COVID-19: el mundo, de rodillas

Por Gricelda Incerti

Desde distintos ámbitos laborales, los profesionales del sistema de salud argentino advierten que la situación sanitaria a nivel nacional es muy crítica. Todos llaman a la sociedad a actuar con mayor responsabilidad para frenar los contagios de coronavirus.

“El personal de salud está totalmente colapsado”; “No es momento para juntarse a hacer una fiesta”; “Tenemos que madurar como sociedad y pensar en todos”; “Nuestros compañeros de trabajo se están infectando”; “Es una circunstancia de mucho estrés para todos los profesionales de la salud e incluso para los pacientes”. Afirmaciones que han invadido todo medio de comunicación. Palabras alertando, voces pidiendo, imágenes suplicando que si nos cuidamos nosotros, los cuidamos a ellos, y así, ellos nos van a cuidar a nosotros. ¿Solo dialéctica? No. Absoluta realidad.

La región no es ajena a la elevada situación epidemiológica y desde diferentes ciudades están alertando sobre la posible saturación del sistema sanitario.  En la ciudad de Pergamino, ante el aumento de casos, el Municipio, el Hospital San José,  y las entidades privadas de salud pidieron a la población responsabilidad individual.

En Junín, Marcos Jaureguizar,  director Asociado del Hospital Interzonal General de Agudos “Dr. Abraham F. Piñeyro”, afirmó: “Nuestro hospital está llegando un poco al límite, creciendo en cantidad de pacientes. La terapia intensiva  no está tan comprometida actualmente, y sobre los recursos humanos, aún con terapistas y personal sanitario  aislados, estamos bien, pero no regalamos nada. Por ahora podemos generar respuestas”.

La peste, en épocas de coronavirus

La pandemia ha impulsado a muchos lectores a releer o a leer por primera vez La peste de Albert Camus, publicada en el año 1947, quizá  buscando alguna respuesta para mitigar el largo exilio en que nos ha puesto la enfermedad.

¿Qué nos enseñó esta fantástica novela? Que las peores epidemias no son biológicas, sino morales. En las situaciones de crisis, sale a luz lo peor de la sociedad: egoísmo, inmadurez, irracionalidad. Pero también emerge lo mejor: siempre hay justos que sacrifican su bienestar para cuidar a los demás.

La enfermedad siempre está ahí, pero pensamos que solo le concierne a los otros. Ahora es asunto de todos. Nuestra campana de cristal se agrietó y somos vulnerables.

En este sentido, Jaureguizar, médico generalista, quien además es docente de Salud Pública en la carrera Licenciatura de Enfermería de la UNNOBA, sostiene que “las grandezas y las miserias afloran con más virulencia ante momentos de crisis”.

“Es difícil analizar  la pandemia desde un solo lugar. Si la miramos  desde lo estrictamente médico —plantea— es un acontecimiento global que alteró todo el funcionamiento sanitario. Nadie estaba preparado para enfrentar este tipo de enfermedad con alta transmisibilidad y contagio. Este virus hace que la  gente se enferme rápido y de golpe, y así se satura el sistema de salud”.

La tasa de duplicación de casos y su curva ascendente, indica que va a haber más casos. En realidad el problema no es la cantidad de infectados que puede haber al final, sino el tiempo en el que ocurre. “Si tengo cien personas infectadas en dos días, hay un porcentaje que se va a complicar, otro porcentaje que se va a complicar mucho y requerirá terapia intensiva y saldrá adelante,  y un porcentaje mínimo que va a fallecer”, explica Jaureguizar, y continua con el dato duro, que hoy es el que indudablemente complica al sistema sanitario: “Si 100 pacientes aparecen en 15 días, el número de camas disponibles para todos los que necesiten internarse, es un número finito que se va a ver resentido. Pero si los tengo en dos meses no voy a agotar mis camas y voy a poder generar respuestas realmente importantes para quienes se infecten y requieran internación”, explica.

Foto: Hospital Piñeyro.

Marcos Jaureguizar cree, por otro lado, que la actual situación está directamente relacionada con la falta de responsabilidad social. “No soy sociólogo, ni psicólogo, ni antropólogo para poder analizar las conductas humanas, pero sí podemos ver que las grandezas y las miserias afloran con más virulencia, ante momentos de crisis”. A lo que  agrega que nada de lo que sucede tiene que ver con las necesidades básicas como ir al supermercado o concurrir al trabajo. “Cuando se plantea que no se realicen reuniones sociales o familiares; o cuestiones que tienen que ver con el distanciamiento, aislamiento sanitario, el uso de barbijo, no llevarse la mano a la boca, los ojos o la nariz, y  lavarse las manos; tiene que ver con ser solidario con el otro,  ya que es imposible ser solidario con uno mismo. Considero que la gran cantidad de contagios está vinculada a la irresponsabilidad social. Esto, de alguna manera, contribuye a que el sistema de salud se vea muy seriamente afectado”.

