“La dirección de la ECANA es algo muy desafiante”

Por Lorena Berro

A menudo quienes ocupan cargos y tienen responsabilidades de gestión dentro de las instituciones son conocidos solo por sus trayectorias públicas y por su trabajo. Pocas veces la mirada se detiene sobre los recorridos que las personas han realizado hasta alcanzar espacios de representación. Y cuando esto sucede aparecen voces sumamente valiosas que hablan de biografías personales, pero también son testimonio del valor de la educación pública en la formación de recursos humanos altamente capacitados que posibilitan el crecimiento del proyecto universitario en la región.

Virginia Pasquinelli es doctora en Ciencias Biológicas y directora de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales de la UNNOBA. Asumió su segundo período de gestión en el mes de febrero de 2023 y en oportunidad de asumir tras haber sido electa por unanimidad por el consejo directivo para seguir conduciendo los destinos de esa unidad académica, se definió como una mujer de la ciencia que le debe a la educación pública y al esfuerzo de sus padres la posibilidad de haber podido formarse en el país y transitar aquí un camino profesional comprometido con el ejercicio de la docencia, la investigación y la gestión universitaria. “Cuando a los investigadores nos mandaban a lavar los platos, elegí quedarme. Y lo hice porque tenía una fuerte vocación y había crecido en el seno de una familia que me inculcó desde siempre la importancia de estudiar y de encontrar una profesión que amara”.

Tiene 45 años. Su partida de nacimiento es de San Nicolás porque su familia es originaria de La Emilia, pero a sus 3 años, se establecieron en Junín, donde su abuelo paterno y un tío abuelo ya vivían y tenían una panadería.

El olor a pan recién horneado acompañó el tiempo de su infancia y adolescencia. Y le mostró la recompensa del trabajo. “Mis padres, Ángel y Marta, comenzaron a trabajar con mi abuelo y luego tuvieron su propia panadería. Mis hermanos María Laura y Federico y yo crecimos viendo a nuestra familia esforzarse mucho para forjar un porvenir”, comenta.

“Desde chicos todos trabajamos en la panadería, ayudando, atendiendo, haciendo el reparto”, agrega. Y sostiene que creció en un núcleo familiar que siempre promovió en ella y en sus hermanos “la cultura del trabajo y el camino de la educación”.

“Mis padres siempre nos impulsaron a que estudiáramos, quizás porque ellos no lo habían podido hacer y nos aconsejaron que buscáramos algo por lo que sintiéramos verdadera vocación”, agrega.

El camino de las Ciencias Biológicas

Hizo la escuela primaria y secundaria en Junín y cuando fue tiempo de seguir estudiando, se inclinó por la Universidad de Buenos Aires, donde su hermana ya estaba estudiando Derecho. Confiesa que siempre sintió inclinación por las ciencias naturales, aunque tuvo algunas dudas al momento de elegir su carrera. “Tuve varios interrogantes, me gustaba Medicina, pero relacionada a la investigación. También me gustaba lo ambiental, la biología marina y la genética. Cuando conocí la licenciatura en Biología de la UBA supe que ese era el camino porque la carrera tenía mucha diversidad”.

Así fue que comenzó su carrera universitaria y se inclinó por la biología molecular y celular. Estando en tercer año comenzó a dictar clases como ayudante de Microbiología, en las áreas Bacteriología e Inmunología de la Facultad de Medicina de la UBA y a realizar una pasantía no rentada con la doctora Verónica García, en el laboratorio de Inmunogenética que estaba en el Hospital de Clínicas. “Me introduje en el mundo de la inmunología y descubrí una pasión. Tuve la suerte de dar mis primeros pasos de la mano de investigadoras e investigadores de los que aprendí mucho. El grupo de Verónica García trabajaba en lepra y cuando me incorporé empecé a trabajar en tuberculosis. De hecho mi trabajo final de grado fue en Inmunología de la Tuberculosis”.

