El desafío de cercar el cáncer
Nació en Junín, estudió en el Colegio Normal y después, como muchos de su generación, tuvo que emigrar a la gran ciudad para continuar los estudios. Se graduó de bioquímica y al respecto dice: “Me di cuenta de que no me interesaba dedicarme a hacer análisis clínicos”. Por eso Laura Alaniz se concentró en trabajar en la investigación. En Buenos Aires conoció a un grupo de investigadores que le permitió acercarse y desarrollar su tema, la inmunología tumoral, con el cual se doctoró.
“Mi idea es poder estudiar la mayoría de los tumores que se pueda, y poder hacerlo en Junín, donde nací y estudié hasta la secundaria, es un privilegio”, celebra Alaniz. Y para ella el CIBA, centro recientemente inaugurado por la UNNOBA, es un espacio que merece todo el reconocimiento: “Me sorprendió tener todas las herramientas disponibles. Necesitaba un área de cultivo para las células tumorales, un citómetro de flujo -muy costoso y que no está disponible fácilmente en Argentina, que sirve para analizar expresión de receptores, proteínas, muerte de las células-, un equipo de real time PCR -que permite el análisis de la expresión de genes en tiempo real-, y tenemos todo eso, todo lo que necesitamos para hacer nuestro trabajo. La única diferencia con Buenos Aires es que aquí tengo que armar mi propio equipo de trabajo”.
Expectativas sociales
El cáncer es una enfermedad que genera una conmoción emocional con sólo nombrarla. Quienes trabajan a diario, curando o investigando tumores, deben manejar esa presión social. “Vemos que se generan expectativas de terapia, y nos ha pasado de recibir llamados por teléfono para preguntarnos qué estamos investigando y si se podía aplicar inmediatamente”.
La cura definitiva para el cáncer es un anhelo mundial. Alaniz explica por qué es tan difícil alcanzar ese objetivo: “El problema con el cáncer es que surge de células propias, por lo tanto nuestro sistema inmune no las reconoce tan fácilmente como extrañas, no las ve como algo externo, como ocurre cuando una bacteria infecta el cuerpo. Una gran parte de las investigaciones sobre cáncer están destinadas a evaluar los mecanismos de evasión inmunológica y sigue siendo un gran desafío saber cómo se evaden esos mecanismos de defensa”.
Otra de las trabas para llegar a la cura genérica es que “los tumores generan resistencia a drogas por mecanismos diversos”. “Además, todas las personas desarrollan la enfermedad de diferente manera, por lo tanto la terapia tiene que ser personalizada. Por eso surge la farmacogenética, que estudia los genes del individuo a ser tratado, y en función de la expresión de un gen u otro, mutado o no, se decide la terapia”, señala Alaniz.
La ventaja de este tipo de terapias es que puede matar las células tumorales y no al resto de las células, como sucede con la radiación. “Gracias a estos tratamientos se logra que sea una enfermedad mucho más fácil de controlar y que la palabra cáncer no suene tan fuerte para las personas”.
Alaniz cuenta que está en Junín desde hace año y medio. Se la ve emocionada por la posibilidad de armar su propio equipo, en el que dirige a una tesista de la licenciatura en Genética y a una investigadora que está haciendo su doctorado. Para financiar este tipo de investigaciones se requieren múltiples apoyos. “El Conicet nos financia y apoya a los investigadores que se van del núcleo de la Capital Federal con subsidios de radicación, algo que permite trasladar tu línea de trabajo. También recibimos apoyo del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación e incluso recibimos financiamiento del exterior. Todo esto es posible gracias al espacio e impulso generado por la UNNOBA”.
Agrega que también tiene la posibilidad de llegar a los estudiantes de grado de modo cotidiano mediante la docencia desde la materia Química General e Inorgánica, que es una asignatura común a todas las carreras de la Escuela de Agrarias, Naturales y Ambientales. Desde esta unidad académica se dicta carreras en las áreas Agronomía, Ciencia de los Alimentos y Genética.
Genes y factores externos
¿Por qué aparece un tumor? ¿Cuánto influyen las condiciones externas en este tipo de enfermedad? La investigadora explica que “hay muchos factores que pueden hacer que nuestras propias células se transformen y se vuelvan malignas”. “Hay relaciones con el medio ambiente o la alimentación que pueden favorecer el desarrollo de un tipo de tumor. Por ejemplo, el cáncer de colon es más probable que se desarrolle en una persona que no come fibras o frutas y agrega un alto contenido de grasas. Pero eso no significa que lo va a desarrollar. Lo que si se ve es la probabilidad”.
“Los factores de riesgo son bien claros en la vida moderna: el tipo de alimentación, el sedentarismo, tabaquismo, hábitos de higiene personal, exposición a radiaciones UV, estrés, pueden hacer que una célula se transforme en maligna. Pero esos factores no son los que necesariamente hacen que se desarrolle el tumor. En esto también tiene que ver todo el background genético de la persona, que muchas veces predispone y se convierte también en un factor de riesgo”, detalla.