Ante la pregunta obligada sobre la prevención, aseguró que “es terrible  cuando nos morimos por causas prevenibles. En nuestros países se siguen muriendo chicos por hambre o por tuberculosis, no es que hoy el coronavirus sea la única causa de muerte, pero estamos hablando de un virus que de alguna manera puede mitigarse y evitarse hasta de una manera muy económica”.

Tapabocas. Distanciamiento social. lavado de manos. Cuidados básicos, económicos y efectivos. Crédito: Agencia Telam.

Para esto usa tres términos: eficacia, eficiencia y efectividad. “En atención primaria se habla de tres términos cuando se plantea un método o un tratamiento. Eficacia es un tratamiento con resultados positivos. Eficiencia es poder realizarlo a bajo costo. Cuando hablamos de efectividad, nos referimos a la cobertura, o sea un método que pueda abarcar un gran porcentaje de la población. Entonces cuidarnos con métodos absolutamente elementales, como el uso de tapaboca, el lavado de manos y el distanciamiento tienen alta eficacia, eficiencia y efectividad: son económicos, tienen resultados positivos y pueden abarcar a toda la población.  Esto es lo único que ha demostrado poder manejar efectivamente el número de infectados”.

El sistema sanitario ante la pandemia

“La pandemia por COVID-19 desnudó los desafíos que enfrentan los países en torno a los recursos humanos para la salud, tanto en lo que refiere a los trabajadores de los servicios sanitarios, como los dedicados a la búsqueda activa y aislamiento de cada caso y al rastreo de cada contacto y su cuarentena. O a los microbiólogos trabajando las 24 horas para asegurar un diagnóstico oportuno”, afirmó la representante de la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS) en Argentina, Maureen Birmingham, durante un conversatorio virtual sobre Gestión del Trabajo, Salud y Seguridad de los Trabajadores de la Salud.

Los médicos, las enfermeras, los camilleros, las mucamas, los kinesiólogos se están enfermando, o están trabajando al límite de su capacidad. “El recurso humano de Enfermería siempre es escaso, no solo en Argentina sino a nivel mundial”, afirma  la licenciada en Enfermería Andrea Peralta, docente de la Licenciatura en Enfermería de la UNNOBA en las asignaturas Administración  de los Servicios de Salud, Gestión de los Servicios de Salud, Enfermería Básica y Enfermería del Adulto y del Anciano 2.

“Se trata de un recurso crítico que no puede ser reemplazado por otros profesionales. En épocas de pandemia, con más razón se necesita completar los planteles de enfermería en cantidad y calidad. Cuestión que no es fácil obtener de un día para otro”, plantea la docente.

Un profesional de Enfermería en cuidados críticos requiere de un entrenamiento mínimo de 3 a 6 meses para adquirir los conocimientos y destrezas que se necesitan para trabajar en estas unidades de alta especialización. “Es imposible formar un recurso de este tipo en menos tiempo y a esta problemática nos ha llevado la pandemia: encontrarnos que el recurso humano de enfermería no está formado para la tarea que tiene que realizar, debido a diversos motivos”, sostiene Peralta, quien  se desempeñaba, hasta hace días como Jefa del Departamento de Enfermería del Hospital “San José” de Pergamino, cargo al que renunció.

El personal idóneo es gravemente escaso, los recursos humanos que requiere una terapia intensiva deben ser altamente calificados, con muchísima experiencia en el manejo de pacientes críticos. “Y no los tenemos en las cantidades necesarias para enfrentar una contingencia de esta envergadura”, agrega.

Formar un enfermero en una terapia intensiva requiere tiempo dentro de la unidad. El  profesional debe contar con criterio y perfil para el puesto. En este sentido, Peralta es crítica sobre dicha Especialización: “Si un enfermero quiere formarse en terapia intensiva, para  acceder a la especialización, tiene un costo económico elevadísimo que muchos enfermeros no pueden pagar, y, aquel que tiene el dinero para pagarse la formación, luego no es reconocido como tal en las instituciones.  De hecho los enfermeros estamos luchando por ser reconocidos como profesionales de la salud, ya que para el Ministerio de Salud  de la Provincia de Buenos Aires somos  personal administrativo, una incoherencia que repercute muchísimo en el desánimo y motivación de los enfermeros para seguir apostando por la profesión y continuar formándose en especializaciones de áreas críticas”.

Síndrome de burnout 

El burnout laboral, también denominado síndrome del quemado o síndrome de quemarse en el trabajo, es un trastorno emocional  que está vinculado con el ámbito laboral al estrés causado por el trabajo y el estilo de vida del empleado. Este síndrome puede tener consecuencias muy graves, tanto a nivel físico como psicológico.

