Tiempo libre, fuente de patologías o de creatividad
Raquel Castro es directora del Programa de Educación y Promoción de la Salud de Adultos Mayores de la Secretaría de Extensión Universitaria. Al ser entrevistada por El Universitario, se refirió a lo que sucede en las personas mayores cuando dejan de ser sujetos “económicamente activos”.
-¿Por qué el PEPSAM es un programa para la inclusión?
-A partir de la salida del mundo productivo, o desde que los hijos se van de la casa y aparece el famoso “nido vacío”, pueden aparecer sentimientos de marginación o exclusión, surgen preguntas como “¿ahora qué hago?”. Es un momento de transformación, de metamorfosis tanto del cuerpo como del tiempo. Entonces el programa, a través de la educación, aparece como un espacio de inclusión que permite que sigan adelante con proyectos y puedan mejorar su calidad de vida. El ansiado tiempo libre, que todos esperamos, puede ser fuente de patologías o puede ser utilizado creativamente. Por eso este espacio educativo que brinda la Universidad, los incluye y permite reubicar al adulto mayor en el mundo actual.
-¿Qué criterios utilizan para seleccionar las temáticas de los cursos?
-El adulto mayor tiene muchas motivaciones por las cuales viene a la Universidad. Las temáticas tienen que brindar herramientas para estar actualizados, desde lo que son las nuevas tecnologías hasta la economía y la política. También para que puedan reflexionar sobre lo que les está pasando en ese momento de sus vidas o para desarrollar su creatividad. Muchos retoman temáticas que antes no pudieron estudiar y por eso estamos atentos a sus intereses.
-¿Y por qué el trabajo con lo corporal?
-Ante la pregunta “¿qué pasa con mi cuerpo que se está transformando?”, determinados talleres brindan y trabajan no sólo lo motriz sino también lo psicoafectivo y lo cognitivo, desde las danzas hasta el yoga o la gimnasia. Para nosotros también es importante el trabajo grupal, es nuestra herramienta metodológica: el grupo es contenedor, brinda una red identificatoria que permite sentir que se está atravesando las mismas situaciones y compartirlas.
-¿Por qué hablar de adulto mayor y no usar otras palabras?
-No hay una forma unívoca de nombrar a la vejez. Se fueron sucediendo diversas formas de nominar algo que resultaba difícil de nombrar y que hasta causaba temor. No todas reflejan las mismas características: tercera edad, anciano, abuelo. Adulto mayor es un término más actual y más aceptado que tiene que ver con una síntesis entre responsabilidad, autonomía y ocio. En la Asamblea Mundial del Envejecimiento [Viena, 1982] se empieza a difundir más este término y los países reunidos intentan planificar políticas adecuadas. La preocupación por abordar el envejecimiento es algo relativamente nuevo, la expectativa de vida se alarga y los países se preguntan qué hacer. En dos décadas habrán más adultos mayores que chicos menores.
-¿Cómo impacta en la familia que el adulto mayor cambie hacia este tipo de conductas más sociales? Hay familias que dependen mucho del abuelo para cuidar a los niños, por ejemplo.
-Los hijos tienen que comprender que sus padres pueden tener espacios de esparcimiento y placer y que la función de ellos no es “cuidar”, de una forma casi obligatoria, a los nietos. Esa función se puede tornar una carga pesada para los abuelos porque quizás quieren hacer otras cosas o porque se les hace muy duro cumplir con rutinas y horarios; muchas veces hasta deben proveer económicamente. Los hijos también tienen que vencer ciertos prejuicios del tipo “¿qué va a ir a aprender allá?”. Las personas mayores poseen sus potencialidades y las pueden y deben desarrollar, cuentan con sus propios deseos y proyectos, y la familia tiene que acompañar en esto.
-¿El PEPSAM ayuda a solucionar esto?
-Con el paso del tiempo, y en estos diez años del programa, lo que he visto es que la familia acompaña mucho. Aunque se parte a veces de ese prejuicio que mencioné, el impacto luego es muy positivo, la familia acompaña al adulto mayor a cada acto o muestra. Los hijos agradecen porque sus padres salen de sus casas, se relacionan con otros, viajan, y esto les hace tener otra mirada de lo que implica ser “mayor”.
-Quizás se inicie así un círculo virtuoso, ya que al estar mejor los abuelos pueden relacionarse de otra manera con su familia.
-Claro que sí. Una persona que está todo el día encerrada en su casa, pensando en enfermedades, utiliza el tiempo libre para el cuidado de la salud y su vida pasa por ahí… Pero si ves a una persona que hace viajes de estudio, talleres, muestras, actividades recreativas, sin dudas que transmite esa vitalidad y esa felicidad.