Entre la negación y la fatiga mental
Por Sebastián Martino
En la actualidad y mientras el mundo transita la pandemia, las consecuencias sanitarias de la COVID-19 se miden en cantidad de infectados y fallecidos. Pero más allá de los aspectos netamente físicos, los efectos también alcanzan a la salud mental.
Meses de confinamiento, cuarentenas con distintos niveles de restricciones, actividades suprimidas, limitadas o condicionadas, distanciamiento de los seres queridos, altos niveles de encierro, nuevas reglas para la interacción social, educación sin presencialidad... en definitiva, una nueva forma de relacionarnos que, por ser impuesta y sin un horizonte claro de finalización, también está provocando trastornos en el orden psicológico. Si a esto se le agrega las crisis económica, productiva y laboral, se termina de configurar un escenario que se traduce en numerosos desórdenes psíquicos y anímicos.
El psicólogo y psicoanalista Eduardo Ibarra recuerda que Sigmund Freud entendía que la salud se sostenía en “la capacidad de amar y trabajar” y en estos dos planos la pandemia está provocando, tal vez, las mayores secuelas, “por lo que esto tiene un impacto directo en la salud mental en la inmensa mayoría de la población”.
Mecanismos de negación
Ibarra, coordinador de Salud Mental y Consumos Problemáticos de la Región Sanitaria IV, asevera que el impacto de la pandemia en el terreno psicológico “se fue dando progresivamente” y, en ese contexto, destaca que “los seres humanos tenemos mecanismos defensivos que a veces los activamos cuando nos angustiamos: uno de ellos es la negación”.
Según su análisis, “algo de esto se ha dado con las medidas de aislamiento”, ya que una parte importante de la población “se ha relajado bastante y ha descuidado las medidas preventivas”, lo que lo lleva a concluir “que hay algo del negacionismo de pensar que esto no nos va a pasar a nosotros o no es tan grave”.
Para el docente de la UNNOBA en la materia"Psicología Evolutiva", esto tiene que ver con que es una situación angustiante que conecta a las personas con la enfermedad, con la muerte y con el duelo.
En referencia a la negación, Ibarra recuerda una jornada de concientización que el comité de crisis de Salud Mental realizó en la Peatonal de Pergamino, en donde pudo observar a muchos transeúntes que circulaban sin cumplir con las medidas de prevención recomendadas para este caso, principalmente sin el tapaboca o usándolo de manera incorrecta.
En ese marco, hizo un paralelismo con lo que sucedía con el HIV a finales del siglo pasado: “Desde 1990 hasta el año 2002 estuve a cargo del Programa Municipal de SIDA en Pergamino y en la Región Sanitaria, y en una encuesta que hicimos vimos que el 90% sabía cómo prevenirse del HIV para el contagio por vía sexual, a través del uso de preservativo, pero solamente un 30% lo usaba cuando tenía relaciones sexuales. Es decir que había un 60% que sabía cómo cuidarse pero no lo hacía. Lo que inferíamos era que eso tenía que ver con la falta de conciencia, con la idea de que 'a mí no me va a pasar' porque 'es un problema de otro', algo similar a lo que se puede ver en este tema de la pandemia, los mecanismos psíquicos son parecidos”.
Para seguir con los ejemplos, algo de esto, según el docente, también se puede observar en el tránsito: la sociedad, en general, conoce muy bien las normas y las medidas preventivas, pero los accidentes se siguen dando en su mayoría por fallas humanas y muchas muertes se producen por no tener el cinturón de seguridad o el casco colocados.
Para Ibarra, “esto tiene ver con un mecanismo de negación y también con una histórica falta de cultura preventiva”, por lo que los efectores de Salud Mental están trabajando “para buscar las acciones necesarias para la toma de conciencia y adoptar una cultura preventiva”.
Finalmente, Ibarra remarca el hecho de que el aislamiento social no sea una elección, sino una imposición externa a los sujetos, quienes, de esta manera, ven recortados sus lazos sociales. Ante esto, considera que los mecanismos terapéuticos pasan por aceptar la elaboración de este duelo que significa haber perdido estas cuestiones: “La vida es una sumatoria de duelos, perdemos cosas desde que nacemos hasta que morimos: perdemos la infancia, afectos, trabajos y demás. Esto ha precipitado algunas de estas cosas y es importante ayudar en la aceptación de las pérdidas”.
