con la investigación y la práctica profesional futura.

Junín es que los estudiantes de las carreras de Ciencias de los Alimentos puedan vincularse con la investigación y la práctica profesional futura.

En esta primera etapa del proyecto se construyó un laboratorio de física, otro de química y un tercero de análisis sensorial. También se erigieron tres aulas para 40 personas, otra para 80 y un aula magna con capacidad para 230 asistentes.

 

 

El predio Manuel Belgrano (exArgenlac) representó la construcción de otro espacio de actividad para la ECANA, especialmente, para las carreras de Ciencias de los Alimentos. Consta de tres laboratorios (de física, de química y de análisis sensorial de alimentos), además de cuatro aulas.

El imperativo de ir por más

En lo personal, tanto la actual directora de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales como los primeros directores que tuvo esta unidad académica coincidieron en remarcar que pocas veces en la vida se tiene la oportunidad de participar de la instancia de creación de una Universidad pública. Esa experiencia fundante representó para ellos un enorme aprendizaje que les confiere una mirada respecto de cuáles son los desafíos. En ese plano, acuerdan en que, si bien el recorrido es satisfactorio, los procesos de construcción de la educación no terminan nunca. Por el contrario, se refundan y redefinen, sin perder de vista la medida de la calidad como premisa que impulsa a seguir formando, desde el corazón productivo del país, generaciones de profesionales y ciudadanos comprometidos.

La ECANA es un ámbito de formación y también de reflexión sobre temas inherentes al desarrollo.

Los desafíos de la ECANA y de la Universidad en su conjunto siguen siendo muy dinámicos y se inscriben en la necesidad de sostener las metas alcanzadas y transitar nuevos caminos, sabiendo que estamos inmersos en un mundo atravesado por problemáticas complejas. Se necesita creatividad para seguir trazando esas líneas estratégicas que nos mantengan a la altura de lo que la sociedad demanda de nosotros”, concluyó la doctora Virginia Pasquinelli, en una apreciación compartida por quienes la antecedieron en la tarea.


Fiebre Hemorrágica Argentina, en alerta

 

 

Por Lorena Berro

La Fiebre Hemorrágica Argentina (FHA), conocida como “Mal de los Rastrojos”, es una enfermedad endémica no erradicable, porque el agente que la produce está presente en la naturaleza. Aunque a menudo se la considera equivocadamente como “una enfermedad del pasado” o privativa de los trabajadores rurales, esto no se condice con la realidad que muestra que los casos ocurren anualmente, incluso por fuera de las provincias que conforman el área endémica, constituyendo escenarios que exigen una vigilancia exhaustiva y un manejo adecuado de los cuadros clínicos.

Aunque habitualmente se reportan casos de esta zoonosis, este año la provincia de Buenos Aires experimenta un aumento exponencial señalado por las propias autoridades sanitarias como “el más importante de la última década”. Esta situación ha puesto a la totalidad del sistema en alerta y desde el Programa Nacional de Prevención y Control de la Fiebre Hemorrágica Argentina se han impulsado una serie de acciones orientadas a favorecer que las provincias mantengan activa la vigilancia e incentiven la vacunación. Al mismo tiempo, se promueve la donación de plasma inmune, un elemento presente en la sangre de personas que han tenido la enfermedad y se recuperaron.

Fruto del trabajo de la ciencia, es una de las pocas enfermedades virales para las que existe una vacuna preventiva y un tratamiento efectivo. Sin embargo, hay un importante porcentaje de la población que vive o trabaja en el área endémica que aún no ha recibido la vacuna Candid #1. También siguen produciéndose muertes, a raíz de que muchas veces se llega tarde al diagnóstico y esto dificulta la administración de plasma inmune, único tratamiento disponible y probadamente efectivo si se recibe antes del octavo día de inicio de los síntomas.

En una entrevista realizada por Gricelda Incerti en el Programa "Todo es ciencia" de UNNOBA Radio, Anabel Sinchi, jefa del Servicio de Educación para la Salud y Ética Médica del Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas “Dr. Julio Maiztegui”, y miembro integrante del Programa Nacional de Prevención y Control de la Fiebre Hemorrágica Argentina, que coordina esa institución, describió la situación actual y apeló a la vacunación con Candid #1. Refirió la importancia que tiene la sospecha clínica temprana para facilitar la administración de plasma inmune.

“El área endémica de Fiebre Hemorrágica Argentina está delimitada por el norte, centro y sur de Buenos Aires, noreste de La Pampa, sur de Córdoba y el sur de la Provincia de Santa Fe. Esa es la zona endémica clásica de esta enfermedad, donde todos los años tenemos casos”, refirió Sinchi, señalando que el promedio anual es de entre 15 y 50 casos para la totalidad del área endémica.

En este punto remarcó que habitualmente los casos son aislados y no ocurren siempre en las mismas localidades, por lo que muchas veces la población no se entera. “Esta es una zoonosis y tenemos que tratar que los casos sean los menos posibles y en un número que la salud pública pueda manejar”, resaltó.

“Pero lo que tiene que quedar claro es que la Fiebre Hemorrágica no se va a poder erradicar, por lo menos no con la tecnología disponible hoy, porque es una enfermedad que está en la naturaleza”, planteó.

“Si el ser humano está en contacto con el reservorio del virus, puede contagiarse”, advirtió, aunque resaltó que “existe la vacuna Candid #1, que se produce en el Instituto Maiztegui y se distribuye a las provincias, que es altamente efectiva para prevenir la enfermedad”.

—¿El comportamiento de la enfermedad es similar al de años anteriores? ¿Se puede hablar de un brote por la cantidad de casos?

Tenemos un año con una alta incidencia de casos. De las cuatro provincias que conforman el área endémica generalmente hay tres que presentan más casos todos los años, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. En la última década la mayor cantidad se había concentrado en Santa Fe y este año observamos un número alto en la Provincia de Buenos Aires, específicamente en el Partido de San Nicolás, sobre todo en las localidades de San Nicolás y La Emilia. Eso por supuesto genera una alerta en todo el sistema sanitario.

—¿A qué razones puede atribuirse el incremento del número de casos en esta zona?

Se está investigando todo el tiempo. Nosotros monitoreamos la enfermedad de manera permanente junto a las provincias y a las autoridades nacionales. Lo diferente que se ha notado este año, es que hay un aumento de la población reservorio del virus. Esto ha sido advertido por el equipo de trabajo de campo y por las capturas de roedores que se están haciendo. Al haber mayor población de roedores, crece la posibilidad de que aquellos que están infectados transmitan el virus a otros roedores y a las personas que entran en contacto con ellos. Entendemos que lo que está pasando puede estar vinculado con eso.

La vacunación, una tarea

—¿Cuál es la respuesta de la comunidad a la vacunación?

La vacunación es competencia de las autoridades sanitarias de cada provincia y el proceso es dificultoso porque si bien es una vacuna de calendario indicada para todas las personas de más de 15 años que viven o trabajan en el área endémica, es difícil vacunar a la población adulta. Esto no solo sucede para esta vacuna. Tenemos un alto porcentaje de la población adulta que no se vacuna regularmente, a diferencia de lo que sucede con la población pediátrica. La vacuna Candid #1 es un logro de nuestro país, se fabrica en el Instituto Maiztegui, es altamente efectiva y está disponible en forma gratuita.

—¿Tiene alguna contraindicación la vacuna? ¿Cómo convive con la administración de otras vacunas?

Candid#1 es una vacuna a virus vivo atenuado, esto quiere decir que hay que tener algunas precauciones al momento de colocarla, como con otras vacunas a virus vivo o atenuado. Las personas que tienen problemas inmunológicos, están tomando corticoides, medicación inmunosupresora o padecen enfermedades crónicas o agudas, deberían consultar previamente con el médico tratante para asegurarse que su estado inmunológico sea el adecuado para vacunarse. Esta vacuna está contraindicada en embarazadas o mujeres que estén amamantando y solo puede aplicarse en mayores de 15 años. Pero el resto de la población puede recibirla sin inconvenientes, es una vacuna segura y efectiva en la prevención de esta enfermedad potencialmente grave. Lo ideal sería que todas las personas que viven o trabajan en el área endémica estén vacunadas. Uno dice: “Yo vivo en el centro, no me voy a contagiar”, porque asocia la enfermedad con el ámbito rural, cuando en verdad esto no es así.

