La  comida siempre tiene otra oportunidad

Foto: Facundo Grecco

Por Ligia Nicolai

La pérdida  y el desperdicio de alimentos son un problema global que atañe tanto a la Argentina como al resto del planeta. Las cifras son contundentes, de acuerdo a lo que expresa Pablo Algrain, director Ejecutivo del Banco de Alimentos de Rosario (BAR): “Cerca del 30 por ciento de lo que se produce a nivel mundial no llega a ser consumido, por eso los bancos de alimentos tienen un rol preponderante para intentar resolver esta problemática”.

Mientras en el planeta hay personas que no llegan a comer lo necesario, se produce comida que jamás será consumida. “Por año se pierden 1.300 millones de toneladas de alimentos que no llegan a la mesa, mientras 1 de cada 8 habitantes del mundo pasa hambre”, ejemplificó Algrain.

De acuerdo a datos que aporta la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO),  con los alimentos que se desechan se podrían alimentar a 2 mil millones de personas.

Algrain analizó, además, cómo la pérdida y el desperdicio de alimentos repercuten en la economía: “Se desperdician varios recursos naturales como la tierra, el agua, los nutrientes y la energía, empleados en la producción agrícola, en la manipulación, en el almacenamiento, en el transporte, en la distribución, en el procesamiento, en el envasado y en el marketing de los alimentos que no son consumidos”.

“Se calcula que unos 750 mil millones de dólares se perdieron en 2007 en alimentos que fueron desechados”, añadió Algrain, quien estuvo en la Universidad en el Primer Congreso Multidisciplinario organizado por la UNNOBA, desde la Secretaría de Investigación, Desarrollo y Transferencia.

El representante del BAR contó que el trabajo que realizan se focaliza en la recuperación de  alimentos que se encuentran fuera del circuito comercial pero que son aptos para el consumo. “Los almacenamos, clasificamos y distribuimos entre organizaciones sociales que asisten a personas en situación de inseguridad alimentaria. A través de empresas y personas que donan sus servicios, productos y tiempo, buscamos reducir el hambre, mejorar la nutrición y evitar el desperdicio de alimentos”.

Pablo Algrain en la UNNOBA

 

Pérdida  y desperdicio

Una de las preguntas recurrentes es saber cuándo referirse a pérdida y cuando a desperdicio.

Algrain subraya que la pérdida se produce en el campo, en el transporte y en los lugares de almacenamiento después de la cosecha o la faena, así como en las industrias de alimentos. Es decir, que se pierden antes de llegar a ser comercializados. Mientras que el desperdicio ocurre en las etapas de distribución, de venta y de consumo. Se trata de aquellos alimentos que aún cuando pueden ser consumidos se desechan.

“Muchas industrias tiran comida por cuestiones estéticas o de estándares. Las papas fritas,  por ejemplo, deben tener un largo determinado, si por algo no quedaron así se tiran; o los alfajores que pierden su esponjosidad son sacados de circulación”, ejemplificó el especialista y añadió que el lema del BAR es: La comida no se tira, hay que darle siempre un uso más.

Entonces, la industria tira alimentos que son aptos para consumo y es allí donde los  bancos de alimentos trabajan para concientizar a las empresas que ese alimento que descartan puede tener otro uso y llegar a alguien que lo necesita.

Respecto de lo cotidiano Algrain  especificó que es importante planificar las comidas para saber qué debemos comprar. Si vamos a comer a un restaurante, por ejemplo, y nos sobra comida debemos pedirla: “La comida que nos sobra en un restaurante no es basura, hay que romper con el prejuicio de la vergüenza porque es una comida más y si nos la llevamos estamos evitando la pérdida”.

“Nuestra misión es recuperar y trabajar para informar sobre el problema, el mayor trabajo es tratar que las empresas conozcan lo que hacemos; no somos organizaciones de  caridad sino que somos la última etapa de la cadena de alimentos. Antes que las empresas decidan tirar se los puedan dar al banco”, detalló.

“Siempre hay que darle otra oportunidad a la comida, inclusive dárselo a los animales para que no vaya a la basura”, sentenció.

En la agenda de la UNNOBA

La Universidad no es ajena a esta problemática por lo que a partir del 2017 forma parte del Programa Nacional de Reducción de Pérdida y Desperdicio de Alimentos y entiende que los objetivos se centran en coordinar, proponer e implementar políticas públicas en consenso con distintos sectores. Es a través de un proyecto de voluntariado universitario aprobado por la Secretaría de Políticas Universitarias que se ocupa del tema.

