Arquitectura de la pospandemia

Por Ana Sagastume

Los nuevos conocimientos sobre los modos en que se contagia y prolifera el virus que causa la enfermedad COVID-19 impactan no solamente en las interacciones humanas, sino también en el modo en que concebimos los espacios seguros. De esta forma, la ventilación natural y la posibilidad de interacción con distancia física parecen ser las condiciones básicas que deben ofrecer los lugares compartidos.

Aunque las pautas parecen claras —espacios ventilados y en los que sea posible estar a distancia de otro/a—, los hábitos no siempre se transforman al mismo ritmo que las certezas producidas por la ciencia. Así, mientras que algunas instituciones, comercios, empresas se adaptaron o reacondicionaron sus ámbitos colectivos a partir de nuevas normativas establecidas para el cuidado comunitario, otras no dieron respuesta a los aspectos relevantes del nuevo confort saludable. Quizás lo hacen con la ilusión de que el mundo vuelva a ser el mismo, previo a la pandemia. O bien, porque la inversión necesaria supera las posibilidades o intenciones.

Para el arquitecto Miguel Ángel Vecino, la pandemia no impuso nuevas condiciones a la arquitectura, sino que puso en valor viejas prioridades en el diseño de espacios: “Todos los espacios tienen que tener un aprovechamiento energético, tienen que poder ser ventilados, tienen que tener una conexión con el contexto, por una cuestión de salud y también de relación comunitaria”.

Según Vecino, docente en las carreras de Diseño de la UNNOBA, algunas construcciones previas a 2020 fueron guiadas mayormente “por un interés especulativo, regido por lo económico, en detrimento de la flexibilidad y del uso apropiado de los espacios“. Ese es el motivo central por el cual esas construcciones poseen dimensiones insuficientes para el desarrollo de necesidades básicas: “Se especula con el manejo de espacios mínimos, de alta prestación en renta inmobiliaria, pero que no agregan valor a la calidad de vida de las personas. Lo que la pandemia nos pone a considerar es la necesidad de espacios para un desarrollo cotidiano saludable. El imaginario de la salud, de aire puro y bienestar vuelven a tener relevancia“.

La especulación inmobiliaria propicia la construcción de espacios reducidos, en detrimento de la calidad de vida de las personas que allí residen.

Inversamente, Vecino rescata algunas edificaciones que, aunque fueron concebidas en el pasado, se diseñaron a partir de una “idea menos especulativa y más beneficiosa para la finalidad con la que fueron proyectadas” y que, por lo tanto, resultan más útiles que otras que “insinúan novedades y superficialidades vacías”. Entre tantas, ejemplifica la de una clínica de Pergamino, diseñada por el arquitecto Mario Roberto Álvarez, en la década de 1940, con espacios amplios por donde circular y buena ventilación al exterior, reuniendo las condiciones necesarias actuales para el cuidado comunitario. “Posee una planta funcional, adaptable a funciones variadas en el tiempo y en armónica relación de usos y espacios. La intención y el buen uso de los recursos disponibles, junto a un buen proyecto, siempre redundan en una mejor arquitectura para todos”, considera.

En cambio, para Vecino, cuando lo que guía el accionar es exclusivamente la dimensión económica, “ocurren problemas”: “Sin dudas, forma parte, pero también se tienen que tener en cuenta otras variables: bienestar, sanidad, relación con el otro, cultura, sociedad”, plantea el docente de las asignaturas Historia de la Cultura e Historia del Diseño de la UNNOBA

Clínica de Pergamino, construida en la década 1940, que reúne los requerimientos actuales para el cuidado comunitario.

Sin embargo, la dimensión económica no es la única que explica la existencia actual de construcciones inapropiadas para prevenir contagios y mantener interacciones seguras. Existen edificaciones lujosas y, hasta hace poco, modernas, que hoy parecen de un tiempo muy lejano. Se trata de viviendas o edificios para oficinas que poseen amplias aberturas para maximizar el aprovechamiento de luz solar, pero en los que la ventilación tiene poca importancia. En su lugar, conciben la existencia de sistemas de refrigeración para enfrentar el calor durante la época estival. Este conjunto de condiciones pueden, precisamente, acrecentar el riesgo de contagio de enfermedades infecciosas, entre ellas la COVID-19.

Pero, ¿desde qué lugar estos espacios fueron imaginados si, como plantea Vecino, la arquitectura no cambió con la pandemia, sino que puso en vigencia principios que ya existían? Vecino analiza: “Esas arquitecturas, irónicamente, aisladas sobre sí mismas, tienen una relación interior-exterior ficticia en cuanto a intercambio. Son espacios de tendencia, que solo resuelven cuestiones de estética, estandarizadas en su resolución técnica como en su lenguaje arquitectónico, pensadas en función de otras condiciones, no es que no están pensadas”. “Son las condiciones que impuso la cultura de la imagen”, sintetiza.