Baja percepción del riesgo

—¿Hay una percepción equivocada respecto de la enfermedad y sus escenarios de transmisión?

Sí. Si bien es verdad que el reservorio es un roedor silvestre que está en el medio rural, no menos cierto es que las personas también tienen exposiciones ocasionales en el medio periurbano o rural y allí es posible que se produzca el contagio.

—¿Esta baja percepción del riesgo hace que sea dificultoso también sospechar de Fiebre Hemorrágica Argentina al momento del diagnóstico?

Precisamente, a veces es difícil el diagnóstico porque no se sospecha de la enfermedad y la persona no se percibe a riesgo. Esto dificulta la posibilidad de tratar al paciente con plasma ante la sospecha clínica y antes del octavo día de inicio de los síntomas, que es la ventana en que el tratamiento resulta efectivo. Muchos casos de los que se reportan se dan en el área urbana, donde la persona no presume el contagio ni recuerda que quizás fue a la quinta de un amigo, o se detuvo al costado de una ruta, escenarios donde pudo haber estado en contacto con el reservorio del virus. Al enfermar, a veces en el sistema de salud tampoco se sospecha de Fiebre Hemorrágica Argentina y se llega tarde al tratamiento. Lo lamentable es que por esta razón algunas personas mueren, y eso es lo que tenemos que evitar. Todos los años tenemos fallecidos por Fiebre Hemorrágica Argentina.

—¿Cuáles son los síntomas de esta enfermedad?

La Fiebre Hemorrágica comienza como un cuadro gripal, con fiebre, decaimiento, malestar general. Ante un síndrome febril inespecífico sin compromiso de la vía aérea superior debe sospecharse de Fiebre Hemorrágica Argentina y acudir al médico que, según su criterio, va a pedir un laboratorio clínico para tener un recuento de glóbulos blancos y plaquetas, entre otros y la va a pensar junto a otros diagnósticos diferenciales, si encuentra alguna anomalía en esa prueba.

—La detección temprana de la enfermedad es esencial entonces…

Claro, el plasma inmune debe administrarse en forma temprana ante la sospecha clínica. Es importante saber que el diagnóstico de laboratorio va a llegar después. En la práctica reciben plasma más personas de las que después en realidad se confirman como casos de FHA. Hay otras enfermedades que se presentan con síntomas parecidos, pero ante la sospecha y los días de evolución del cuadro, si no se cuenta con otro diagnóstico alternativo, hay que administrar el plasma.

—¿Cuál es el mensaje a la comunidad en el contexto epidemiológico actual?

Como comunidad debemos estar alertas, y ante la aparición de síntomas compatibles con FHA acudir al médico y evitar la automedicación. Las medidas de prevención pasan por cumplir con las medidas de saneamiento ambiental, cuidar la higiene de patios y jardines, evitar el contacto con roedores, lavarse las manos con frecuencia y utilizar elementos de protección al momento de transitar o trabajar en ámbitos rurales o periurbanos. Y por supuesto, la vacunación con Candid #1.

El plasma

—Ha mencionado la importancia de la administración de plasma ante la sospecha clínica de la enfermedad. ¿Cómo se obtiene?

El plasma se obtiene de personas que tuvieron Fiebre Hemorrágica Argentina, se recuperaron y se acercan a donar este insumo que resulta vital. Este es un tratamiento probadamente efectivo que logró disminuir la mortalidad por FHA de manera significativa.  Hay una red de bancos de plasma interjurisdiccional que se nutre de la donación voluntaria de muchas personas. El plasma es un recurso finito porque haber reducido la incidencia de la enfermedad hace que no haya muchos pacientes y que, por consecuencia, no sea elevado el número de potenciales donantes. Antes había entre 100 y 400 casos por año y el universo era más amplio. Hoy ese número es menor y además no todas las personas que se recuperan de la enfermedad pueden donar, hay que evaluar su cantidad de anticuerpos y su estado general de salud, es decir que hay una serie de requisitos que se deben reunir. Por eso decimos que es un recurso escaso. Hay quienes donan hasta cuatro veces al año y lo hacen con mucho compromiso porque saben ciertamente que de esa actitud solidaria de ellos depende la vida de otras personas. Tienen mucha conciencia respecto de la importancia de la donación y nuestro agradecimiento a cada uno de ellos es infinito.

—¿Existen campañas de promoción de la donación de plasma?

Sí, permanentemente se procura poder incrementar el número de donaciones. Si alguna persona tuvo Fiebre Hemorrágica Argentina y se recuperó, les pedimos que se comuniquen con el Instituto Maiztegui si no han sido citados en los últimos dos años. Si bien nosotros tenemos los listados y los contactamos habitualmente, algunas personas se mudan o cambian su número de teléfono y se nos hace difícil ubicarlos. Quienes puedan donar y quieran hacerlo, pueden llamar al 02477-424494, 429713 o 429714, que desde el INEVH los pondremos en contacto con el centro de donación más conveniente, según su lugar de residencia.

Diseño: Laura Caturla


El posgrado en la región, una realidad tangible

Por Lorena Berro

Este artículo forma parte de una serie de notas vinculadas a los 20 años de la UNNOBA. En esta ocasión se aborda la evolución del posgrado desde la voz de quienes han tenido responsabilidades de gestión.

La universidad cambia la vida de las comunidades en distintas dimensiones y el establecimiento de la UNNOBA en la región del noroeste bonaerense no fue la excepción. Al desafío de instalar su oferta académica de grado, durante los primeros años de vida institucional, se impuso la necesidad de crear el Instituto de Posgrado y, con esa decisión, propiciar el dictado de cursos y carreras que permitieran la continuidad de los estudios superiores y el acceso a alternativas de formación más allá del grado. Hasta entonces, los profesionales de una amplia zona debían viajar o incluso establecerse en grandes centros urbanos para acceder a una oferta de educación de posgrado de calidad. En algunos casos, referir en el exterior para alcanzar un doctorado.

Por la presencia de instituciones científicas de prestigio (como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, INTA) había algunas experiencias que acercaban cursos y entrenamientos, pero solo en campos muy específicos del conocimiento. Transcurridos veinte años de la creación de la UNNOBA y trece del funcionamiento del Instituto de Posgrado, hoy la posibilidad de realizar cursos no estructurados o carreras de maestrías, especializaciones y doctorado es una realidad que muestra cómo aquel sueño colectivo de contar con una universidad pública, propicia desarrollos y condiciones que nutren a la comunidad y la hacen crecer de la mano del conocimiento, en una alianza virtuosa.

Una hoja de papel en blanco

María Rosa Depetris fue la primera directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA y quien tuvo a su cargo la tarea fundante. “Fue como encontrarme frente a una hoja de papel en blanco que tenía que completarse con normativas y propuestas académicas que fuesen pertinentes y necesarias para la región”, refirió, recordando aquellos primeros pasos dados en 2009, cuando se creó el Instituto.

“Fue un enorme desafío no solo para mí, sino para la Universidad. En ese momento la formación de grado ya estaba consolidada y era necesario complementarla con el posgrado. Pero, además, era preciso instaurar una cultura del posgrado no sólo hacia los graduados de la UNNOBA, sino hacia aquellos profesionales residentes en la región y que provenían de otras universidades”, señaló Depetris.

En las instancias iniciales, conjuntamente con la Secretaría Académica de la Universidad, se elaboró la normativa de funcionamiento del Instituto y su correspondiente aprobación por parte del Consejo Superior. Cada Escuela realizó las propuestas de carreras, como así también de los cursos en distintas áreas del conocimiento.  La primera oferta académica comenzó en 2010 y tuvo en cuenta la demanda nacional, pero con especial atención a las necesidades de la región.

