Estudian cómo desarrollar híbridos de maíz con mayor aptitud para el bioetanol

“La generación de bioenergía a partir de cultivos tradicionales agrega valor y eso implica actividad industrial que demanda mano de obra. En el país tenemos saldo exportable en maíz y es importante que pueda transformarse en proteína animal o bioenergía”. Con esta apreciación, el doctor Guillermo Eyherabide, docente de la UNNOBA, fundamentó los alcances del Proyecto de Desarrollo Tecnológico y Social que dirige en el seno de la Unidad Integrada UNNOBA-INTA.

Con financiamiento del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), el proyecto es de genética aplicada al mejoramiento vegetal. Apunta al desarrollo de híbridos de maíz que posean mayor aptitud para producir etanol.
Eyherabide describió la iniciativa como un emprendimiento conjunto del que participan la UNNOBA y la Universidad de Lomas de Zamora, que tiene la particularidad de que la investigación puede ser adoptada por una entidad privada, en este caso el Cluster de la Semilla (una organización de la que participan además el INTA, los municipios de Pergamino y Venado Tuerto y la Asociación de Semilleros Argentinos, ASA).

“Estamos trabajando en la rama de combustibles renovables y hay mucha información que hace falta para conocer qué tipo de características tienen que mirar los mejoradores de plantas para que se desarrollen híbridos especialmente destinados a la producción de bioetanol”, señaló el investigador. En esta línea, precisó que en la actualidad los híbridos que se utilizan no fueron seleccionados para rendimiento de etanol, sino de grano. Así destacó que “uno de los objetivos del proyecto es aplicar la genética para conocer las características que podrían estar relacionadas con un mayor rendimiento de etanol por unidad de peso de grano”.

Los investigadores ya finalizaron el trabajo de campo y actualmente se está analizando la relación entre el rendimiento de etanol que tienen las líneas progenitoras de un híbrido y el que posee el híbrido producto de su cruzamiento.

Según precisó el director del proyecto, se está evaluando material experimental del INTA, materiales comerciales de Dow e híbridos del criadero de ASA. “Estamos en la instancia de análisis de laboratorio. Contamos con algunos resultados preliminares y parámetros genéticos que son importantes para los mejoradores, como la heredabilidad del carácter”, puntualizó.

Con respecto al interés que los resultados de la investigación generan en la entidad adoptante del proyecto (en este caso, el Cluster de la Semilla), Eyherabide planteó que uno de ellos radica en que las plantas de procesamiento de semillas puedan autoabastecerse desde el punto de vista energético. En este punto comentó que el grueso de la cosecha de semilla se hace en espiga, que se trasladan a las plantas procesadoras, se desgranan y como resultado de ese proceso quedan productos de desechos (las chalas y los marlos). No se descarta que ese material pueda ser empleado para la producción de bioetanol u otra forma de energía. “Se está analizando cuál sería el rendimiento probable de bioetanol que se podría obtener de la planta entera”, indicó. En ese sentido, fue cauto al señalar que “cuando se habla de remoción de rastrojos para la producción de bioenergía deben tenerse en cuenta algunas consideraciones respecto de la sostenibilidad de los sistemas de producción”.

El especialista recordó que una de las ventajas de la incorporación del maíz en la secuencia del cultivo es que los residuos de la cosecha son importantes para el suelo porque ayudan a mantener el balance de carbono. Por esta razón “la cantidad de residuo que se puede remover depende de la zona ecológica en que uno se encuentre y del equilibrio que se establezca en determinado lugar”. “Queremos saber cuánto es la producción del rastrojo, cuánto bioetanol podría obtenerse de ese material genético y ver si hay diferencias entre los híbridos”, sintetizó.

Eyherabide reconoció que “este conocimiento probablemente ya exista, pero no en el dominio público”. “Hay información que no está suficientemente divulgada o pertenece a la esfera privada, por eso es tan importante promover investigaciones desde la órbita pública”, remarcó.

El director del proyecto, tarea en la que lo acompaña el doctor César López de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora como co-director, insistió en la cualidad de agregado de valor que subyacen a estas iniciativas: “Hay todo un debate respecto de las formas de generar bioenergía. A su vez tenemos la necesidad de reducir la importación de naftas. Por eso, la obtención de etanol a partir de maíz o caña de azúcar para aplicarlo en mezclas de combustible de vehículos, de alguna forma, beneficia la economía”.

En esta iniciativa trabajan profesionales de la Unidad Integrada UNNOBA-INTA: Mariana Alegre, Mabel Percibaldi, Roberto Lorea y Erika Mroginski, además de la ayudante diplomada de Genética Cuantitativa, María Luján Farace (becaria CIC-UNNOBA que está haciendo su tesis de doctorado con este tema). Por otra parte, colaboran también los doctores Salvador Incógnito y Eduardo Greinszenstein de la Universidad de Lomas de Zamora y dos alumnos de la UNNOBA: Andrea Peñas Ballesteros (Licenciatura en Genética) y Matías Ramos (Agronomía).