Las aguas bajan por el Salado
La foto del chalet vista desde el cielo tenía el efecto de la elocuencia. Rodeado por el agua de la laguna de La Picasa no dejaba lugar las dudas: “¿Alguien hace chalets en el medio de una laguna?”, se preguntó con voz entrecortada el productor agropecuario. “Por culpa de estos desmanejos se inundaron no solo casas como ésta, a 14 km de la laguna, sino también los campos”, sentenció. Sin embargo, y ante la evidencia, la respuesta del funcionario público no se hizo esperar: “Las zonas de afectación que tiene una laguna son zonas de riesgo hídrico, esto significa que cada uno de los productores sabe que está dentro de una zona que se puede inundar”.
El agua en la zona de llanura puede ser la bendición que permite crecer a todo tipo de ser vivo o puede ser la amenaza latente que, sin control ni orden, barre con todo lo que se le ponga en frente, sin pedir permiso y, sobre todo, a una velocidad en la que la respuesta humana resulta inútil. Es por eso que frente al escenario de la laguna La Picasa se pueden dar debates, pero también aprendizajes, como el que se intentó brindar en la jornada Manejo Racional de las Cuencas Hídricas La Picasa y Río Salado, que convocó a productores, funcionarios e investigadores, todos relacionados y preocupados por la situación hídrica actual de ambas cuencas.
Esta jornada fue organizada por la UNNOBA y Honorable Senado de la Provincia de Buenos Aires, a través del senador Gustavo Traverso.
“Cuenca endorreica”
La cuenca de la Laguna de La Picasa es cerrada, es decir que no tiene una salida propia y natural por la superficie. Es por ese motivo que viene creciendo desde el año 1995, cuando el régimen de lluvias creciente la colapsó, y la sigue haciendo crecer sin parar. Solo entre 2004 y 2008 hubo años de calma, pero el resto de los años las lluvias superaron la media. La acumulación de agua en las lagunas de la cuenca y el ascenso de los niveles freáticos, es decir la acumulación de líquido en el subsuelo, hicieron que no solo los productores y habitantes se vieran afectados: en 2017 la Ruta Nacional N°7 fue superada por el nivel acuático, lo que produjo el corte que se mantiene hasta hoy. El ferrocarril sufrió el mismo destino a causa del desborde.
“En el año 1988 la laguna ocupaba 3 mil hectáreas. En el 2001, un período crítico, fueron 40 mil hectáreas”
Aunque la Cuenca de la laguna La Picasa es administrada por un comité, creado por voluntad de las provincias de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, fue ratificado por leyes provinciales, y tuvo el tratamiento de una ley nacional que lo avala, el organismo sigue sin arribar a las soluciones y a un enfoque consensuado del problema. Desde el área técnica del Comité de Cuenca se debaten las salidas, y cada provincia tiene sus representantes con sus propuestas, muchas de ellas detenidas por motivos financieros y otras por motivos no enunciados. Y el cruce analítico La Picasa-Río Salado brindado en la jornada universitaria no fue casual. En abril de este año un medio de Junín alertaba: “Entró en funcionamiento un nuevo canal en La Picasa y llegará mucha más agua a Junín”(1). Pero, ¿es así? El debate de la jornada abordó detalles que harían pensar lo contrario. Más allá de los puntos de vista legales y técnicos, el agua ya está escurriendo por ese canal anunciado en abril y en la práctica ya se vislumbra el asfalto de la ruta nacional que, sin tránsito, muestra su raquítica pero valiosa estructura.
“Alternativa norte”
Juan Carlos Bertoni es el secretario de Recursos Hídricos de la provincia de Santa Fe. En el Auditorio del Bicentenario de la sede Junín de la UNNOBA no dudó en calificar a la compuerta inaugurada en abril como el “Mercedes Benz de las obras”, ya que cuenta con tecnología de punta, como el monitoreo remoto del caudal hídrico. Y no dudó en advertir la gravedad de la situación y la necesidad de actuar: “En el año 1988 la laguna ocupaba 3 mil hectáreas. En el 2001, un período crítico, fueron 40 mil hectáreas. Su cota, esto es la altura del agua sobre el nivel del mar, llegó a 105 metros. Tanto el ferrocarril como la ruta habían quedado totalmente inmersos en la laguna. Hoy la cota está alrededor de los 103 metros, y va cambiando todos los días”.
La altura de la cota es un número que tanto productores como funcionarios siguen atentos todos los días, ya que es el signo de alarma para intervenir. Como referencia informaron: la altura de las vías del ferrocarril está a 104,5 metros sobre el nivel del mar y la Ruta Nacional 7 en los 104,8 metros. Bertoni recordó que hacia octubre de 2017, momento crítico, se llegó a una cota de 105,78 “por lo que la laguna estaba con 1 metro de agua por arriba de la infraestructura, ni hablar de los campos”.
