La cultura del cuidado

Por Lic. María Mónica Lázzaro

Directora del Instituto Académico de Desarrollo Humano


A poco más de un año del comienzo de la pandemia de la COVID-19, e iniciando la segunda ola, tenemos  más certezas que al principio, hechos y evidencia científica. Desde el Instituto Académico de Desarrollo Humano, queremos resumir los principales hallazgos sobre el origen de la enfermedad, sus características, la efectividad de las medidas preventivas y la importancia de lo colectivo.

Cuidar la naturaleza, para cuidar de nosotros mismos

Para comprender el surgimiento de las enfermedades transferidas de animales a humanos, es fundamental entender la estrecha relación entre salud humana, animal y ambiental, y el impacto de las actividades humanas en los ecosistemas.

El ébola, la gripe aviar, la gripe por el virus H1N1, el Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS), el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), el virus del Zika y la nueva COVID-19 son solo algunas de las zoonosis  que han causado pandemias o han amenazado con causarlas a lo largo de la historia, dejando claro que la del SARS-CoV-2 no será la última. Por ello es indispensable que el Sistema Sanitario considere el análisis de la transferencia global de riesgos para la salud.

María Mónica Lázzaro, directora del Instituto Académico de Desarrollo Humano

Las principales actividades humanas que han influido en la generación de pandemias y repercutido en la salud miles de personas son la destrucción de ecosistemas naturales, el tráfico de fauna, la extinción de especies silvestres, el cambio climático planetario, el proceso de urbanización global, los movimientos transfronterizos, las transferencias de estilos de vida, entre los más importantes.  Ello demuestra, por un lado, que la población mundial se encuentra interconectada, y por el otro, que humanos y naturaleza están íntimamente relacionadas, y si no la cuidamos, no podemos cuidarnos.

El Coronavirus no tiene fronteras geográficas

La COVID-19 es un problema que afecta la Salud Pública Global. Queda claro que para adelantarnos, tomar decisiones y  hacer frente a la pandemia no solo se debe analizar el perfil epidemiológico y la respuesta social organizada en nuestro país, sino también lo que acontece a la población mundial, tomando como punto de referencia aquellas políticas que han resultado efectivas en contextos de iguales características.

Las universidades deben contribuir para amortiguar los efectos negativos de la infodemia

Por primera vez en la historia, una pandemia se ha transmitido minuto a minuto y las personas han estado tan pendientes de ella. La incertidumbre trajo como consecuencia que, a través de los diferentes medios y redes sociales, hayan circulado de manera masiva y excesiva contenidos de todo tipo, informativo con rigor científico, y también desinformativos, inexactos y maliciosos, haciendo dificultoso que las personas encuentren fuentes confiables que las oriente respecto del origen del virus, los mecanismos de propagación, las medidas eficaces de prevención, el tratamiento, la vacunación. Sin dudas, esto afectó negativamente la salud mental y  dio lugar a distintos comportamientos que aumentaron el riesgo de enfermar.

Según la Organización Panamericana de la Salud, el acceso a la información correcta en el momento oportuno y en el formato correcto es decisivo para la prevención y control del coronavirus. Las instituciones autorizadas deben trabajar para contrarrestar los rumores, a través de publicaciones que, por un lado, desmientan mitos y mensajes falsos, y por otro promuevan información exacta y verídica para que las personas puedan tomar decisiones responsables sobre el cuidado de su salud individual y colectiva.

La pandemia tiene efectos negativos sobre la salud mental

La pandemia irrumpió y cambio la vida de las personas adultas y niños. La incertidumbre, el aislamiento social, las preocupaciones sobre la salud propia y la de seres queridos, las presiones económicas y laborales, las rutinas diarias alteradas han generado en muchas personas sentimientos de pérdida de control. Varios estudios muestran un incremento del número de adultos que reportan síntomas de estrés, ansiedad, y depresión, sumándose el consumo de alcohol y otras sustancias para paliar sus miedos y sufrimientos durante la pandemia. Estas conductas pueden tener consecuencias sobre el sistema inmunológico y contribuir a que las personas desarrollen enfermedades cardiopulmonares que aumentan el riesgo sufrir complicaciones graves de la COVID-19.

Las desigualdades sociales se traducen en desigualdades de salud

En nuestro país, como en el mundo no constituye una novedad la existencia de poblaciones que viven en condiciones socioeconómicas y laborales desfavorables (sin acceso a agua potable, vivienda digna, educación, trabajo y salud). Esta situación de precariedad y desigualdad social influye sobre la salud individual y familiar, haciéndolas más vulnerables, o sea, aumentando el riesgo de contraer COVID-19, desarrollar las formas graves de enfermedad e incluso morir.

Por ello, los esfuerzos de cualquier gobierno para promover y mantener la salud de la población deben dirigirse a mejorar las condiciones de vida; esto implica un compromiso con el abordaje intersectorial y multidisciplinario, y enfrentar la pandemia fundamentalmente desde acciones de promoción y prevención.

Riesgos para el contagio de la COVID-19

La sumatoria de vías de contagio (ambiente cerrado, contacto estrecho y prolongado) aumenta el riesgo de contraer coronavirus. La situación especial de los ámbitos hospitalarios no es extrapolable a la comunidad.

En los efectores de salud, la atención de personas infectadas con COVID-19 y la característica invasiva de ciertos procedimientos realizados por profesionales, generan aerosoles que quedan suspendidos en el ambiente. Estas micropartículas contaminan cercanías y superficies que, al entrar en contacto con las manos y la vía respiratoria de una persona sana, la enferman (transmisión por contacto con superficies contaminadas). Por ello las medidas de prevención requieren equipos de protección personal y métodos de limpieza y desinfección exhaustivos.

