Salud mental y coronavirus

 

Por Lorena Berro

La irrupción del coronavirus y su propagación en distintos países puso al mundo entre paréntesis. Obligó  a la gente a detenerse y a las comunidades les planteó el desafío de acatar la recomendación de cumplir con las pautas de distanciamiento social que, de acuerdo a la opinión de los sanitaristas, parece ser una de las herramientas más efectivas para minimizar la circulación del virus y “aplanar la curva”de contagio, posibilitando a los sistemas de salud brindar respuestas apropiadas.

Esto condiciona la vida de los pueblos y ciudades, pero también limita al extremo la vida cotidiana de las personas que queda confinada al universo íntimo del “hogar”. La consigna #QuedateEnCasa se instaló como imperativo y mientras los mensajes que circulan a través de los medios de comunicación hacen foco en la sucesión de casos, solo tangencialmente señalan cómo cuidar el bienestar psíquico y emocional en el tránsito por la cuarentena.

En este contexto, cobra vital importancia detenerse a reflexionar sobre cómo se afectan las emociones y ensayar estrategias para poder gestionarlas minimizando las consecuencias que surgen del abandono casi absoluto de las rutinas, tanto en lo individual como en lo colectivo.

A juicio de los especialistas para afrontar de manera saludable esta pandemia quizás haya que apelar a los recursos internos disponibles en cada persona y construir un presente sostenido en pilares afectivos sólidos, aun cuando el riesgo de enfermar imponga la tarea de configurar las relaciones interpersonales con otros códigos.

La dimensión social del aislamiento

La licenciada en Psicología Graciela Giménez, secretaria Académica del Instituto Académico de Desarrollo Humano de la UNNOBA, reflexionó sobre el aspecto psicosocial de la pandemia: “Las medidas tomadas por el Estado argentino en el plan de respuesta al COVD-19 impactan notablemente en las rutinas diarias de toda la sociedad, cualquiera sea su estatus, rol, función o condición socioeconómica”.

En esta línea, advirtió que “el aislamiento social y la práctica del distanciamiento generan una cantidad de reacciones y conductas que favorecen el malestar”.

“En este escenario la salud mental aparece como preocupación porque los cambios que produce el impacto de una pandemia y las conductas impuestas por instituciones de gobierno en la sociedad, generan distintos niveles de estrés.  Esto afecta el mundo de las relaciones vinculares y la toma de decisiones”, plantea la docente.

Las medidas restrictivas dejaron las ciudades vacías y a las comunidades privadas de sus rutinas habituales.

Así, Giménez advirtió que desde el punto de vista social son momentos en los que tienen lugar acciones no reflexivas, debido a la nueva situación de emergencia. “El límite entre el equilibrio y el caos social es más débil debido a la falta de socialización como fenómeno vehiculizador de las tensiones sociales”, agregó.

En este punto, mencionó que “el aislamiento sostenido en el tiempo puede provocar situaciones de mala salud social” que se traducen individualmente en trastornos como depresión, agorafobia, baja estima, todo lo cual se potencia en el comportamiento de cada persona frente a la carencia de habilidades sociales necesarias para afrontar la contingencia.

En relación a esto señaló la necesidad de “evitar el aislamiento emocional” y para ello apeló a “acciones cotidianas que no solo organizan, sino que generan equilibrio como sujetos sociales en la interacción con otros”.

“Perder las rutinas y la interacción social nos generan un malestar que puede manifestarse como aburrimiento, irritación, miedo y desencadenar incluso síntomas o episodios de trastornos de ansiedad”, planteó.

La secretaria Académica del Instituto de Desarrollo Humano de la UNNOBA acercó una reflexión de Claudia Borensztein, presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), para recordar que “la mente, el aparato psíquico y el mundo interno de las personas reaccionan a la llegada de esta pandemia con mucha angustia porque se trata objetivamente de una situación preocupante frente a la cual se reacciona con miedo y preocupación, y anormalmente con pánico”.