Bertoni explicó la decisión tomada: “En el año 2017 la provincia de Santa Fe, ante el comité interjurisdiccional, presentó la propuesta de ejecutar una alcantarilla, es decir un instrumento que escurre por gravedad, sin bombeo. El agua va desde La Picasa hasta Teodelina en territorio santafesino, donde se colocó esta compuerta”. Y agregó: “¿Qué se ha ejecutado? Cuando se supera la cota de 102,7 metros hay una salida de emergencia mediante una alcantarilla, que saca el agua de la laguna y la lleva al nivel apropiado”. La longitud del canal de tipo “by pass” es de casi 2400 metros.
Desde el punto de vista del escurrimiento por gravedad (y no por bombeo, que podría implicar un caudal constante) esta salida de emergencia no sería permanente y dependería del nivel de cota, contribuyendo al descenso del nivel de la laguna. “La alcantarilla, al ser una salida controlada solo para situaciones de emergencia, no puede generar problemas”, indicó Bertoni, aclarando que el caudal máximo de esa salida de emergencia de La Picasa es de unos 5 metros cúbicos por segundo, algo relativamente escaso en relación al caudal de la cuenca del Salado. “Felizmente en esta alcantarilla, que tiene compuerta y una estación de monitoreo, todas las provincias pueden controlar el caudal y el nivel, y siempre está la posibilidad de cerrarla mediante un protocolo de manejo”, destacó.
¿Qué sabe el agua de política?
El ingeniero Marcelo Rastelli es director técnico de la Dirección provincial de Hidráulica del Ministerio de Infraestructura de la provincia de Buenos Aires y aportó posicionamientos no sólo acerca de La Picasa sino también, y como “contraejemplo”, sobre las obras del “Plan Maestro Integral de la Cuenca del Río Salado”. Destacó la importancia de este Plan ya que “incorpora áreas propias y áreas anexas y permite así abordar el tratamiento de una superficie total de 17 millones de hectáreas, constituyéndose en el área de estudio y desarrollo más importante de la provincia de Buenos Aires”, donde viven alrededor de 2 millones de habitantes y se concentra el 30% de la producción nacional de granos y de carne.
“La variabilidad hídrica -indicó- nos expone a conflictos de interés entre los diferentes usuarios de la cuenca. Los productores, las actividades recreativas, la pesca, el turismo, las actividades académicas, las organizaciones no gubernamentales, y el Estado que administra… se ponen de manifiesto”.
En relación al Plan, eligió hacer un balance positivo y destacó: “Tenemos más de la mitad del río (Salado) con obras terminadas o en ejecución. Pero también el plan propone la ejecución de nuevos canales troncales que permitan densificar esta red de captación de excedentes y conectarlos a vías de evacuación para proteger las ciudades”. Su énfasis estuvo puesto en que las intervenciones de infraestructura de este tipo, cuando se trata de integrar un territorio tan vasto, solo pueden ser exitosas en la medida en que se cuente con una capacidad de manejo “resultado de acuerdos que alcancen a todos los usuarios de la cuenca”. Y con la idea fuerza de relacionar manejo y acuerdo miró fijamente hacia la provincia de Santa Fe.
“La provincia de Buenos Aires tiene la voluntad de recibir los excedentes de agua que reduzcan los efectos de la inundación en La Picasa, pero entendemos que se deben dar una cantidad de recaudos que nos den garantía. Para esto el denominado canal alternativa norte y las obras de conexión que ha efectuado Santa Fe deben tener mecanismos de control y manejo más eficaces que lo hecho hasta ahora”. Para el ingeniero Rastelli este canal, que está traspasando alrededor de 5 metros cúbicos de agua actualmente, “está conectado de un modo irregular”, porque no se partió de acuerdos comunes.
Rastelli señaló que desde el punto de vista de una cuenca, La Picasa abarca o implica unas 500 mil hectáreas en un territorio que involucra a tres provincias. “La cuenca es la extensión de territorio que contribuye a un cuerpo de agua. En este caso una cuenca cerrada y endorreica como La Picasa solo fue identificada como tal hasta mediados de los años 90 y por eso se constituyó en 1998 un Comité de Cuenca”.
Con mucha rapidez se desarrollaron estudios que permitieron contar con un mejor conocimiento de esta “nueva cuenca”, incluso se llegó al planteo de soluciones, y se concluyó que la autorregulación natural que tuvo La Picasa durante tantos años llegaba a su fin debido al incremento de “las expectativas del uso del suelo que tienen los pobladores”, sobre todo en lo relacionado a la agricultura.
Por lo tanto era necesario pasar a la acción mediante obras de infraestructura: ordenar el escurrimiento interno de la cuenca era una necesidad, pero también disponer de elementos de retención. La capacidad de exportación o retención del agua permite sostener el balance en los niveles de fluctuación, tanto en sequía como en abundancia.
Desafortunadamente para los pobladores de la cuenca, el Comité no tuvo el rol esperado y hubo acciones sin coordinación, lo que llevó a que la provincia de Buenos Aires lleve ante la Justicia las acciones de infraestructura de Santa Fe, con posiciones claramente encontradas. “En mi modesta opinión, todo se hizo al revés”, se lamentó Rastelli.
