Yo, enfermera

Por Luciano Toledo

No recuerda cuántas, pero fueron muchas. Durante su niñez, cada vez que presentaba un cuadro por enfermedad respiratoria o crisis convulsiva, la internaban.  Inyecciones, cables, suero, el sistema sanitario le llamaba la atención. Ella reconoce una sensibilidad hacia el sufrimiento y un acercamiento inconsciente. Hoy, Luciana Molina tiene 34 años, es docente y licenciada en Enfermería.

Nacida en Los Toldos, su padre era panadero y realizaba acciones solidarias. Cuando llegaba la fecha de Reyes, su madre preparaba regalos para los vecinos, y le decía: “Por más que uno haga un aporte pequeño, puede cambiarle el día a otra persona”. El reconocimiento del “otro” como sujeto social, era algo natural. Su idea inicial fue estudiar Medicina, no pudo instalarse en Buenos Aires, y eligió Junín. En 2005 comenzó a cursar Enfermería, y confirmó su futuro: “Al conocer la carrera pude ver el abordaje del usuario, su familia y la comunidad con una perspectiva holística. Descubrí la parte social, psicológica y cultural”.

En su paso por la formación no realizó simulación previa en laboratorio. Las primeras prácticas fueron en contacto con el sujeto inserto en su contexto comunitario, la elaboración de entrevistas, la obtención de datos socio-sanitarios y la realización de análisis. Descubrió otra área de competencia: la investigación.

Al recibirse dio los primeros pasos en la función asistencial del área de Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales del Hospital Municipal de General Viamonte, donde además llevó a cabo su tesis de grado “Capacitación en servicio para la posterior formación de un servicio en Neonatología”. “El objetivo era trasladar los conocimientos adquiridos a mi ciudad para permitir mejorar la calidad de atención en los recién nacidos”.  En la institución se desempeñó como Supervisora General de Enfermería hasta el 2020.

Era enero y estaba de vacaciones. Esperaba volver a Argentina y en el Aeropuerto de San Pablo vio que los medios hablaban de protección y campañas de prevención por un virus que acechaba a Asia y parte de Europa. “Ahí me dije: ‘acá hay algo raro’. Pero escuchaba al ministro de Salud de la Nación y pensaba que era una gripe, que no nos iba a impactar tanto. Lo menosprecié, lo minimicé”.

Con el primer caso que se presentó en Los Toldos, Luciana ya no trabajaba en el Hospital, realizaba funciones de gestión en una institución privada de la ciudad. Pero al poco tiempo el número aumentó. “Los primeros contagios que se produjeron en el equipo de salud se dieron por varios factores, entre ellos pacientes que ingresaban por otro diagnóstico y presentaban sintomatología posterior y personal de salud que prestaba servicio en ambas instituciones, privada y pública”, recuerda.

Una semana antes de contagiarse Luciana Molina alertó a las autoridades. Notó falencias en la comunicación y en el manejo. Y los pacientes, que después arrojaron resultados positivos, terminaron contagiando. Ante la necesidad, comenzó a atender y a ayudar al personal de enfermería. Entró a terapia intensiva con el equipo de protección personal (EPP), y tuvo contacto con pacientes de piso. A los pocos días sintió un leve dolor corporal, que lo asoció al estrés, hasta que apareció la fiebre. “Aislé a mi pareja y quedé sola en casa, yo me controlaba, tenía tensiómetro, saturómetro de oxígeno… Pero cuando quería levantarme de la cama, me caía, me faltaba el aire. Tuve un desmayo por deshidratación, astenia y terminaron internándome. Me desmayé cuando fui a hacerme los análisis, en el hospital. Quedé internada un par de horas, pero estuve 12 días en la cama, porque solo podía levantarme para ir al baño”.

Luciana Molina (izq.) tiene... años
Luciana Molina (izq.), con 34 años, se contagió de COVID en la práctica de su profesión. Después de un mes de su recuperación, aun siente malestares físicos.

El alta clínica se la dieron a los 17 días, pero seguía con dolor articular y dolor de espalda: “Tenía mucho cansancio, que aún, habiendo pasado un mes desde que me enfermé, sigue estando. No tengo el mismo ritmo que antes. El cansancio perdura por un mes o dos meses, más o menos. A veces hace afecciones cardiológicas o cardiopulmonares. Esa es la incertidumbre en realidad, porque no se sabe qué es lo que te produce (la COVID) y en qué te puede afectar.”