Estética vs. funcionalidad. Las construcciones que apuntan a maximizar el aprovechamiento de luz solar y ponen foco en el aspecto estético, pueden dan lugar a edificios con problemas térmicos, con fuerte dependencia de equipos de aire acondicionado.

Por otra parte, este tipo de edificaciones vidriadas cuya confortabilidad interna depende exclusivamente del empleo de aires acondicionados tienen otra desventaja: al consumir mucha energía eléctrica, contribuyen a acrecentar el efecto invernadero y el calentamiento global. “Hay que entender que el empleo de este tipo de tecnología impacta en el cambio climático”, advierte Vecino. No obstante, el docente no apunta a eliminar los equipos de climatización, sino a racionalizar su uso. En ese sentido, la arquitectura juega un rol importante, ya que permite planificar el diseño de espacios que sean eficientes energéticamente.

Sin dudas, son muchos los espacios que deben adaptarse a partir de la evidencia científica. En el mismo sentido, se impone, según Vecino, la necesidad de revisar la reglamentación vigente para la construcción, revalorizar normativas ya existentes, así como controlar que todas ellas se cumplan. “Hay construcciones, por ejemplo, que hoy se producen con alto impacto ambiental o que no tienen ventilación directa al exterior“, remarca y añade: “Además, las personas deben comprender que no hay que construir en todo el espacio disponible, ya que el espacio libre cumple un rol fundamental al equilibrar el espacio construido. Es una compensación lógica”.

El bosque vertical es una tendencia en la construcción que aporta muchos beneficios a sus residentes y a las ciudades mismas. Foto: edificio en Milán, Italia, cuyo bosque vertical posee más de 700 árboles, 11.000 plantas y 5.000 arbustos.

Para Vecino, es necesario repensar colectivamente lo que en la actualidad constituyen los “espacios apropiados” en la búsqueda de producir “mejor vida” y no mayores réditos económicos. “No dejaría librado al mercado o a los poderes hegemónicos este tema tan importante. Yo debo poder decidir sobre el espacio que quiero, en la medida en que todos lo hagamos, que todos podamos definir o discutir sobre lo colectivo y lo individual. Es decir que el espacio sea bueno para mí, pero también para los demás”, plantea. En ese sentido, el profesional considera que el abordaje debe ser interdisciplinar: “La arquitectura debe recostarse en otras disciplinas para resolver este problema entre todos los involucrados”.

Tendencias en la construcción de viviendas

La dilución de las barreras que separaban “lo público” de “lo privado” parece ser una de las transformaciones más significativas que produjo la pandemia en relación a los espacios. “Los dormitorios dejaron de ser íntimos y se transformaron, por ejemplo, en un espacio áulico, el living en un gimnasio y el patio en un lugar de intercambio, por ser un espacio más seguro. En nuestro imaginario está todavía la idea de lo privado y lo público, pero justamente la COVID hizo repensar y relocalizar esos lugares”, explica Vecino.

A la vez, para el arquitecto y docente “hay rincones de la casa que fueron redescubiertos en esta pandemia, o que tienen nuevos usos, a partir de nuevas necesidades”. Lo que se impone, entonces, es la concepción de espacios de manera tal que sean flexibles y adaptables a circunstancias cambiantes. “Puedo tener un espacio que sirva para teletrabajar, pero también para concentrarme y leer un libro“, ejemplifica. De cualquier forma, hay valores que, para Vecino, deben permanecer en la búsqueda de que los espacios habitables promuevan el bienestar humano, entre ellos, la optimización de la luz solar y la vinculación con la naturaleza.

Esas condiciones que mencionó Vecino no son exclusivas para las viviendas, sino que se amplían a los espacios de trabajo y lugares públicos: “Había una tendencia productiva que se basaba en comprimir, copiar y repetir, y hoy nos volvemos a replantear que los espacios deben ser singulares, pero también adaptables y genéricos“.

Flexibilidad y capacidad de adaptación parecen ser las características centrales de la “arquitectura de la pospandemia”. Vecino sugiere que estas cualidades que se expresan, materialmente, en las construcciones, dan cuenta de una profunda transformación en nuestros vínculos y en nuestra percepción subjetiva: “Yo creo que esto de reacondicionarnos, de repensarnos, son cuestiones que se van a tornar cada vez más habituales. Me parece que el ver que uno puede cambiar es algo que llegó para quedarse“.

Miguel Ángel Vecino es docente en las carreras de Diseño de la UNNOBA y coordinador regional del Instituto de Investigación, Desarrollo e Innovación del Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires.

 

La posibilidad de permanecer con distancia física es una de las nuevas condiciones que deben tener los espacios compartidos.

Diseño: Laura Caturla