Datos reveladores
Eduardo Kruse, director del Centro De Investigaciones y Transferencia del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (CITNOBA), puso en escena otros factores a tener en cuenta, como el rol del agua subterránea y la necesidad de una perspectiva de construcción histórica en estos fenómenos, que deben ser estudiados con atención una vez que se los interviene.
“Desde nuestro punto de vista, para considerar un manejo racional del agua en cuencas hídricas en una llanura también hay que tener en cuenta los movimientos verticales del agua, es decir a la evaporación y a la infiltración, y no solo el escurrimiento superficial”, advirtió, ya que todo el debate en las actuales condiciones incluye las obras de drenaje o retención del movimiento horizontal del agua.
Kruse se preguntó por la interacción que hay entra aguas superficiales y aguas subterráneas: “Muchas veces al no ver lo que ocurre en el subsuelo se simplifica su importancia en el funcionamiento hidrológico de una llanura”.
“Las divisorias de agua son difusas”, volvió a advertir. “Esto se asocia con lo climático y a que estamos en una región que responde a lo árido, a una formación arenosa que tiene su origen hace unos 7 mil años en la zona pampeana, con bajas precipitaciones y altas temperaturas, eso generó un paisaje de mantos arenosos que todavía no se han adaptado a la condición húmeda actual”.
Claro que es esta condición árida, sin la cantidad de canales, ríos y lagunas de retención suficientes, la que se trata de modificar a través de las obras de infraestructura, aunque hay que asumir los riesgos de “acelerar lo que naturalmente tendría que producirse con los años”.
El investigador de la UNNOBA recordó que ya en 1884 Florentino Ameghino planteó en un trabajo la idea de no sólo producir drenaje para las inundaciones, si no también que las llanuras requieren del manejo de agua para los tiempos de sequía. “Ameghino es quien plantea uno de los primeros conceptos acerca del manejo racional del agua en un área de llanura”, dijo Kruse ante el Auditorio.
Los datos sobre la abundancia de agua actualmente son elocuentes: si hacia la década de 1940 los trabajos citan niveles de 10 o 12 metros de profundidad freática, “actualmente el agua está muy próxima a la superficie, a 2 o 3 metros”. Cuando el ascenso de los niveles freáticos alcanza la superficie se produce el “afloramiento del agua” y empiezan a aparecer las zonas anegadas, al que se puede sumar el otro fenómeno, el de la falta de escurrimiento en superficie, aumentando así el problema de la inundación.
Si bien el dato aportado por Kruse llevó intranquilidad a un escenario de por sí cargado de tensión, el involucramiento y la presencia de la Universidad permitió unificar la mirada hacia el futuro: “El concepto de manejo sustentable supera la cuestión meramente técnica para encontrarse con otros elementos, actores sociales, políticos, académicos y económicos”, insistió para motivar el diálogo.
En concreto la Universidad está desarrollando proyectos relacionados específicamente con la zona y tendientes a lograr precisiones para evaluar adecuadamente la interacción entre agua superficial y agua subterránea y conocer mejor los procesos naturales y su reacción frente a las actividades humanas en relación al recurso agua. Son tres proyectos específicos que destacó Kruse: experiencias hidrológicas piloto en el Campo Experimental de la UNNOBA en Junín; también la vinculación de ecología y monitoreo de ambientes acuáticos pampeanos, relacionados con las áreas lacustres de la cuenca del Salado; y un desarrollo de un sistema de soporte de las decisiones frente a eventos extremos en la gestión de la cuenca del río Salado en la provincia.
En este sentido el rector de la UNNOBA, Guillermo Tamarit, destacó ya en el cierre de la jornada: “Nos gusta que en esta casa se puedan desarrollar debates, plantear temas que van atravesando las distintas dimensiones de nuestra sociedad. La universidades somos el ámbito natural para las discusiones de este tipo y respecto a este tema en particular nuestra Universidad tiene un rol importante en dos espacios que son de los más importantes desde lo científico tecnológico en la provincia de Buenos Aires. Uno es el Sistema Integrado de Monitoreo y Alerta Temprana Hidroambiental (SIMATH), que integramos junto al Ministerios de Ciencia y Tecnología de la Provincia, la comisión de investigaciones científicas y ocho universidades nacionales del interior de la provincia de Buenos Aires. Esto en una provincia que tiene problemas desde desertificación hasta inundaciones, donde todas estas cuestiones van siendo atrapadas por conflictos que llegan al nivel científico, porque hay una recurrencia en apelar a las universidades para las respuestas técnicas a medida que satisfacen los intereses particulares y no las mejores soluciones técnicas. Por esto es que hay que mediar”. “Ahora si nos preguntan cuál es el interés que nosotros pretendemos preservar, es el interés del futuro, es decir el interés de los que vienen, y sin duda tiene que ver con el legado que como institución y como padres tenemos que ofrecer”, insistió Tamarit.
Por Marcelo Maggio
Nota:
(1) Junín Digital: “Entró en funcionamiento un nuevo canal en la Picasa y llegará mucha más agua a Junín“