En plural
Por Lorena Berro
La dimensión internacional de la actividad universitaria va más allá de las decisiones institucionales que una casa de estudios toma para recibir a estudiantes extranjeros para que se formen en sus aulas y cursen carreras de grado o posgrado. Las experiencias de movilidad académica aparecen como una posibilidad real de propiciar el intercambio y el contacto de estudiantes propios e internacionales no solo con conocimientos, sino con culturas diversas.
Desde su instancia fundante, la UNNOBA ha hecho de la internacionalización un eje de su política institucional y, de hecho, cuenta con un plan estratégico que otorga a estas acciones un peso específico propio.
El testimonio de estudiantes que han participado de programas de movilidad en el exterior y de jóvenes que han elegido a la UNNOBA como lugar de destino para realizar sus intercambios, aporta una mirada que exhibe con claridad el valor que tienen esas experiencias en la construcción de instituciones educativas insertas en un mundo globalizado.
Validar conocimientos y crecer
Lucas Walbrecq, de 25 años, es francés. Es estudiante de Ingeniería Industrial en el Centro de Estudios Superiores Industriales (CESI) de la ciudad de Rouen y está cursando en la UNNOBA un semestre, en el marco de un programa de movilidad que debía realizar para validar su formación. Postuló en varios lugares y eligió la propuesta que le resultó más interesante. Comenzó el 5 de agosto y finalizará el 25 de octubre. Realiza sus actividades en el Instituto de Transferencia y Tecnología (ITT) de la Universidad, donde se integró a un proyecto de investigación.
“La movilidad internacional es importante, muestra que tenés la motivación de integrarte a un programa de formación diferente y hacerlo en un país distinto al propio”, señala en un español ue se entiende a la perfección. Asegura que lo recibieron muy bien: “Aquí la gente es muy amable y me ayuda”.
Tiene en su haber otras experiencias de intercambio, pero esta es particularmente significativa porque le ha aportado conocimientos novedosos. “El proyecto en el que me inserté está orientado al área de visión artificial de imágenes y, si bien está vinculado a la agricultura, el sistema es extrapolable a otros procesos y me será de mucha utilidad en mi formación y en mi ejercicio profesional”, recalca. Y explica: “Estamos trabajando en el desarrollo de un prototipo de censado multicámara, multipropósito que pueda ser utilizado en cualquier proceso que requiera visión artificial. Conocía la lógica del sistema, pero me estoy acostumbrando a una nueva forma de programar”.
Fruto de la presencia de Lucas en la UNNOBA y de la riqueza que propone su experiencia de movilidad, estudiantes que realizan pasantías en el ITT se sumaron a la iniciativa.
Considera que, así como en su “equipaje” se llevará muchas cosas de Argentina al volver a Francia, aquí dejará también algo de él: “Tengo un punto de vista sobre las cosas que viene de otro continente. Es otra manera de trabajar que comparto con los demás”.
A poco de transitar por la experiencia, la valora positivamente. “Tuve que adaptarme y ser abierto. Cuando llegás a un lugar en el que no conocés a nadie, socializar es vital y te ayuda a crecer”.
Una vivencia transformadora
Nicolás Frigoli vive en la ciudad de Junín, es estudiante de Ingeniería en Informática y está terminando la carrera de Analista de Sistemas en la UNNOBA. Está en tercer año y en 2023 hizo una experiencia de movilidad en la Universidad Nacional de Itapúa, Paraguay. “Me encontré con una diversidad que no esperaba porque llegué a un lugar que contiene un ‘crisol de razas’. Hice amigos de distintas colectividades”, cuenta y recuerda cómo fueron los pasos que lo llevaron a ese destino: “Yo había visto en las redes que estaba abierta la convocatoria de movilidad. Pensaba que para irse afuera uno tenía que estar súper preparado en idiomas y tener un promedio de 9 o 10. Y descubrí que no era así, que había que cumplir ciertos requisitos. Yo tenía un promedio aceptable, pero no era 10. Me fui interiorizando. Y elegí, por cercanía, la Universidad Nacional de Itapúa. Quería que fuera un país limítrofe y que mis padres tuvieran la posibilidad de viajar. Iba a pasar mi cumpleaños afuera y quería que ellos estuvieran. Todas esas cuestiones fueron importantes al momento de decidir”.