La organización y acreditación de las carreras fueron las tareas fundantes.

Depetris remarcó la acreditación de las especializaciones y maestrías por parte de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), como uno de los retos más importantes de esa instancia inicial. “Otro desafío fue poder contribuir a la actualización, capacitación y perfeccionamiento de los profesionales, como así también a la formación de recursos humanos a través de propuestas académicas dirigidas a esclarecer y profundizar los temas políticos, económicos y sociales contemporáneos, a través de una oferta seleccionada y de calidad”, sostuvo.

La primera directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA consideró que, a trece años de su creación, la evolución y fortalecimiento del posgrado en la UNNOBA es “evidente” y mencionó el aumento sostenido de la matrícula y la consolidación de su oferta como fortalezas. “Esto se ha dado en un contexto en el que los posgrados en Argentina han tenido una gran expansión”, resaltó y con una mirada sobre el conjunto del sistema universitario, planteó: “Las universidades están llamadas a innovar en su quehacer de forma tal que su existencia responda a las necesidades y desafíos, de manera pertinente, oportuna y de calidad. Las áreas de posgrado deben liderar y acompañar procesos de cambio desde su propia gestión”.

En este sentido, valoró el trabajo desarrollado por la UNNOBA, por cuanto “responde a esas demandas y contiene, además, una adecuada capacidad de articulación con los sectores productivos”. Frente a una hoja que ya no está en blanco y, a título personal, María Rosa Depetris celebró el haber podido ser parte de la vida institucional de la UNNOBA: “Fue una de las experiencias más enriquecedoras por lo que significó el haber tenido la posibilidad de sentar las bases de un área que continuó creciendo y fortaleciéndose. Y por haber sido parte de una institución que no cesó en apostar al crecimiento”.

Consolidar el rumbo

Silvina Sansarricq sucedió a la primera directora del Instituto de Posgrado en 2015 y su gestión consolidó el rumbo trazado inicialmente. “El desafío se centró principalmente en la revisión del funcionamiento del área en relación a las normativas, los circuitos y también de la agenda propuesta”, señaló. En esta línea comentó que, como las carreras de posgrado requieren de la acreditación de la CONEAU, parte de la gestión se orientó a ordenar la información para las acreditaciones, de modo de “facilitar los procesos de evaluación de las carreras en lo referido a la descripción de la estructura de la Universidad”.

La exdirectora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA, remarcó que en la consolidación del posgrado resultó vital la articulación con empresas e instituciones radicadas en el territorio: “Las carreras de posgrado requieren de un cuerpo de profesores que tengan titulaciones equivalentes a las que se ofrecen y, en este aspecto, la presencia previa de instituciones como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas “Doctor Julio Maiztegui" (INEVH) y empresas privadas vinculadas a la agroindustria, como Rizobacter, fue generando una masa crítica integrada por profesionales de reconocida trayectoria y experiencia en docencia e investigación que constituyó una fortaleza para dar los primeros pasos en el posgrado”.

Silvina Sansarricq recordó que el primer posgrado de la UNNOBA fue la Especialización en Gestión de la Innovación y la Vinculación Tecnológica que se formuló en al marco del Programa de Formación de Gerentes y Vinculadores Tecnológicos del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación. “La participación en el proyecto, el diseño y desarrollo de la especialización fue posible porque la UNNOBA contaba en su claustro con profesores que tenían el perfil requerido por la carrera. De hecho, el Consejo ad hoc estuvo integrado por un representante de Rizobacter”, comentó.

El primer posgrado de la UNNOBA fue la Especialización en Gestión de la Innovación y la Vinculación Tecnológica.

En el mismo sentido mencionó la creación de la Maestría en Prevención y Control de las Zoonosis, gracias a la vinculación con el Instituto Maiztegui, y resaltó la radicación de profesores investigadores de otras disciplinas para la atención de áreas de vacancia, lo cual dio lugar a la creación de otras carreras para la formación de los primeros graduados de la UNNOBA, por ejemplo, la Maestría en Gestión del Diseño y la Innovación.

En coincidencia con la reflexión de María Rosa Depetris, Sansarricq, quien se desempeña actualmente como vicerrectora de la Universidad Nacional de San Antonio de Areco (UNSAdA), consideró que “en estos veinte años se ha hecho un gran trabajo”.

La Maestría en Prevención y Control de las Zoonosis fue ejemplo de una alianza virtuosa.

“Las primeras estrategias estuvieron bien orientadas y el esfuerzo colectivo dio muy buenos resultados, dado que el posgrado ofrece carreras de especialización, maestrías y un doctorado, además del conjunto de cursos de posgrado no estructurados“, consideró.

Sansarricq destacó que “la UNNOBA tiene un acervo científico y tecnológico que se está consolidando progresivamente y cuenta con un núcleo de personas muy comprometidas con el desarrollo del posgrado". “Creo que potenciar la articulación entre posgrado e investigación continúa siendo un desafío para seguir contribuyendo desde la Universidad al desarrollo del territorio”, opinó.

El presente

Adriana Andrés es la actual directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA. Su mirada sobre la evolución que ha tenido el área es retrospectiva y auspiciosa. “Como todas las universidades nuevas, el posgrado comenzó de cero, con cursos no estructurados que ofrecieron una variada propuesta de formación continua para profesionales y esa fue la base para contar, luego, con carreras propias”.

“Sabíamos que había una demanda de nuestros propios docentes investigadores y de profesionales externos a la Universidad, y estuvimos muy atentos a esas necesidades para sentar las bases del Instituto. Desde aquel momento y hasta el presente, la evolución ha sido virtuosa y la oferta de posgrado de la UNNOBA creció en número de carreras y cursos, siempre con la premisa de la calidad”, expresó.

“Con el paso de los años, la sociedad científico-tecnológica y el medio productivo fueron teniendo otras demandas y el posgrado tomó cada vez más importancia, porque hoy en las distintas áreas disciplinares resulta imprescindible tener una Maestría, Especialización o Doctorado. Eso empujó a fortalecer la oferta”, prosiguió.

 

Con el paso de los años la demanda de posgrado creció y la UNNOBA acompañó ese proceso con nuevas propuestas.

En sintonía con quienes la antecedieron en la gestión, Adriana Andrés destacó la vinculación estratégica de la Universidad con actores de su comunidad para la creación y consolidación de propuestas de posgrado. En ese sentido, recordó algunos hitos: “La relación con el INTA ayudó mucho a definir las prioridades en el área de Ciencias Agrarias. También el contacto con otras universidades fue vital para el desarrollo de algunas carreras, como la Maestría en Bioinformática y Biología de Sistemas, que se dicta con la Universidad Nacional de Quilmes. Para las ingenierías, en tanto, el vínculo con otras universidades fue central, lo mismo que el haber podido tomar la experiencia y el conocimiento que tenían nuestros docentes de las carreras de diseño para impulsar la Maestría en Gestión del Diseño y la Innovación”.

“De la mano de alianzas estratégicas también se construyó una especialización que fue muy importante, que luego pasó a ser Maestría, que fue la de Gestión de la Innovación y la Vinculación Tecnológica, un campo en el que había una importante demanda del sistema científico y tecnológico”, abundó.

La relación con otras universidades fue clave. Un ejemplo es la Maestría en Bioinformática y Biología de Sistemas. 

“Otros socios estratégicos fueron los municipios. La Maestría en Energías Renovables y su Gestión Sustentable, por ejemplo, surgió por demanda de los gobiernos locales, empresas e instituciones que necesitaban ofertarles a sus profesionales herramientas para la toma de decisiones”, puntualizó.

