Los animales están de fiesta
Por Claudio Spiga
En algunas ciudades se ven imágenes de animales silvestres recorriendo calles desoladas. Zorros, pumas, osos, jabalíes, algunas aves exóticas han aparecido caminando por zonas urbanas de Europa y muchos se preguntan si en el Noroeste bonaerense puede pasar lo mismo y si eso conlleva algún riesgo. Mariano Merino, docente e investigador de la UNNOBA, dice que en nuestra región la visibilidad de animales salvajes tiene que ver con cuestiones naturales y no tanto como efecto de la cuarentena por la cual muchas personas permanecen encerradas en sus casas. “De todos modos ante la retirada de las personas de ciertos espacios puede haber algunos casos en que los animales se sientan más confiados y transiten ciertas zonas urbanas o periurbanas. Si eso sucede, disfruten de ese espectáculo que no vemos siempre. Ninguno de los animales que vemos por acá van a atacarnos. Siempre y cuando no los molestemos, no nos van a hacer nada y está bueno observarlos”, afirmó.
“Estamos en un ciclo húmedo que durará varias décadas (lo que no quita que pueda haber algunas sequías aisladas) y eso favorece en crear ambientes a lo largo de la pampa húmeda que atraen a gran cantidad y variedad de especies”, señaló Merino, investigador de la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires (CIC) y el Centro de Bioinvestigaciones de la UNNOBA (CeBio).
Si bien en las zonas rurales se sigue trabajando con la cosecha de los diferentes cultivos y el escenario no cambió mucho para los animales, puede ser que en algunos pueblos aparezcan un poco más visibles especies de la zona como carpinchos, zorros, algún puma, cuises, hurones, gato montés, coipos (conocido también como nutria criolla): “Este fenómeno sirve para recordar cómo era la pampa antes de que llegaran los primeros españoles ”, apunta el biólogo.
Desde hace unos años se empezó a hablar de la presencia de carpinchos en el Noroeste Bonaerense como algo llamativo y novedoso, aunque en realidad se trata del regreso de uno de los animales con más presencia en estas tierras en la época en que no había desarrollo de agricultura ni ganadería. De hecho la Laguna El Carpincho (Junín) se llama así porque allí es donde se asentaban las colonias más numerosas del roedor más grande del mundo.
Cuando los seres humanos comienzan a labrar esas tierras se asientan familias, con sus perros y sus animales de granja y eso provoca un desplazamiento del carpincho hacia otras zonas de la provincia y del país. Le siguen en el camino otros animales salvajes como el puma, que no se fue solo porque el carpincho sea su presa natural preferida sino porque los agricultores los cazaban o corrían “a escopetazos” para que no les coman sus animales de corral.
En las últimas décadas, con el desarrollo de la agricultura altamente tecnificada se produce el desplazamiento de las personas a ciudades o pueblos y esos lugares vuelven a quedar casi despoblados. “Esto hace que esas zonas rurales sean amigables nuevamente para ciertos animales silvestres. Como especie autóctona, el carpincho está en expansión ahora y tiene un buen potencial reproductivo, ya que puede tener hasta 7 crías por año”.
Esa puede ser una buena noticia para el puma, que además encuentra buen alimento también en la superpoblación de cuises, otros roedores, algunas gallinetas y aves de lagunas que hay en los numerosos ríos, lagunas, bañados de la zona. La despoblación del campo le ha servido a este felino también para encontrar en las “taperas” el lugar ideal para parir y criar cachorros, tal como hace el zorro, algunas aves (como la lechuza de campanario y golondrinas) y otras especies. Muchas antiguas casas de campo deshabitadas por el hombre se han convertido en una suerte de “hostels” para animales.
Hace unos días circuló en las redes sociales la foto de un puma caminando lo más campante por calles vacías de la localidad pampeana Castex. Después resultó que era una foto trucada, una broma que había hecho un joven del pueblo a sus amigos.
Igualmente, si eso llegara a suceder como ha pasado varias veces en los últimos tiempos (por ejemplo hace un par de años apareció un puma en una medianera en un barrio de Bahía Blanca y una puma hembra subida a un árbol en una calle de Ostende), Merino reafirma que no hay nada que temer: “El puma no nos va a atacar, siempre y cuando no lo molestemos o encerremos con perros Nunca le va a hacer nada a un humano por la sencilla razón de que no se lo puede comer por el tamaño, estamos por encima de lo que ellos pueden cazar para alimentarse”, enfatiza y rápidamente agrega que sí hay que tener cuidado con los niños y con no poner al animal en una situación de encierro o que pueda ser amenazante para las crías.
“También hay que tener cuidado con el tratamiento de los residuos sólidos urbanos. No hay que dejar al alcance de animales silvestres las bolsas de basura que sacamos a la calle para que pasen a recolectarlas, porque podemos tentarlos a que se acostumbren a buscar comida ahí y eso no está bueno”, agregó.
Muchas de las imágenes que se ven ahora en algunas ciudades europeas tienen que ver con este fenómeno de animales que viven en zonas periurbanas, en el límite de lo que puede ser su hábitat natural y las ciudades, como se ha visto en Australia a osos comiendo de containers que están en los pasillos traseros de restaurantes o en la línea donde termina una calle y comienza un parque. Algunas organizaciones amigas de los animales, como la Fundación Oso Pardo, hacen campañas para evitar que esto suceda. Lo mismo pasa con jabalíes y otras especies.