“Colaboramos en la reducción de pérdidas y desperdicios de alimentos mediante la capacitación a personas que los producen, para que lo hagan produciendo alimentos inocuos y con la menor cantidad posible de pérdida. Además, informamos y sensibilizamos a la comunidad para que se tome conocimiento del impacto que tiene lo que se tira o desperdicia en relación a los alimentos”, explicó Agustín Sola, responsable del proyecto de voluntariado.

Participan de este proyecto de voluntariado Clara Rodríguez, Enrique López, Marina Calviño, Constanza Rebichini, Victoria Lousa, Camila Mena y Agustín Sola.


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Marketing y neurociencia

Por Ligia Nicolai

La transición desde el marketing al neuromarketing provocó una redefinición de cada una de las variables del proceso que repercutió en todos los diseños estratégicos. Por eso, actualmente ya no se habla de precios, sino de neuroprecios, no se habla de canales, sino de neurocanales, no se habla de ventas, sino de neuroventas.

“Nosotros creemos que actuamos racionalmente cada vez que hacemos una compra. Muchos experimentos de la neuroeconomía demostraron que no es así"

En el caso del producto, ya no se concibe como un objeto o, si se quiere, un conjunto de beneficios creado por una empresa. De acuerdo a Néstor Braidot, un producto "es mucho más que eso".  “Para el neuromarketing, el producto es una construcción cerebral, esto quiere decir que su destino es el cerebro del cliente, no la góndola de un supermercado”, explica el especialista, master en Psicobiología del Comportamiento y Neurociencia Cognitiva.

 

Néstor Braidot

Braidot se refiere a las funciones sensitivas del cerebro, que recibe información de todos los órganos sensoriales, las procesa y las integra para formar una percepción unificada sobre el producto. Por eso, uno de los temas centrales que estudia el neuromarketing es la construcción cerebral de la realidad.

“Cada persona recibe un producto diferente porque lo percibe en forma diferente, y en esto intervienen sus emociones, sus recuerdos y sus experiencias”, explica Braidot.

De esta manera, el paso del marketing tradicional al neuromarketing implica un nuevo desafío en la capacitación de los profesionales, tanto para quienes diseñan el producto como para quienes tienen la responsabilidad de colocarlo en el mercado.

"...la neurociencia demostró que más del 95% de las decisiones del ser humano están determinadas por motivos emocionales no conscientes"

 

El producto se construye en el cerebro

“El cliente no está respondiendo a un conjunto de estímulos enviados por una empresa, sino a lo que él entiende que es un producto, según su percepción y su experiencia”, explicó Braidot y agregó: “Además, la neurociencia demostró que más del 95% de las decisiones del ser humano están determinadas por motivos emocionales no conscientes, por eso es tan importante la capacitación de avanzada en las áreas comerciales y en la figura del vendedor, que no sólo debe aprender a leer el cerebro de su cliente, también debe saber cómo activar las memorias necesarias para lograr simultáneamente su satisfacción y un cierre exitoso”.

“Nosotros creemos que actuamos racionalmente cada vez que hacemos una compra. Muchos experimentos de la neuroeconomía demostraron que no es así. Un producto no es un objeto que sale de una línea de fabricación, ni siquiera el que está en una góndola, el que se exhibe en una concesionaria o en un escaparate. Un producto es un constructo mental del cliente”, afirma el especialista, quien estuvo en la UNNOBA en el marco del Primer Congreso Multidisciplinario.

Imagen Instituto Braidot

La capacitación en neuromarketing enseña entonces cómo trabajar para que esa construcción cerebral sea la más conveniente para la empresa y para el cliente. Esto vale también para los servicios. “No le vendemos a la mente, sino que construimos el producto en la mente. Esto es: no se trabaja para vender el producto sino para que sea comprado", sostiene  Braidot.

"Eso es una responsabilidad que comienza con la neuroinvestigación de mercados y continúa en todos los demás estímulos sensoriales -continúa Braidot-, es decir, los de la publicidad, la exhibición, el tipo de acción del vendedor, etc. Ningún aspecto debe descuidarse. En este sentido, el neuromarketing implica también trabajar sobre las neuroventas, es decir, cómo crear un producto y venderlo en una época en la que cada día sabemos más sobre el funcionamiento del cerebro y que nosotros denominamos era de las neurociencias aplicadas”.


Por Ligia Nicolai