Fatiga mental
Para la licenciada en Psicología Graciela Giménez, “todas estas instancias de incertidumbre, de angustia, de aislamiento y, a la vez, la virtualidad como única salida, han generado muchas problemáticas relacionadas con la fatiga mental”. Un panorama que deja, a su paso, “una cantidad tremenda de necesidades, porque el impacto es amplio, es decir, afecta a todos los estratos, y también ha dejado efectos que podrían ser duraderos". "Esta es la principal preocupación de los profesionales de la salud, en general, y de la salud mental, en particular”, subraya.
Giménez, secretaria Académica del Instituto Académico de Desarrollo Humano de la UNNOBA, cree que esos efectos duraderos tienen que ver con el estrés postraumático, sintomatologías de ansiedad, de depresión, insomnio, insatisfacción, entre otros. “En ocasiones se habla de que hay gente a la que no le importa, y en realidad a veces no es eso, sino que está vivenciando esta situación de una forma distinta”, plantea Giménez, especialista en Psicología Social.
En su opinión, la incertidumbre es uno de los factores determinantes de este escenario “porque es una situación que atraviesa la cotidianidad y sobre la que no podemos precisar si tiene un final”. “Se habla de nuevas normalidades, un concepto que no comparto, porque creo que, en todo caso, se trata de aprender a convivir con una nueva problemática. No es que termina un capítulo en la humanidad y empieza otro, sino que hay una continuidad en la que se modifican algunas cuestiones relacionadas con la diversidad y la dinámica social y, en todo caso, se deberá aprender a convivir con esta novedad”, agrega.
Giménez, que también es docente universitaria de las materias Introducción a las Ciencias Sociales, Antropología de la Comunicación, Psicología de las Organizaciones y Filosofía, cree que la pandemia puso en evidencia una cantidad de carencias estructurales en diferentes ámbitos. “Hay temas que se advierten como problemáticas que ya están instaladas”, señala, para luego ejemplificar: “Tenemos un alto índice de femicidios que lamentablemente no cesa. En el aislamiento los inconvenientes existentes se evidencian y se potencian. Por eso hace falta generar marcos de contención y planificación para el tratamiento de todas estas problemáticas”.
Por todo esto, subraya que “lo que está claro es que la pandemia afecta a todos, más allá de categorizaciones”. Entonces, este aspecto democratizador del virus indica que nadie queda exento de sus consecuencias. Según su mirada, resulta imperioso “ir buscando marcos de contención y establecer planificaciones a mediano y largo plazo, desde el punto de vista social: a futuro van a tener que trabajarse estas sintomatologías de estrés y a trabajar en su reconfiguración de manera que se puedan ir superando paulatinamente. Habrá que sostener y contener para poder ir procesando estos índices de estrés postraumáticos que puedan surgir”.
Las redes de apoyo
La licenciada en Enfermería Cristina Curia observa que, en materia de Salud Mental, en esta pandemia “hay diferentes reacciones de acuerdo a la población en la que uno se enfoca”, aunque, en definitiva, “todo depende también del entorno y los recursos que tenga cada persona”.
Curia, magíster en Salud Mental y docente de la carrera de Enfermería de la UNNOBA, también hace hincapié en los efectos del distanciamiento y la imposibilidad de demostrar físicamente el afecto: “Este impedimento genera más deseo aún de poder hacer eso que está vedado. Ante esto, hay diferentes reacciones, desde los mecanismos de defensa inconscientes que juegan con la negación, pensando 'no me va a pasar nada por un beso o un abrazo', hasta la ansiedad que estas situaciones provocan”.
Por eso considera importante la creación de redes de apoyo como un mecanismo terapéutico. “Hay organizaciones que están poniendo mucho en todo esto —asegura— por ejemplo, la UNNOBA, que ha tratado de mantener el contacto con los alumnos y de brindarles herramientas para que puedan continuar con sus estudios. Eso ha aportado mucho. Se ha dado respuesta, cada uno desde su lugar y con los recursos que cada institución ha tenido, porque nadie estaba preparado para esto”.
Por último, Curia tiene una mirada positiva para la pospandemia: “Se dice que posteriormente se van a ver impactos que tienen que ver con depresión, ansiedad y demás. Particularmente, soy optimista y creo que la humanidad siempre ha sabido resolver cuestiones como esta, ya se atravesaron otras crisis de gran envergadura y, si bien han dejado secuelas, las sociedades se han sabido rearmar”.
