Entender el virus, defender la sociedad

Por Marcelo Maggio

“Era el siglo de la locura, era el siglo de la razón; era la época de la esperanza y el invierno de la desesperación”, así comienza la memorable Historia de dos ciudades, y recuerda que la ambivalencia y el riesgo de incertidumbre están desde siempre.

Muy cerca, a metros de un concurrido cine, del comedor universitario y de uno de los edificios donde se cursa en la UNNOBA, está el edificio del Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas (CIBA) de la Universidad. Pero en estos días, en ese barrio sólo se escucha algún murmullo de pájaros, la calle Newbery está vacía. En ese escenario, ahora paralizado por la cuarentena, trabaja Ina Sevic, doctorada en Virología e investigadora del CIBA, que junto al resto de investigadores dan la pelea para inclinar la balanza hacia el lado de la razón. Categórica afirma: “La gente tiene que tomar conciencia de que esto no es un juego, que siempre hay población en riesgo y que todos pueden colaborar con la situación. Es mejor aprender el comportamiento adecuado para las pandemias de una vez, porque no va a ser el último virus en aparecer”.

Cuando la entrevistamos, no solo queríamos saber cómo nos relacionamos con los virus y abordar su microscópico mundo, sino también charlar sobre sus implicancias, por ejemplo qué consecuencias hay debido a la acción humana y finalmente, pero no menos importante, cómo se prepara el mundo científico para este nuevo escenario que se abre con los Coronavirus.

El universo viral

–¿Cómo podemos definir o explicar de un modo simple y específico qué es un virus y qué lo diferencia de otros tipos de “gérmenes”?

–Un virus es un parásito intracelular obligado, y lo que lo hace muy especial es que no funciona como el resto de los organismos vivos. Algunos de ellos están basados en ADN (ácido desoxirribonucleico), como nosotros, y otros en ARN (ácido ribonucleico). Los virus basados en ARN tienen una característica: mutan mucho. Entonces para el caso en particular que se está viviendo ahora, el COVID-19, es un virus de ARN y por lo tanto que muta. En general esos son los virus que nos causan más problemas. Eso no significa que los virus de ADN no nos den problemas, pero los de ARN tienen esa cualidad. Además de eso los virus, a diferencia de las bacterias, tienen otra característica: el tipo de reproducción. La bacteria se divide en dos, esas dos en cuatro, y tenemos un crecimiento exponencial de la población. Pero de un solo virus pueden salir diez millones. Entonces en un solo ciclo de replicación de bacterias obtenemos dos bacterias. En un ciclo de replicación de virus, de repente, tenemos millones de partículas virales. Por lo tanto son más rápidos, esa es una de sus características.

–Pero, según lo que planteaste antes, esa replicación tiene un límite, no es algo que puedan hacer en cualquier lugar.

–Sí, tiene que ser en una célula, debido a que es un parásito intracelular. Nunca se divide o replica por afuera de la célula, ni tampoco en el medioambiente: necesita de la maquinaria celular para dividirse. Es decir que nuestras células terminan siendo la fábrica del virus. Al entrar al cuerpo, nuestras células en algunos casos ya reconocen el ARN, saben qué hacer con eso y empiezan a traducirlo, porque nosotros tenemos ARN, pero como un material genético que sirve para producir proteínas y para regular procesos celulares. Pero estos virus, que desarrollaron con ARN para usarlo como material genómico, pueden entrar y usar nuestras células. Incluso hay algunos virus que tienen sus propias enzimas de ayuda para modificar el ambiente dentro de la célula para así empezar a producir.

–¿Tienen una historia los virus, se los puede rastrear, o son algo en una evolución permanente que no deja rastro ni marca?

–Muchos elementos de los virus están en nuestro propio genoma, y ese es un tipo de rastro. No son activos, por lo que no funcionan como los virus, es decir no se reproducen, pero quedan marcados y advertimos que en algún momento de la historia hemos convivido. A los virus que están conviviendo con nosotros en la actualidad se los puede estudiar en comparación, pero hay que tener las muestras adecuadas, lo más difícil. Pero a pesar de eso, se puede encontrar ancestros de virus y ubicar rastros de miles de años.

-¿Por qué un virus puede afectar la vida humana incluso hasta la muerte y otros simplemente no hacen nada?