“Me fui a fines de enero de 2023, por un semestre, y renové mi estadía a mitad de año”, comenta. Lo motivó el hecho de que en aquella universidad se realizan las Olimpíadas, un evento del que participa toda la comunidad universitaria: “No me las quería perder”.
Fue así que, con las autorizaciones correspondientes, se quedó durante dos semestres y, en ese tiempo, rindió y aprobó nueve asignaturas de la carrera, además de participar de actividades extracurriculares.
Comenta que durante los primeros tiempos vivió en un hotel y más tarde en casa de un compañero. La experiencia le enseñó que las relaciones sociales son mucho más importantes de lo que él creía: “Como todo estudiante de informática tiendo a ser reservado y un poco solitario. Allá tenía planes para elegir y siempre me sentía impulsado a hacer algo. Así conocí a mucha gente con la que no me hubiera cruzado de otro modo”.
“En lo académico me fue muy bien, estaba por encima de lo esperado. Descubrí que la educación argentina no era tan mala como se dice y no tuve ninguna dificultad. Al contrario, en la Facultad algunas veces me sobraba el tiempo y ayudaba a mis compañeros o hacía actividades extracurriculares. Di clases de programación y de ciberseguridad en un colegio secundario, por ejemplo”, menciona.
Además de las materias aprobadas, de Paraguay se trajo mucho. “Mayormente lo que hice fuera de la Universidad fue lo más importante, hice muchos amigos, fue una experiencia transformadora”.
Reconoce que hay ciertos prejuicios en torno a las experiencias de movilidad y que muchos de sus pares lo ven como algo difícil. Desde su vivencia, Nicolás los alienta a que se animen: “Les digo que no es tan difícil, que se inscriban sabiendo que, si cumplen los requisitos, lo más probable es que queden”.
Estar lejos cambió su concepción de la experiencia internacional y confiesa que le gustaría hacer otro intercambio. “La prioridad la tienen quienes aún no han participado, pero hay otras posibilidades, a través de otros programas e incluso de intercambios interprovinciales que no descarto. Haría otra movilidad, sin dudarlo, a donde sea. Entiendo que vale la pena”.
Lo que más le costó fue el desarraigo y el tomar contacto con otra cultura. “Comen muy pesado, la torta frita a la que llaman ‘cuerito’ pueden comerla en el desayuno y el resto del día solo tomar tereré. Piensan que tomar mate a la mañana es solo algo que hacen las personas mayores. Y comen ‘zangüinada’, que es un sándwich de empanadas. Es su cultura. Yo me adapté mucho a algunas costumbres y ellos se adaptaron a mis hábitos de andar con el mate todo el día”.
“Me abrieron las puertas casi sin conocerme. Eso fue valioso para mí. La forma de tratar al estudiante extranjero habla mucho de un país y a mí me trataron con calidez. Fui bienvenido y me hicieron sentir muy bien, eso motivó mis ganas de quedarme y de volver. Si a un estudiante extranjero que llega a la Argentina no se lo trata bien, lo más probable es que no quiera volver. Yo trato de ser amable con los chicos que están en UNNOBA haciendo un intercambio”, abunda Nicolás.
“Llevé de aquí mi autenticidad, y aproveché al máximo la experiencia. Estando lejos, uno pone en valor las cosas y también las juzga. Quizás llevé un poco de conocimiento y ayudé a otros que también me ayudaron. Pasé por un proceso de formación que fue muy interesante”, cuenta y lleva puesta una remera de la Universidad que lo recibió, algo que allí se les da solo a aquellos que “forman parte”.
Ir a darlo todo
Juan Pablo Beloso tiene 30 años y es ingeniero en Informática. Se graduó en la UNNOBA en 2019. Dos años antes hizo una movilidad a Francia. “En ese momento había chicos que se iban a México o a Colombia, consulté pensando en esas alternativas y cuando me plantearon la posibilidad de ir a Europa, acepté el desafío y me puse a estudiar francés, que era un idioma que no conocía”, recuerda.
