Ellas cuidan tu salud

Por Luciano Toledo

Ella sabe que la parte humana es fundamental. Que hay que tener compromiso, no esperar nada a cambio. Y ante todo aportar en la suma de voluntades. Ella se llama Sol, que en lengua Wichi, se escribe Hwalá. Así la llamaban en la Comunidad del Paraje Santa Rosa, en el corazón del Chaco salteño, cuando junto a un grupo de seis mujeres, llevaron adelante trabajos de Educación para la salud (EPS), por medio de un proyecto de extensión que surgió desde la Universidad.

Una necesidad permanente

María Sol Addante, estudiante de la carrera de Licenciatura en Enfermería, es la impulsora del proyecto y autora de un trabajo final de grado que permitió conocer el diagnóstico cualitativo y etnográfico, además de la situación sociosanitaria de la comunidad, para generar las propuestas de EPS y la selección de los temas a abordar, con el fin de promover actitudes y hábitos de autocuidado y de promoción de la salud. El desafío final era el viaje a Salta.

Con actividades solidarias extrauniversitarias de participación en diferentes ONG que trabajan con comunidades vulnerables, Addante se había involucrado en tareas que permitían visualizar necesidades básicas insatisfechas. Aprendió lo que es esencial: la mirada humana para ver la realidad ajena, y dice: “El interés siempre está por conocer el adentro, la experiencia, el pensamiento, pero apuntado desde el lado de la salud”. Y así el trabajo de tesis se volvió un sueño concreto que contó con el interés de docentes, no docentes y otras instituciones. “De esa suma de voluntades coincidentes, surge este proyecto”.

Se gestó a partir de la convocatoria del año 2017, comenzó a aplicarse en merenderos de la ciudad de Junín, y luego de la experiencia piloto y junto al marco de referencia previa, la docente en Enfermería María Mónica Lázzaro asumió la dirección y le pusieron nombre al proyecto de extensión: Yo cuido mi salud II, Comunidad Wichi, Impenetrable Chaqueño, Salta.

María Belén Addante (izq.), junto a enfermeras del Centro de Salud del Paraje “La Unión”.

Rifas, comidas y donaciones se sumaron al presupuesto otorgado por la Universidad.  Formaron redes cooperativas y junto a organizaciones copartícipes, viajaron a Salta. “No nos encontramos con una realidad triste, sino diferente”, dice la estudiante de Enfermería y remarca los modos de aceptar su realidad lejos de una postura resignada, sino ligada a otro tipo de disfrute y valores de vida, desde otras condiciones sociales y culturales. “Nos llevamos la sorpresa de ver que no hay sufrimiento de base, saben disfrutar y viven felices”, agrega.

Los destinatarios directos del proyecto fueron niños de edad preescolar y escolar que residen en el Paraje, y sus familias. Los conceptos básicos de cuidado se adaptaron a las creencias autóctonas, para estar al alcance de la realidad y las posibilidades de la comunidad. Fue esencial la convivencia de ambos saberes y prácticas: “La experiencia consistió en convivir con la comunidad durante tres días, lo que permitió comprender y valorar su cultura. Conocer sus problemáticas relacionadas con la salud, la satisfacción de las necesidades básicas, el trabajo, la vivienda, el ambiente. Y así pensamos juntos las posibles soluciones”, agrega Addante.

Cuando la llamaron por su nombre, Hwalá, en lengua Wichi, Sol sintió que de cierto modo ya formaba parte de la comunidad. Se sintió revitalizada, feliz. Sabe que el objetivo se cumplió pero que nacieron nuevas metas, a corto y largo plazo. Porque para ella el compromiso es una necesidad permanente.

Niño de la comunidad Wichi con el kit de cuidado bucal.

Características socioculturales

El Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010 arrojó la cifra total de 50.419 wichís en las provincias de Chaco, Formosa y Salta. Y según los números publicados por el INDEC, el 49,1% de los hogares del departamento de la Comunidad Santa Rosa poseen necesidades básicas insatisfechas. El 88% de la población es rural y habita en viviendas con pisos de tierra y techos de paja, sin acceso a agua segura. No poseen red de cloacas ni gas natural, y presentan elevados índices de analfabetismo y trabajo infantil, a lo que se le suman situaciones de desnutrición y enfermedades asociadas a la pobreza.