–Hay virus que para salir de la célula la destruyen. Esos virus siempre van a tener algún efecto en la salud. En cambio hay otros virus que salen pacíficamente, brotan de la célula, salen en números mas reducidos y no la afectan tanto. Sin embargo todos los virus tienen una relación con el sistema inmune, lo que también puede producir daño. Los virus que no nos afectan son los que hicieron una buena coevolución con los humanos, o con cualquier otra especie. Estos virus se reproducen y son exitosos porque no matan al que los hospeda, no lo dañan y se siguen propagando. Son virus no patógenos y no tienden a desaparecer. Pero los virus patógenos muchas veces desaparecen de una población porque matan al anfitrión o se desarrollan muchos síntomas a una gran velocidad. O pueden desaparecer porque fueron eliminados, aunque hasta ahora solo hemos eliminado a un solo virus humano, la viruela.

–¿Cómo es la vida de los virus por fuera de su anfitrión? Es decir, en las superficies de nuestro ambiente.

–El virus afuera de un organismo puede sobrevivir un determinado período. Algunos sobreviven minutos y otros pueden sobrevivir meses. Pero este tipo de virus, como el de influenza o los SARS, son frágiles y en el medioambiente su estructura se rompe rápido. Una vez que la estructura no está íntegra no infecta. Nosotros comparamos al COVID-19 con la influenza porque es lo más similar que tenemos, aunque cabe señalar se trata de otro virus, y aunque es frágil, al parecer nosotros lo propagamos muy exitosamente.

–¿Cómo podemos afectar su estructura para debilitarlo o destruirlo en el medioambiente?

–El COVID-19 se puede destruir muy fácilmente con la limpieza. Tanto en las manos como en las superficies. Los jabones funcionan perfectamente bien, siempre y cuando se usen de una manera correcta. Está todo bien con el alcohol, pero con el jabón también. Solo que hay que hacerlo con conciencia, no pasar un trapito por el medio de la mesa y listo. La gente está acostumbrada al alcohol en gel, y para mí está perfecto cuando estamos en la calle o en alguna situación en la que no nos podemos lavar las manos, pero de verdad que el jabón funciona bien. Hay que advertir que hay virus que si no utilizás lavandina, por ejemplo, no los podés destruir, pero en este caso en particular no pasa.

Ecosistemas, comida y ¿salud?

–De pronto aparece la idea de que un chino se toma una sopa de murciélago, se infecta y se convierte en el paciente cero, como una casualidad o hecho aislado. Ahí surgen varias preguntas, nuevas o viejas, también imaginarios muy arraigados. Se piensa que están las enfermedades de los animales y las humanas por separado, pero al parecer los virus pueden saltar de especie en especie. ¿Esto es una novedad o estamos frente a las leyes de la evolución?

–Los virus, en general, tienen definido su hospedador. Sin embargo como mutan con mucha frecuencia, es probable que hagan un salto de especie y de repente usen otro hospedador. Algunos virus lo hacen con más frecuencia que otros. La influenza en particular muta mucho, por eso tuvimos los problemas de la gripe de aves y la de porcinos. Corona en general también muta. Pero esto no pasa de un año para el otro, aunque sí se está viendo que cada diez años algunos de estos virus hace un salto de especie. Con el Corona lo vimos a partir del SARS y el MERS. La cuestión es el contacto prolongado o no adecuado con los animales. No va a pasar nada si alguien caza un murciélago y lo destripa. El problema es si esa situación se repite con un gran flujo de personas y un gran flujo de animales. El SARS, según se afirma, provenía de un gato salvaje, que también se come en Asia. El MERS de los camellos. Afortunadamente ambos virus no se llegaron a propagar tanto.

–En relación a los animales silvestres, esos animales que no están bajo el control de la industria y que son extraídos de su medio, se puede pensar que también muchas veces se trata de agresiones extendidas a sus ecosistemas, que son depredados por alguna industria. Entonces están quienes plantean que la rápida desaparición del ambiente natural da lugar a esas apariciones que estaban escondidas en la profundidad de los ecosistemas.

–Siempre que comamos un animal “no controlado” existe la posibilidad de contraer algo. Si con los controlados cada tanto tiempo surgen brotes, con los silvestres nos podemos sorprender de las enfermedades que podemos llegar a contraer. Además si nos metemos en un ambiente donde no estuvimos antes, claramente puede emerger otra enfermedad.

–¿Qué pasa con los saltos y mutaciones desde de las especies de animales conocidas como “de granja”, las que son criadas para ser alimento? Existen quienes critican, sobre todo en este contexto, al aparato productivo industrial de alimentos como causante de nuevas enfermedades. Plantean críticas al uso indiscriminado de antibióticos, antivirales, hacinamiento y todo tipo de hormonas para el crecimiento rápido. Esa manipulación de las especies “de la granja”, ¿puede estar involucrada en estas nuevas enfermedades?