El deseo de volver a casa

Sabiendo que su deseo era abrirse camino en el campo de la investigación científica, luego de recibirse continuó el doctorado y tomó una beca de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica. Hizo el postdoctorado e ingresó a la carrera de investigación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)

Luego de varios años de trabajo, y establecida en Capital Federal, internamente comenzó a sentir el deseo de regresar a Junín. Para entonces la UNNOBA ya se había creado en la región. “Mi búsqueda tenía que ver con una cuestión familiar. Mi proyecto de familia estaba en Junín, así que empecé a buscar alternativas para radicarme”, señala.

“Confieso que desconocía bastante lo que sucedía en la UNNOBA, comencé a averiguar y así me enteré por una amiga que se dictaba la Licenciatura en Genética. Envié mi currículum al área de Recursos Humanos para dictar clases y tuve la suerte de que estaban buscando docentes para Inmunología e Inmunogenética. Tuve una entrevista con Rolando Rivera Pomar, hice una propuesta para la asignatura. También me reuní más tarde con Adriana Andrés, licencié mi cargo como Jefa de Trabajos Prácticos en la Facultad de Medicina y comencé a dar clases en la UNNOBA”, menciona. Y recuerda que viajaba los viernes a Pergamino, daba clases, pasaba el fin de semana en Junín y regresaba a Capital Federal los lunes.

Así empecé a vincularme con la UNNOBA a través de la docencia. Eso ocurrió en el año 2009, pero yo quería investigar y radicarme en Junín. Eso sucedió recién en 2012 y fue una experiencia extraordinaria porque la Universidad estaba dando sus primeros pasos en la investigación”, relata. Y prosigue: “Empecé a buscar un lugar donde hacer investigación. Tomé una beca a través del Proyecto Raíces, ahí me volví a encontrar con la genética y avancé en una investigación sobre modificaciones epigenéticas en tuberculosis”.

Su vocación era investigar y tuvo la posibilidad de hacerlo en las instancias fundantes de la UNNOBA. El laboratorio donde trabaja se llama “Inmunogenética de las Infecciones” (CIBA).

Confiesa que en ese tiempo las dificultades eran de infraestructura, porque para realizar ciertas tareas necesitaba de un equipamiento que aún no estaba disponible. “Me contacté con Carolina Cristina, actual secretaria de Investigación, Desarrollo y Transferencia, que ya se había establecido. Empezamos a ver cuáles eran las necesidades que teníamos, se empezó a armar el Programa de Laboratorios de la UNNOBA, que apuntaba a dotar a la Universidad de más equipamiento para los laboratorios de docencia, pero también de investigación”.

Comenzó a tener un rol activo en la vida institucional y participó de varias instancias fundantes que recuerda con un cariño entrañable porque asegura que “pocas veces se tiene el privilegio de ser parte de la vida de las instituciones desde sus comienzos”.

Recuerda que fueron su papá y su marido quienes ayudaron a colocar mesadas del laboratorio que habían armado en la escalera que iba a la terraza del edificio de Sarmiento y Newbery.

“A ese espacio de trabajo se sumaron luego otras investigadoras como Laura Alaniz, María Laura Palumbo y Romina Schiaffino. Se pudo armar el primer cuarto de cultivo celular. Aún recuerdo el día caluroso de enero en que subimos las heladeras y nos pusimos a trabajar”, abunda recreando los primeros pasos de su labor como investigadora en la UNNOBA. “Desde entonces nunca dejé de investigar y siempre le agradezco a Danya Tavela, exvicerrectora y actual diputada nacional,  y a cada una de las personas que me abrieron las puertas para que pudiera desarrollar mi profesión, tanto en la docencia como en la investigación”.

La gestión, un desafío

En el año 2019 fue electa para suceder a Adriana Andrés en la dirección de la ECANA. Confiesa que la llegada a la gestión universitaria no fue algo buscado, sino “algo que fue dándose naturalmente como consecuencia del crecimiento de la Universidad y de la Escuela”.

