Parasitar y enfermar

Por Ana Sagastume

Las enfermedades transmitidas por ectoparásitos —tales como pulgas, garrapatas, piojos y ácaros— están aumentando significativamente en la actualidad, probablemente, como consecuencia de la sostenida intromisión de los seres humanos en ecosistemas naturales.

Desde el Centro de Bioinvestigaciones (CeBio) de la UNNOBA, la doctora Juliana Sánchez se dedica a estudiar a los ectoparásitos, pequeños organismos que residen en otros animales y pueden ser vectores de enfermedades infecciosas. Es un hecho que las enfermedades transmitidas por ectoparásitos van en aumento. Una hipótesis sobre las causas está relacionada con la continua invasión de humanos en territorios que contienen animales silvestres que son reservorios de virus y bacterias”, sostiene.

Juliana Sánchez está a cargo del Laboratorio de Biodiversidad, Ecología y Epidemiología de Ectoparásitos de Mamíferos.

Así y todo, los estudios sobre aspectos epidemiológicos de los ectoparásitos son “prácticamente inexistentes en Argentina”, a excepción de las investigaciones sobre garrapatas. De ahí la importancia de abrir líneas de investigaciones específicas, como es el caso del laboratorio que dirige Sánchez, dedicado al estudio de la “biodiversidad, ecología y epidemiología de ectoparásitos de mamíferos”.

Aunque el dato resulte sorprendente, el parasitismo constituye la estrategia más diseminada en el planeta por parte de los organismos para sobrevivir. Mientras muchos parásitos sólo implican un leve perjuicio para sus hospedadores, otros pueden provocarle la muerte. En particular, los ectoparásitos se caracterizan por ser pequeños organismos que se encuentran por fuera de otro animal (en el pelo, plumas o piel) y se benefician de éste.

Algunos parásitos se alimentan de la sangre (hematófagos) del anfitrión en algún momento de su ciclo vital (por ejemplo, las pulgas en la etapa adulta), mientras que otros lo hacen a lo largo de toda su vida (por ejemplo, las garrapatas). Es en ese momento cuando pueden transmitir enfermedades a los animales que los hospedan, incluidos los humanos.

Sánchez estima que a partir de la aparición de la COVID-19, enfermedad que se considera que surgió por la interacción de humanos con especies silvestres, es que los estudios de las zoonosis (enfermedades transmitidas por animales a humanos) comenzarán a cobrar relevancia a nivel mundial. En ese sentido es que considera que “dentro de las ectoparasitoris hay todavía muchas cuestiones para pensar y prestarles atención”.

Ectoparasitosis en establecimientos ganaderos

Una de las líneas de investigación desarrolladas desde el laboratorio del CeBio está dirigida a estudiar las enfermedades transmitidas por ectoparásitos de roedores en establecimientos ganaderos del norte de la provincia de Buenos Aires (tesis doctoral de Melanie Ruiz, becaria del CeBio). Este trabajo es realizado junto al grupo que dirige el doctor Regino Cavia (investigador del CONICET), del Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. “Principalmente observamos que predominan las ratas en estos establecimientos, lo cual constituye un problema, porque este roedor es reservorio de un montón de enfermedades”, advierte Sánchez, licenciada en Ciencias Biológicas y doctora en Ciencias Naturales.

La tesista doctoral Melanie Ruiz (centro) de la UNNOBA, junto a Regino Cavia (izq.) y Rodrigo Alonso (der.), de la Fac. de Cs. Exactas y Naturales de la UBA (foto de 2019).

El circuito de la rata se inicia cuando acude a los establecimientos ganaderos para alimentarse. “El alimento del ganado les viene bárbaro —comenta la investigadora adjunta del CONICET—. Este tipo de ratas son sinantrópicas, es decir, que están donde está el humano, se benefician con todo lo que las personas puedan dejarle a la vista”.

En ese “paseo” en búsqueda de comida, la rata, que “hospeda” diversos ectoparásitos (pulgas, ácaros y piojos), los “traslada” hacia los establecimientos ganaderos. Allí, estos pequeños organismos aprovechan para “mudarse” a otros animales, como mamíferos domésticos o ganado, de quienes se siguen sirviendo para vivir. Esto no sería un problema mayor, si no fuera porque los ectoparásitos, al succionar la sangre, son capaces de trasmitir enfermedades infecciosas. “Puede ser también que una persona entre a un galpón y sea picada por una pulga que estuvo previamente en la rata, o puede ser que esa pulga que estuvo en la rata pase al gato y el gato esté en contacto con el humano en su casa. Todos esos circuitos se dan en este tipo de establecimientos rurales”, amplía Sánchez.

Entre las bacterias halladas en los vectores y animales se encuentran las especies del género Rickettsia, capaces de causar enfermedades en el humano conocidas como “fiebre manchada” y “tifus”. También hallaron Mycoplasma, que afecta directamente al cerdo, causándole anemia y limitando el crecimiento del animal. “En muchos casos los lechones o los fetos se mueren”, agrega la investigadora de CITNOBA y CeBio.

