“Sería necesario plantear una agenda universitaria latinoamericana”
“Hasta el año 1960 la influencia de la Reforma Universitaria fue muy fuerte, no sólo en Argentina sino en toda América Latina, fundamentalmente con la idea del cogobierno, y se transformó en una herencia común para los países latinoamericanos”. Con esta idea parte el análisis del doctor Claudio Suasnabar en una entrevista concedida a El Universitario. Aquí reflexiona sobre la influencia de la Reforma Universitaria de 1918 en el sistema universitario.
Latinoamérica
En opinión de Suasnabar, la vigencia del legado reformista sobrevive, pero se ha ido redefiniendo en muchos aspectos. “Aún resta profundizar la reflexión sobre la impronta latinoamericana del movimiento reformista y su carácter transformador”, marcó. Así, recordó que la Reforma Universitaria de 1918 se planteó como “una suerte de reforma moral de la sociedad, como el primer paso de una transformación mayor, no solo nacional sino latinoamericana”.
Para el titular de la cátedra en Historia Política y Gestión del Sistema Educativo en Argentina, Universidad Nacional de La Plata (UNLP), sería necesario plantear una “agenda universitaria latinoamericana” que sin avasallar las identidades pueda tener la capacidad de “instalar una agenda en el campo universitario y de la investigación”.
En este sentido, reparó en la centralidad que tienen en las agendas de investigación los temas de interés de los países centrales. “Hay que pensar lo latinoamericano en este nuevo contexto, algo que forma parte del legado de la Reforma de 1918 y para lo cual es necesario invertir inteligencia y esfuerzo”, sostuvo Suasnabar, doctor en Ciencias Sociales.
Institución clave para el desarrollo
En su reflexión apuntó que el papel de las universidades está vinculado al desarrollo de los países y comentó que en Argentina hay una discusión “incipiente” respecto del carácter “profesionalista de la Universidad”. Sobre ello aportó datos que señalan que el 50 por ciento de la matrícula de las universidades se conforma por estudiantes de abogacía, ciencias económicas, arquitectura y medicina, algo que hace que la Universidad “se siga pareciendo a la de 1918”. “Es difícil pensar el desarrollo de un país solamente con médicos, abogados o contadores, sin tener físicos, químicos o agrónomos, es decir graduados formados en áreas prioritarias para el desarrollo de un país”, sostuvo Suasnabar en una fuerte crítica al modelo de universidad profesionalista (también denominado “napoleónico”) y apuntando a otro modelo universitario en el que la ciencia ocupe un lugar más destacado.
En relación a lo que la sociedad demanda a las universidades, consideró difícil generalizar por cuanto “en el cuerpo social hay una heterogeneidad de actores que reclaman cosas distintas”. En este contexto, planteó que “parte de la acción de la Universidad debería ser reinterpretar esas múltiples y contradictorias demandas e ir por delante de ellas”.
El vínculo con la política
En otro orden, Suasnabar, quien además es docente de la asignatura Política Educativa de la Universidad Nacional de las Artes, hizo referencia a la intervención política en la vida de las universidades: “En el caso de Argentina, hasta los años 60 la identidad de los universitarios por su condición de tal les permitía intervenir en la cosa pública sin necesidad de adherir a un partido político. Eso cambió en los años 70, cuando comenzó un proceso de partidización y distintas fuerzas políticas procuraron tener influencia en la universidad”.
El docente diferencia “política” de “partidismo”: “La partidización se agravó con la crisis de los partidos, alimentando costados negativos. Esto se nota más en algunas universidades que en otras. Donde la masividad permite lo heterogéneo, se impone la capacidad de los actores universitarios de concentrar los esfuerzos en generar una verdadera agenda académica”.
Los actores universitarios
El especialista también reflexionó sobre la pérdida de peso de los movimientos estudiantiles y el fortalecimiento de otros espacios como los sindicatos docentes o los investigadores. Considerando la centralidad que la Reforma Universitaria de 1918 confería a los estudiantes, opinó que “es tarea de ellos redefinir su rol en un sistema en el que conviven viejos y nuevos actores”.
Volvió sobre la importancia de establecer “una agenda pedagógica y discutir, entre otras cuestiones, por dónde pasa el acceso al conocimiento y cuál es la relación entre las nuevas tecnologías y el conocimiento”. Para ello, consideró necesario que cada actor pueda “repensar sus formas de participación y no solo de representación dentro de la vida universitaria”.
“En tiempos de la Reforma, había dos universidades nacionales y dos provinciales; hoy el concierto universitario es mucho más amplio. Pero todavía nuestro sistema universitario está pensado con la tecnología del siglo anterior. Hay que replantear globalmente el problema y discutir seriamente una agenda de reforma pedagógica, curricular, institucional y académica”, destacó.