Así como no es apropiado que se alimenten de la basura que se genera en las ciudades, también Merino recomienda que no los adopten como mascotas. “Los que son silvestres no entienden la lógica de los humanos. Los animales como perro, gato, la gallina, el caballo, el cerdo, son producto de zootecnia, el hombre los domesticó y obtuvo sus mejores cualidades. Cuando uno se queda con un animal silvestre, por más que lo críe como un perro nunca deja de ser silvestre”.
“Además está expresamente prohibido por ley: no se puede tener esos animales como mascotas. El que tiene un pumita cachorro primero lo ve como un gatito, pero a los cinco meses le ocupa la cama y se tiene que ir a dormir a otro lado. Pasa lo mismo con zorros y hurones, éste último es un animal muy utilizado en los campos porque es muy buen cazador de roedores”, destacó.
“Es muy lindo en este momento observar los animales silvestres como un espectáculo al que estamos invitados a verlos, sin tenerlos en nuestros patios”, enfatiza Merino y comenta que en los pueblos hay una cultura instalada de tener especies silvestres en jaulas: “Yo en mi casa disfruto de mistos, cabecitas negras, jilgueros sin hacer nada, andan por las plantas del patio o de la vereda”.
“También hay casos de mascotismo que llaman la atención. En Germania (un pueblo del partido de General Pinto) encontramos a un hombre que criaba en su patio a un puma cachorrón de 8 meses como si fuera un perro o un animal doméstico”, cuenta Merino con cierto asombro y agrega: “Calculá que modificar esas costumbres va a llevar mucho tiempo, sobre todo en las zonas rurales donde todavía hay una naturaleza rica en especies”.
“El mensaje para este momento es que disfruten del espectáculo y piensen un poco qué es lo que estamos haciendo para que nosotros tengamos que recluirnos un mes y estos bichos vuelvan a aparecer. Seamos más amigables con ellos sin perseguirlos, seamos cuidadosos en las rutas para no atropellarlos, cuidemos el tema de la basura, aceptémoslo como son”, destacó Merino.
Puede acceder a una galería de 51 fotos de varios fotógrafos de naturaleza de la región, aquí
Tres historias de humanos y animales
“Caminos”
Javier Villamil es veterinario y reconocido fotógrafo de naturaleza, con varios premios en concursos nacionales. Nació en Junín, tiene su veterinaria en Ascensión y conoce la zona como nadie. Puede decir qué especies andan por cada laguna, charco, río, arroyo, camino rural, monte de la región, saber que transmite en los cursos de fotografía de fauna que da en la Biblioteca Florentino Ameghino (Foto Grupo Junín). En coincidencia con Mariano Merino, dice que este espectáculo de ver animales silvestres en la zona tiene que ver más con cuestiones naturales que con la cuarenta. “Trasciende este momento, antes y después vamos a poder ver zorros, hurones, gato montés, liebres y otros animales silvestres si andamos por los mismos caminos”, asegura.
“Instinto”
Andando por esos caminos, como andan los fotógrafos de naturaleza por la zona, es como se conocen las historias más sorprendentes del vínculo de personas con animales silvestres. En la zona de la Laguna de Gómez (Junín) es conocida la historia de la mujer que encontró a dos cachorritos de zorro y los crió como mascotas junto a su perrito. Los tenía en un gran patio, cercado pero con mucho espacio verde, árboles y abundante tierra. Fueron creciendo los tres animales a la par. En la etapa que va de juvenil a adulto, la mujer se fue de su casa un par de días y cuando volvió encontró que los zorros habían cazado al perrito para comerlo. Entendió la situación enseguida, los llevó a un campo cercano y los liberó cerca de una tapera rodeada de montes. Contó esta historia mil veces y siempre la remata con la misma reflexión: “Es su instinto, hay que respetar su naturaleza”.
“Amor animal”
La de Medardo es una historia real que se fue transformando en “cuento de campo” con el tiempo. Vivía en un pueblo del partido de General Arenales cuando decidió adoptar un hurón como mascota. Su casa estaba a un par de kilómetros de la pequeña localidad, le gustaba llevar en brazos a su mascota cuando iba a hacer las compras o pasaba por el bar a reunirse un rato con sus amigos. El animal andaba por toda la casa, incluso a la noche lo sentaba en el sillón a su lado para ver televisión. El hurón creció, entró en celos y el trato “se tornó áspero”. No quería que lo agarre, no quería estar en su patio encerrado, quería salir a los caminos “a hacer la suya”. Pero Medardo insistió, hasta que un día que lo levantó del suelo le clavó las uñas en la cara y le dejó una huella importante en la nariz. Fue rápidamente a ver a un veterinario a pedir explicaciones y la respuesta fue sencilla: le dijeron que lo mejor que podía hacer es liberarlo. Lo soltó un par de días después. Pero tardó varios meses en aceptar lo sucedido, ya que cada tanto volvía a la veterinaria y preguntaba una y otra vez: “¿Cómo puede ser que haya hecho eso si nos queríamos tanto?”.
Diseño: Laura Caturla