Ambientes digitales para enseñar y aprender

Por Marcelo Maggio

Este artículo forma parte de una serie vinculada a los 20 años de la UNNOBA. En esta ocasión se aborda la evolución de las nuevas tecnologías aplicadas a la enseñanza, aprendizaje y la vida institucional.

Aulas virtuales, videoconferencias, chats, ¡inscripción online! Los procesos de digitalización avanzaron sobre todas las dimensiones de la vida social, y la educación no podía permanecer ajena. La pandemia aceleró muchos cambios y para la UNNOBA ese cambio de ritmo en la demanda de la virtualidad implicó “un cambio en la escala”: se trataba de aumentar recursos y presencia allí donde ya se venía trabajando.

En la actualidad, la Universidad tiene dos espacios que cubren las necesidades planteadas por el desafío digital: el Sistema Institucional de Educación a Distancia y Digital (SIEDD) y la Prosecretaría de Tecnología de la Información y la Comunicación (TIC).

“Educación Digital es nuestro nombre reciente, pero nos podemos remontar al año 2009 rememora Claudia Russo, responsable del SIEDD—. En aquel año, la Escuela de Tecnología puso en marcha un ingreso semipresencial y también se comenzaron a dar los primeros pasos con un sistema de gestión de aprendizaje (LMS, por sus siglas en inglés), que era la plataforma Moodle, vigente en la actualidad”.

“Moodle hoy es un standard, y también algo histórico en materia de aulas virtuales —explica Hugo Ramón, prosecretario TIC—. Este software es como el núcleo de una cebolla al que se le pueden agregar funcionalidades y contenidos”.

En un primer momento, esta plataforma se utilizaba como un repositorio en el cual los docentes dejaban sus producciones o se comunicaban con los estudiantes, siempre como apoyo a la presencialidad. “En aquel tiempo no pensábamos en virtualizar horas o algo similar a lo que ocurrió con la pandemia —aclara Russo—. Sin embargo, a medida que pasaron los años, la plataforma fue teniendo cada vez más uso dentro del ámbito de lo presencial, como una manera de extender el aula”.

Foto: Matías Lucero.

Ese recorrido fue impactando a nivel institucional: antes de la creación del área de Educación Digital ya se venía trabajando desde un programa que funcionó como antecedente, dirigido por Diego de La Riva y con Florencia Castro a cargo de la Secretaría Académica. Russo agrega que, “el área de Educación Digital de la Universidad se crea a partir de una resolución ministerial sobre la educación a distancia, pero le agregamos el nombre de digital y no sólo a distancia porque el objetivo es abordar la innovación tecnopedagógica en el aula, sea tanto en modalidad presencial como virtual”.

Las iniciativas y los debates acerca de la presencialidad no se iniciaron durante la reciente pandemia. El recurso de la distancia y la virtualización viene permeando en la educación desde hace tiempo, y en la UNNOBA se remonta al 2009, momento en el cual se implementó el ingreso semipresencial. Sin embargo, desde antes ya estaban en uso las salas de videoconferencia en Junín y en Pergamino, donde los docentes podían estar de manera presencial en una sede y con otro grupo a distancia desde la otra e interactuar mediante sonido y video. “En este tipo de videoconferencia, las aulas estaban en la Universidad —destaca Russo—, docente y estudiante tenían que ir a alguna sede universitaria, un tipo de tecnología híbrida”.

Cultura online y recursos

En la UNNOBA ya teníamos la cultura de la videoconferencia gracias a nuestras aulas conectadas punto a punto en cada sede”, resalta Hugo Ramón. Con esa ventaja, se pudo dar el salto hacia la videoconferencia online en tiempos de pandemia. “Necesitábamos implementar una tecnología, y la Universidad fue por el lado del software libre y la implementación de un servidor Jitsi”, recuerda Russo. De este modo, a partir de 2020 se habilitó a los docentes esa herramienta para comunicarse con los alumnos en clases sincrónicas.