“El trabajo realizado en el programa de laboratorios, la coordinación de determinados espacios, fueron pasos que fui dando.  Participé de las comisiones de revisión de los planes de estudio y del Consejo Directivo de la ECANA. Me aboqué de manera muy activa a la dirección de mi propio grupo de investigación y a radicar líneas propias, algo que es muy dificultoso. Hoy tenemos un grupo conformado por Rodrigo Hernández del Pino, Ängela Barbero, Sabrina Palma y Nicolás Moriconi. Pero personalmente no proyectaba ser la directora de la ECANA y tomé ese ofrecimiento con mucha responsabilidad. Cuando me eligieron me sentí muy honrada”.

“La dirección de la ECANA es algo muy desafiante y representa una experiencia de mucho aprendizaje”, resalta.

“Hay otro mundo en la gestión, hay diálogos, acuerdos, vinculación con instituciones, empresas, unidades académicas de otras universidades, y mucho trabajo orientado a pensar el futuro de la ECANA y de la propia Universidad”, sostiene.

Abocada a la gestión e iniciando su segundo mandato, confiesa: “No me veo sin hacer investigación y sin hacer docencia. Eso no existe en mi imaginario. Me divido por tres”.

Cuando no está trabajando, su tiempo está dedicado al cuidado de su familia, integrada por su marido Marcos y su hijo Tomás (5 años). Cumplió su anhelo de volver a su lugar y hallar en él las condiciones para desplegar su profesión y retribuir a la sociedad lo que le ha dado la educación pública.

Junto a autoridades de la Universidad en el momento de asumir el cargo en febrero de 2023.

Un compromiso con la educación

Creo que no me muevo más de la región. Aquí están dadas las condiciones para hacer ciencia y la UNNOBA ha abierto esa posibilidad. Hoy estamos a la altura de grandes centros y tenemos colaboraciones estratégicas que nos permiten avanzar y seguir fortaleciendo nuestra masa crítica”, destaca.

Sobre el final, cuando la entrevista la convoca a responder sobre aquello que dijo al asumir en relación a lo que sintió cuando alguna vez a los investigadores del país se los mandaba a “lavar los platos”, Virginia Pasquinelli afirma: “Frente a ello uno siente cierto desánimo, pero ese momento del país también me impulsó a seguir. Era un compromiso que yo había asumido con mi vocación y con el esfuerzo de mi familia y del conjunto de la sociedad que con su aporte me habían permitido formarme”.

“En 2006 hice una estadía en Estados Unidos como parte de una colaboración del grupo de investigación en el que estaba. Y sabía que siempre hay posibilidades. Pero nunca pensé en radicarme en el exterior”, comenta. Y abunda: “Cuando uno vive en el interior y se va a estudiar a una gran ciudad, ya siente un desarraigo. En términos profesionales el desarrollo puede ser muy importante estando afuera, pero en el costobeneficio yo privilegié otras cuestiones. Para mí la familia es muy importante. Y además tampoco es tan fácil estar en otros lugares del mundo, generar grupos propios de investigación y tener una posición independiente”.

“El camino que me permitió recorrer la educación y la actividad científica en Argentina han sido hermosos y lo siguen siendo. La educación pública es el camino, siempre. En parte la decisión de quedarme a investigar en el país tiene que ver con la posibilidad de devolver todo lo que recibí”, resalta.

“La educación pública es educación de calidad, inclusiva, diversa y que no atiende otros intereses y que transforma. Mi aporte a la gestión universitaria, es desde esa perspectiva, para propiciar que cada vez sean más quienes tengan la posibilidad de llegar a la Universidad y formarse en ella, sabiendo que eso les abrirá muchos caminos”, concluye. Y lo que expresa resuena como el eco del sentir de una generación de universitarios que hacen de esa decisión personal de seguir apostando al desarrollo educativo y científico, una consigna y un legado que los compromete con la sociedad de la que son parte.

 

Diseño: Laura Caturla