“Cuatro meses después estaba viajando para cursar un semestre en la Hautes Etudes d´Ingénieur (actualmente JUNIA). Fue una experiencia maravillosa, de las más importantes de mi vida”, resalta y añade: “Era la primera vez que tomaba un avión para irme solo, y aunque allá me iban a recibir, sabía que mi destino iba a depender únicamente de mí estando lejos. Fue una experiencia sumamente enriquecedora y de enorme crecimiento personal”.
Estaba en cuarto año cuando viajó y asegura que le sirvió para conocer el sistema educativo francés: “Ellos tienen una formación de ingeniería básica y se especializan en los últimos años. Yo tomé materias de los últimos años que tenían bastante complejidad y eso fue desafiante porque tuve que sortear las limitaciones del idioma y la propia especificidad de los contenidos”.
Fue superando cada obstáculo, convencido de que quería vivir esa experiencia a pleno. Se involucró mucho en la cultura para transitar su estadía de la mejor manera. “Seguí estudiando francés y hablando con todo el mundo. Al principio no entendía nada, pero después todo fue mejorando”, asegura e ilustra su vivencia comparándola con la tarea de tener que ir desenredando un ovillo. “Me encontré con una sociedad diferente y por momentos eso aparecía como una maraña de complejidad. Pero yo tenía muchas ganas de explorar y eso hice. Comencé a asistir a conciertos con los franceses, a hacer lo que ellos hacían. También a mostrarme amigable, porque hay muchos prejuicios sobre las sociedades. Hubo un proceso que fluyó en paralelo con la vida universitaria y fue extraordinario”.
“Vivía en un lugar habitado por gente del exterior y compartía mi tiempo con estudiantes de otros lugares, de Francia, de la India, de Estados Unidos. El intercambio fluyó y lo disfruté a pleno”, agrega.
En lo académico, la experiencia para Juan Pablo fue importante. “Era una universidad casi privada, la gente pagaba mucho para estudiar y, sin embargo, descubrí que el nivel de acá era superior en muchos aspectos”, menciona.
La movilidad no lo retrasó en su carrera y le enseñó que “algunas exigencias son autoimpuestas”. “Yo no me demoré en recibirme, porque me reconocieron materias, pero aprendí que las carreras duran lo que duran. Yo era muy estructurado y, estando lejos, entendí que, si no llegaba a recibirme en los tiempos que había planeado, no pasaba nada. Lo que me había traído del intercambio justificaba cualquier eventual demora”, recalca.
En 2017 para la UNNOBA no era tan común enviar estudiantes a Europa. De algún modo, Juan Pablo estaba inaugurando un camino que unos pocos habían recorrido. “Yo sabía que iba con la carta de una universidad nueva, pero eso allá no se notó. Fui un estudiante más de una provincia de Argentina y la UNNOBA tenía un crédito afuera. Si se me habían elegido para estar ahí, yo tenía que estar a la altura de eso. Fui a dar todo por mi universidad, que era la UNNOBA, pero también por mi país, porque estando allá era un testimonio de Argentina”.
Trajo consigo aprendizajes valiosos, muchas ganas de descubrir y de regresar a Francia alguna vez. “Me traje experiencias. Me sumergí en un contexto social, educativo y cultural diferente y aprendí mucho”, señala. Y cuenta que el gobierno francés presta asistencia a los estudiantes internacionales. “Tienen dependencias que se encargan de sostener económicamente muchas cuestiones. Eso habla de la importancia que le dan a la educación y muestra que invierten en cuestiones que son las realmente importantes. Son receptivos a que la gente vaya y les gusta que sus estudiantes tengan experiencias en otros países”.
Confiesa que regresar fue difícil: “Me significó otra adaptación, me quería recibir y sentía que tenía un rol social que cumplir. Traje ideas y una forma de trabajar más ordenada y el impulso de retribuir la oportunidad que había tenido”.
Actualmente Juan Pablo integra un equipo de trabajo de una empresa de Buenos Aires que se dedica al e-commerce de medicamentos. Además, es ayudante diplomado en la UNNOBA y es parte de un proyecto de investigación para el desarrollo de un prototipo de RCP para educación. Está estudiando inglés con la idea de seguir viajando. “Afuera valoran mucho el compromiso, la motivación y eso abre puertas”, finaliza, agradecido.
