Testimonio inclusivo
Por Luciano Toledo
“Egresades”, se lee en grandes letras sobre buzos y camperas. Página 12 publica notas con la “X”, sube notas con la “E”. La Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, permitió su uso en cualquier práctica académica. A fines de 2018 se aprobó la primera tesina en la Universidad Nacional de Río Cuarto. Y La facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) aceptó el uso del lenguaje inclusivo en todas sus modalidades como recurso válido en producciones de grado y posgrado. Fue una investigadora argentina, Delia Suardíaz, quien analizó por primera vez en 1973, los usos sexistas de la lengua castellana. Pero ya no se habla de condición dicotómica. Se rompió el binomio hombre/mujer. El lenguaje deja afuera identidades y disidencias, ahora… ¿estamos todes de acuerdo?
Del genérico a la inclusión
Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, se titula el documento que en 2012 presentó la Real Academia Española (RAE), redactado por Ignacio Bosque, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid. Además de sentar una posición que defiende un “masculino genérico extensivo que incluye a las mujeres”, es una declaración disconforme hacia quien pretende evitar la homogenización de las voces autorizadas. Ese mismo año, la Traductora Pública de Inglés (Universidad del Salvador) Sylvia Falchuk, le propuso al director de la Escuela de Lenguas de la Universidad de Belgrano organizar conjuntamente una jornada sobre traducción, análisis del discurso y género. Y anticipando su futura irrupción social, presentó junto a especialistas en el tema, una mesa denominada: Hacia un lenguaje inclusivo, ¿es posible?
“…la humanidad está entrando en una era pospatriarcal”
En un congreso de intérpretes y traductores en Los Ángeles, EE.UU, en 2017, presentó el taller: ¿Por qué no considerar el uso del lenguaje inclusivo en nuestro quehacer profesional cuando corresponde? La especialista en políticas lingüísticas sostiene que las profesionales del lenguaje tienen las herramientas para resignificar sus roles y superar la representación de ser meras traductoras, redactoras o intérpretes. “Necesitamos ubicarnos en un lugar más proactivo de asesoras o consultoras lingüísticas y aceptar, rechazar o sugerir modificaciones cuando los trabajos lo requieren. En ese nuevo andar, las más convencidas del uso del lenguaje inclusivo y con espíritu activista, defenderán aquello en lo que creen”, agrega.
Las mujeres son amplia mayoría en la profesión, pero la formación purista, lleva a que muchas defiendan la postura del masculino genérico. Falchuk considera necesario conocer los procedimientos lingüísticos para acceder a un tratamiento igualitario del lenguaje. Y sugiere estrategias, recursos y pautas de comunicación inclusiva como desdoblamientos y alternativas gráficas, “porque hay organismos, editoriales, instituciones o empresas que piden que los textos contemplen este tipo de lenguaje”.
En la 23ª edición de 2014 del Diccionario de la Lengua Española se eliminaron significados como débil, endeble asociados a femenino. Y hoy existen en países hispanohablantes distintas guías sobre lenguaje inclusivo no sexista: “Esto implica mostrar a las mujeres como ciudadanas, con todos sus derechos. Es incluir lo excluido, y contribuir a la transformación y a la construcción de una sociedad con igualdad de oportunidades para mujeres y varones”.
La Traductora Pública Falchuk sostiene que atravesamos un proceso y un movimiento que ya está en marcha, porque la humanidad está entrando en una era pospatriarcal, y agrega: “Cuando un número importante de personas cambia su modo de pensar y de comportarse, la cultura lo hace también, y una nueva era comienza. Si extrapolamos esto al lenguaje, de a poco se van a ir dando cambios, porque las generaciones más jóvenes se animan más; algo que quizá no sucede con mi generación de profesionales, ya que no nos hemos formado para pensarnos como agentes sociales de política lingüística”.
Hacia un derecho lingüístico
Existe una conciencia del lenguaje arraigada a los procesos socioculturales que viene a señalar lo que existió desde sus comienzos. Para la doctora en Semiótica Laura Abratte, hay una insistencia histórica en naturalizar los usos lingüísticos y evitar la reflexión. Para asentar un cambio primero hay que dar el debate, y enfrentarse a la gran resistencia que genera el movimiento que enarbola la RAE como voz de autoridad. “Porque no solo implica la cuestión de género y patriarcado, además se presentan condiciones de colonialismo explícito en el lenguaje. Es apostar contra la dominación, la relación de desigualdad y la imposición violenta”, agrega.