La bacteria Mycoplasma fue hallada tanto en los piojos que parasitan cerdos, como en la sangre de los cerdos mismos. “Una hipótesis que manejamos es que el piojo sea un vector mecánico de la bacteria. Es decir, el piojo pica a un cerdo y cuando pica a otro cerdo, al haber quedado la bacteria en su tracto bucal, se lo pasa al animal. Es como si fuera por contaminación. Aunque también puede ser que la bacteria cumpla un ciclo dentro del piojo y que ese piojo lo transmita directamente a cerdos. En ese caso actuaría como un vector biológico. Eso aun lo tenemos que determinar”, especifica.

Una de las condiciones que favorecieron la proliferación de ectoparasitosis fueron las transformaciones que hubo en el modo de explotación ganadera, la cual tendió a ser más intensiva. “Ahora hay mucho más hacinamiento, y si hay más hacinamiento hay más posibilidades de contagio entre los animales. A diferencia de los animales que son criados a campo, los que están hacinados tienen más posibilidades de albergar mayor cantidad de ectoparásitos”.

El estudio dirigido por Sánchez involucró un aspecto ecológico, buscando determinar qué factores incidían en la presencia y abundancia de ectoparásitos, entre ellos, la temperatura, el clima y las características de los hospedadores. “Encontramos que, a mayor abundancia de ratas, mayor presencia de ectoparásitos; esto tiene que ver con que hay una mayor posibilidad de contacto entre los roedores. También determinamos que las estaciones cálidas propician mejores condiciones para la proliferación y supervivencia de los ectoparásitos”, comenta.

Los resultados plantean recomendaciones puntuales a los productores: disminuir el número de roedores y desparasitar a los animales, especialmente en las estaciones cálidas y, con mayor frecuencia, en los establecimientos en los que exista mayor hacinamiento. “El objetivo de estos proyectos es aportar información para el bienestar de la población”, resume la investigadora del CONICET.

Perros y fiebre manchada

Otra de las líneas de investigación desarrollada desde el Laboratorio de Ectoparásitos de la UNNOBA apuntó al estudio de los organismos que parasitan animales domésticos. “Con perros y gatos tenemos una relación muy cercana y pueden ser ellos una vía de contagio y circulación de enfermedades. Da la impresión de que no estamos enterados de esto, ni en las conductas que se dan a nivel individual ni en las políticas a nivel municipal”, informó Sánchez.

El estudio estuvo dirigido a determinar la presencia de ectoparásitos (como pulgas y garrapatas) y bacterias patógenas, en perros de Junín y Pergamino que habitan tanto en zonas urbanas, semiurbanas y rurales (tesis de Licenciatura en Genética de Facundo Zanocco, dirigida por Juliana Sánchez y codirigida por Diana Acosta, becaria del CONICET en CeBio). Los resultados fueron inquietantes: hallaron la presencia de bacterias del género Rickettsia, que pueden transmitir una enfermedad conocida como fiebre manchada leve. “El ectoparásito (pulga o garrapata) actúa como vector del patógeno (la bacteria). Mientras al animal hospedador (perro) no se enferma, el humano, sí”, describe la investigadora.

Si bien la fiebre manchada leve, en esta latitud, no es grave, tampoco existen registros fidedignos de su real incidencia en la región. “Son, en general, enfermedades que comienzan con síntomas muy similares a los de la gripe, entonces pasan desapercibidas. Cuando aparecen estas fiebres manchadas leves no terminan en algo complicado, pero existen fiebres manchadas en el norte de nuestro país que llegan a ser letales, lo cual está relacionado con otro tipo de vectores”, señala.

Resulta alentador para el campo de investigación en ectoparasitosis que, en 2019 el Ministerio de Salud de la Nación haya resuelto que las enfermedades provocadas por Rickettsia, tal como las fiebres manchadas, sean “de notificación obligatoria”, lo cual asegura contar, en un futuro, con datos más concretos sobre la incidencia de la enfermedad en la provincia. “Nosotros siempre nos acercamos a los médicos para dar cursos o charlas, e informarles que está circulando este patógeno. Esta resolución del Ministerio colabora con nuestros objetivos, porque antes estas enfermedades no quedaban registradas. Desde ahora vamos a poder hacer un relevamiento y conocer a cuántas personas afectan”, plantea.

Para prevenir la transmisión de las enfermedades a través de los animales domésticos, las recomendaciones son las mismas que con respecto al ganado: “Desparasitar y tener en cuenta que durante el verano es cuando más proliferan los ectoparásitos. Es decir, cuando hace más calor es cuando más hay que desparasitar”.

Las becarias doctorales Melanie Ruiz y Diana Acosta, junto a Facundo Zanocco (tesista en Genética) en el laboratorio del CeBio (foto de 2019).

Diseño: Laura Caturla