Según Alaniz, “hay tumores que son consecuencia directa de alteraciones genéticas, que pueden estar en nosotros desde el nacimiento o aparecer a lo largo de la vida”. Sin embargo, la investigadora quiere dejar en claro que “muchas veces no se conocen cuáles son esas alteraciones”. “La gente puede pensar que tiene un gen defectuoso que permitirá el desarrollo de un tumor y no es así exactamente”, indica.
Cercar
El equipo de Alaniz investiga el tumor ya desarrollado, piensan en cómo encontrar soluciones y posibles curas. “Buscamos cuáles son los componentes del entorno tumoral, cómo atacar con una terapia ahí, para que se termine eliminando al tumor definitivamente”, asegura.
Al plantearle que se puede comparar a un cerco o sitio como el que se hace en una guerra, Alaniz piensa y afirma: “Sí, es así. Por ejemplo las terapias antiangiogénicas, aprobadas para muchos tumores, implican que no se formen los vasos sanguíneos que alimentan al tumor. Sin esos vasos el tumor no crece porque no recibe la alimentación ni el oxígeno, y tampoco se puede expandir”.
Pero no es tan simple para el caso de los tumores, y con el “cerco” sólo no alcanza: “Aunque vos ataques eso, hay otros factores que también juegan para que el tumor crezca. Quizás en un futuro las terapias sean multifocales, es decir que afecten varios puntos del desarrollo tumoral. Porque si se focaliza sólo al proceso de angiogénesis [la formación de vasos sanguíneos nuevos], no se puede olvidar que también hay otros procesos, como el de proliferación de las células, que también es importante. Entonces si tuviéramos dos terapias para atacar tanto la angiogénesis como la proliferación celular, ya estamos evitando que dos procesos que hacen que el tumor se desarrolle no se produzcan”.
Las terapias “ahora no son así”, indica Alaniz, “atacan una cosa, atacan otra, o estimulan el sistema inmunológico, pero si uno juntara todas las terapias de una manera en que funcione…”. Pero esa posibilidad lleva a otro tipo de problema, el de la existencia de una sinergia o de un rotundo efecto adverso. “Hay drogas que sí son sinérgicas y otras que no. Eso es lo que hay que investigar. He trabajado tratando de hacer terapias sinérgicas y hay cosas que funcionan y otras que terminan siendo tóxicas para las células”, sentencia la investigadora, dejando la pregunta flotando en el laboratorio.
¿Qué es CIBA?
El Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas (CIBA) está ubicado en Newbery 261, Junín. Fue inaugurado por la Universidad en febrero, con el objetivo de transferir conocimientos generados en la investigación básica, a la medicina y la bioquímica y de esa manera contribuir al diagnóstico y tratamiento de los pacientes. Cuenta con amplios laboratorios y equipamiento de alta complejidad, así como un bioterio para animales de experimentación y un cuarto de cultivo de células.
Estudiar el microambiente de un tumor
Laura Alaniz explica que se dedica a estudiar “lo que rodea al tumor y que puede modular a las células tumorales”. Se trata de un prolongado trabajo de investigación sobre una molécula específica, denominada ácido hialurónico. “Es un azúcar, un glicosaminoglicano, y es una molécula que está sobreexpresada en los tumores ya que realiza muchas funciones patológicas en ese entorno”, señala. El ácido hialurónico forma parte del microambiente del tumor y tiene mucha importancia ya que “el tumor es sus células tumorales, pero también es lo que lo rodea, células que también forman parte de él”. “Desde el punto de vista de la terapia se trata de atacar no solo a la célula tumoral sino a todo ese entorno. Yo estudio cómo hacer para modular ese entorno y sobre todo a esa molécula, el ácido hialurónico, a la que la vengo estudiando desde el año 2001”, indicó.
Como investigadora categorizada en el Conicet y docente de la UNNOBA, Alaniz da cuenta de las muchas etapas por las que debe atravesar todo proyecto de acumulación de conocimiento para que pueda terminar en una herramienta aplicable: “Nosotros hacemos investigación básica, es decir, tratamos de aportar el conocimiento para que otras personas desarrollen los ensayos clínicos. Actualmente estoy en una etapa de ensayos preclínicos, que implica trabajar sobre animales y sobre células tumorales in vitro”. “Si la herramienta funciona -agrega Alaniz- se puede dar un salto hacia el ensayo clínico, que tiene muchas fases, lleva muchos años y requiere mucho dinero. Realmente hay que demostrar que ese ensayo preclínico que uno publica vale la pena de ser desarrollado a un nivel clínico. Lo tengo que demostrar de muchas maneras para que una empresa farmacéutica, por ejemplo, lo tome y haga el ensayo clínico”.