Por qué la leche materna es tan especial
Del 1 al 7 de agosto se celebra en todo el mundo la semana de la lactancia materna, con el objetivo de fomentar una de las prácticas que recuerdan las raíces biológicas de la especie humana y que ha sobrevivido a los embates de la cultura y la civilización. Entrevistada por El Universitario, la docente de la carrera de Enfermería Luciana Molina se refirió a los beneficios de la leche materna, así como a los mitos de la lactancia y a las dificultades que debe enfrentar la madre.
La cultura, la sociedad de pertenencia juegan un rol determinante en el fomento de la lactancia. Para ilustrarlo, Molina cuenta una anécdota de lo que sucedía en algunas favelas de Brasil entre los ochenta y los noventa, donde amamantar tenía un significado social negativo: “La mujer era vista como pobre y abandonada por el marido si le daba de mamar ella misma a su bebé. De esa tarea debía encargarse el padre, que le daba la mamadera a su hijo frente a los demás”.*
Aunque los avances científicos han dado como resultado leche más apropiada para el lactante, ninguna leche de fórmula contiene todos los beneficios de la materna. Muchos de sus componentes aún son irreproducibles por el conocimiento aplicado. Porque la leche materna colabora con el desarrollo del sistema inmunológico, con la maduración del sistema intestinal, así como con la formación del sistema nervioso del recién nacido. “La leche materna es un fluido vivo con varios componentes, muchos son anticuerpos y ayudan a evitar enfermedades infecciosas como las respiratorias, la otitis y las gastrointestinales”, sostuvo Molina, docente de la asignatura Materno Infantil de la carrera licenciatura en Enfermería.
A diferencia de ella, la leche de fórmula posee proteínas muy pesadas y mucha concentración de azúcares, lo que puede producir distensión abdominal y dolor en el bebé. En ese sentido, Molina consideró que amamantar al recién nacido es la mejor manera de disminuir sus cólicos. “Ayuda la maduración del intestino”, planteó.
En rigor, la leche de la madre atraviesa tres períodos: el calostro (primeros 4 días), la leche de transición (primera y segunda semana) y la leche madura (de los 15 días en adelante). “En los primeros cuatro días el recién nacido ingiere el calostro. Esta leche no tiene mucho aporte energético pero sí es muy rica en minerales, vitaminas y proteínas”, manifestó Molina. Además, aclaró que el calostro adapta al organismo para el momento en que ingiere la leche de transición.
“De la única forma que puede indicarse la leche de fórmula es si el recién nacido ha bajado de peso al momento del primer control, pero eso lo evalúa y decide el pediatra”, subrayó la licenciada.
Los mitos de “mi leche no alimenta” o “yo no tengo leche” terminan por derrumbarse a la luz del conocimiento y la experiencia. “La leche materna siempre se adapta al recién nacido. Que `baje´ poca cantidad de leche no significa que la mamá no tenga leche”, dice Molina.
Otros de los argumentos empleados para introducir la mamadera alude al “llanto del bebé”. “Que el bebé llore no implica que no se esté alimentando con la leche materna”, expuso la enfermera. “El bebé llora porque tiene que adaptarse al nuevo espacio. Además su intestino debe trabajar para poder recibir el alimento nuevo”, dijo Molina y volvió a sostener: “La mejor manera de que llore menos es ofreciéndole el calor y la leche de la mamá”.
Inclusive, el llanto del bebé puede deberse a un cambio de sabor percibido por el lactante que ocurre cuando se pasa del calostro a la leche de transición. En ese momento, la mamá puede interpretar también que “no tiene leche” suficiente. El remedio, en este caso, es la paciencia. “La bajada fuerte de la leche se da luego de la primer semana, por eso hay que esperar y transitar ese tiempo, sin cortar la lactancia materna”, explicó Luciana Molina.
Por la ansiedad generada por la idea de “no tener leche suficiente” o “no tener buena leche” para calmar el llanto del bebé, uno de los errores en los que suele incurrirse es la introducción temprana del biberón. Molina enfatizó: “Mientras más pongamos al bebé en el pecho, más leche producirá la mamá”. Por eso, si se sospecha de una disminución en la producción de leche, la solución sigue siendo la misma: persistir en el amamantamiento. Porque, precisamente, la incorporación de la mamadera atenta contra la generación de leche.
No obstante, Molina reconoció que pueden existir situaciones particulares que interfieren en la producción de leche: “Es importante estar relajadas, bien dormidas y alimentarse correctamente, como primera medida”.
Algo que debe tener en cuenta la mamá a la hora de amamantar a su hijo, es que la calidad de la leche no es la misma al inicio de la toma que al final. Lo primero que ingiere el bebé le sirve para calmar su sed. En tanto, recién al final ingerirá la leche de mejor calidad, con más alto contenido de grasas y calorías. Por eso, se recomienda que el recién nacido esté quince minutos en un pecho, antes de pasar al otro.
Para Molina, la puericultura es una tendencia que se va instalando, poco a poco, en las Maternidades: “La puericultura es la enseñanza de las bondades de la lactancia materna. Está integrada por profesionales dedicados a contarles y enseñarles a las mamás las técnicas para amamantar”.
“Hay que apostar a la lactancia materna”, volvió a enfatizar Molina. El fomento de la lactancia materna es, actualmente, una tendencia mundial: “Desde organizaciones como UNICEF se la promueve para reducir la mortalidad infantil”.
—————-
* Se refiere en un estudio de la antropóloga Nancy Scheper-Hughes en La muerte sin llanto (1997), Editorial Ariel, Barcelona.