Campo experimental: una apuesta al futuro
Por el doctor Guillermo Tamarit, Rector de la UNNOBA
Un rasgo distintivo de nuestro pasado radica en la relación entre la Nación Argentina y la producción agropecuaria. Remontándonos a la historia: desde los mataderos y saladeros iniciales, pasando por la exportación de carne y granos, hasta lograr a principios del siglo XX un país que, a partir de la construcción de puertos, del desarrollo del ferrocarril y cimentado en el aporte laboral de los inmigrantes, logró posicionarse como uno de los principales exportadores de productos alimenticios primarios del mundo.
De allí en adelante, una economía atravesada por intervenciones estatales, el auge y las caídas de las producciones regionales, incipientes procesos de industrialización, pero siempre con la actividad agropecuaria ocupando el núcleo del desarrollo económico, político y social.
Así como la historia de nuestro país se centró en la relación con el campo, hoy sabemos que la producción agropecuaria va a resultar aún más determinante en nuestro futuro cercano. Existen un conjunto de parámetros significativos que permiten avizorar las oportunidades que nos presenta la dinámica de la economía mundial.
La población del mundo, que hoy asciende a 7.300 millones de habitantes, se incrementará en forma sostenida. El pronóstico para el año 2030 es de 8.400 millones y para el año 2050 de 9.000 millones de habitantes. Según la ONU, se incrementará hacia el año 2030 la demanda mundial: en alimentos, un 50%; en energía, un 45% y en recursos hídricos disponibles, un 30%.
A la vez, el mundo requerirá incrementar la producción de cereales y oleaginosas en 1.000 millones de toneladas para satisfacer la creciente demanda alimenticia de la población. Para aproximarnos a lo que estos números representan: en los próximos 40 años tendremos que producir la misma cantidad de alimentos que en los últimos 10.000 años.
Como vemos, viviremos en un mundo en el que se incrementará la demanda básica de alimentos y recursos naturales. Se presenta la oportunidad de satisfacer esa demanda de manera sofisticada, lo que requiere del procesamiento y la incorporación de ciencia, tecnología y trabajo de calidad a la producción primaria.
Y nuevamente, es una gran oportunidad para nuestro país. En este contexto internacional, Argentina es uno de los pocos territorios del planeta donde existe tierra fértil no utilizada, agua dulce en cantidad y disponibilidad y excedentes de producción alimentaria. Y esta situación excepcional nos plantea varios desafíos:
Pasar de las 100/110 millones de toneladas en producción agraria actual a las 150/160 millones de toneladas hacia el año 2030.
La soja, como alimento base de la producción de proteínas, ocupará el centro de la escena alimentaria. Por lo tanto quien controle su flujo ocupará un rol determinante en el comercio internacional.
Si además somos capaces de desarrollar sistemas productivos con alto valor agregado en origen, con métodos equilibrados y sustentables con el ambiente, con la incorporación creciente de ciencia y tecnología y garantizando un trabajo de calidad, dejaremos atrás el viejo modelo agroexportador de materias primas para tomar la oportunidad que nos brinda una nueva configuración económica y social mundial.
El campo experimental UNNOBA
Hemos concebido y desarrollado un espacio de investigación, desarrollo y transferencia de biotecnología aplicada con el convencimiento de que través de la calidad, el trabajo, la infraestructura, la investigación y el desarrollo favoreceremos las posibilidades y ambiciones de los emprendedores familiares y PYMES de la región.
En las 84 hectáreas iniciales, hemos construido más de 1.000 m2 de aulas, hemos desplegado espacios de usos múltiples y laboratorios, hemos dotado de electricidad, alambrados, desagües y caminos en la tierra donde pretendemos trabajar por el futuro.
Ya nos encontramos desarrollando tareas sobre temas tan variados como el uso de barbechos para la prevención de malezas, trigo, soja, maíz, legumbres; investigando e innovando en temas que involucran a la microbiología, la fertilización, el uso de nutrientes, la zoología agrícola y, por supuesto, las pruebas demostrativas de rendimientos y parcelas experimentales.
En particular, estamos abocados al desarrollo de un criadero modelo experimental de porcinos que, asociado a la larga tradición existente en la región, esperemos logre un alto impacto en la producción de carne de cerdos y sus derivados.
Otro emprendimiento determinante es el Laboratorio de Innovación y Desarrollo de Energías Renovables (LIDER), cuyos objetivos son:
– Invertir conocimientos en energía.
– Recolectar, almacenar y distribuir energías naturales, limpias y amigables con el medioambiente.
– Sensibilizar a los futuros profesionales y actuales usuarios.
– Desarrollar un postgrado en energías renovables.
LIDER es el lugar de encuentro de las actividades de grado, postgrado, extensión e investigación en energías renovables. Contamos con paneles solares, calefón solar, aerogenerador eólico, túnel de viento, molino de viento y biodigestor.
Todas estas actividades cuentan con los manuales de procedimientos, seguridad e higiene adecuados, el laboratorio ha sido inscripto en el Organismo Provincial para el Desarrollo Sustentable (OPDS) y se ha certificado bajo las normas ISO de auditoría medioambiental internacional.
Estas iniciativas tienen como finalidad confluir en la creación de la empresa de base tecnológica de la UNNOBA ¿Y por qué creemos indispensable que estos procesos sucedan dentro y desde las universidades públicas?
Porque estamos convencidos de que la universidad pública es la institución que mejor garantiza la inclusión, la calidad y la pertinencia académica, científica y tecnológica, en tanto construcción colectiva dedicada a las tareas asociadas a la realidad social desde una cosmovisión integradora de la competencia técnica y del rol social de la institución.
El cambio trascendente para aprovechar la oportunidad que se nos ofrece como sociedad será el de profundizar la integración entre el sector académico científico/tecnológico con los sectores productivos, el gobierno y las organizaciones sociales, a fin de coordinar políticas, estrategias y financiamiento para generar conocimiento competitivo, tanto a nivel público como privado.
Debemos trabajar para incrementar la competitividad, fortalecer la economía y el empleo sin descuidar la percepción social en torno a la conservación, protección y restauración ambiental, y desarrollar lo que las Universidades hacemos mejor desde siempre: crear, conservar y trasmitir el conocimiento a partir de la formación integral de las personas.