Hugo Ramón recuerda cómo se fueron dando los pasos para llegar al Jitsi, el primero de los recursos que se usaron en este sentido. Fue tan solo unos meses antes del salto a la virtualidad total: “En marzo de 2019 empezamos a tener problemas con las cámaras móviles de las salas de videoconferencia y no se conseguían los recambios. Empezamos a evaluar Jitsi porque era un software que ya se estaba utilizando desde 2014 para la telefonía IP. Alguien del equipo (de la Prosecretaría TIC) descubre que tenía una funcionalidad para videoconferencia y la empezamos a probar. Cuando en 2019 el área de Educación Digital, recién creada, nos pide un recurso para una reunión virtual, propusimos Jitsi. Así, hacia fines de noviembre de 2019, se usó por primera vez. En marzo, sólo unos meses después, aparece la pandemia”.

Claudia Russo recuerda que su área empezó de modo incipiente, “pero la pandemia hizo que se tomara un gran volumen de trabajo en un corto tiempo”. “Creemos que la Universidad pudo dar respuestas en ese contexto gracias a la proyección que ya teníamos —indica la responsable de Educación Digital—. Se le pudo dar apoyo a docentes para que transformaran sus clases presenciales en clases virtuales y lo que a nivel nacional se llamó educación de emergencia, desde la UNNOBA lo fuimos transformando, paulatinamente, en una educación a distancia”.

Saldos de los tiempos de encierro

En el presente los desafíos son otros y se intenta asimilar los pasos ya dados: “Hay que tratar de no perder lo que se aprendió en esa etapa, incluso poder trasladarlo al aula presencial. Entendimos qué cosas se pueden hacer virtuales y cuáles no, dependiendo de las carreras, las disciplinas, el tipo de prácticas que se realizan, por ejemplo”, reflexiona Russo.

En este sentido, tanto Russo como Ramón coinciden en que la virtualidad y sus herramientas brindan oportunidades únicas que se deben intentar poner en práctica, como la facilidad para estudiantes que trabajan o quienes no cuentan con los medios económicos para trasladarse hasta alguna sede de la Universidad.

“Se puede tener un aula presencial con uso de tecnología, un aula virtual, o se puede tener un aula mixta con una parte virtual y otra presencial”, destaca Russo. Se puede lograr así una “hibridez entre lo presencial y la distancia como una nueva modalidad educativa”.

Foto: Matías Lucero.

La implementación de tecnología en las aulas físicas de cada edificio universitario es una tarea a cargo de Hugo Ramón: “La Universidad siempre se caracterizó por tener tecnología en el aula. Por ejemplo, casi el noventa por ciento de la superficie edificada de la universidad tiene wifi disponible, eso incluye a las aulas, que además cuentan con proyectores”.

Enseñar y aprender en la sociedad del conocimiento

Una de las actividades que impulsó el área de Educación Digital fueron los workshops con docentes, reuniones para el intercambio de experiencias con tres ejes, los más icónicos de la educación a distancia: la organización del aula, el rol tutorial y la evaluación. A partir del segundo workshop se incluyó la participación de otras dos universidades: UNSADA y UPE.

“La estructura del WITE (Workshop de Innovación y Transformación Educativa) es totalmente virtual, con muchos asistentes y ponentes de otros países y de otras universidades argentinas —cuenta Russo—. Lo que hemos visto durante la pandemia es que la posibilidad de asistir a eventos no presenciales hizo que la participación aumente, por eso creemos que hay que mantener ese espíritu de evento virtual. En lo que queremos hacer hincapié es que no se trata de un congreso científico: en el WITE cada uno puede contar sus experiencias, y no sólo las virtuales, sino también las que se dan en la presencialidad, porque la educación presencial también está bajo la misma observación que la educación a distancia”.

Una de las conferencias virtuales del último encuentro WITE.

Hay quienes plantean, como el especialista David Buckingham, que la educación digital ha permitido pensar nuevos modos de la pedagogía e incluso avanzan sobre el potencial educativo de los videojuegos, en lo que se denomina “gamificación”. Desde Educación Digital de la UNNOBA, Claudia Russo se pregunta: “Después de la pandemia, ¿por qué irías hoy a escuchar una exposición de un docente, si después esa clase va a estar online porque alguien la grabó? ¿Por qué voy al aula? Tengo que ir porque me va a dar algo más de lo que puedo encontrar en internet. Entonces, si hay gamificación, clase invertida, desafíos para pensar soluciones y debatir la clase, exponer mi trabajo, entonces voy. Eso piensa un estudiante actualmente, después de la pandemia. Pero sucede que no todos los docentes estamos dispuestos a enfrentar esta realidad”.

