“Tuve un parto hermoso y sin dolor”
Jésica Urquía es una joven mapuche que vive en Junín, estudia Enfermería en la Región Sanitaria y decidió tener a su beba por fuera de hospitales o sanatorios, práctica que se conoce actualmente como “parto domiciliario”.
En febrero de este año nació Millaray, que en lengua mapuche significa “flor de oro”. A diferencia de los otros niños de Junín, ella nació en su casa y rodeada por su familia. ¿Qué motivó a Jésica Urquía y a Ezequiel, el padre, a tomar esta decisión?
“Nosotros integramos un grupo de jóvenes de pueblos originarios y lo que estamos haciendo es promover la recuperación de nuestra cultura. Dentro de ese rescate cultural uno de los aspectos es el parto, algo que para nosotros es sumamente espiritual, profundo y se vive con la familia”, explica Jésica.
Efectivamente, sus antepasados parían en cuclillas y en el agua, con una ceremonia antes y otra posterior al parto. Jésica cuenta que fue asistida por una partera quechua y por una partera profesional (no mapuche) acompañada por su asistente. Además, para prevenir posibles complicaciones, conversaron con el director del hospital local por si era necesario requerir su asistencia ante una emergencia.
La mamá de Millaray sintetiza: “Estuve haciendo el trabajo de parto en agua tibia, un analgésico natural al momento de las contracciones. Tuve un parto vertical en cuclillas, un parto hermoso, no necesité de ninguna episiotomía [corte en la vagina] y no padecí ningún desgarro porque, justamente, la gravedad te ayuda a bajar al bebé. Para mí fue un parto hermoso y sin dolor”.
“Soy estudiante de Enfermería y lamentablemente entiendo que hay demasiada violencia obstétrica. Al ver lo que sufre la mujer y lo que sufre el bebé en los centros médicos decidí parir en mi casa. A partir de ahí empecé a averiguar cómo es el parto domiciliario y pensamos que era más seguro que parir en un hospital”, señala la joven madre.
Jésica critica la utilización de “la oxitocina que inyectan, una hormona que acelera el proceso del parto, ya que el bebé tiene su tiempo para nacer y ese fármaco genera un riesgo innecesario” (ver cuadro “Puntos claves”).
Otro problema que agrega es “la soledad en un momento en el que la mujer es altamente vulnerable. Además la posición horizontal, la peor posición para parir, no ayuda en nada porque el bebé tiene que hacer mucha más fuerza para nacer”.
“Nuestra lucha es cultural como mapuche, pero también por los derechos de las mujeres, para dejar de sufrir estas violencias obstétricas”, reivindica Jésica. En relación a esta problemática enfatiza su posición: “Una partera me decía que las mujeres con hijos o tienen la vagina cortada o el útero cortado. Es una frase muy fuerte, pero ¿con qué necesidad se hacen tantas cesáreas o episiotomías si el parto es algo natural? Esta es también una lucha de todas las mujeres”.
“Caminemos juntos”
Las parteras (puñeñelchefe en lengua mapuche) no sólo están presentes en el momento del parto sino que le enseñan a la mujer embarazada qué alimentación seguir, cuáles son los ejercicios adecuados, los movimientos, los masajes, distintos recursos para evitar problemas en el nacimiento del bebé. También está el aspecto espiritual, el acompañamiento necesario para que la mujer esté tranquila y con fuerza de voluntad. Esa tarea cotidiana y de apoyo durante el parto lo realiza una figura denominada “dula”.
Jorge Urquía es el abuelo de Millaray y agrega: “Estamos inmersos en un mundo intercultural. Acá no estamos hablando de decirle no al hospital, todo lo contrario. Se trata de enriquecer al sistema médico. Sería muy sano que podamos empezar a articular”.
“Nuestros abuelos mapuches decían ´Caminemos juntos´, un concepto hermoso. Los que llevamos adelante el tema salud -continúa Jorge- entendemos que ésta no es sólo algo físico: la salud abarca lo emocional y espiritual también. Por lo tanto cuando hablamos de un parto mapuche no sólo pensamos en el momento ‘en sí’ del nacimiento sino en todo el proceso a llevar adelante un embarazo”.
Existe una tendencia a utilizar la interculturalidad de modo unilateral, esto implica evaluar qué tan permeable será la cultura dominada a lo que la cultura dominante y sus instituciones tienen para decirle. En cambio, por definición, debería tratarse de aprender unos de otros.
Jésica Urquía, por su parte, ya inició el desafío: “Mi idea es trabajar en enfermería desde la interculturalidad, como enfermera profesional mapuche. También quiero estudiar y practicar la partería a domicilio para acompañar a las mujeres que quieran parir en sus casas. Para esto tengo que estudiar lo relacionado a la salud incorporando los saberes de mi pueblo y así desarrollar la interculturalidad”.