Luciana Molina destaca que durante la pandemia el profesional de enfermería, como todo el equipo de salud, no recibe la contención psicológica acorde a lo que vive a diario. “En el interior de la provincia y en las localidades chicas no hay Unidades de Cuidados Críticos con gran número de camas, y tampoco personal calificado para llevar a cabo este tipo de cuidado intensivo que requiere el paciente con COVID-19. Esto conlleva a que el personal de salud, ante la demanda, deba atender pacientes con el regular conocimiento que se requiere para este tipo de casos. Así, aumenta el nivel de estrés, sumado al incremento de la carga horaria, la ausencia de vacaciones, y la muerte de los pacientes. No estamos acostumbrados a ver morir sin poder hacer nada, estamos acompañando a morir, lo cual es muy duro para el enfermero y el equipo de salud”.

Si bien reconoce el seguimiento personal y el acompañamiento de los pacientes, la licenciada Molina se replantea la necesidad de arriesgar su vida. “Yo siempre pienso que la pandemia es así, uno tiene que arriesgar la vida por el otro sin ser reconocido. Uno no busca el reconocimiento social, pero nosotros tenemos uno de los sueldos más bajos en salud, y el personal de enfermería está arriesgando su vida y la de su familia. Eso también es lo que me replanteaba cuando estaba enferma. La conciencia social es muy importante. Yo hace seis meses que no abrazo a mi mamá, el resto de la gente no lo ve así, porque no lo vive a diario, no entiende la gravedad de la situación”.

“Uno no busca el reconocimiento social, pero nosotros tenemos uno de los sueldos más bajos en salud, y el personal de enfermería está arriesgando su vida…”

La carrera docente de Luciana comenzó con una ayudantía. Actualmente, dicta clases en cinco materias de las carreras de Enfermería.  Reconoce la necesidad de generar conocimiento científico y atribuye esta falencia a las condiciones laborales a las que está sujeto el personal de enfermería: “Generalmente la enfermera, al tener bajo sueldo, lo que hace es realizar funciones asistenciales. Al prestar jornadas de 36 a 48 horas semanales, no podemos dedicarnos a la investigación solamente. Por eso, hay muy poca producción por falta de tiempo y falta de financiación”.

Mientras solo el 2% de los enfermeros dentro de la provincia de Buenos Aires están reconocidos como profesionales de la salud, el resto son contemplados como técnicos o administrativos. Luciana resalta que la enfermería es una de las profesiones más complejas al momento de la formación: “Una se forma como persona y  como profesional, es una disciplina que realmente te completa. Todo el tiempo estás ante desafíos, tratando de resolver las cuestiones personales y la atención de los pacientes”.

Molina destaca que la UNNOBA apuesta al crecimiento de la ciencia y la tecnología, y apoya a las profesionales, docentes, alumnas y alumnos. “La exigencia hace a la excelencia. Yo fui la primera egresada de la carrera. Fui la primera enfermera universitaria y la primera licenciada”, rememora.

La docente brinda una perspectiva sobre la particular enseñanza que debe asumir la Enfermería: “Siempre nos estamos formando, y debemos transmitir ese cuidado humanístico. Es lo que trato de brindarle siempre a ese personal que tengo a cargo, a ese alumno: una nueva visión de enfermería, para que ese profesional sea independiente y que realmente tenga autonomía y responsabilidad en la función que va a cumplir”.

La enfermera incansable 

Ella era una niña cuando lo veía levantarse temprano y salir de la casa con el ambo. Marcelo era enfermero, y todas las mañanas se levantaba para ir a trabajar. Eso a ella le fascinaba, ver a su padre en ambulancia, prestar servicio en un centro de emergencia médica. Enseguida entendió lo que quería ser. Muchos años después, Evangelina, en una residencia de adultos mayores, concretó su sueño: ser enfermera y trabajar con su padre.

Evangelina Chavero, con su futuro confirmado, eligió una secundaria que tuviera una orientación biológica, para adquirir conocimientos previos. En el año 2010, junto a nueve compañeras, comenzó a cursar la carrera de Enfermería en la UNNOBA. “Fue un período de formación muy personal, se dio una relación íntima y cercana con los profesores”, agrega.

Tres años después obtuvo el título de Enfermería Universitaria, pero continuó estudiando para acceder a la licenciatura. Con dificultades en la bibliografía y escasez de datos, presentó la tesis: “La adaptación del adulto mayor en la institución geriátrica”. Paralelamente dio sus primeros pasos en el ámbito laboral, asistente de salud en una institución privada, Evangelina comenzó en la profesión junto a su padre. “Estaba trabajando como en mi casa”, aporta.