Es imposible pensar a la lengua fuera de las relaciones de poder. Desde las bases y los fundamentos, y desde la concepción disciplinar, el pensamiento es dicotómico (todo es binario). Para Abratte las instituciones y academias que se consideran el resguardo lingüístico sólo son capaces de pensar en términos de dicotomía, y hay expresiones que no entran ni en lo femenino ni lo masculino. “Por eso buscamos otros términos y representaciones, porque no tenemos forma de nombrar ni conceptualizarlos, porque la lengua no los representa”, sostiene.
Si tomamos al lenguaje inclusivo como un proceso que inició hace años, notamos que se dieron diferentes alternativas: x @ e, como marca de género. Pero además del pensamiento dicotómico, se presentan los tecnicismos, la morfología y la gramática como barrera. La RAE manifiesta en su documento que la lengua tiene otros recursos para que no se invisibilice el género, como la utilización de un pseudónimo sin marca, por ejemplo: “gente” o “personas”. Pero Abratte sostiene que buscar alternativas para evitar la utilización de un término marcado en condición de sexismo, sin la necesidad de modificar la lengua, es ir en contra de lo que viene a evidenciar. “Es borrar el sexismo de la lengua. O sea, busco un sinónimo, pero no soluciono el tema de fondo. La e en cuestiones gramaticales puede generar ambigüedad en ciertas construcciones, pero lo más importantes es mantener el debate abierto en todos sus frentes”, agrega.
“El territorio ya no es geográfico sino humano, hoy hay que poner el ojo en las mujeres y los géneros no binarios”
Si pensamos al lenguaje inclusivo en pos de reconocerse como el estándar, implica mucho más que hablarlo y escribirlo. Implica un sistema educativo, de leyes. Y la resistencia no se da solamente en términos lingüísticos, sino sociales. Abratte agrega: “Hay gente que no acuerda con el principal problema de la cuestión que es el patriarcado y la lucha de los movimientos feministas, ante todo por el posicionamiento político ideológico sobre el que hay que mantener la resistencia y el debate”.
El género logró poner en relieve cierta problemática en relación a la conciencia lingüística. Y aunque se siga tomando como referencia la opinión de autoridades sobre la lengua, y no a los hablantes, y se subestime la discusión con políticas diseñadas para homogenizar, la doctora en Semiótica sostiene que hay que estimular fuertemente las reflexiones con respecto a la conciencia. “Hoy es fundamental hablar y pensar en función de lo que debe garantizarse en términos de derechos lingüísticos”, afirma.
La lengua es movimiento
La RAE, fundada en 1713, resolvió no aceptar mujeres como académicas de número hasta fines del siglo XX. La escritora argentina Claudia Piñeiro participó del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española 2019 que se desarrolló en Córdoba, el foro de reflexión sobre el idioma, donde se discutió la situación, problemática y retos de la lengua. La novelista presentó el debate en contraposición con el discurso de quienes revindican al español como lengua unitaria, y comparó a los detractores del lenguaje con perspectiva de género con los viejos conquistadores. “El territorio ya no es geográfico sino humano, hoy hay que poner el ojo en las mujeres y los géneros no binarios”, dice.
“La lengua es movimiento, lo que no se habla produce malestar, y los silencios son volcanes a punto de explotar”
El español es, después del chino mandarín, la segunda lengua más hablada en el mundo. Piñeiro sostiene que dentro del idioma hay un claro negocio y que no existe una presión social para que se acepte el lenguaje inclusivo en la academia. Además, se pregunta: “¿Quién es el dueño del español?”.
Si el inclusivo va terminar siendo lenguaje oficial o no, se determinará con el tiempo y con el uso. Si se establece será parte de la lengua y tendrá que ser aceptado, “pero no podemos prohibirlo, y tampoco imponerlo”, sostiene.
Desde los años setenta se debate si el genérico masculino es universal, si incluye o no. Según José Luis Moure, director de la Academia Argentina de Letras, ningún grupo minoritario se puede arrogar el derecho de cambiar unilateralmente una lengua. Para la novelista Piñeiro no se trata de una mera moda del movimiento feminista: “Políticamente hay un reflejo del patriarcado, y no podemos negar que el masculino a partir del hombre opera en la realidad. Sería claudicar una zona de poder, una lucha de poder. La lengua es movimiento, lo que no se habla produce malestar, y los silencios son volcanes a punto de explotar”.