Con la misma impronta, la Maestría en Prevención y Control de las Zoonosis surgió gracias a la alianza con el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas “Doctor Julio Maiztegui” y el Hospital Muñiz. “En la figura de Delia Enría y Alfredo Seijo había un diagnóstico de cuál era la demanda que existía en la región y a nivel nacional en materia de zoonosis. Ellos pusieron toda su expertise, se acercaron a la Universidad y pudo armarse la carrera”, detalló.

“Nuestros socios han sido cruciales en la consolidación del posgrado. Así fueron creciendo nuestras carreras, fruto de la conjunción de vinculaciones estratégicas, de docentes propios que se fueron formando, de las potencialidades que teníamos en investigación y desarrollo, y de una escucha atenta de las necesidades, no solo de la región, sino del país”, sostuvo.

Convencida del cambio que generó la presencia de la UNNOBA, recordó que antes de su creación, para realizar una carrera de posgrado había que irse a Buenos Aires, Rosario o Córdoba e, incluso, al exterior, porque los doctorados no se obtenían en Argentina (recién en el año 1991 las universidades argentinas empezaron a acreditarlos).

"Previo a la UNNOBA, el posgrado como tal no estaba instalado en la región”, comentó y refirió, como antecedente, la Maestría en Mejoramiento Genético Vegetal que dictaba originalmente el INTA con la Universidad Nacional de Buenos Aires (en Castelar) y que luego comenzó a dictarse en la Estación Experimental Agropecuaria Pergamino, a través de un convenio con la Universidad Nacional de Rosario. “Esa fue la génesis del posgrado. Luego, con la creación de la UNNOBA y la conformación del Instituto de Posgrado, la oferta creció de manera exponencial y se consolidó”, destacó.

La coronación del trabajo

La actual directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA definió la creación del Doctorado en Mejoramiento Genético como “la coronación del trabajo realizado a lo largo de los años, no solo por el Instituto, sino por los docentes e investigadores que han desarrollado líneas muy valiosas. Porque sin investigación, no hay posgrado. El Doctorado representa la síntesis de vínculos virtuosos”.

El Doctorado en Mejoramiento Genético se creó en 2019 y la primera cohorte comenzó al año siguiente.

En relación a la posibilidad de contar con otros doctorados, observó un futuro prometedor, aunque reconoció que “estas carreras no se crean con tanta facilidad”. “En la medida que las maestrías crezcan, otros doctorados seguramente partirán de esas carreras. Del mismo modo, si los cuerpos de docentes investigadores crecen en líneas no exploradas, se podrán conformar nuevas propuestas”.

Las tres funcionarias que se desempeñaron en la gestión del Instituto de Posgrado de la UNNOBA coincidieron en resaltar el posicionamiento de la institución en el concierto de otras Universidades. “Entre las Universidades jóvenes estamos en los mejores lugares porque no es fácil, con tan pocos años, consolidar la oferta de posgrado”, planteó Adriana Andrés. Y continuó: “Las carreras no solo requieren acreditación, sino que son sometidas a procesos de revisión constantes que aseguran la calidad y señalan el camino en la generación del conocimiento presente y futuro”.

En el marco de los 20 años de la UNNOBA se realizó el primer acto de colación de posgrado.

Un futuro promisorio

En relación al futuro, la actual directora del Instituto destacó que “la hoja de ruta ya no está en blanco”. Hemos empezado a escribir una historia que nos trasciende y nos pone en un lugar de responsabilidad y compromiso. Estamos llamados a observar la demanda, diseñar propuestas pertinentes y de calidad y ofrecer respuestas, sabiendo que ellas serán las herramientas con las que nuestros estudiantes de posgrado enfrentarán el futuro”, sintetizó Adriana Andrés.

Muchos profesionales no se van, ya que eligen hacer su carrera de posgrado en la UNNOBA. Otros llegan a la región para formarse. Aquí investigan y generan conocimientos. Ese es el testimonio del valor de la universidad pública comprometida con su sociedad”, añadió.

Diseño: Laura Caturla


Educación: crear un nuevo contrato

Por Lorena Berro

La pandemia generada por la irrupción del virus SARS-CoV-2 y sus variantes tuvo impacto en todas las dimensiones de la vida y la cuestión educativa no ha sido la excepción. En 2020, la interrupción de las actividades presenciales para evitar los contagios y la prolongación en el tiempo de esta medida hizo que la propia dinámica de las instituciones de educación en todos sus niveles cambiara. Los contenidos migraron a la virtualidad y un nuevo modo de enseñar y aprender se impuso como necesidad en la búsqueda de mitigar el impacto. Con el paso de los meses, el debate educativo se instaló como nunca antes en la agenda social y las consecuencias de esta situación tan extraordinaria como disruptiva comenzó a mostrar un saldo preocupante en términos de calidad educativa.

Transcurridos dos años del inicio de la emergencia sanitaria y en el contexto de una pandemia que aún no ha terminado, algunos aspectos de este debate están llamados a no perderse porque del balance que pueda hacerse de esta experiencia seguramente surgirán las estrategias que permitirán transformar la crisis en oportunidad y establecer un nuevo contrato educativo.

A lo largo de este tiempo, en varias de sus intervenciones públicas el rector de la UNNOBA, Guillermo Tamarit, ha definido a la educación como “un tema vital”, planteando la necesidad de transformar el trabajo por la educación en "la gran epopeya del futuro". En una entrevista con El Universitario, la máxima autoridad de la UNNOBA trazó un balance de la experiencia vivida y, aunque valoró positivamente las respuestas brindadas por la Universidad y el esfuerzo realizado por el conjunto de la comunidad universitaria para adaptarse a situaciones tan novedosas como complejas, instó a persistir en la tarea de “rescatar a aquellos que quedaron fuera del sistema y a resolver las disparidades que generó este proceso”.

En la entrevista, el rector de la UNNOBA reflexionó sobre el retroceso educativo que sufre la Argentina.

En términos sociales, exhortó a “habilitar una nueva conversación sobre la educación” que vaya más allá de la metodología y que apunte a recuperar el rol de la escuela como ese espacio que brinda mejores capacidades y habilidades, no solo para la inserción en el mundo del trabajo sino para el desempeño en la vida.

—¿Cuál considera que ha sido el impacto que la pandemia ha tenido hasta el momento en términos educativos? 

La pandemia nos presenta dos caras, por un lado, ha habido una muy buena respuesta de todo el sistema y un esfuerzo por sobrellevar la situación en condiciones novedosas. Evidentemente, en términos de la emergencia, la respuesta resultó adecuada. Y por otro lado, lo que vamos viendo es un fracaso académico.

—¿Cuáles son los indicadores que permiten aseverar esta apreciación?

En el Colegio Secundario de la UNNOBA tenemos datos concretos: la mitad de los estudiantes no ha completado adecuadamente el ciclo y eso nunca nos había sucedido antes. La suma de dos períodos académicos en esta circunstancia muestra un retroceso muy importante en términos educativos. En el resto del sistema de educación superior valoramos mucho el esfuerzo de docentes, no docentes y estudiantes, pero observamos que hay carencias. Quedó muy desbalanceado lo presencial y lo virtual, sobre todo en las actividades prácticas. Todo esto no implica solo quedarnos con lo malo, sino hacer este balance para tomar impulso y reparar la situación.

—¿Considera que haber centrado el debate educativo en la discusión virtualidad-presencialidad impidió prever estos resultados?

—Creo que, como pasa sobre todo en períodos de crisis, nos vamos enamorando de las soluciones. Cuando uno hace el balance, la respuesta fue adecuada, porque, aunque hubo limitaciones, en muy poco tiempo pudimos transformar la metodología y seguir dando clases. Pero, también vimos que eso tenía límites de todo tipo, no sólo en términos de acceso a la tecnología, sino respecto de lo que significa la educación superior, en la que la presencialidad tiene una centralidad tal que esta experiencia dejó en evidencia.  

—Con el insumo de esta experiencia, ¿qué lugar considera debe ocupar la virtualidad en la educación superior?