–La industria alimentaria funciona por economía. Si tomamos en cuenta el costo de un pollo, si se aplicara todo lo que se dice no les convendría producir porque el precio sería otro, mucho más alto. No digo que no les aplican nada, pero no es tan así como se dice en estos momentos. Aunque todo eso no es lo que nos lleva a este tipo de enfermedades. Tampoco digo que no pueda pasar nada, que no tenga efectos, porque siempre nos sorprendemos, pero este tipo de enfermedades se puede propagar o desarrollar más por el hacinamiento animal, y en algunos países lamentablemente lo vemos cómo lo practican. Incluso los humanos que trabajan con esos animales tampoco están adecuadamente protegidos, y eso también lleva a peligros. No así la aplicación de diferentes sustancias, que no la veo como un factor de riesgo para esto en particular.

–Siguiendo con la cuestión alimenticia, ¿es segura la edición genética en los alimentos, tanto vegetales como animales? ¿No hay riesgos de “desarreglos genómicos” como efectos colaterales de la manipulación?

–Toda la edición genética realizada sobre cultivos la veo como algo positivo, porque lamentablemente hay cada vez más problemas con la productividad de los alimentos. Las ediciones genéticas se hacen para mejorar los cultivos. Esos productos, al pasar por el aparato digestivo o al ser cocinados, se transforman, no es que el material genético modificado se nos va a integrar por digerirlo. En teoría, desde ese lado, no hay peligro. Por ahora la edición genética de alimentos es algo que yo apoyo para poder satisfacer la demanda de la población, para tener granos más grandes y mejores alimentos.

–¿Y en relación a la manipulación de genes de animales?

–Actualmente todo lo que se hace es selección de genes, no edición. Todo lo que es edición genética está en pañales aún. Se hace a nivel experimental y no en producción. Son pruebas, porque tampoco se pueden sacar a la venta sin ver qué pasa a largo plazo.

–Dentro de los discursos que circulan en estas coyunturas de crisis, más como una teoría conspirativa que como un planteo político, aparece la pregunta de si es posible que se estén desarrollando bioarmas o que alguno de los brotes recientes tengan relación con este tema.

–La idea de las bioarmas constituye un problema desde hace mucho tiempo. En primer lugar se piensa que son algo fácil de hacer, pero no es así. Y sucede que a nivel ético eso está controlado, ya que todo lo que se investiga pasa por un Comité de Ética y en el caso de ser relacionado con una bioarma no se va a poder hacer y se cancela. Más allá de eso, no sabemos si algún país tiene algún programa para esos desarrollos. Pero alguien en un laboratorio controlado no lo puede hacer, y por dos razones: primero que está prohibido, y segundo porque no es algo simple. Además un arma biológica es como un arma atómica, en el sentido de que no es algo que se pueda usar sin graves consecuencias, por ejemplo todavía existe una condena mundial a quienes lo hicieron, pero siempre cabe una posibilidad y podemos sorprendernos.

Investigación y política pública

–En relación a los modos de enfrentar una crisis sanitaria como ésta, hay países como Inglaterra en donde se plantearon en algún momento que el virus se disemine para no detener la economía y que las defensas de cada individuo se generen con el desarrollo de la enfermedad. Otros países enfatizan la profilaxis, y otros van por el camino del aislamiento severo. ¿Cuál es la mejor manera de enfrentar este tipo de situaciones desde la salud pública?

–En mi opinión, lo que tenemos es que hay efectivamente población en riesgo, como la gente mayor. Todavía no estamos seguros qué pasa con los niños, que son siempre los más vulnerables. Además están quienes tienen alguna enfermedad preexistente. Si ya estamos trabajando todo el tiempo para proteger a esas poblaciones, esta situación no debe ser diferente. Obviamente que la economía de los países va a sufrir, y entonces puede surgir el dilema: proteger la economía del país o a la población. Opino que los países que decidieron encerrar a la gente fueron por el lado humano, eligieron perder económicamente para preservar a la población. Por más que parecen números, si es alguien tuyo, alguien que te importa, deja de ser un número. Lo que están haciendo ahora de pedirle a la gente que se quede en sus casas, a mí me gustaría que hagan caso y que la gente se quede en sus casas. Que se laven las manos. Que eviten los lugares de contagio y tomen todas las medidas de prevención, así es más probable que no lo propaguemos. Esto se va a terminar en algún momento, o porque se va a encontrar la vacuna o porque el ciclo natural lo va a terminar. Hay que resistir hasta ese momento como sea. Entiendo el aburrimiento, pero necesitamos hacer esta especie de paro generalizado para pasar la crisis más rápido. Lamentablemente es una enfermedad que dura alrededor de dos-tres semanas y el que tenga el virus va a estar contagiando mucho tiempo, no es algo que se corta rápido. Por eso lo más justo, teniendo en cuenta la vida humana, es seguir exactamente lo que nos están diciendo. En relación al pánico, no es algo justificado, porque no van a desaparecer los alimentos y el alcohol no es lo más necesario para la circunstancia, porque esto se resuelve con otros productos también.

