Edna Pozzi: “Mi poesía ha sido un conjuro contra la muerte”

IMG_8103En la entrada de su casa un cartel indica: “Edna Pozzi. Poeta”. Así se define esta mujer, poseedora de ancho prestigio, no solo en Argentina sino también en España y América. Autora de más de mil quinientas poesías, cinco novelas y numerosos ensayos, Edna Pozzi mereció el Premio Único en Lengua Castellana de la Caja de Ahorro de Galicia y el Premio de Poesía en Lengua Castellana “Blas de Otero”, ambos en España, y en Argentina el Emecé, el Premio Novela del Fondo Nacional de las Artes, el Eduado Mallea y el Alicia Moreau de Justo que distingue a las cien argentinas más destacadas. Además ha sido dos veces Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores y, actualmente, es vicepresidenta de la Fundación Victoria Ocampo.
Poeta, ensayista y novelista, detenta una intensa actividad como difusora de cultura y de los movimientos feministas. Nació en Pergamino, y pide que nombremos que de su casa de la infancia solo quedan en pie los árboles; que recordemos el lugar en el que trascurrieron sus primeros años y sus primeras poesías. Infancia marcada por la pérdida de su madre y la presencia de su abuela paterna que la llevó de la mano hacia el fantástico mundo de las letras. “Este es un cuento que me gusta bastante y voy manejando las versiones”, asegura entre imágenes que la acompañan desde hace tiempo. “Yo no tuve madre, murió cuando nací, y me llevaron a la casa de mi abuela paterna. Allí encontré el ser más excepcional que he tenido sobre esta tierra, que es mi abuela. Ella había venido de Italia, era una gran feminista, y escribía todo el tiempo, y pretendía eso de mí. Por eso he escrito desde muy pequeña. Es un personaje que asoma detrás de las líneas de toda mi poesía. Estructuralmente yo soy hija de mi abuela y mi poesía es hija de lo que mi abuela pensaba”.
-¿Qué significa la poesía en su vida y cómo la ha transitado desde que escribió por primera vez?
-La poesía me constituye. Cuando uno se da cuenta que está abierto a la tensión poética, sabe que la poesía va a reclamar ser oída, va a gritar, va a pedir ser parte de tu constitución física y moral, y para ello hay que trabajar, para que esa mano, que solo viene a veces, te toque el hombro y te avise. Yo aún no sé si escribo poesía, pero sí se reconocer dónde está la poesía. Me basta abrir solo un libro por la mitad y saber donde salta la poesía. Yo a la poesía le tengo respeto y a las palabras que están en un poema, más respeto aún.

Tuve un amigo cuyo nombre era claro como el agua de la quebrada cuando fluye por las rocas sin preocuparse por los altos robles y las comarcas de sauces y jilgueros; vino a morir desnudo entre mis brazos, cuando había perdido todo nombre y era solo una bella aguja de hielo y silencio…

-Sus afectos, sus amores, son personajes que transitan toda su obra, como si hubiera una gran hermandad allí…
-Los amigos poetas y escritores me han resultado de una gran hermandad. Hay algunos amigos, como por ejemplo Abelardo Castillo, que me han hecho bien con sus críticas para escribir un tanto mejor. Los amigos han caído de una manera muy entrañable en mi poesía, y hacen lo que corresponde hacer a un amigo, ayudar a vivir al otro. Mis afectos atraviesan mi obra, es cierto, y no podría ser de otra manera. Ahora que preguntas sobre esto, creo que tengo que escribir una poesía sobre la amistad.
-¿A quién admira? ¿Qué poeta o escritor influyó en su escritura?
-Conozco de memoria la obra de Gabriela Mistral y de Alfonsina Storni. Todos son admirables pero creo que Pesoa es el poeta a quien más admiro. Es quien más cerca está de mí y creo que tengo la misma atmósfera. Pesoa dice: “Soy un niño, con una palmatoria mal encendida, que atraviesa, en camisón de dormir, una gran casa desierta”. Esa soy yo. El terror de la infancia, el terror de la soledad, ahí está todo, ahí está mi vida.

¿Cómo me llamabas, mamá, entre un espasmo y otro, en esa muerte vegetal tan extraña para una muchacha morena que había bordado las iniciales del presagio? (El nombre)

-Hay temas que identifican al poeta, a veces hasta el dolor. Hay muchas palabras recurrentes en su obra. ¿Qué es la muerte para usted, qué es “octubre”?
-Hace un tiempo me di cuenta que tanto en la poesía como en la prosa he manejado mucho el tema de la muerte, hay títulos como “De mala muerte”, “Palabras que me salven de la muerte”, “La última palabra no la tiene la muerte”. Pienso que en este sentido mi poesía ha sido un conjuro contra la muerte. La muerte significa la catástrofe, el caos, la oscuridad, y mi canto, como el de tantos otros, es un conjuro contra la muerte. “Palabras que me salven de la muerte” lo escribí durante la dictadura y sin duda hice proselitismo a favor de la vida con ese libro. Conjuro a la muerte desde la resurrección de la palabra. Y el mes de octubre es particular para mí, cosas preciosas me han sucedido: nació mi nieto, tuve un corto amorío. Es un mes de plenitud, si paso octubre, vivo un año más.

Este es el país que me enseñó la desolación pero también la libertad de las palabras, me mostró las calandrias y las torturas, la ciénaga y el cielo alto y tenaz del Paraná. Esta es mi casa y no tengo otra. (La derrota)

-Su palabra también fue testigo de alguna época transitada, ¿qué piensa de la poesía social, de la poesía que denuncia lo que acontece a nuestro alrededor?
-Toda poesía es social. El poeta es aquel que se hace carne de lo que sucede a otros. Ahora, respecto a hechos sociales o políticos que transcurren en el mismo momento que la vida de un poeta, como toda poesía, puede ser maravillosa o regular. La poesía no se explica, pero esto te lo voy a explicar. Yo escribí “La derrota” en mi despacho de Juez, el día en que Galtieri, durante la guerra de Malvinas salió al balcón y dijo: “Hemos perdido la batalla de Puerto Argentino”, y algunos me dijeron en ese momento que eso no era poesía sino un panfleto y yo lo sepulté en un cajón. Y sin embargo sola salió del cajón, y dio la vuelta al mundo, y en cada acto sobre la democracia o en contra de dictaduras se lee. Con lo que creo que con tantos poemas escritos el único poema que me va a sobrevivir es “La derrota”.
-¿Cómo desea que definan su trabajo?
-Solo me conformo con escribir buena poesía, y que esas palabras lleguen al corazón de alguien y lo conmueva y me dijera: “Estuve anoche desvelado y leí un libro suyo y me dormí con el libro sobre el corazón”. Solo eso sería hermoso y trascendente.