Diseño: Laura Caturla
Dividir la provincia: ¿una nueva grieta?
Por Sebastián Martino
El conflicto salarial protagonizado por la policía bonaerense y la posterior decisión del Gobierno nacional de modificar los índices de coparticipación para otorgarle más recursos a la provincia de Buenos Aires en detrimento de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, trajeron aparejados otras controversias subyacentes.
Uno de los debates que volvió a asomar es el de la necesidad (o no) de dividir la provincia de Buenos Aires en diferentes jurisdicciones.
Se habla aquí de "la vuelta" de esta discusión porque esta no es una propuesta nueva. Hace años que se viene planteando una supuesta "inviabilidad" de la provincia más grande y poblada del país, a partir de su desequilibrio demográfico, la distorsión de su representación política y la desigualdad en el reparto de la coparticipación. Ante esto, las propuestas de fragmentación aparecen de manera recurrente.
Ya en el año 2003, la fórmula presidencial Carlos Menem-Juan Carlos Romero proponía en campaña una escisión del territorio bonaerense, de manera que los distritos de la parte sur se unieran a provincias de la Patagonia y que los del norte se anexaran a provincias limítrofes para “equilibrar el país”. En 2004, el politólogo Andrés Malamud publicó una iniciativa para separar la provincia en tres, señalando como uno de los problemas “la heterogeneidad, que no permite tener un sentido de comunidad”. En 2011, con Daniel Scioli como gobernador, se intentó reorganizar el territorio bonaerense mediante una subdivisión en regiones, proyecto que finalmente no se concretó. Para los comicios de 2015, el economista Lucas Llach, compañero de fórmula de Ernesto Sanz, presentó una iniciativa para fraccionar a Buenos Aires en tres provincias, lo que, según su análisis, otorgaría una mejor representación en el Congreso y crearía jurisdicciones “con identidad”.
Frente a estas iniciativas que funcionarios, políticos o analistas suelen traer a la discusión pública recurrentemente, el director de la Escuela de Ciencias Económicas y Jurídicas de la UNNOBA, Pablo Petraglia, considera que no es necesario plantear una división. Antes que pensar en esa salida, para Petraglia es prioritario que se resuelvan inequidades económicas e institucionales. "Estas propuestas, en general, están sostenidas por datos inexactos y cierto sesgo clasista", sostiene.
¿Provincia inviable?
Para Petraglia, la presunta inviabilidad de Buenos Aires es un lugar común. “Se ha impuesto como un sentido común que la provincia es inviable, lo cual es totalmente erróneo y falso”, afirma el abogado y docente universitario, para luego ampliar: “Cuando uno pregunta por qué esto es así, las causas que se dan son refutables. Se suele hablar a partir de puntos de vista que están reñidos con las estadísticas, la historia y los informes académicos. Casi que se habla sobre un prejuicio”.
Uno de los argumentos de quienes plantean la necesidad de partir el territorio bonaerense es que el Conurbano superpoblado es sostenido por el interior productivo, lo que, Para Petraglia, es “una falacia”: “Si tomamos el Producto Bruto Geográfico (PBG) de Buenos Aires, podemos ver que el Conurbano Norte, el Sur y el Oeste suman, entre los tres, el 69%. Es decir que el Conurbano se sustenta solo y la provincia interior sola no se podría sostener, o estaría reducida a una mínima expresión”.
En su análisis, observa que las dos regiones con menor gravitación en el PBG son las del Noroeste y la Cuenca del Salado, que poseen una baja densidad poblacional, una elevada extensión territorial, una presencia prácticamente marginal de la industria y un desarrollo agropecuario de relevancia.
“Esa baja densidad hace que nuestro PBG esté por encima de la media —afirma Petraglia— pero, en realidad, en el concierto del producto bruto de la provincia ocupamos un lugar menor. Hay una fantasía en que nosotros, desde el interior, mantenemos al Conurbano, y cuando vamos a las estadísticas del Ministerio de Economía bonaerense de entre 2003 y 2017, vemos que dicen exactamente lo contrario”.