–¿Puede la ciencia estar preparada de otra manera para enfrentar este tipo de eventos?

–Para algo nuevo, muy difícilmente. No es que actualmente no estemos listos, porque estamos listos para la tarea de investigación y el desarrollo de curas. Pero lo que no se sabe es qué puede aparecer. En ese sentido este virus nos sorprendió. La gente está trabajando mucho en esto, y muy rápido. Por ejemplo con una vacuna ya podemos producir algo que se llama “inmunidad de manada”, que es lo que estamos proponiendo siempre para la influenza. Se propone vacunar a toda la población, pero no pasa eso, pero lo que sí se logran son barreras mediante los grupos que sí se vacunan y así no se llega a propagar. Con este virus que nos agarró de sorpresa se podrá hacer esto mismo con una vacuna, y mientras tanto hay que ayudar a que no se extienda.

–¿Mientras se desarrolla la vacuna no se puede también pensar en el desarrollo de un antiviral específico para combatir la enfermedad en las personas ya afectadas?

–Tenemos muchos virus con los que convivimos, no hay antivirales para todas las enfermedades que tenemos ahora, y menos para este… Hay gente que trabaja toda su vida en un antiviral y luego funciona relativamente. Es un tema muy frustrante y los virus no colaboran con la situación, por muchos motivos. Por ejemplo, influenza todavía la estamos curando mediante la atención de los síntomas, el virus tiene su ciclo y lo único que intentamos es que no se desarrolle la enfermedad grave, por ejemplo con una neumonía. Con este virus puede ser que tengamos la suerte de encontrar el antiviral, sería genial, pero no es donde yo tengo mis esperanzas. Sí las tengo en las vacunas. Puntualmente con el desarrollo de los antivirales el problema es saber qué probar, porque las pruebas se deben iniciar en las células, luego vienen otras pruebas en animales, y después en humanos, un ciclo muy largo, y en dos semanas no se puede hacer magia, no existe “Dr. House” en la vida real. Con los que ya están aprobados se podría ver qué pasa para este caso, pero con lo nuevo y en desarrollo tiene que pasar una serie de ensayos que tarda mucho, pero mucho, incluso algunos antivirales que hace diez años estaban en pañales todavía siguen en pruebas.

–¿Hay algún escenario más probable que otro para el futuro de este virus?

–Muchos virus que han causado este tipo de problemas en un momento no se desactivaron, solo que empezamos a convivir con ellos y luego no nos hacen el mismo efecto. La conocida como “fiebre española” de 1918 mató mucha gente y ahora circula sin mayor inconveniente. Nuestro problema es cuando nos cruzamos con un virus nuevo, porque el sistema inmune no lo vio antes y la virología tampoco, entonces no podemos hacer mucho en el corto tiempo. Es por eso que todos piden aplanar la curva de crecimiento, para darle tiempo al sistema de salud y darnos tiempo para encontrar una solución.

–¿Es así nuestro futuro inmediato como especie, un planeta en el que pueden estallar pandemias de modo recurrente?

–Cada tanto algunos virus llegan muy lejos. Este virus en particular nos sorprendió con el alcance que tuvo. La influenza que arrancó en México se frenó muy rápido. Estos eventos pasan y van a seguir pasando. Lo que me parece es que la gente tiene que tomar conciencia de que no es un juego, que siempre hay población en riesgo y que todos pueden colaborar con la situación. Es mejor aprender el comportamiento adecuado para las pandemias de una vez, porque no va a ser el último virus en aparecer. Y además hay que intentar aprender de los errores de los demás, como Italia, que ignoró el problema.

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Foto de portada: Facundo Grecco
Diseño: Laura Caturla