¡A lavarse las manos!

La higiene de manos antes de cada comida y después de ir al sanitario ha demostrado ser una práctica eficaz para la prevención de enfermedades como la diarrea y ciertas infecciones respiratorias, sobre todo en niños y ancianos. Así y todo, en la actualidad no es una costumbre extendida ni fomentada en todos los ámbitos sociales. “Cuando una habla con los abuelos te cuentan que no te podías sentar en la mesa si no te lavabas las manos. Hoy, en cambio, parece que esa costumbre está un poco olvidada. Sin embargo, es algo fundamental”, asegura María Mónica Lázzaro, profesora de la carrera Licenciatura en Enfermería de la UNNOBA.

Lázzaro se desempeña como jefa de Diagnóstico y Tratamiento de la Unidad de Esterilización del Hospital Interzonal General de Agudos “Dr. Abraham Piñeyro”. Además, es profesora adjunta de las asignaturas Enfermería Básica, Enfermería Comunitaria, Ética y Epidemiología de la carrera de Enfermería que se dicta en la Universidad.

Para la docente, la familia es la principal responsable de fomentar el lavado de manos como práctica en sus hijos desde pequeños. “En segundo lugar las instituciones, como los centros de salud, las escuelas, los clubes, que también deben transmitir la importancia de este hábito sanitario”, considera.

Un vehículo para transmitir enfermedades

Cuando tocan objetos contaminados, las manos -que habitualmente poseen una flora natural y benigna- “se cargan” de una flora transitoria. Esta última puede contener ciertos microorganismos responsables de infecciones tales como gastroenteritis, neumonía y gripe. Al llevar manos a la boca, los ojos y la nariz se puede producir el contagio. Esto puede evitarse con una medida simple y económica: una correcta higiene de manos, lo que previene el ingreso de microorganismos patógenos al propio organismo. Sobre todo, ese hábito es fundamental en dos momentos considerados “críticos”: antes de ingerir alimentos y luego de ir al sanitario.
“La gastroenteritis puede ser el resultado de que no nos hayamos lavado las manos al consumir alimentos, o que la persona que cocinó no lo hizo. También puede haber ocurrido que los alimentos no hayan sido adecuadamente conservados o cocinados”, plantea la docente.

“Los alimentos pueden tener salmonella o escherichia coli y, al llegar al comensal, los adquiere y luego sufre de diarrea. En épocas de calor, ese tipo de enfermedades son muy comunes, mientras que el invierno es más propicio para contagiarse de gripe u enfermedades respiratorias”, precisa Lázzaro.

Si la técnica de lavado de manos no es ejecutada correctamente, no produce los efectos deseados. “El jabón líquido es lo ideal. Porque los jabones en pan también se van contaminando. Entonces, en el caso que se decida emplear jabón en pan, lo conveniente es que éste sea trozado”, opina Lázzaro.

Los pasos a seguir son los siguientes: humedecerse las manos con la solución jabonosa. Luego frotarse vigorosamente las palmas, el dorso, los espacios interdigitales, las yemas y las uñas. Finalmente, lo ideal es secar las manos con una toalla de papel descartable. “Si fuera de algodón, es importante cambiarla frecuentemente”, añade Lázzaro. “Esto vale para el hogar, las instituciones y las áreas públicas como la escuela, las estaciones de servicio, las terminales de ómnibus”, plantea.
Para que la técnica sea eficaz y elimine de las manos los microorganismos causantes de enfermedades, se calcula que la duración estimada debe rondar entre veinte y treinta segundos. “Cantar dos veces el feliz cumpleaños es lo que uno debería tardar en lavarse las manos”, sintetiza Lazzaro, lo que resulta un método sencillo para introducir el hábito en los niños a través del juego.

Pero, ¿de qué manera actúa el jabón? En rigor, el jabón común no mata los microorganismos patógenos, sino que los arrastra por medio de la espuma. No obstante, la docente remarca que para evitar el contagio no es necesario el empleo de jabones específicos como los antibacterianos. “No es necesario matar la flora de toda la mano, que también contiene microorganismos benéficos. Pueden generar resistencia o resecar la piel, la cual es una barrera protectora que, si se agrieta, permite el ingreso de microorganismos peligrosos”, subraya la especialista.

Si la higiene de manos debe ser un hábito central en la práctica cotidiana, es mucho más trascendente en el ámbito médico para prevenir enfermedades intrahospitalarias. “Si el médico o la enfermera entra en contacto con un paciente o con elementos de la unidad deben lavarse las manos sí o sí. En estas situaciones es muy práctico el alcohol en gel, siempre y cuando las manos no estén visiblemente sucias. Si fuese así se debe realizar el lavado convencional”, afirma Lázzaro. Al mismo tiempo, la docente sugiere que el paciente y sus familiares estén atentos y exijan al personal de salud que implemente este tipo de medidas preventivas para evitar lo que se conoce como “infecciones cruzadas”. “Todos debemos tomar conciencia”, resume.