Cambio de hábitos

Por Sebastián Martino

 

“El futuro llegó hace rato”
[Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota]

Ante determinados hechos de trascendencia, existe la tentación de sentenciar que, a partir de ese momento, se producen grandes transformaciones o revoluciones sociales: desde un atentado hasta una catástrofe natural, pasando por una crisis económica, una manifestación pública o la caída de un gobernante, hay acontecimientos que generan lecturas posteriores que presagian quiebres de procesos en marcha y cambios de paradigmas.

La pandemia mundial por la COVID-19 puso en marcha una vez más este mecanismo. Es que las cuarentenas y confinamientos dictaminados en diferentes partes del mundo generaron modificaciones en muchas las actividades: nuevos hábitos de higiene, distanciamiento social, una notable reducción de la interacción comunitaria, educación digital, teletrabajo, comercio electrónico, pago de impuestos a través de aplicaciones y plataformas.

A partir de este escenario el debate pasa, entonces, por saber cuáles de esas prácticas son temporales y cuáles llegaron para quedarse. Y entre estas últimas, hay dos que parecen ganar terreno.

Una de ellas es el teletrabajo. Y es por ello que ya se está discutiendo una ley que regule este tipo de actividad.

La otra es el comercio electrónico, que ya venía en crecimiento. Tanto terreno venía ganando en los últimos años que, por ejemplo, desde hace tiempo Mercado Libre es la empresa más valiosa de nuestro país. Tendencia que se replica en todo el mundo, si se tiene en cuenta que desde 2019 Amazon es la que ocupa ese puesto en el ámbito planetario, cuando desplazó de lo más alto de ese sitial nada menos que a Apple y Google. Es decir que ese proceso, que ya estaba en marcha, tuvo una gran aceleración con la pandemia.

Comercio electrónico

Hasta antes de que estallara la pandemia, Aníbal Cueto, profesor titular del área de Comercialización de la UNNOBA y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), repetía en el aula un ejercicio con sus alumnos: en primer lugar, les preguntaba quiénes buscaban en Internet productos que les interesaba para comprar, a lo que levantaba la mano una mayoría que crecía año a año; entonces consultaba quiénes, efectivamente, compraban y pagaban por Internet, y aquí el número de brazos en alto era mucho menor. “Esto quiere decir que la gente buscaba en la web, hacía comparaciones y luego iba a adquirir los productos a los negocios, y eran muy pocos los que hacían todo el proceso online”, analiza el docente.

Sin embargo, esta realidad se vio modificada por la pandemia. Y, ahora sí, son muchos más los consumidores que hacen el procedimiento completamente online. Es decir que la cuarentena terminó precipitando un proceso que ya estaba en marcha.

“Es un cambio que lleva décadas, que fue creciendo gradualmente, y lo que hizo la pandemia fue acelerar esta transformación digital”, sostiene Cueto, contador y licenciado en Administración, con una maestría en Marketing. Según el docente, esto se da tanto del lado de la oferta como de la demanda: “Por un lado, los comercios tuvieron que transformarse, porque había negocios totalmente offline y algunos tenían además su pata online, pero esto hizo que prácticamente toda la oferta se haya tenido que reconvertir a la versión digital. Entonces, ha crecido mucho el e-commerce, no tanto como para reemplazar a los formatos anteriores, aunque para la mayoría el único camino de supervivencia fue hacer ese cambio y buscar una solución digital. Por otra parte, desde el lado de la demanda, tenemos un consumidor que también es diferente. En general, la costumbre era comprar en las tiendas y solo algunos lo hacían por Internet, mientras que hoy se hacen operaciones enteramente online y se abona por las plataformas de pago, así que el consumidor también mutó con esto y ahí aceleró ese cambio cultural”.

Lo cierto es que, aun cuando el sistema no estaba totalmente preparado para esta transformación, la cuarentena no dejó opción, sobre todo en las grandes ciudades donde durante muchas semanas hubo posibilidades nulas o mínimas de desplazamiento. Esta situación generó tal arrastre que se debió cambiar la forma de comprar “hasta en el almacén que está a dos cuadras para que te traigan el pedido”, señala Cueto. Por lo cual, “aquel que no estaba tan preparado, tuvo que adaptarse, y eso va a dejar en el post-cuarentena un consumidor y un comercio mucho más desarrollado para la vida online”.

Escenarios diferentes

“Entiendo que crezca el comercio electrónico, pero yo vendo autos usados y el cliente que va a gastar 400 mil pesos quiere verlo, revisar el motor, dar una vuelta, ¿cómo hago entonces para hacer todo eso por Internet?”, se preguntaba un comerciante por estos días. Ejemplos como este hacen pensar que hay actividades a las que les va a resultar más difícil que a otras sumarse al e-commerce.

“Hay, además, un tema cultural”, asegura Cueto, que también es secretario de Asuntos Académicos de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP. “Si uno mira en el largo plazo no va a haber rubros que escapen a esto. Hoy en día hay inmobiliarias que venden propiedades ciento por ciento de manera virtual, con simuladores 3D. Y también va a depender de los ‘certificados de calidad’ que tenga cada negocio, de la confiabilidad del vendedor: si yo sé que me muestran el producto de manera virtual y confío en la persona que me lo está presentando, posiblemente no tenga recelos, por eso digo que es un tema cultural. Esto va de la mano de una construcción de ambos lados, el consumidor y la oferta”, plantea.