En cambio, en otros ámbitos de la vida cotidiana el riesgo de contagio por contacto con superficie contaminadas es menor, aunque el lavado de manos y la limpieza de objetos comunes y superficies sigue siendo importante. En estos casos cobra mayor relevancia la sumatoria de factores. En los domicilios, por ejemplo, la vía más importante de contagio es aérea por contacto estrecho y prolongado.  

La mayoría de los contagios se da hacia el interior de los domicilios

Asociado a lo anterior, en los hogares las personas permanecen más tiempo juntos, el contacto es mayor y más íntimo y son menos las medidas de prevención implementadas. Por ello, la mayoría de los contagios se da hacia el interior de los domicilios; no obstante, también es importante controlar los espacios donde circulan personas no convivientes (trabajo, escuelas, transporte público, etc.), ya que es allí donde se abren las cadenas de transmisión comunitaria.

Lugares de contagio

Saber dónde nos contagiamos, nos permite regular la socialización en espacios cerrados y concurridos, y así desarrollar actividades con un riesgo menor de contagio.

Generar entornos saludables en las aulas y el trabajo, se logra a través de la implementación de medidas preventivas colectivas, que incluyen higiene, uso de tapabocas, distanciamiento, aforo, y ventilación de los ambientes.

El principal riesgo: los más allegados

Partiendo de la premisa de que la interacción es necesaria para que se produzca el contagio, no debemos preocuparnos por desconocidos, porque la interacción con estas personas es mínima y por lo general se encuentra regulada. La preocupación debe centrarse en los  espacios donde se socializa  con personas que conocemos y mantenemos interacciones afectuosas, sin medidas de prevención, porque es allí donde se producen la mayoría de los contagios.

Muchas personas infectadas no presentan síntomas o se sienten levemente enfermas, por lo tanto, continúan interactuando con familiares, amigos y compañeros de trabajo, contagiándolos, si no se cumplen las medidas de prevención necesarias.

¿Cómo nos protegemos? 

La transmisión del coronavirus SARS-CoV-2 depende exclusivamente de los comportamientos humanos. La solución está en la regulación de la interacción social y en el cuidado individual.  Lograr la responsabilidad individual para frenar la expansión de una enfermedad colectiva es uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos en estos días.

La evidencia reunida hasta el momento nos muestra que la clave está en el “Paradigma del Cuidado”, en el comportamiento preventivo, en el reconocimiento y respeto por el otro, en otras palabras, en repensar los vínculos entre los humanos.

Por ello, las medidas más efectivas para protegernos y evitar los contagios es la limitación y regularización de la interacción social (distanciamiento, aforo),  el cuidado (higiene de manos, higiene respiratoria, uso de tapaboca), la limpieza de superficies y objetos comunes, ventilación de espacios cerrados,  aislamiento domiciliario en caso de enfermar o entrar en  contacto con personas sospechosas o confirmadas y en la vacunación contra la COVID-19.

Vacuna, una esperanza

En el siglo XVIII, específicamente en 1796, Edward Jenner, desarrolló la primera vacuna, que previene la viruela, enfermedad infectocontagiosa que amenazaba a la población y causaba una alta morbimortalidad. En ese momento histórico para la humanidad, el tema también fue controversial, no solo desde el orden científico-sanitario, sino también político, ético, e incluso religioso.

Desde allí las vacunas, han contribuido a la prevención, control y erradicación de enfermedades inmunoprevenibles en todo el mundo.  Las vacunas cada año salvan millones de vida.

Hasta marzo de 2021, existían en fase de experimentación, más de 200 vacunas contra la COVID-19, pero solo 7 son seguras y eficaces en seres humanos. Los laboratorios e instituciones que participan en el desarrollo de esas vacunas anticipan los resultados de sus ensayos a las agencias encargadas de evaluar si se cumplen todos los requisitos y fases de experimentación. En Argentina el organismo a cargo de esta tarea es la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT).

Actualmente, independientemente de la aprobación del ANMAT, la polémica, se deriva de creencias negativas basadas en mitos, desinformación, falta de confianza en el sistema sanitario, influencia de los líderes partidarios, además de la preocupación sobre la seguridad, efectos adversos, disponibilidad y acceso a las vacunas, entre otros. Pero lo cierto es que aun no se ha creado ninguna otra estrategia o medida más efectiva para la lucha contra las pandemias que la utilización de las vacunas.

Concluyendo

Para concluir, la pandemia nos acompañará por un largo período de tiempo, meses e inclusive años. La esperanza para ponerle fin reside en la vacunación masiva, la cual permite detener la propagación del virus. Lamentablemente, por ahora la vacunación es un recurso escaso, y la meta para alcanzar la “inmunización de rebaño” parece ser inalcanzable para la mayoría los países del globo . Mientras tanto,  para  volver  y mantener la educación presencial en las escuelas y la universidad, debemos centrarnos  en lo seguro y efectivo: la Cultura del Cuidado.

Las estrategias de prevención colectivas deben estar centradas en la regularización de las interacciones, o sea, en la implementación de  medidas de seguridad institucional y, sobre todo, en su cumplimiento, no desde la automatización y repetición de rutinas, sino desde el comportamiento individual y social responsable y consciente de toda la comunidad educativa, que incluya autoridades, estudiantes, docentes y no docentes; extendiendo y dando continuidad a esas recomendaciones y actitudes preventivas hacia todos los ámbitos de la vida, en especial, hacia el interior de los domicilios (recordemos que es en el ámbito doméstico, en las interacciones íntimas con familiares y amigos,  donde se produce el mayor número de contagios).

Diseño: Laura Caturla