10 años de ciencia, pasión y compromiso

 

Por Ligia Nicolai

En épocas donde se avasalla la ciencia y las virtudes del conocimiento son cuestionadas, el Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas (CIBA) de la UNNOBA cumple sus primeros diez años.

En el transcurso de este tiempo el CIBA demostró la importancia de hacer ciencia para la generación, divulgación y transferencia del conocimiento.

La doctora Carolina Cristina, su directora, repasa esta primera década del Centro donde cuenta cómo fue el crecimiento. También valoriza el lugar donde se encuentran actualmente y señala los desafíos del futuro.

Dra. Carolina Cristina, directora del CIBA. Dentro del Centro se ocupa también de tareas científicas en la dirección del Laboratorio de Neuroendocrinología y Fisiopatología de la Hipófisis.

— ¿Qué es lo primero que recordás al remontarte 10 años atrás?

—En principio, si me remonto una década atrás recuerdo una etapa fundacional marcada por el esfuerzo, la convicción y el crecimiento colectivo. Ni el Centro ni nosotras somos las mismas, ya que atravesamos un proceso de transformación que fue institucional, personal y profesional. El Laboratorio comenzó a funcionar en el Edificio Eva Perón de la UNNOBA, en la ciudad de Junín (calle Sarmiento esquina J. Newbery). Inicié trabajando con apenas dos becarios y muy pocos equipos.  Las primeras investigadoras en sumarse al grupo fueron la doctora Virginia Pasquinelli, seguida por la doctora Laura Alaniz y la doctora Laura Palumbo, quienes apostaron también a construir, debido a que teníamos un desafío por delante: consolidar un espacio de investigación científica en un contexto de escasos recursos iniciales. El desarrollo del laboratorio implicó no sólo la incorporación paulatina de equipamiento, sino también la formación de recursos humanos altamente calificados, becarios y técnicos, una tarea que continúa siendo central en el CIBA.

—Observo que, cuando te referís a la fundación del CIBA, la mayor parte de este equipo inicial estaba compuesto por mujeres. ¿Sigue siendo así?

—Es cierto. Desde sus inicios el CIBA contó con una participación activa y protagónica de mujeres en todos los roles. La realidad es que actualmente a las mujeres ocupamos todos los puestos en la estructura del Centro: direcciones, becarias de grado, doctorales, posdoctorales, y también parte del personal técnico. Hacemos que funcionen todos los engranajes del laboratorio con mucha dedicación y empeño, y, los logros individuales se conciben siempre en articulación con el crecimiento de los distintos grupos de investigación que integran el CIBA.

Parte del equipo del Laboratorio de Inmunogenética de las Infecciones, dirigido por la Dra. Virginia Pasquinelli.

Hablaste de fortalecimiento de grupo: ¿cómo ocurrió esto dentro del CIBA?

—Si tengo que reflexionar sobre el fortalecimiento del grupo de trabajo en estos años encuentro una vinculación directa con los procesos de crecimiento individual y colectivo que tuvieron lugar a lo largo del tiempo en el CIBA. El desarrollo sostenido del laboratorio ha sido posible gracias a una construcción progresiva de capacidades dentro del equipo. Todas y todos los que trabajamos aquí fuimos creciendo en las tareas y esto se dio debido a la formación continua y a la distribución de responsabilidades como pilares fundamentales en la consolidación del grupo. En ese sentido, muchas de las funciones que asumimos de forma individual las directoras, hoy son llevadas adelante por integrantes de los equipos. Esta dinámica, la basamos justamente en la confianza y en la transmisión de la experiencia y el conocimiento, lo cual nos permitió no solo optimizar la gestión de los laboratorios, sino también consolidar una estructura que promueva la autonomía y el compromiso.

—Volviendo a los comienzos del CIBA, me imagino que significó un desafío enorme la formación de recursos humanos, teniendo en cuenta que no existían tradiciones previas de la disciplina en la región.

—Exactamente. La formación de recursos humanos fue un objetivo estratégico desde los comienzos del CIBA. La consolidación del Centro requería no sólo infraestructura y equipamiento, sino también personas formadas que garantizaran su funcionamiento y proyectaran su crecimiento. En este sentido, uno de los principales propósitos fue generar un espacio que posibilitara el desarrollo de las tesis de grado, doctorados y la participación en proyectos de investigación. La formación de recursos humanos fue fundamental también para brindar servicios hacia la comunidad, reafirmando el compromiso del laboratorio con el entorno social y productivo de la región.

Equipo del Laboratorio de Microambiente Tumoral. En el centro de la imagen, la Dra. Laura Alaniz, directora.