El deseo de conocer otra cultura
Ximena Álvarez Cañez es oriunda de Hermosillo, Sonora, México. Tiene 21 años y es estudiante de Diseño Gráfico en su país. Está realizando una experiencia de movilidad en la Sede Pergamino de la UNNOBA. La motivó la curiosidad por conocer otra cultura y la inquietud por indagar en las diferencias que podían existir en la formación en un país distinto al propio. Al llegar en el mes de agosto de 2024, encontró una universidad que le abrió las puertas y una ciudad que la acogió sin prejuicios. “Tenía muchas ganas de hacer un intercambio en algún país latinoamericano para aprender más sobre mi carrera y conocer otra cultura”, refiere.
En la misma línea, comenta: “Me encontré con docentes muy empáticos, comprensivos y excelentemente formados, las clases son muy enriquecedoras”.
Desde el punto de vista personal, está viviendo su primera experiencia como estudiante en el exterior. Afirma que optó por una universidad pública argentina porque “este país tiene una educación superior prestigiosa”.
“En redes sociales veía como trabajaban la cuestión del Diseño desde la UNNOBA y eso me ayudó a decidirme. Aquí hacían eventos y tenían otras carreras en el área de Diseño. Me llamó mucho la atención cómo en torno a la Universidad, Pergamino contaba con un área de formación integral en el campo del Diseño”.
En lo personal vive la experiencia a pleno y aunque al principio sufrió el desarraigo de su familia, a poco de transitar el camino, entendió que debía disfrutarlo. “Esta ciudad es diferente a la mía. Pero hay algunas similitudes en las costumbres. Aquí comen asados y allá comemos tacos de carne asada”, comenta, mostrando que cuando se está lejos todo lo concerniente a la vida cotidiana es observado desde una perspectiva consciente. “Yo provengo de una ciudad muy grande, al principio me pregunté cómo iba a hacer para desenvolverme en un lugar más pequeño, qué cosas iba a poder hacer. Pero me encontré con un lugar muy amigable, y además pude viajar a algunos lugares como Rosario, Buenos Aires e Iguazú, ciudades que quería conocer”.
Aclara que la UNNOBA no aporta recursos económicos para su movilidad académica: “Mi universidad financió una parte, y el resto de los gastos fueron costeados por mi familia. Lo señalo porque sé que hay un debate en el país respecto de los estudiantes internacionales”.
Al respecto, y sin tener una opinión formada respecto de esa cuestión, confiesa que el debate le resulta lejano porque en su país “no se están discutiendo estos temas”. Comenta que en México la universidad en la que estudia también es de gestión pública. “Solo pagamos algunas cosas, como una matrícula al inicio del cuatrimestre y si perdemos alguna materia”.
El 30 de noviembre finalizará su movilidad académica. “Me llevaré muchos aprendizajes. El vivir sola me hizo crecer y también valorar mucho el acompañamiento de mi familia y sus esfuerzos porque yo pudiera vivir esta experiencia”, resalta.
Asimismo, sostiene que de la carrera se quedará con diferentes conceptos para hacerlos parte de su formación. “Personalmente no he vivido ninguna situación adversa, por fuera de la Universidad hay personas que se aprovechan de los extranjeros y cuando nos escuchan hablar, por ejemplo, nos suben los precios de las cosas, o nos siembran temores infundados. Pero son una minoría. La gente en general es muy receptiva y respetuosa, se interesa y no discrimina”.
Es mucha la gente que se interesa y es curiosa que la que es aprovechadora o discrimina. “Cada cosa que viví dentro y fuera de la Universidad me sirvió y me sirve. Llegué a la experiencia de movilidad siendo una persona, y me iré siendo otra”, concluye.
Más allá de lo académico
Con 25 años de edad y transitando el tercer año de su carrera universitaria en la Universidade Federal do Río Grande do Sul, Paulo Madson Da Silvia está cursando en la UNNOBA su segundo semestre de intercambio. Solicitó extender su estadía para continuar una experiencia que, asegura, está siendo sumamente provechosa.