En esa línea, la docente abundó: “El estar ansiosos, preocupados o angustiados es completamente racional dado que desconocemos cómo se desarrollará la pandemia que constituye una amenaza. No obstante, es recomendable trabajar en la reflexión que nos permita atravesar estos tiempos con lógica inquietud, no con ansiedad”.

En el plano de la acción, resaltó la importancia que tienen las interacciones sociales, muchas de las cuales hoy pueden sostenerse mediadas por los dispositivos tecnológicos disponibles y para ello enfatizó sobre el valor de “establecer y cuidar vínculos armoniosos y solidarios”.

“Si la tecnología tiene que ser el único medio de comunicación en tiempos de aislamiento y distanciamiento social, incorporarla a nuestras vidas como un recurso de bienestar social es saludable y vital”, concluyó.

La capacidad de resiliencia

La licenciada en Enfermería y magíster en Salud Mental, Cristina Curia, se refirió a la importancia del cuidado de la salud mental en esta contingencia y centró su reflexión en la dimensión humana apelando a la “capacidad de resiliencia de las personas”, entendida como aquella habilidad de salir fortalecidos de una situación perjudicial.

“En el devenir histórico, la humanidad se ha enfrentado a distintas catástrofes y el mundo sobrevivió y desarrolló estrategias sociales e individuales para resolver la adversidad”, recordó.

Curia, docente en las materias “Salud Mental” y “Filosofía en Enfermería” en la UNNOBA remarcó que para fortalecer las cualidades que todos tienen y hacerlas visibles en momentos adversos hay una serie de estrategias que pueden instrumentarse a modo individual para afianzar lazos sociales, aún en contextos de aislamiento, y establecer sociales que permitan sobrellevar esta situación excepcional y disruptiva.

Con esta impronta, apuntó una serie de recomendaciones para abordar con inteligencia emocional las situaciones que pueden generarse en el universo íntimo de las personas y poder sobrellevar de mejor manera este tiempo de aislamiento y distanciamiento social.

Es importante mantener la comunicación con las personas significativas de nuestro entorno con los medios que tengamos a nuestro alcance. También armar una rutina, ya que la estructura ordenadora de la misma funciona como contención”, señaló la docente de Enfermería.

En otro orden, Curia recomendó elegir alimentos que fortalezcan la inmunidad, privilegiar el consumo de frutas y verduras, beber abundante cantidad de líquidos, preferentemente agua o infusiones naturales.

También resaltó la importancia de la actividad física y recomendó establecer una rutina de ejercicios que sirva “no solo para descargar energía sino para aumentar hormonas que favorecen la relajación y el pensamiento positivo”.

“En tiempos de aislamiento social es conveniente elegir breves momentos para informarse a través de fuentes oficiales, y dedicar tiempo en lo cotidiano a crear situaciones que convoquen el sentido del humor, recordando que la risa aumenta nuestra inmunidad”, añadió.

Asimismo, resaltó el valor de la respiración e instó a la adopción de técnicas que favorezcan la relajación cada vez que un pensamiento negativo interfiera con el bienestar, logrando enfocar la atención en las fortalezas que cada persona tiene para sortear esta crisis.

Por último, instó a tomar este tiempo como la posibilidad para “ayudar a otras personas en la medida de lo posible, realizando un llamado telefónico, verificando si tiene lo necesario para realizar su aislamiento” y puso el acento en el cuidado de los adultos mayores y personas más vulnerables. “Siempre aumenta la autoestima y fortalece el poder ayudar a otros”, resaltó.

Además, acercó una conocida frase de Viktor Frankl, psiquiatra creador de la logoterapia, que señala: “Si no está en tus manos cambiar una situación que produce dolor, siempre se puede escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.

“Nuestra tarea hoy está orientada a eso”, concluyó, instando a poner en juego los recursos internos de cada persona para transitar este tiempo y construir el bienestar.