—Esto no significa que tenemos que "tirar la virtualidad por la ventana", sino ver cómo la balanceamos. Muchas herramientas de la virtualidad han llegado para quedarse y hay mucho trabajo por hacer en este campo. Ahora bien, crudamente, nuestro balance refiere a que en materia de educación superior nosotros no podemos validar cosas que no se tienen. Algo que en otras instancias y otras jurisdicciones se hace, de que entendiendo el contexto los alumnos sin tener los contenidos igual pasan de año, en la educación superior es inimaginable.  Entonces hay que pedir un esfuerzo y en condiciones que son injustas. Por supuesto que los estudiantes no son los responsables de esta situación, pero son los que van a tener que hacer un esfuerzo adicional para que podamos constatar que tienen los conocimientos, las habilidades y las competencias que decimos que tienen, porque esta es la trampa que no se puede hacer.

—¿Cuál es el esfuerzo que deben hacer los docentes para recuperar esa centralidad y de qué manera esto se puede lograr?

—Institucionalmente, la Universidad debe habilitar una nueva conversación, un nuevo contrato educativo. Nosotros teníamos un contrato que era la presencialidad. La realidad lo modificó y hubo un consenso en que esto tenía que ser modificado. Ahora tenemos que hacer un nuevo contrato, la institución, los docentes y los estudiantes. El final de este proceso no puede ser “aquí no ha pasado nada”, sino cómo recuperar aquello que no pudimos desarrollar. En esto, por supuesto, hay un rol para los docentes, para los estudiantes y hay un rol principal para la Universidad, porque lo más fácil sería "cortar" por los estudiantes y eso sería injusto. Tenemos que pensar cómo habilitamos esa conversación y elaboramos un nuevo contrato en el que el rol de los docentes es fundamental, porque son ellos los que nos pueden decir efectivamente cómo llevamos adelante la estrategia para encontrarnos con ese nuevo resultado y cuál es el esfuerzo que vamos a pedir.

Tamarit consideró necesario hacer un balance sincero sobre lo sucedido en la pandemia.

Un retroceso que se profundiza

A la par del balance institucional sobre las respuestas brindadas por la Universidad en la pandemia, el rector de la UNNOBA reflexionó sobre la realidad del conjunto del sistema educativo y apeló a la necesidad de revertir un proceso de retroceso que no se inició con la emergencia sanitaria y que muestra uno de los problemas más complejos que experimenta la sociedad argentina, de cara a sus posibilidades ciertas de desarrollo. En este sentido observó que el sistema educativo es “único” y explicó que la división en “niveles” solo opera en términos jurisdiccionales e institucionales para delimitar actuaciones, aunque "esto no nos despoja de las responsabilidades que todos tenemos en la resolución de problemas comunes”. “Nosotros concebimos al sistema educativo como único. Las trayectorias de los alumnos son únicas y poco importa si lo que sucede ocurre en la primaria, el secundario o en la Universidad”, expresó.

“Está clarísimo que en Argentina hace décadas tenemos un retroceso respecto a las expectativas que tiene la sociedad sobre el nivel educativo. No hay ningún sector que esté conforme con lo que estamos haciendo en todos los niveles”, planteó y consideró que “en esta concepción de que es un sistema único, todos tenemos que colaborar para que esas trayectorias sean lo más satisfactorias posibles”.

Con respecto a la posibilidad cierta de la Universidad de intervenir en la búsqueda de soluciones a problemas educativos que se expresan en todos los niveles, Tamarit aclaró: “La Universidad tiene una actividad específica en la educación superior y en el momento en que los estudiantes llegan, trata de ponerlos a todos en igualdad de posibilidades para que desarrollen de la mejor manera su esfuerzo. Ahora, también tiene que involucrarse con el resto del sistema y ahí creo que hay mucho por hacer”.

En este punto insistió: “Hay que entender que las dificultades que tiene la educación no son algo que les sucede a otros, no es un problema del nivel inicial, de la primaria, de la secundaria o de la Universidad. Es un problema que nos afecta a todos y, de esta manera, todos debemos intervenir en la búsqueda de las soluciones, porque a la sociedad tampoco le importa cómo dividimos metodológicamente, ni cómo asignamos las responsabilidades institucionales”.

“Sobre todo, en términos de su territorio, el conjunto de las universidades nacionales tiene mucho por hacer. Las universidades tienen un capital que no está utilizado en todo su potencial”, opinó y sostuvo que “hay que hacerlo de manera planificada porque no sirven los esfuerzos aislados que no tienen continuidad”.

Habilitar nuevos debates

—En virtud de los problemas educativos que tiene Argentina, ¿qué aspectos son los que deben discutirse?

—El debate en torno a la educación está llamado a volver sobre el principio. Hemos pasado décadas discutiendo metodologías y el enorme problema que tenemos es de contenidos básicos y elementales. Es necesario que los estudiantes puedan conocer las bases de la matemática, que puedan ubicarse en tiempo y espacio y que puedan comprender textos. Estos son los problemas que tenemos y no parece ser que estas sean las cuestiones que se pongan a menudo en el centro del debate. El problema que tenemos es que cuando los alumnos terminan el secundario no pueden acceder a un trabajo razonable de calidad, porque no tienen las competencias para hacerlo. Hay que volver a poner la discusión allí.

—¿Es una escuela que, de alguna manera, ha quedado "vieja" para brindar las herramientas para el desempeño en ámbitos cada vez más competitivos?

—"Viejo" o "nuevo" no es un término con el que yo pueda adjetivar la situación de la escuela. Lo que está claro es que no da las respuestas necesarias. Antes, un estudiante que terminaba el secundario reunía un conjunto de capacidades y se insertaba con naturalidad al mercado laboral, o seguía estudiando si quería formarse en un oficio o en una profesión. Esto ya no sucede. Hoy todas las empresas e instituciones toman evaluaciones para validar habilidades y competencias porque saben que ellas no están dadas. Evidentemente, lo que pasa es que, por diversas razones, la escuela no habilita a los estudiantes para aquello que es la promesa que le hacemos los que estamos en el sistema educativo a la sociedad, que es que cuando pasen por aquí van a tener mejores condiciones, por ejemplo, para acceder al mercado laboral. Eso no está pasando.

—El tema educativo está muy instalado en la sociedad ¿la política tiene este tema en la prioridad de su debate?

—Dicen que sí. Con la pandemia, debido al cierre de las escuelas y la conformación de grupos de padres organizados, el tema educativo ha adquirido un volumen que no tuvo durante mucho tiempo. Ahora también, por lo menos en mi experiencia, esto avanza y retrocede y seguimos reproduciendo viejos problemas. En la consideración pública, la educación no es uno de los cuatro temas de preocupación de la sociedad. Por supuesto que con el 50 por ciento de pobres y el 40 por ciento de inflación, es entendible que esto sea así. Ahora, hay que entender que si no resolvemos el problema educativo, estos condicionantes van a persistir. En la visión general, el problema existe; pero, después, cuando uno va a la visión individual y uno le pregunta a cada padre por su hijo, dicen que está bien. Jaim Etcheverry lo explica muy bien cuando dice que en este aspecto Argentina es como “un gran país de huérfanos”: nuestros hijos están bien, pero el sistema educativo está mal. ¿De quién son esos hijos donde las cosas están mal? ¿De quién son esos chicos que pasan por un sistema educativo que todos criticamos? Por eso creo que hay dos niveles en los cuales la política asume una limitación muy grande: el desarrollo y la calidad de la educación. Y, frente a ello, hay que tomar decisiones que tienen que empezar por lo elemental, tener a los chicos en la escuela, tenerlos todo el tiempo que podemos y brindarles las herramientas para la competencia personal, para que se puedan desarrollar personalmente, para que cuando certificamos sus conocimientos esto tenga que ver con la posibilidad del estudio, de la empleabilidad y con la posibilidad de desarrollarse como persona, que es para lo que uno va al sistema educativo.

El rector recordó que el sistema educativo es "único" y hay que concebirlo de ese modo al momento de hallar soluciones. Foto: Agencia Télam.