Su familia vive en el norte de Brasil y él en el sur de ese país, donde estudia Ingeniería en Automatización. Trabaja en un organismo público de su país en temas vinculados a la robótica y la inteligencia artificial y, actualmente, está abocado al desarrollo de procesos de automatización en el campo de las neurociencias. Es entusiasta.
Cuenta que su primera referencia de la UNNOBA la tuvo en 2023: “Estaba participando de una Jornada de Jóvenes Investigadores en Asunción del Paraguay y, de repente, en la ceremonia de premiación veo a un grupo con una bandera que decía ‘UNNOBA’ y chicos agitando ese cartel y diciendo ‘Argentina, Argentina’’. Me dio mucha curiosidad y comencé a buscar información sobre la UNNOBA. Pasó un tiempo, a mí me interesaba hacer una experiencia de intercambio y cuando mi universidad me presentó las opciones, estaba la UNNOBA. No lo dudé”.
Llegó a Junín el 2 de marzo. “Me estaban esperando otros estudiantes de intercambio. Yo no sabía bien dónde estaba, solo que era una ciudad del noroeste de la provincia de Buenos Aires. Dejé mis cosas, salí a caminar, fui a una plaza, tomé un helado, días más tarde tuvimos la primera clase y así comenzó esta experiencia maravillosa”.
Su desempeño y sus avances en el manejo del idioma le permitieron extender su estadía un semestre más. “En Brasil las materias son anuales, es decir que, si volvía a mitad de año, no iba a poder continuar, así que pedí autorización para cursar un semestre más en la UNNOBA”, comenta.
“Estando en UNNOBA pude avanzar en mi carrera. Muchos no quieren hacer intercambios internacionales porque piensan que se van a atrasar en sus estudios. Pero, si se planifica y se toman buenas decisiones al comparar los programas de cada materia, eso no sucede”, aclara. Y resalta que aquí se encontró con un “excelente nivel académico”. En este sentido, precisa: “La educación argentina y brasileña son distintas, no diría que una es mejor que la otra, solo son diferentes y se complementan”.
Valora la experiencia más allá de lo académico. “En este tiempo hice muchos amigos y aprendí cosas que no sabía”.
Aunque él trajo la alegría brasileña y algunas de sus costumbres, confiesa que “la cultura argentina me atrapó”. Eso se traduce en los desayunos que son con mates y facturas, los picaditos de fútbol, los asados y los amigos.
“En nuestra raíz somos parecidos. Yo traje la alegría de Brasil, pero también el compromiso y la responsabilidad. Aquí aprendí otras cosas. Eso es el intercambio de culturas”, menciona y refiere que el hecho de estar viviendo en un lugar que comparte con chicos de Bolivia, Colombia, Brasil, Francia, Ucrania, Singapur y Argentina hace que las costumbres típicas de cada país se compartan de modo natural.
“Mi estadía aquí me está permitiendo crecer. No soy la misma persona que llegó hace unos meses, conocí varios lugares”, sostiene y agradece la posibilidad de haber descubierto de la mano de la movilidad académica nuevos caminos que le servirán para su futuro ejercicio profesional y para la vida.
En paralelo a sus estudios, Paulo sigue trabajando de manera remota y la flexibilidad de la UNNOBA le permite cumplir con sus obligaciones laborales. En el futuro piensa seguir estudiando y Argentina, España o México aparecen en su horizonte como destinos posibles para hacer su doctorado.
Es consciente que la presencia de extranjeros en las universidades públicas genera en Argentina algunas controversias y, como muchos otros estudiantes de intercambio, tiene una mirada precisa sobre ello: “Yo creo que quien gana es el pueblo argentino, porque los estudiantes extranjeros cuando vuelven a su país llevan la bandera de Argentina, yo gané estando en la UNNOBA, pero la Universidad también ganó conmigo, porque yo hablaré muy bien de esta experiencia e impulsaré a otros a venir. Y, cuando jóvenes argentinos vayan a mi país a estudiar, habrá reciprocidad, el intercambio es eso”, finaliza.
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