Camino al centenario de la Reforma Universitaria

Por el doctor Guillermo R. Tamarit
@RectorUNNOBA

El año que viene vamos a conmemorar el centenario del más original aporte realizado por nuestro país al mundo: el modelo universitario inspirado en el movimiento reformista de Córdoba de 1918.

Un movimiento de democratización universitaria y educativo que se realizó en el siglo pasado y que, sin embargo, dio lugar a una serie de ideas que mantienen una vigencia sorprendente: el cogobierno universitario con participación estudiantil, el acceso a las cátedras por concurso, la apertura a todo tipo de ideas y saberes, la extensión universitaria, con gran vocación latinoamericana y universal.

También significó la incorporación de las universidades al proceso de democratización nacional que encabezaba en ese momento el presidente Hipólito Yrigoyen frente a una Córdoba que representaba una organización medieval y oscurantista, alejada de los grandes avances de la ciencia y la tecnología en el mundo.

La reforma fue una genuina expresión de la “nueva democracia”, en la que se valoraba la movilización de la sociedad y se daba preeminencia a lo social y colectivo por sobre lo individual. Implicaba el acceso de nuevos sectores sociales a los estudios superiores y la incorporación de nuevas ideas y saberes a los contenidos curriculares.

Esta cambio permitió ampliar la formación ciudadana a través de una nueva clase dirigente surgida del movimiento estudiantil, poniendo la participación política al servicio del cambio social.

Un siglo de historia

Desde el inicio del movimiento en 1918, el reformismo transitó el siglo XX sufriendo las mismas vicisitudes que las instituciones de la República. Podemos afirmar que solo de la mano de la democracia alcanzó sus mejores resultados académicos, de investigación, extensión y de desarrollo social.

En el período 1916-1930, desarrolló a lo largo del país la experiencia de Córdoba y la irradió a toda Latinoamérica, mientras que durante los gobiernos del presidente Juan Domingo Perón constituyó parte de la ampliación de derechos sociales (a pesar de que la relación con los sectores universitarios fue conflictiva).

En el periodo 1958-1966, la universidad pública logró un gran desarrollo. Sin embargo, una vez más, el movimiento reformista creyó estar al margen de las vicisitudes de la democracia y permaneció ajeno al derrocamiento del presidente Arturo Illia, con uno de los mejores presupuestos educativos de la historia. Un mes después sufrió la recordada “Noche de los bastones largos”, cuando la Policía Federal irrumpió en los claustros universitarios y terminó con una de las etapas más fructíferas de la universidad, con la expulsión y éxodo de los mejores investigadores y profesores del país.

Entre los años 1973-1976, el debate universitario estuvo signado por el enfrentamiento de posiciones dogmáticas frente a la postura pluralista que alentaba el reformismo, experiencia que terminó con la tragedia de la dictadura militar de 1976. A partir de allí se clausuró todo debate y se intervino a las instituciones universitarias. La universidad fue uno de los objetos de la acción represiva de la dictadura, por lo que fueron víctimas tantos estudiantes secundarios y universitarios como docentes de todo el país: se cuentan por miles, los torturados, asesinados y desaparecidos durante este período.

En el año 1983, con la recuperación de la democracia, el presidente Raúl Alfonsín decidió la normalización de las universidades públicas a partir de los postulados de la Reforma Universitaria. De esta manera se logra recuperar en poco tiempo el funcionamiento democrático del sistema de educación superior. Las intervenciones posteriores de los gobiernos de los presidentes Carlos Menem, Néstor Kirchner y Cristina Fernández estuvieron signadas por la creación de universidades de gestión pública, con un significativo aumento de los presupuestos en la última etapa, aunque sin planificación y, en la mayoría de los casos, al solo efecto de satisfacer demandas político-partidarias.

Los desafíos del futuro

Nos planteamos conmemorar el centenario de la Reforma, a partir de una revisión de sus postulados, estableciendo el presente de nuestro sistema de educación superior y desarrollando las potencialidades de los principios reformistas de cara al futuro, en función de las necesidades de la sociedad. Creemos que el movimiento reformista debe incorporar, entre otras cosas:

1) La educación superior como parte del sistema de educación nacional, reclamando soluciones para su mejoramiento a partir de actividades de articulación entre los distintos niveles.

2) La diversidad cultural como un elemento determinante en la construcción de nueva ciudadanía, integradora de las opciones de género, religiones, tradiciones, en el marco de una cultura del diálogo y paz.

3) La internacionalización e integración regional deberán entenderse como dimensiones formales de la actividad universitaria.

4) Con la transformación de los modelos laborales, se debe apuntar al reentrenamiento de las capacidades y a enfrentar los desafíos que plantean las capacidades tecnológicas crecientes.

5) La pobreza es una limitación del conjunto de la sociedad. Más allá de lo que significa a nivel individual y del planteo ético que nos impone el imperativo moral de trabajar para erradicarla, existen cuestiones prácticas que refieren a la necesidad de construir capital humano. Las sociedades que mejor enfrentan los desafíos que plantea la globalización son aquellas sociedades integradas y educadas.

6) El desarrollo de la investigación científica y tecnológica, que garantice posibilidades de desarrollo autónomo, debe nutrir en términos de calidad al conjunto del sistema educativo.

7) El desarrollo sostenible debe encontrar en las universidades un espacio de difusión, conocimiento y compromiso. Se deben hallar soluciones que garanticen el equilibrio medioambiental.

Finalmente, los principales desafíos de las universidades refieren a garantizar la equidad y la calidad. Equidad, en el sentido que todos aquellos que estén dispuestos a progresar a partir del esfuerzo de estudiar encuentren condiciones para realizar su mejor destino.

La calidad de las actividades de educación superior es el otro gran desafío, ya que en pocos años la oferta universitaria crecerá en forma exponencial, así como las formas de acceder a ella (a través de, por ejemplo, la educación a distancia). En ese sentido, será determinante garantizar la calidad para evitar la existencia de “universidades de primera” y “de segunda”. Es posible enfrentar esto con acciones de evaluación y acreditación, de carácter permanente.

Los postulados de la Reforma Universitaria de 1918 nos dieron las mejores condiciones para el desarrollo de la universidad, pero la garantía de que ello sea posible solo será producto de nuestro esfuerzo y dedicación.