–Entonces, ¿por qué insistir en las prácticas presenciales?

–Es un debate actual. Por un lado, hay un sentimiento muy fuerte de querer pertenecer y querer estar con las compañeras y compañeros en el aula, algo muy entendible, porque la universidad es mucho más que lo académico. La universidad brinda muchos valores a los estudiantes y la presencialidad es muy importante en este sentido. Pero en los años superiores, y en algunas disciplinas, la virtualidad puede ayudar a que no abandonen por los diversos motivos que aparecen, como el trabajo. La virtualidad aparece entonces como una oportunidad para quienes no pueden acercarse a la universidad y deciden estudiar. Por eso es importante dar respuesta a todas las situaciones. De hecho ya tenemos, desde la UNNOBA, dos carreras aprobadas por Consejo Superior para ser cursadas completamente a distancia.

–¿Qué evaluación hacen de la apropiación y utilización por parte de docentes universitarios de las nuevas tecnologías y los entornos virtuales?

–En la Universidad hay que reconocer que todos los docentes dieron respuesta en el contexto de pandemia. No hubo ni una asignatura, de ninguna carrera de la UNNOBA, en la que un docente diga ‘si no doy presencial no doy la materia’. Por lo tanto, la respuesta fue muy buena. Claro que hubo diferentes usos de la tecnología, y eso siempre va a pasar. En el transcurso de la pandemia y en lo que llevamos de presencialidad, vemos que hubo una apropiación de lo aprendido, ya sea para seguir llevándolo hacia adelante en las aulas virtuales o en la presencialidad misma. Por ejemplo, para ver cómo crece el interés en el tema, desde Educación Digital hemos creado dos diplomaturas de posgrado, diseño de aulas virtuales y contenidos digitales, tomadas por gran cantidad de docentes, tanto de la UNNOBA como externos.

–Guillermo Simari, cuando visitó la UNNOBA, planteó que debíamos entender el desafío de la continuidad que hay entre las realidades virtual y material. ¿Se ha dejado de ver, por fin, lo digital en educación como un asunto “informático”?

–Creo que se está avanzando y que la pandemia nos ha dado un “sacudón” muy importante en ese sentido. Se cambiaron las cosas de un día para el otro, se nos puso a todos no sólo en un nivel de uso de tecnología en general, sino de uso en el aula para enseñar. Y esto va a continuar también porque son los estudiantes los que nos van a pedir cada vez más. Entonces nos vamos a tener que acostumbrar a los nuevos contextos educativos, porque ya no hablamos solo de presencialidad o distancia, también hablamos de la hibridez, o de una flexibilidad en la que es cada uno quien determina de qué manera quiere hacer su carrera.

Recursos e implementaciones

“Somos un área transversal y nuestros servicios impactan en las funciones sustantivas de la universidad (académica, investigación y extensión), pero también en las otras áreas transversales, como la administrativa”, explica Hugo Ramón.

La Prosecretaría TIC, por su transversalidad, debe enfrentar todas esas necesidades y demandas y, luego, establecer prioridades para el uso de los recursos digitales. “Tenemos que mantener operativos todos los servicios, independientemente del área de destino. Sí está claro que cada servicio maneja escalas y prioridades distintas —indica Ramón—. Por ejemplo, el servicio administrativo presupuestario es utilizado por una cantidad pequeña de personas si se lo compara con el académico, que es impactado por toda la población de docentes y estudiantes de la Universidad”.

“Para nuestra área es crítico que cualquiera de los servicios funcione bien, ¡y todo el tiempo!”, indica. Ramón se refiere a tareas que van desde la ejecución de pagos hasta inscripciones, calificaciones e inscripciones a finales, o las ya mencionadas relacionadas con el aspecto académico dentro de las aulas virtuales.

