Compromiso social universitario

pagina2Por el doctor Guillermo R. Tamarit
@RectorUNNOBA

Desde siempre las universidades han estado al servicio de intereses, en general ligados al poder económico, religioso o político. La novedad que inaugura la Reforma Universitaria de 1918 es la de establecer al conjunto de la sociedad como la destinataria de la actividad universitaria.

En definición de uno de los más importantes teóricos del movimiento reformista, Gabriel del Mazo, el saber universitario debe estar al servicio de la sociedad.

Otro antecedente que surge de la influencia reformista, resultó el proceso de creación de universidades populares peruanas de estudiantes y obreros llevada adelante por fundador del APRA, Dr. Raúl Haya de La Torre. En la misma dirección, el Primer Congreso de Universidades Latinoamericanas, desarrollado en la Universidad de San Carlos de Guatemala, en el año 1949, proponía: “La universidad es una institución al servicio directo de la comunidad cuya existencia se justifica en cuanto realiza una acción continua de carácter social, educativa y cultural, acercándose a todas las fuerzas vivas de la nación para estudiar sus problemas, ayudar a resolverlos y orientar adecuadamente las fuerzas colectivas”.

Sin embargo el antecedente mediato que inspira los debates actuales, resultan de las ideas, entre otros, de quien fuera Rector de la Universidad de Buenos Aires en el período 1957-1962, Dr. Risieri Frondizi. Hace más de medio siglo planteaba sobre la función social de la universidad: “Esta es, sin duda, la misión más descuidada entre nosotros, aunque una de las más importantes”. Pero, “no es suficiente abrir las puertas de la universidad pública al medio, para ofrecer lo que sabemos hacer, ni con hacer lo que nos solicitan; hoy la Universidad debe hacer lo que es necesario. Es necesario abrirse a la comunidad y formar parte de ella. El desafío es escuchar, integrar la Universidad a la Sociedad e involucrarse para elaborar una respuesta útil y comprometida, no solo con el futuro, sino con el presente”. El mismo Frondizi entendía que “si la universidad no desempeña su misión social, las tres misiones anteriores [cultural, científica y formación de profesionales] pierden buena parte de su valor y sentido”.

También nos aportaba una visión crítica de la educación superior continental: “La universidad latinoamericana es estéril porque no ha logrado aún el maridaje de la ciencia y la técnica con las necesidades del país. No solo la institución es estéril, sino que sus profesores, salvo escasas excepciones, no engendran hijos –discípulos– capaces de mantener la continuidad del saber, sino profesionales sin conciencia ni responsabilidad social, apresurados por lograr los réditos del esfuerzo realizado en la etapa estudiantil.”
En la actualidad definimos al compromiso social universitario como un conjunto de variantes inherentes a las actividades de la educación superior del siglo XXI, que refieren conceptualmente a variadas dimensiones: desde entender al conjunto de las actividades universitarias en vinculación con la sociedad y sus problemas, volcar sus resultados al pueblo que la contiene, aportar al desarrollo cívico y social, dar orden de excelencia a los temas nacionales; propender a la concientización y politización de los cuadros universitarios a partir de su compromiso social, contribuir a la democratización de la sociedad , entre muchas otras posibles.

Sin embargo, en torno a este debate, es menos difundido el rol determinante que juegan la calidad de las actividades universitarias y el desarrollo de la cultura en la posibilidad de llevar adelante este compromiso con la sociedad.

En el contexto actual de desarrollo de la educación superior, la calidad de la acción universitaria se encuentra en relación directa con ofrecer resultados equiparables en distintas instituciones del mundo, tanto a quienes demandan formación universitaria, como así también a aquellos que en forma directa o indirecta son potenciales beneficiarios del sistema. El motivo central radica en que comienza a desarrollarse la idea de que existen universidades o prestaciones de educación superior de primera y de segunda o tercera calidad. Universidades para “pobres”, universidades “garage”, todas definiciones que pretenden segmentar a la educación superior (los rankings universidades en muchos casos trabajan en este sentido), lo cual contribuye en reproducir los sistemas de poder, impidiendo que las universidades sigan desarrollando su tarea de movilidad social ascendente y mejoramiento de la calidad de vida.

Por lo tanto los sistemas de evaluación de todo tipo, desde los estudiantes, docentes, investigadores y las institucionales, resultan determinantes para mantener en alto la prestación de calidad universitaria.
No debemos ceder a la tentación de una visión eficientista ni demagógica de la definición. En este sentido la reflexión sobre el tema del Dr. Guillermo Jaim Etcheverry, en oportunidad de dirigirse a la Asamblea Universitaria de Universidad de Buenos Aires cuando asumiera como Rector en el año 2002, resulta determinante para comprender la verdadera dimensión del tema. Decía en aquel momento: “Posiblemente el núcleo de la discusión acerca de la función social de la universidad consista en determinar si la institución debe adaptarse a la sociedad o si ésta debe hacerlo a la universidad. Parecen contraponerse dos concepciones que, en realidad, se articulan, complementándose. De lo que se trata no es solo de modernizar la cultura, sino también de culturizar la modernidad. Es que la universidad tiene la función irrenunciable de cultivar y proponer hacia afuera ciertos valores que le son propios. Su misión hoy es civilizar el nuevo milenio”.

Y sostenía: “En su esencia, la universidad es una institución de ‘ideas’, una creación europea que surgió como expresión formal de la convicción acerca de la primacía de la idea, del poder transformador, revolucionario, que tienen las ideas. Es, por lo tanto, la concreción del poder institucionalizado de la idea. Frente al poder político y al religioso, la universidad surge como el espacio autónomo de la idea. Por eso, al perderse la trascendencia social de las ideas, la universidad comienza a decaer como espacio que las representa”.
Es en este marco conceptual que la Universidad posee, entre sus misiones primordiales, la de comprometerse en la compleja trama social que participa, contribuyendo en la solución de sus problemas complejos, impulsando su cultura y favoreciendo la construcción de una sociedad justa y equitativa.