¿De qué manera un centro de investigaciones básicas hace transferencia de conocimiento a la comunidad?

—La transferencia desde un centro de investigación como el CIBA se realiza en el ámbito de la salud, clásicamente a través de la prestación de servicios de diagnósticos clínicos dirigidos a la comunidad médica. Esta tarea se basa en la aplicación de técnicas moleculares especializadas, respaldadas por la experiencia del equipo y el equipamiento disponible en el laboratorio. Hoy puedo decirte que además en el CIBA se originó una empresa de base tecnológica que desarrolla una terapia celular para el tratamiento de lesiones óseas (MesencHyal-T). Ver más sobre este tema en el artículo “Terapia biológica para regenerar huesos”

—¿Qué papel tuvo el CONICET en el crecimiento del centro?

—El crecimiento del CIBA fue acompañado en gran medida por el impulso del CONICET desde el Centro de Investigaciones y Transferencia del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (CITNOBA), el cual proporcionó herramientas claves para el fortalecimiento institucional y del equipo de trabajo.

Dra. Carolina Cristina (centro) junto al resto de integrantes del Laboratorio de Neuroendocrinología y Fisiopatología de la Hipófisis.

¿De dónde provienen las becas de los recursos humanos que trabajan en el centro?

—En general, quienes se incorporan como estudiantes comienzan realizando pasantías sin beca, para realizar sus tesis de Licenciatura. Durante este proceso, aplican para obtener becas para estudiantes, que pueden ser otorgadas por el CIN, la CIC o la propia UNNOBA. Posteriormente, aquellos que optan por continuar sus estudios doctorales se presentan a becas de doctorado en distintos organismos como los de la Agencia, de la CIC y del CONICET, siendo este último el principal.

¿Qué pasa una vez que alcanzan el Doctorado?

—Al alcanzar el Doctorado, se presenta un punto de inflexión en las carreras de los investigadores (en formación). Quienes tienen una fuerte vocación científica siguen con una beca posdoctoral y,  posteriormente, ingresan a la carrera de investigador. Otros optan por insertarse en el sector privado. Un ejemplo es el caso de Nadia Bonadeo, licenciada en Genética de la UNNOBA. Nadia realizó su tesina de grado con una beca del CIN, y luego, con una beca del CONICET, completó su tesis doctoral en el Laboratorio de Neuroendocrinología/Fisiopatología de la Hipófisis, del CIBA-UNNOBA. Actualmente, trabaja en ONCOLIQ, una empresa dedicada al diagnóstico molecular en cáncer, donde aplica los conocimientos adquiridos durante su tesis, la cual fue sobre la regulación del desarrollo mamario en bovinos, en la que aplicó múltiples técnicas moleculares. El fenómeno de transición al sector privado se acentúa en contextos como el actual, marcado por la incertidumbre en el ámbito científico. También existen casos de aquellos que, tras completar su Doctorado, deciden no continuar en la investigación ni emigrar al sector privado, sino orientarse a otras áreas fuera del ámbito académico, lo que refleja las difíciles condiciones que atraviesa la ciencia en la actualidad.

De izquierda a derecha: exministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación Argentina, Roberto Salvarezza, rector de la UNNOBA Guillermo Tamarit y la Dra. Carolina Cristina en la inauguración del CIBA en 2015.

—¿Qué te sucede cuando, después de ver crecer a un becario/a en el laboratorio, él o ella se va a trabajar al sector privado?

—Podemos interpretar esto de diferentes maneras. Si el becario sigue su carrera en el ámbito privado, en muchos casos significa que tienen la motivación de aplicar el conocimiento, y, por supuesto, se encuentran formados para obtener estos puestos. Podemos considerar a esto, también, como parte de un proceso de transferencia de conocimiento a la comunidad. Además, hay becarios que deciden seguir en ciencia e irse al exterior y luego regresan o interactúan desde afuera con el CIBA, como es el caso de Martín Estermann, licenciado en Genética de nuestra Universidad que luego de la beca estudiantil hizo su Doctorado en Melbourne, Australia. Actualmente, realiza un posdoctorado en Estados Unidos y en ambos lugares pudo valorar la formación que obtuvo en nuestro país, en la UNNOBA y en el CIBA. También Sofía Valla que, luego de doctorarse, formó parte de startups en las que logró desenvolverse gracias al conocimiento obtenido aquí.

¿Actualmente con cuántos investigadores y recursos cuenta el CIBA?