Pero su papá quería que ella creciera laboralmente. A los 23 años ingresó en el Hospital Interzonal de Agudos San José de la ciudad de Pergamino. Pasó por la sala de unidad coronaria, terapia intensiva, y actualmente tiene a cargo la coordinación de servicio de la guardia de emergencias. “Cuando entré al hospital era muy joven, me costó, pero con el tiempo me volví más fuerte. Reconforta e impulsa el reconocimiento de los pacientes, el agradecimiento por todo lo que hacés por ellos”.

La primera noticia que Evangelina escuchó sobre COVID-19 fue en el sur de Brasil. Era el mes de febrero y aún no se hablaba de la posibilidad de que el virus llegue a nuestro país. Pero el lunes 30 de marzo, por un cuadro de neumonía bilateral, ingresó al hospital un caso sospechoso. Una semana después la Secretaría de Salud del Municipio de Pergamino en un parte lo comunicó: se confirmaba el primer caso de COVID-19 en la ciudad.

Con el incremento de los casos se puso en alerta al personal de salud. Evangelina continuaba en el hospital al frente de la guardia de adultos. Los pacientes que presentan un cuadro sospechoso ingresan por la guardia respiratoria, de ahí son derivados a la “Sala COVID”, que está especialmente preparada para este tipo de casos. “En este contexto en la guardia recibimos a los llamados ‘pacientes grises’, que pueden presentar síntomas relacionados al coronavirus. Por eso trabajamos con todos los protocolos y medidas necesarias para evitar el contacto directo”, explica.

La licenciada en Enfermería destaca que no todos los enfermeros saben o pueden estar en una terapia, “en una unidad cerrada donde se prestan cuidados a pacientes críticos, que corren riesgo de vida”. “Se requiere de una capacitación, y no todos la tienen, es algo que habilita la licenciatura o lo avala la práctica de años”, considera.

Actualmente en la “Sala COVID” del Hospital San José de Pergamino los enfermeros realizan una rotación horaria. “Los turnos son de cinco días laborables y cinco de descanso. Si un personal de enfermería se infecta, se aísla a un grupo, pero el otro sigue trabajando, y la guardia no queda sin servicio”, especifica.

Laboratorio de Experiencias Cínicas Simuladas del IADH

Pero más allá de los cuidados y los protocolos, un sábado de septiembre Evangelina comenzó a sentirse algo cansada, percibió dolores en el cuerpo y las articulaciones: “Era un tipo de dolor que nunca había tenido, no era una fatiga muscular común”. Al otro día una tos seca, rara, comenzó a manifestarse y dio aviso a Epidemiología del hospital. Inmediatamente pasaron a hisoparla.

El 13 de septiembre la docente de la UNNOBA dio positivo para COVID-19. “Durante diez días presenté casi todos los síntomas, excepto dificultades respiratorias. Tuve fiebre elevada, tos, congestión y dolor muscular”, detalla. Dentro del grupo de servicio de la guardia, Evangelina fue la primera trabajadora de salud en dar positivo. Días después, otra compañera del área comenzó a manifestar los mismos síntomas.

El 2019 había comenzado para Evangelina Chavero con una propuesta que jamás esperaba, y no estaba en sus planes: la docencia. La directora del Instituto Académico de Desarrollo Humano de la UNNOBA (IADH) María Mónica Lázaro le propuso una ayudantía de cátedra y comenzó en las materias Enfermería Comunitaria y Enfermería Básica. “Fue menos de un año de modo presencial, porque el contexto de pandemia hizo que las clases se realizaran con la modalidad virtual, y tuve que aprender a manejar plataformas, cuestionarios, y todo un nuevo proceso de trabajo y adaptación”, comenta.

Si bien en la actualidad los estudiantes de Enfermería realizan las prácticas en el Laboratorio de Experiencias Cínicas Simuladas, con mecanismos de simulación a lo que un paciente real, en el marco de la virtualidad Evangelina Chavero lamenta que sus estudiantes no hayan tenido este año prácticas profesionales, “algo que te ayuda realmente a decidir si querés o no ser enfermera, esa confirmación que sólo te da el contacto directo con el paciente”.

Chavero hoy tiene 28 años, está cursando la Especialización en cuidados críticos, y destaca la importancia fundamental y la posibilidad que le brinda la UNNOBA: “Yo pude estudiar viviendo con mi familia, en mi casa, sin tener que irme a vivir a otro lado”, agrega.  Actualmente se encuentra cursando una Especialización en cuidados críticos que brinda la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI). Al momento de pensar su futuro destaca el hecho de seguir creciendo como profesional dentro de la Enfermería. “Cuando finalice la formación en cuidados críticos voy a cursar la Especialización en Docencia Universitaria, porque el rol de la enfermera, además de la atención, es mantenerse en un proceso de capacitación constante”.


 

Diseño: Laura Caturla