–¿Cómo resuelven a nivel infraestructura la creciente demanda de recursos?

–La infraestructura, el nivel físico, tiene un ciclo de actualización tecnológica. En este momento estamos volcando muchos servicios a la “nube” y otros, como los servicios críticos, en una infraestructura propia. Hay muchos servicios que estamos tratando de sacarlos afuera para evitar problemas relacionados al costo operativo y la disponibilidad. Y todo es creciente porque no se destruye información. Entonces tenemos más estudiantes, más docentes, más metros cuadrados a cubrir con internet y más consumo de ancho de banda. Incluso hay que pensar en la obsolescencia de los equipos.

Google Data Center

–Actualmente la Universidad está brindando una integración con Google. ¿Cómo se establece esa decisión y qué beneficios tiene?

–Venimos desarrollando una estrategia para que cada integrante de la comunidad pueda acceder a todos los servicios que le corresponden mediante una validación con su cuenta de correo institucional; desde cursar materias hasta conectarse al wifi en cualquier edificio. Esa convergencia iba a terminar en alguna solución en la nube. Nos decidimos por Google por un tema de escala, en el que la gestión de los correos es el mejor ejemplo, porque hay una cantidad de información para almacenar que nos dificulta el funcionamiento, el respaldo y la estabilidad. Para este servicio, sin embargo, las claves no las almacena Google sino la institución, es decir que se autentifica con nuestro servidor mientras que todos los datos permanecen en la nube. Además hay otros beneficios, como acceder a las herramientas que están dentro del paquete, como el Meet para las videoconferencias. Pese a la ventaja que implica, hay que seguir educando en el uso responsable de estas herramientas. Es como en una casa, hay que ser ordenado y guardar lo que es importante, porque siempre la capacidad está limitada.

–¿Qué tendencias hay en tecnología, sobre todo en educación?

–Hay una tendencia a la descentralización y a la operatoria al cien por ciento, esto es que necesitamos que los sistemas estén disponibles todo el tiempo, lo que nos convierte, a su vez, en seres cada vez más dependientes de la tecnología, algo que se aceleró con la pandemia. ¿A dónde vamos? Claramente la hibridez es uno de los temas. También hacia el trabajo domiciliario o ubicuo, desde cualquier lugar. Y otro de los temas que en particular estamos analizando es el de la identidad digital: en nuestro caso la clave la maneja y almacena la Universidad. Ahora bien, ¿por qué los atributos para que vos te identifiques los tiene que tener un tercero? Con el DNI es el Estado, con Google es la empresa, pero ¿por qué no lo puede tener el ciudadano en una billetera digital? ¿Por qué no podemos usar una tecnología tipo blockchain para dar esa trazabilidad? De esa manera se podría validar la identidad sobre una tecnología que es propiedad de todos, o de nadie.

–¿Cómo impacta la brecha digital en el nivel universitario? Sobre todo, si pensamos en la crisis económica actual y los precios internacionales de los servicios.

–En nuestro país hemos tenido, históricamente, un retraso en el acceso a equipamiento de última generación. Hoy vemos que las soluciones en la nube nos han permitido amortiguar este problema, pero las restricciones económicas siempre tienen consecuencias, aunque desde que trabajo en el ambiente universitario convivimos con este tipo de problemas. Creo que el impacto que tiene la tecnología en nuestras vidas, en el trabajo, en la educación, hace que tenga que tener un tratamiento especial. Un chip o un software están en cualquier lugar de la vida que uno mire, no sólo en la educación. Por lo tanto hay que hacerse responsables de eso. Lo que sí sabemos es que desde la Universidad estamos preparados y equipados para enfrentar cierres o crisis de este tipo por unos años. En términos más amplios, la brecha digital me preocupa porque ahí entran muchos aspectos, desde quien enseña que no puede armar una presentación de diapositivas, hasta estudiantes que aún no pueden utilizar una herramienta básica como un procesador de textos: es decir que no lo tenemos que reducir a un tema de acceso. La brecha digital no deja de ser un tema a resolver desde la educación temprana, por eso la educación en tecnología debería estar ahí también, desde los primeros años de vida de cada estudiante.

 


Diseño: Laura Caturla