—¿Hay instancias de trabajo en esta línea que convoquen a los distintos actores del sistema?

—Sí. Hay muchas instancias. El ministro de Educación de la Nación ha planteado algunas cuestiones en esta línea de prioridades. Que vuelvan a la escuela, que estén la mayor cantidad de tiempo en ella, educándose, además. Volver a tener claro qué es la escuela y por supuesto, reparar las situaciones objetivas de pérdida, donde lo que no puede pasar es que esto quede solo sujeto a la posibilidad del alumno y su familia. La principal desigualdad no es ya el acceso a la escuela, Argentina tiene garantizada esa situación. La calidad de la educación que reciben los sectores más altos de la sociedad respecto de aquellos que están en el decil más bajo, en el análisis socioeconómico, es brutal. La desigualdad ya no se da por estar o no en la institución, se da por la calidad de la educación que se recibe. Hay que trabajar para mejorar esa calidad, que es lo que hoy está haciendo esa diferencia.


Diseño: Laura Caturla


En busca del gen

Por Lorena Berro

Nicole Pretini es egresada de la licenciatura en Genética de la UNNOBA y becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Centro de Investigación y Transferencia del Noroeste de Buenos Aires (CITNOBA). Fernanda González es docente de grado y posgrado de la UNNOBA, investigadora independiente del CONICET en el CITNOBA e investigadora en la Estación Experimental Agropecuaria del INTA Pergamino. Ambas coinciden no sólo en el ámbito de trabajo en el que investigan distintos aspectos del cultivo de trigo, sino en la pasión por el conocimiento. Desde 2007 Fernanda González es directora de un proyecto de investigación al que Nicole Pretini se sumó cuando comenzó su tesis de posgrado. En el marco de esa iniciativa que comparten con otros investigadores como Leonardo Vanzetti, Ignacio Terrile, Andreas Börner, Jörg Plieske, Martín Ganal y Marion Röder, lograron hallazgos novedosos internacionalmente.

La publicación en la revista científica Theoretical and Applied Genetics del artículo titulado “Identification and validation of QTL for spike fertile floret and fruiting efficiencies in hexaploid wwheat  (Triticum aestivum L.)” dio visibilidad a la tarea que vienen llevando adelante. Nicole Pretini fue la autora del trabajo en el que se describe el modo en que se pudieron identificar y validar segmentos genómicos que determinan la fertilidad de la espiga de trigo, un hallazgo que permite pensar en una selección por rendimiento, asistida por marcadores moleculares.

“Logramos identificar ciertos rasgos cuantitativos, que son segmentos genómicos (o QTL) dentro de los cuales se encuentran los genes asociados a una característica, en este caso la fertilidad de la espiga, que explica mucho las variaciones de potencial de rendimiento de los cultivares de trigo sembrados en Argentina”, describe Pretini.

“Usualmente el mejoramiento del potencial de rendimiento se hace de manera empírica, sembrando muchas parcelas en el campo y después de la cosecha seleccionando los cultivares de acuerdo al rendimiento obtenido. Las regiones que se identificaron y validaron en esta investigación resultan novedosas a nivel internacional por aportar herramientas para asistir molecularmente la selección, en etapas tempranas del mejoramiento”, explica González.

“Para estudiar las bases genéticas de esta característica, identificamos 'padres' con distinta fertilidad de espiga, pero similares en el resto de las características que aportan al rendimiento, con el fin de producir poblaciones conocidas como haploides duplicados que surgen del cruzamiento de esos ‘padres’”, abunda la investigadora del INTA Pergamino.

“Esas poblaciones nuevas fueron genotipadas con un chip de 90.000 polimorfismos de base única o Single Nucleotide Polymorphisms, en colaboración con investigadores del Leibniz Institute of Plant Genetics and Crop Plant Research y Trait Genetics GmbH, de Alemania”, agrega Pretini.

Con los datos obtenidos confeccionaron el mapa genético y estudiaron el fenotipo de las poblaciones, esto es, midieron las características visibles o cuantificables de las plantas. “Una vez identificadas las regiones, diseñamos marcadores moleculares tipo KASP (Kompetitive Allele Specific PCR, por su sigla en inglés) para identificar mutaciones individuales y desarrollamos nuevas poblaciones que permitieron validar la presencia y efecto de los QTL”, refiere Fernanda González.

Una larga historia

El proyecto se inició en 2007 enfocados en tratar de identificar qué características podían ser promisorias para mejorar el rendimiento potencial de los trigos argentinos adaptados al noroeste de la provincia de Buenos Aires. “Identificamos la fertilidad de espiga como una característica promisoria en nuestro germoplasma y a partir de ahí empezamos con cruzamientos para generar poblaciones que permitieran identificar las bases genéticas de esta característica”, menciona la investigadora del INTA Pergamino.

"La identificación de las bases genéticas y el fenotipado fue importante porque logramos identificar regiones dentro del genoma que estarían gobernando esta característica en nuestro germoplasma. Esto es novedoso no solo a nivel local, sino internacional, porque no hay ninguna base genética reportada para esta característica" , agrega la licenciada en Genética de la UNNOBA.

Ambas destacan que la fertilidad de la espiga es una característica difícil de medir y plantean que con marcadores moleculares se puede seleccionar esa característica en los programas de mejoramiento, sin tener que medirla desde el punto de vista fisiológico, que es algo muy complejo.

Trabajar con otros

Para algunas fases de esta investigación se establecieron alianzas externas, atendiendo a la necesidad de acceder a tecnología que no estaba disponible en Argentina. En este plano, destacan la riqueza de la experiencia y mencionan que en este tipo de trabajos es habitual recurrir a asociaciones en el exterior o calificar a becas que brindan financiamiento y posibilitan “ir más rápido en la búsqueda del resultado que se pretende hallar”.

La validación, otro hito

Un aspecto sustancial del proceso fue la validación, ya que la mayoría de los trabajos terminan en la identificación. “Para ello fue necesario obtener una población independiente, realizar cruzamientos nuevos y confirmar que la base genética estaba asociada a esta característica de fertilidad de la espiga”, resalta Fernanda González.

“En su tesis Nicole Pretini pudo obtener un producto directo para usar, una base genética identificada y validada. Es un conocimiento que ahora está disponible en germoplasma local para que los planes de mejoramiento puedan utilizar este marcador para fijar esta característica en forma temprana”, abunda la directora del proyecto.

Ir por más

El próximo objetivo de este proyecto está definido: Nicole Pretini viajará a California, Estados Unidos para trabajar en el Laboratorio de Dubcovsky (UC, Davis) en la búsqueda del gen encargado de marcar esta característica de fertilidad de la espiga.

Respecto de este proceso, Fernanda González explica: “La fertilidad de la espiga estaba dentro de un marco conceptual para entender cómo se genera el número de granos y el rendimiento en trigo. Se sabía que había variabilidad genética y algunos reportes mostraban que esta característica estaba asociada a la generación del número de granos, pero hasta el momento nadie había logrado identificar una base genética. Eso fue lo que logró el trabajo de Nicole y ahora el objetivo es achicar la región estudiada para llegar al gen”.

“Ahora que ya realizamos la validación de los QTL, vamos por la detección de un gen. Ojalá tengamos la fortuna de hallarlo y si eso ocurre, seguramente habrá otros aspectos que profundizar como estudiar qué pasa en la interacción con otros genes y abrir un abanico de posibilidades, siempre apuntando a entender el mecanismo fino que está detrás de lo que ocurre en la práctica agropecuaria real para aportar herramientas que ayuden a mejorarla y hacerla más sustentable”, acota Nicole Pretini.

Respecto de la posibilidad de identificar el gen, la investigadora graduada de la UNNOBA reconoce que “sin dudas es el sueño de cualquier licenciado en Genética”, pero aclara: “Cuando uno investiga no lo hace pensando en el logro personal, busca contribuir a la generación de un nuevo conocimiento, sabiendo que si lo logra de ningún modo esa es la línea de llegada sino más bien el punto de partida para seguir investigando”.

