La nueva universidad
Por el doctor Guillermo R. Tamarit, rector de la UNNOBA
En el presente, las universidades reconocen sus antecedentes en las pioneras universidades medievales de Bolonia (1088) y París (1200). Los modelos que mayor influencia ejercen en la actual fisonomía de la educación superior son:
El modelo napoleónico, que definía la universidad al servicio del desarrollo de la identidad del estado-nación y la formación de los profesionales que la nueva burocracia demandaba, sobre la base de un humanismo intelectual que preparaba para la vida civilizada, la cultura, la urbanidad y el manejo de los asuntos públicos.
El modelo alemán, desarrollado bajo la inspiración de Alejandro Von Humboldt, que enfatizaba el rol de la investigación en la enseñanza como fórmula para avanzar en los temas sociales, culturales y económicos. Bajo este paradigma, los laboratorios pasan a ocupar el centro de la actividad universitaria, sumados a las tradicionales aulas.
El modelo norteamericano, que incorpora la competencia entre instituciones por subsidios económicos para los mejores estudiantes y docentes. Existe una profunda segmentación del sistema, que reserva para un conjunto limitado de instituciones la formación de la elite, mientras que el resto del sistema de educación superior se aboca al entrenamiento de los estudiantes para su incorporación y competencia en el mercado laboral. La investigación basa su desarrollo en fuertes subsidios de empresas y del Estado para transferir sus resultados al mercado.
Estos modelos fueron impactados, en distinta medida, por dos condiciones globales: la Revolución Industrial (1750-1850) y las políticas de masas.
En el caso de nuestro país, la Reforma Universitaria de 1918 brindó su impronta con gran repercusión en el sistema universitario de América Latina. Las universidades facilitaron el proceso de incorporación de las clases medias y populares a la posibilidad de su movilidad social ascendente, a partir de un nuevo modelo de organización universitaria basado en la autonomía, el cogobierno y la libertad de cátedras, entre otros avances.
Por estos días, los modelos clásicos van quedando atrás. Debemos rescatar lo mejor de ellos y entender que enfrentamos un nuevo paradigma para el que las instituciones universitarias deben prepararse.
Las universidades tradicionales ya no son el único espacio de formación y, en muchos casos, van quedando fuera de la posibilidad de acompañar el proceso de cambio que denominamos internacionalización.
En la actualidad asistimos al debate sobre qué capacidades, conocimientos y habilidades hay que desarrollar para un mundo que aún no sabemos cómo terminará de organizarse y qué requerimientos demandará al conocimiento.
Enfrentamos un cambio de paradigma que no termina de establecerse, en el que constatamos el cambio en el mundo del trabajo: es inimaginable que alguien realice la misma tarea a lo largo de su vida laboral. En su lugar, el emprendedurismo, basado en la idea de que cada cual establece la contribución que hará para el desarrollo de su comunidad, ha llegado para quedarse. Las habilidades requeridas para emprender serán equivalentes a las actuales de estar alfabetizado.
Ya existen un conjunto de instituciones que enfrentan ese desafío como la Singularity University (en Silicon Valley), las charlas TED (18 minutos, una idea), la Minerva University, entre muchas otras, por donde circulan ideas innovadoras por fuera de las universidades tradicionales. Reciben fuertes críticas por su carácter elitista, pero atrapan cada vez la atención de la sociedad por su versatilidad para enfrentar y resolver problemas.
Si bien son ejemplos demasiado específicos, acompañan la tendencia actual de formar a nuestros jóvenes para ser creativos, colaboradores, trabajar en equipo, asumir la complejidad, la ambigüedad, la innovación y llevar sus ideas a la práctica y comunicarlas.
A las tradicionales actividades de formación formal habrá que agregar, de manera flexible y a lo largo de la vida, actividades de educación informal.
El desarrollo de pensamiento crítico será indispensable para poder establecer qué información y qué conocimientos son relevantes en un contexto de sobreabundancia de información. Requiere de amplitud de criterios y de un sistema de incentivos que lleve a la búsqueda de la excelencia a partir de disciplina, la competencia y de resultados constatables.
¿Porqué es indispensable que estos procesos sucedan en las universidades? Porque las universidades forman ciudadanos más allá de sus habilidades profesionales. La formación en valores, solidaridad, participación en instituciones de construcción colectiva, o las tareas asociadas a la realidad social, completan una cosmovisión integradora de la competencia técnica y el rol social de los universitarios.
Por esto es indispensable el esfuerzo que deben realizar las instituciones para estar al frente de los cambios académicos, científicos-tecnológicos y de extensión.