Los síntomas más comunes son depresión y ansiedad, motivos de la gran mayoría de las bajas laborales. El síndrome de burnout  es muy frecuente en ámbitos sanitarios. Peralta, quien además llevó adelante sus tareas como enfermera asistencial en diferentes unidades de internación tales como terapia intensiva, unidad coronaria y  neonatología, también hizo hincapié en este aspecto de la salud de sus colegas.

—¿Cual es el estado físico y emocional de los profesionales de la salud con los que has compartido tareas?

—Los profesionales de la salud se encuentran muy cansados, ya que al comienzo de la pandemia nos suspendieron las licencias y los permisos. Hay compañeros que, al no haberse tomado vacaciones de verano, se vieron obligados a seguir trabajando sin descanso. Esto lamentablemente nos llevó a un gran agotamiento físico y mental.

—¿Con que recursos, conocimientos o herramientas enfrentan a este nuevo virus?

—Hoy, incertidumbre, porque estamos frente a una enfermedad nueva, con muchísimo desconocimiento acerca de la misma: hemos tenido que asimilar todos los conocimientos de golpe. Fue una situación que nos sacó del contexto habitual de los cuidados, ya que no solo debemos ser conscientes en el cuidado brindado  a los pacientes portadores del virus,  sino que tuvimos que aprender a cuidarnos entre nosotros, entre los equipos, para no expandir  la enfermedad y aumentar de esa manera los contagios entre el personal de salud.

—No se puede dejar de lado el hecho de que cada profesional además tiene familia…

—Por supuesto. Si nos contagiamos nosotros, podemos llevar el virus a nuestros hogares y contagiar a nuestra familia. Varios de nosotros convive con familiares que presentan diferentes patologías crónicas, que aumenta el riesgo de padecer complicaciones si desarrollan la enfermedad. La mayoría somos madres y padres de familia. Esto también produce un estrés emocional muy grande en los trabajadores.

—¿Cuál es tu perspectiva y análisis de la situación actual?

—Creo que todavía tenemos mucho camino por recorrer para seguir tomando consciencia y aprender sobre la enfermedad. Es un desafío para toda la comunidad médica y científica, ya que este virus puso de rodillas al mundo entero. Creo que pronto tendremos un horizonte más prometedor con los avances que se están haciendo a nivel mundial con la aparición de la vacuna. Hay que tomar consciencia que esta no será la última pandemia que atraviese el mundo. Por lo tanto, debemos adecuar las instituciones de salud, tanto públicas y privadas, para estas contingencias, adaptando los recursos  humanos y materiales,  en cantidad y calidad suficientes, para enfrentar estos problemas. Esta pandemia nos deja y nos dejará muchas enseñanzas de las cuales debemos tomar provecho y fortalecernos.

—Desde la SATI estiman que todo el país hay cerca de 1.800 médicos intensivistas, mientras que los enfermeros no son más de 400. En situaciones normales, se necesita un intensivista cada 7 pacientes. Pero eso cambia cuando aumenta el porcentaje de personas que requieren respirador. En ese caso la relación pasa a ser de un médico cada 4 camas. Y en el caso de los enfermeros es un profesional por cada persona ventilada. Ante esta afirmación, ¿como se enfrenta una pandemia de este tipo?

—Voy hacer mención al caso del Hospital de Pergamino ya que me desempeñe como Jefa del Departamento de Enfermería por casi tres años y conozco muchísimo la problemática. Nuestro hospital tiene 6 camas de terapia intensiva y cuenta con 13 enfermeros como dotación total, de los cuales están distribuidos de a 2 enfermeros por cada turno de enfermería, con lo cual no estaríamos con el personal suficiente como demanda la relación enfermero-paciente ventilado. En un hipotético caso que se encuentren los 6 pacientes ventilados la relación real hoy en día sería de un enfermero cada 3 pacientes ventilados.  Imposible de sostener y ofrecer a los pacientes una atención de calidad y libre de riesgos como lo demandan las Normas de Organización y Funcionamiento de Servicios de Enfermería en Establecimientos de Atención Médica. Me atrevo a decir que esta problemática no es solo de nuestro hospital, sino que es general, que ocurre en todo el país.

—La pandemia deja al desnudo un problema que tiene varios años: la falta de médicos intensivistas y otros profesionales capacitados en Terapias Intensivas. ¿Cómo se revierte hoy? ¿Cómo visualizás el futuro?

—No es fácil revertir este problema de un día para otro por todo lo que he expuesto anteriormente. Creo que se deberían mejorar las condiciones laborales de todos los profesionales de enfermería y médicos que siempre están en la primera línea, como se evidenció hasta ahora. Mejorar el salario y el reconocimiento a la formación de un profesional incrementaría el interés por seguir apostando a estas profesiones que se encuentran actualmente muy postergadas. Se trata de una decisión  netamente política. Darle impulso a la educación y formación de este recurso es importantísimo para las nuevas generaciones.

Diseño: Laura Caturla