Un cultivo estratégico

En términos objetivos, este año la zona triguera del país tuvo una siembra récord con 6.5 millones de hectáreas sembradas y las perspectivas de cosecha son alentadoras. Argentina produce alrededor de 19 millones de toneladas de trigo, de las cuales 6 a 7 toneladas se consumen internamente y el resto se exporta. Sin embargo, este cultivo no es ajeno a los inconvenientes que generan distintos fenómenos, entre ellos, el cambio climático, el cual preocupa a productores e investigadores. Respecto de esto, Fernanda González y Nicole Pretini entienden que el desafío pasa por incrementar el potencial de rendimiento y la tolerancia a la sequía, debido a la extensión de los períodos secos que se pronostican en la región central de Argentina.

Sobre esta cuestión, González recuerda que el cambio climático viene operando desde la década del 70 y refiere que por modelos de simulación se sabe que el potencial ambiental viene cayendo. “Los programas de mejoramiento han permitido sostener ganancias en rendimiento a pesar de esta caída, pero hay que trabajar para contrarrestar el impacto futuro y hay algunas líneas promisorias en este sentido”.

Con respecto al posicionamiento de Argentina en materia de investigación, concuerdan en el buen nivel de los investigadores del país. “A pesar de todas las limitaciones que existen, la biotecnología argentina está muy bien ubicada en el concierto internacional y, en materia de ecofisiología y mejoramiento hay recursos muy formados y valiosos.  En términos de publicaciones también estamos muy bien”, sostiene González.

En este plano, asegura que lo que hace falta es dar el salto para transformar el conocimiento que surge de la investigación científica en tecnología aplicable y se mostró optimista respecto de algunos avances.

Una misma pasión

Tanto Fernanda González como Nicole Pretini tienen historias de formación y recorridos vocacionales diferentes. Una es ingeniera agrónoma y se ha especializado en cuestiones vinculadas a la ecofisiología de los cultivos; la otra eligió el terreno de la genética y profundizó sus saberes en el aspecto molecular. Sin embargo, el ámbito académico y científico representó para ellas un punto de encuentro que les permitió inaugurar este camino que transitan, motivadas por una misma pasión: investigar. Nicole Pretini cuenta que inició la licenciatura en Genética en la UNNOBA en el año 2006 y aunque siempre se sintió atraída por la genética vegetal, confiesa que fue de la mano de Fernanda González, codirectora de su tesis de grado, que descubrió su pasión por el cultivo de trigo y confirmó el aporte que su profesión podía hacer al mejoramiento de su potencial. “Ella me abrió un panorama sobre trigo que me resultó sumamente interesante y así comencé a investigar”, refiere.

“Si bien mi trabajo está orientado a la parte molecular, descubrí que la fisiología me resulta atractiva. El trabajo en este proyecto me enseñó muchas cosas, entre ellas me ayudó a entender que la interacción entre la fisiología y la parte molecular es de gran importancia para poder comprender el funcionamiento de los cultivos”, sostiene la joven investigadora y asegura que fue su formación de grado la que la orientó hacia la investigación. “Uno ingresa a la carrera sin saber hacia dónde va a ir y es de la mano de los docentes y de los trabajos que va realizando que el camino se va abriendo. El principal objetivo de la carrera de Genética en la UNNOBA es formar investigadores”, afirma.

Las dos saben, por sus experiencias, que es de la mano de esas alianzas que se establecen en el terreno de la investigación que se afianza no solo la vocación, sino el compromiso con la generación del conocimiento. Los reconocimientos que ha tenido este proyecto, declarado de interés por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, y los espacios que ha conseguido en los principales medios especializados del país, son una muestra clara de los primeros frutos de un camino que continúa y apunta a dotar a los planes de mejoramiento de bases científicas desde las cuales tomar herramientas para potenciar el desarrollo y la sustentabilidad de la zona triguera del país.

Diseño: Laura Caturla


Producir en clave de futuro

Por Lorena Berro

El mejoramiento genético se asocia al incremento de la rentabilidad de los cultivos. Sin embargo, esta ciencia aúna el trabajo de muchas disciplinas para ponerlas al servicio de potenciar el desarrollo y contribuir a la resolución de problemáticas complejas de las sociedades actuales. La producción de alimentos de calidad a costos razonables, la generación de energía, la disminución de los efectos no deseados del cambio climático son algunas de las dimensiones en las que el mejoramiento puede intervenir para aportar soluciones.

Adriana Andrés, directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA, y Guillermo Eyherabide, director del Doctorado en Mejoramiento Genético de la UNNOBA, brindaron su mirada respecto de los aportes que el mejoramiento genético vegetal y animal ha hecho en distintos campos de la actividad productiva nacional y las transformaciones que ha generado en términos de sustentabilidad, mostrando su potencialidad para abordar problemas complejos que enfrenta la humanidad.

Las definiciones antiguas del mejoramiento genético hablaban de la ciencia y el arte de incrementar la productividad de especies animales y vegetales o la uniformidad y calidad de sus productos. Esto sigue siendo cierto, pero de arte queda muy poco, relegado a la creatividad y subjetividad de los mejoradores. El mejoramiento se ha potenciado muchísimo con los avances en genética clásica, la genética molecular, la estadística y las tecnologías de la información, de manera tal que hoy podemos decir que es la ciencia que atiende el desarrollo de plantas y animales mejor adaptados para satisfacer las necesidades humanas de alimentos, fibra y energía en un marco sustentable”. Con esta apreciación Guillermo Eyherabide, describió los cambios que se han dado en esta ciencia.

En la misma línea, Adriana Andrés mencionó la evolución que han tenido las disciplinas que compromete y resaltó la importancia de fortalecer la inversión en investigación para “seguir generando conocimientos en un área estratégica para el desarrollo”.

—¿Cómo convive el mejoramiento genético con la sustentabilidad, ya que a menudo aparecen como procesos enfrentados?

—Adriana Andrés: El mejoramiento genético apunta a la sustentabilidad y aúna horizontalmente una serie de disciplinas que sirven como herramientas para lograr un producto mejorado, es decir, un cultivo que rinde más en condiciones más sustentables porque requiere menor uso de fertilizantes, o porque es tolerante a sequías o inundaciones, o porque puede desarrollarse en condiciones extremas de vulnerabilidad ambiental. El mejoramiento no compite ni está divorciado de la sustentabilidad. Todo lo contrario, trabaja en el mismo sentido de lo que pretendemos de la sustentabilidad. Hace varios años la única forma de mejorar el rendimiento de los cultivos era controlando ciertas enfermedades con fungicidas, que no eran los mejores en términos de sustentabilidad. Hoy, a través de la genética, se han logrado obtener variedades resistentes, con lo cual este divorcio que parece haber entre la genética, la biotecnología, el mejoramiento y la sustentabilidad es una falacia.

—¿El mejoramiento genético es condición imprescindible para el incremento de la rentabilidad de la producción agropecuaria?

—A.A: Hay determinadas áreas o regiones de Argentina donde hay cultivos que están adaptados naturalmente y van a seguir siendo los que predominen, porque son áreas con variables bioclimáticas que no las hacen acordes a poder introducir tecnología. Pero hay otras regiones, como la zona núcleo, donde el mejoramiento ha sido la principal herramienta para dar el salto cualitativo y cuantitativo en lo relacionado al rendimiento ya sea de fibras, granos y calidad de forrajes.

—Guillermo Eyherabide: Es impensable poder producir alimentos para una población mundial en crecimiento si no es de la mano del mejoramiento genético. Existen pocas regiones del planeta que todavía tienen áreas de cultivo inexplotada. Si observamos lo que pasó en Argentina, se nota un incremento de la producción de granos y frutos sobre una superficie que es mucho menor a la que se hubiera requerido si los rendimientos se hubieran mantenido en los índices que tenían hace cincuenta años. Esa es, entre otras cosas, consecuencia del mejoramiento genético.