Pero antes de viajar, Marcela Durán, trabajadora administrativa del Instituto Académico de Desarrollo Humano (IADH), imaginaba una cosa, y encontró otra.  Ver el día a día del trabajo de Addante y Lázzaro, le hizo vivir el “efecto contagio”, y se sumó al equipo de trabajo que viajó a Salta.  “No viajé como no docente, viajé como persona”, dice.

La Comunidad se sostiene con una infraestructura endeble, de casas de barro y paja, y la iglesia es el espacio en común que tienen y respetan como influencia externa. “Lo que para nosotros eran residuos, es alimento para ellos”, dice Marcela Durán y explica que como invitados de su Comunidad debían comer en primer turno, y lo que quedara en los platos sería la comida de los originarios.

El orden patriarcal refleja su construcción dentro de la Comunidad y la mujer se caracteriza por su sumisión. “Es algo que está bien instalado, aunque evitamos abordar demasiado en cuestiones de género, ante un posible choque que impida actividades a futuro”, agrega la representante del IADH.

Marcela Durán, trabajadora no docente del Instituto Académico de Desarrollo Humano

Dentro de las problemáticas sociosanitarias que presenta la Comunidad Santa Rosa, se observan el inicio sexual precoz, muchas veces consumado por familiares cercanos (aceptado según creencias culturales), el embarazo adolescente relacionado con la falta educación sexual y reproductiva, y las mujeres multíparas  (con, al menos, cinco partos), sin planificación familiar ni conocimientos de métodos anticonceptivos.

Marcela Durán entendió que el modo de acercamiento en la Comunidad debía ser gradual, “milímetro a milímetro, para ganar de a poco la confianza y la aceptación. “Es difícil, por el descreimiento hacia los políticos y los sistemas formales de gobierno”, agrega.

Conocimiento científico, conocimiento ancestral

“Siempre tuvimos claro en tener la mente y el corazón abierto, para poder aceptar al otro como es y no querer cambiarlo”, plantea María Mónica Lázzaro, docente en Enfermería y secretaria Académica del IADH. Para la directora del proyecto, dentro de la Enfermería es fundamental la atención primaria de la salud, es decir el cuidado a las personas sanas. “Además de hacer docencia en atención primaria desde la teoría, a la Enfermería comunitaria hay que llevarla a la práctica, y el viaje fue una oportunidad única para sumar desde la experiencia propia, y transmitir cuidados transculturales”, agrega.

Entre las actividades realizadas por el equipo se llevaron adelante mediciones antropométricas, evaluación del estado de salud general, examen oftalmológico y examen bucodental. Las acciones de Educación se enfocaron en la higiene del cuerpo, cuidado de la intimidad, higiene bucal, concientización sobre inmunizaciones, prevención del embarazo adolescente y cuidados del recién nacido.

La licenciada Lázzaro destaca el protagonismo de la Enfermería en el centro de salud más cercano a la Comunidad y su toma de decisiones como promotores de la salud de la población. Reconoce, también, que existen políticas o programas impulsados desde el Estado e implementados a través de los diferentes Centros que incluyen, por ejemplo, métodos anticonceptivos, aunque sin el acompañamiento necesario que se ajuste a la realidad de la comunidad particular . “Hay que llevar la educación al medio cultural que te dirigís con las respectivas características y pensar estrategias integradoras”, sostiene.

María Mónica Lázzaro junto a integrantes de la comunidad Wichi

La Comunidad mantiene una alimentación basada en harinas, carne de cerdo y carne vacuna, ya que las condiciones del clima y la aridez del suelo no favorecen el desarrollo de huerta. Consecuentemente, la ingesta de frutas y verduras es limitada. Estas son las causas que llevan a un diagnóstico que presenta variaciones en el crecimiento y desarrollo, presencias de caries, alteraciones de la piel (por el ambiente), diarreas y parasitosis  (por la ausencia de agua potable), así como alteraciones hepáticas (por la alta ingesta de grasas).

Para realizar las evaluaciones y el diagnóstico se trabajó desde el vínculo y el diálogo entre pares. Y en cada una de las actividades no solo dejaron un saber, sino también los elementos para poder llevar adelante el cuidado correspondiente. “Nuestro conocimiento científico debió consensuar con la sabiduría ancestral”, añade Lázzaro.

Kits entregados a la Comunidad Wichi por las representantes del Proyecto “Yo cuido mi salud”. Infografía: Laura Caturla.