—En el CIBA somos 26 personas y tenemos 9 tesis doctorales en curso, lo que implica un alto nivel de dedicación, especialmente en un contexto donde el financiamiento es limitado. Mantener el laboratorio en funcionamiento, los proyectos, las tesis, con seminarios y actividades de investigación continuas, en este contexto, se torna cada vez más difícil. Esto requiere  compartir recursos y técnicas. En algunos casos lo hacemos, por ejemplo, con el Centro de Bioinvestigaciones (CeBio) de la UNNOBA, para garantizar que la investigación no se detenga. El avance del conocimiento científico es dinámico, lo que obliga a los investigadores a mantenerse activos en la publicación de resultados y la actualización constante de las técnicas y experimentos, ya que, de lo contrario, los resultados pueden quedar obsoletos. Actualmente, el Centro se encuentra completamente activo: se investiga de forma continua, se producen publicaciones, se realizan seminarios mensuales para compartir avances, se promueve la colaboración con investigadores externos y se participa en convocatorias de financiamiento dentro del sistema científico nacional e internacional.

—Hablando un poco de la historia de este Centro, todos sabemos que el CIBA tuvo un lugar social protagónico durante la pandemia. ¿Cómo impactó esta situación inusual en el equipo de trabajo y en la investigación?

—Sí, la pandemia representó un punto de inflexión para el CIBA, ya que, como ocurrió en muchos otros lugares. En este contexto, el Centro estuvo en condiciones de adaptarse rápidamente y contribuir al sistema de salud mediante el análisis de muestras del virus. Esto fue posible gracias al equipamiento disponible, la infraestructura y el personal altamente capacitado, lo que permitió brindar un servicio clave para la ciudad y la región. A pesar del contexto de incertidumbre y miedo, el laboratorio pudo aplicar sus conocimientos previos y, a su vez, aprender a manejar las nuevas demandas impuestas por la pandemia. Si bien este desafío representó una satisfacción en términos de poder dar respuesta a una necesidad urgente, al mismo tiempo resultó un golpe para la investigación, ya que las líneas de trabajo tuvieron que ser suspendidas temporalmente, lo que afectó el desarrollo de diversos proyectos y las tesis que teníamos en curso.

Integrantes del equipo del Laboratario de Neuroinmunología Cognitiva. En el centro, la Dra. Laura Palumbo.

—Después de haber logrado transitar con éxito y reconocimiento social el enorme desafío que implicó la pandemia, ¿qué desafíos tienen desde el CIBA en la actualidad?

—En la actualidad, junto a UNSADA y el CONICET, los integrantes del CIBA pertenecemos a la Unidad Ejecutora del CONICET. Desde esta Unidad enfrentamos un nuevo panorama. En su momento, a las investigadoras del CIBA, pertenecer al CITNOBA nos dio muchas oportunidades para crecer, ya que, formando parte de un centro en pleno desarrollo, pudimos atraer y sostener recursos humanos mediante becas especiales y un sistema de evaluación diseñado para apoyar dicho crecimiento. Fue una experiencia interesante ser parte del desarrollo del CIT. Ahora, formar parte de la Unidad Ejecutora del CONICET también nos ofrece nuevas ventajas, como una mayor estabilidad y una estructura ampliada, con más participación de investigadores, investigadoras, becarios y becarias, quienes podrán integrar el Consejo Directivo de esta Unidad y participar de las decisiones. Esto, además, permite acceder a convocatorias que atraen financiamiento para proyectos transversales y que contribuyen a contar con recursos humanos mejor formados.

Equipo completo del CIBA

Laboratorio de Neuroendocrinología y Fisiopatología de la Hipófisis: Dra. Carolina Cristina (directora), Lic. Agustina Chimento, Lic. Evelyn Prodán, y Emilia Matiacich y Sofía Herrera como estudiantes de la Licenciatura en Genética de la UNNOBA.

Laboratorio de Inmunogenética de las Infecciones: Dra. Virginia Pasquinelli (directora), Lic. Agostina De María, Dra. Angela Barbero, Lic. Nicolás Moriconi, Dr. Rodrigo Hernández del Pino, Dra. Sabina Palma, Lic. María del Mar Agosti y Dra. Belén Cieri.

Laboratorio de Microambiente Tumoral: Dra. Laura Alaniz (directora), Dra. Daiana Vitale, Dra. Ina Sevic, Lic. Paolo Rosales, Lic. Antonella Icardi, Lic. Catalina Latina y Lic. Candela Morán.

Laboratorio de Neuroinmunología Cognitiva: Dra. Laura Palumbo (directora), Lic. Alejandro David Moroni y Lic. María Micaela Castro.

Profesional de apoyo: Bioq. Lucía Romano

Personal técnico: Natalia Menite y Gastón Villafañe

Administración: Paulina Scorsetti