—A.A: En el país, en los últimos treinta años la expansión de la agricultura mediada por las nuevas tecnologías y la soja ha desplazado la ganadería a ambientes marginales, cuyos suelos estaban colonizados por determinadas especies que no eran productivas porque los animales no podían alimentarse de ellas. A través del mejoramiento genético se ha logrado expandir las fronteras de la ganadería, logrando desarrollar variedades que se adaptan a condiciones de adversidad. Argentina tiene amplias superficies que no están exploradas y el mejoramiento genético es un proceso que, si se conduce con objetivos y finalidades claras, es exitoso y permite, cuidando el ambiente, aumentar la productividad en el área que sea.

—Se habla de mejoramiento genético y se piensa inmediatamente en la productividad, ¿hay otros aspectos en los que esta ciencia contribuye al desarrollo?

—G.E: Se habla mucho del cambio climático y no hay otra forma de enfrentarlo que adaptando los cultivos. Puede haber medidas de mitigación desde las políticas públicas, pero el mejoramiento genético puede ayudar a que los efectos indeseables del cambio climático sean menores. Si observamos que una de las causas de este fenómeno es el uso de combustibles fósiles, con el mejoramiento genético se pueden hacer cultivos energéticos; esto puede lograrse tanto con cultivos que tradicionalmente se han destinado para granos, como con cultivos herbáceos que no tienen finalidad alimentaria. Frente a la problemática mundial del cambio climático, el mejoramiento genético puede ayudar desde una doble vía: por un lado, tratando de reemplazar combustibles fósiles; y por el otro, adaptando los cultivos a las condiciones que el propio fenómeno ha generado.

En un buen lugar

Respecto del posicionamiento del país en lo que concierne al cambio climático, los investigadores, que cuentan con nutrida experiencia de trabajo en este campo de la actividad científica, coincidieron en señalar que “Argentina está en un buen lugar porque, tanto en el sector público como en el privado, y hay un fuerte trabajo en mejoramiento genético que ha tenido impacto en la producción”. “El mejoramiento genético en el país está bastante actualizado e integrado a redes globales que facilitan la ejecución de proyectos”, comentó Eyherabide.

En el plano de las necesidades, consideraron que es prioritario formar recursos humanos altamente calificados y en ese sentido señalaron que “la UNNOBA, a través del doctorado en Mejoramiento Genético Vegetal y Animal,  está dando los primeros pasos para satisfacer esta demanda”. “No hay tantos especialistas formados en mejoramiento y los avances, no solo de la genética, sino de otras disciplinas, es tan grande y se producen a un ritmo tal que exigen de un plan de estudios que los atienda específicamente”, sostuvo Adriana Andrés.

—¿El doctorado en Mejoramiento Genético Vegetal y Animal de la UNNOBA viene a cubrir esta área de vacancia?

—A.A: Indiscutiblemente sí. Nuestros alumnos mayoritariamente vienen de la actividad privada, esto está marcando la importancia que tiene la Universidad en el territorio que brinda,  a través de la carrera, la posibilidad de que muchos profesionales que hacen mejoramiento y desarrollo de semillas tengan su título habilitante.

Fortalecer lo público

La impronta de la actividad privada en el terreno del mejoramiento genético es indiscutida. Como lo es la trayectoria que algunas instituciones públicas han logrado producto del sostenimiento de líneas de investigación en condiciones que no siempre propiciaron su desarrollo. Sobre esta cuestión, Adriana Andrés y Guillermo Eyherabide resaltaron que “el peso de la inversión privada es muy significativo”. En este punto marcaron con preocupación que “en lo público no se ha invertido en investigación todo lo que hubiera sido necesario”.

Si bien reconocen que hubo instituciones como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas y algunas universidades que han apoyado proyectos, siempre los presupuestos fueron magros. Por eso consideraron que es tan importante fortalecer la inversión en investigaciones en áreas disciplinares que apoyan al mejoramiento genético y cuyos resultados no se obtienen en el corto plazo.

—¿A qué atribuyen el hecho de que los alientos a la investigación en el ámbito público no siempre hayan sido los adecuados?

—G.E: Muchas veces cuando se discute el financiamiento de la ciencia, se entiende que el mejoramiento genético apunta solo al rendimiento de los cultivos y que eso sirve solamente a los productores y se desatienden otros aspectos que son muy importantes. Erróneamente, desde esa mirada se dejan de lado otras cuestiones asociadas a cómo impacta el mejoramiento en la calidad de vida, sin importar que una persona viva en el campo o en una ciudad.

—¿Robustecer la actividad en el ámbito público es uno de los desafíos?

—G.E: Ese es uno de los desafíos. Pero la gran tarea es disponer de una articulación público-privada mucho más fuerte de la que existe hoy. Hasta ahora lo que ha ocurrido es que las instituciones públicas han ofrecido sus capacidades al sector privado; lo que hay que lograr es que los dos ámbitos se fijen metas mucho más ambiciosas que alcanzar juntos.

—¿Qué rol consideran que cabe a las universidades en esta articulación?

—A.A: Tienen un rol fundamental. En el caso de la UNNOBA, a pesar de ser una universidad joven, desde siempre apoyó la investigación en mejoramiento genético para la generación de conocimientos y el desarrollo de germoplasma. Queda mucho camino por transitar. Tenemos planificado conformar un criadero, que es la base para el registro de cultivares o variedades con patente propia. También estamos fortaleciendo nuestra infraestructura de laboratorios y formando recursos humanos. Todo esto puede contribuir al desarrollo de las empresas pequeñas a las cuales la Universidad puede apoyar desde la generación de conocimientos.

Más cerca de lo que se supone

Aunque asociado a conceptos que resultan abstractos al común de la gente, el mejoramiento genético y las disciplinas que engloba están, a juicio de los investigadores de la UNNOBA, más cerca de la vida diaria de lo que se sabe y su desarrollo tiene implicancias ciertas. A pesar de presuponer que se trata de saberes confinados a un grupo de científicos aptos para manejar complejas tecnologías, mejorar genéticamente es algo que, transforma un producto en otro para cumplir con un determinado cometido, habitualmente asociado a la calidad en un marco de sustentabilidad. Así lo expresa Guillermo Eyherabide al marcar: “La posibilidad de acceder a alimentos en cantidad y a niveles de costo razonables va de la mano de la capacidad de poder producir cada vez más respetando el ambiente”.

En este aspecto, que es quizás el más próximo a la sociedad, ejemplificó: “Algunas líneas de trabajo buscan desarrollar cultivos biofortificados, en el sentido de que sus granos o la pulpa de sus frutos tengan algunos componentes que puedan contribuir a la salud, y de este modo contribuir a resolver problemas nutricionales que existen aquí y en otras partes del mundo”.

“Estas cuestiones van a tener cada vez más importancia, en paralelo a lo que la propia población vaya demandando”, planteó Eyherabide, quien en coincidencia con la directora del Instituto de Posgrado de la UNNOBA concluyó: “El mejoramiento genético está mucho más cerca de la gente de lo que puede percibir”.

El doctorado

Como parte de su oferta de formación de posgrado, la UNNOBA dicta el doctorado en Mejoramiento Genético Vegetal y Animal. La carrera tiene cuatro años de duración y este año se abrió la segunda cohorte con la participación de profesionales de distintos lugares del país y del exterior. Los tres primeros años de cursada están destinados al desarrollo del programa académico y el cuarto a la investigación para la presentación de la tesis final.

Se trata del primer doctorado en Mejoramiento Genético Vegetal y Animal de Argentina. Otras universidades nacionales tienen trayectoria en el dictado de maestrías y doctorados en temáticas puntuales en áreas disciplinares específicas, pero no planteadas de modo integrador.

Un doctorado constituye el mayor grado académico que se confiere en Argentina y el programa de la carrera fue aprobado por la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU).

Diseño: Laura Caturla