Antes de la pandemia también existía un consumidor que buscaba online, iba al negocio a tocarlo (lo que se llama “testing”) y volvía a comprarlo por Internet, tal vez porque había algún descuento u oferta. Es decir que necesitaba verlo de cerca y probarlo antes de adquirirlo. “Por lo tanto, está esa necesidad física de tener cerca el producto, y puede ser que en algunos artículos eso se mantenga. Pero eso no quita que haya mucho del proceso de compra que tenga sus bases online, aunque algunos tengan algún componente físico”, puntualiza Cueto.

En tal caso, lo que quedará para la post-pandemia será una coexistencia de los comercios físico y virtual, y el que plantee un negocio deberá tener en cuenta estas dos variables: “Cada rubro va a depender mucho del tipo de consumidor que tenga, al segmento que esté dirigido, al grupo etario, a los intereses de su público, y ahí tendrá que buscar su fórmula, cuánto de online y cuánto de offline necesita. No se van a reemplazar, van a convivir. El cambio que venía gradual, lento, que en algunos sectores se había desarrollado un poco más y en otros nada, encuentra hoy a la gran mayoría adentro del mundo digital”.

Es difícil saber cuánto se adelantó este proceso. Hay estudios que hablan de diez, cinco o dos años, aunque más allá del número, lo cierto es que hubo, en palabras de Cueto, “una aceleración profunda, que también permitió a muchos darse cuenta de que había una oportunidad, a través de la transformación digital, que se puede llegar a otros públicos, a otra gente, por eso, hacia adelante, va a quedar un negocio mucho más integral, sin que uno reemplace al otro”.

Teletrabajo

Otro sistema que irrumpió es el home office. En este ámbito el desarrollo, hasta el momento, era menor o más marginal, y la crisis sanitaria obligó a una rápida adaptación. Tanto es así y tal es el cambio que, al momento de publicar este artículo, la Cámara de Diputados de la Nación ya había dado media sanción y girado al Senado un proyecto de Ley que regula el teletrabajo.

Abel De Manuele, profesor titular de Derecho de Trabajo en la UNNOBA y especialista en Derecho Laboral, sostiene que, para comprender este escenario, es necesario observar el camino previo que se transitó. “Es indudable que, al inicio de la pandemia, nuestro país no ofrecía sus mejores indicadores: azotado por una controvertida e inexplicable deuda externa cercana a los doscientos ochenta mil millones de dólares, con índices de pobreza en un 35%, un 10% de desocupación y más de un 35% de informalidad laboral, sin crecimiento desde hacía seis años y con una sociedad sin rumbo y desolada”, resume De Manuele.

Según su análisis, estos índices “son demostrativos de lo que muy pocas veces se vio en nuestra historia”. Y, “a pesar de esa realidad, y cuando surgía una luz de esperanza en el camino, llegó la tragedia”. Para el abogado, también profesor ordinario de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral, tampoco deberían omitirse los cambios sociales, productivos y económicos de las sociedades actuales: “Nadie duda de las heridas, aún abiertas, de las inequidades emergentes del capitalismo actual, ni de las modificaciones que se han producido en los mecanismos productivos, y lógicamente, por ende, en los mercados laborales”.

Es decir que, en palabras de De Manuele, “a un país asolado por una estructural crisis económica y social, le llega la pandemia”. Una crisis que también incluye causas derivadas de los cambios tecnológicos y productivos de las últimas décadas. “Todo ese contexto no puede ser ajeno a la hora de evaluar, diseñar y planificar el trabajo, y sus regulaciones, para el futuro”, sentencia.

En ese marco, De Manuele sostiene que “algunos de los cambios llegaron para quedarse: teletrabajo, reuniones, conferencias y clases docentes a distancia, el trabajo por plataformas o las modalidades de delivery, operaciones remotas en las gestiones bancarias, trámites judiciales, administrativos, comerciales”, por citar solo algunas de las que “seguramente pasaran a formar parte de nuestra cotidianeidad”.

Hacia el futuro

El también docente de posgrado de varias universidades nacionales y extranjeras remarca que una de las claves de la post-pandemia pasará por realizar “los mayores esfuerzos para evitar que esas nuevas alternativas de organización empresarial se institucionalicen, a partir de la emergencia, en perjuicio de los trabajadores”. En tal sentido, observa que en las actividades denominadas trabajo a demanda o vía app, “se invoca la ausencia de relación de dependencia, haciendo referencia a la ‘economía colaborativa’, cuando en realidad no existe forma de disfrazar o negar una verdadera relación de naturaleza laboral”.

“En su momento el autor francés Ulrich Beck refería la ‘sociedad del riesgo’, lo que de otra manera es decir que vivimos tiempos inciertos, pero ello no nos puede llevar a resignarnos a pensar en el progreso social, y apropiarnos de la utopía de que el mañana será mejor. Robert Castel nos decía ‘el porvenir está abierto’, por lo que, con esas palabras, podríamos caracterizar los tiempos venideros. Mucho depende de nosotros”, concluye.

 


Diseño: Laura Caturla