Esos registros marcan que la industria manufacturera tiene una incidencia del 30,1% en la Provincia; mientras que la agricultura, ganadería, caza y silvicultura el 9,1%, y el comercio otro 9,1%. “Y cuando uno lo desagrega por regiones productivas, se advierte la disparidad regional”, puntualiza.
Además, en cuanto a lo organizativo, Petraglia enfatiza que esas jurisdicciones más chicas que eventualmente se llegaran a crear, deberían hacerse cargo de su propia legislatura, sistema judicial, administración política, policía, sistema penitenciario, salud, educación. "Ello habría que sostenerlo con la recaudación por tributos de su propia competencia, más la coparticipación que les tocaría. Recordemos que, sobre la renta del sector agropecuario, dominante en esta región, entra un debate más general del tema 'retenciones'. Pensar en dividir la provincia necesita, entonces, de una discusión mucho más profunda y que implicaría, en el tema fiscal, redefinir los tributos del art. 75 inc. 1 de la Constitución Nacional. En esencia volvemos a 1853, 1860 y 1866”. “No se trata de agarrar una escuadra, un compás y un transportador y dividir el mapa de Buenos Aires”, grafica Petraglia.
Reorganización institucional
Petraglia advierte que el tema suele presentarse como una alternativa que permitiría al interior "estar mejor" a partir de no tener que solventar el Conurbano, “tal como aquella leyenda que dice que, si los ingleses hubiesen triunfado en la Invasiones de 1806 y 1807, hoy seríamos Australia, cuando la verdad es que no necesariamente podría haber sido ese el resultado, también podríamos haber sido cualquiera de las otras colonias británicas que no fueron tan exitosas”. Siguiendo con los ejemplos comparativos, observa que hay puntos de contactos con lo que sucedió en los 90 con los servicios públicos en nuestro país, cuando se argumentaba la ineficiencia de la gestión estatal para justificar el proceso de privatización. “Con una lógica similar se dice que la provincia es inviable y por eso hay que dividirla”, señala.
Lo cierto es que, para el profesor de Derecho Público y Derecho Constitucional II en la carrera de Abogacía, antes hay cuestiones políticas e institucionales por resolver.
“Debemos replantearnos el bicameralismo —asevera Petraglia— tenemos 92 diputados y 46 senadores, que en ambos casos representan al pueblo, divididos en secciones electorales establecidas en la década del 40, con un número fijo establecido en la Ley Electoral que, de alguna manera, viola la propia Constitución bonaerense, porque en su artículo 60 dice que la representación debe ser proporcional, es decir, que la cantidad de bancas deben guardar relación con los habitantes que se representan. Sin embargo, hoy tenemos la Cuarta Sección Electoral, por ejemplo, con 14 diputados y somos 520 mil electores, mientras que la Tercera Sección Electoral, que es la más grande e incluye a La Matanza, Berazategui y otros partidos, tiene 18 diputados que representan a más de cuatro millones y medio de electores, es decir que hay una desproporción considerable”.
Al mismo tiempo, la provincia de Buenos Aires está subrepresentada en la Cámara de Diputados de la Nación, porque para establecer la cantidad de legisladores que le corresponden se tomaron los números del censo de 1980, lo cual nunca se volvió a actualizar. La Cámara Nacional Electoral recientemente advirtió, por segunda vez, sobre esta situación.
Promotor de la división, Malamud publicó en su cuenta de Twitter en abril de 2019 que “la provincia de Buenos Aires tiene 8 secciones electorales, 12 regiones sanitarias, 19 departamentos judiciales, 25 regiones educativas, 32 jefaturas departamentales de seguridad, 135 municipios, todo superpuesto y sin coordinación. Una provincia diseñada para no funcionar”.
Para Petraglia, esto tiene que ver con que Buenos Aires fue estableciendo sus jurisdicciones en cada tema con diferentes lógicas: “Tal como las conocemos hoy, las secciones electorales se definieron en la década del 40; en cuanto a los departamentos judiciales, fue de acuerdo a la puja política entre los que querían tener un departamento en su lugar, entonces tenemos algunos, como el de Pergamino, que atiende a 140 mil personas de dos partidos, mientras que el de La Plata cubre desde Berisso y Ensenada hasta Saladillo". "La solución es coordinar, no dividir", insiste.
Según su mirada, el proyecto de regionalización impulsado por el exgobernador Daniel Scioli en 2011 analizó todas estas variables llegando a “un muy buen diagnóstico” de la situación de la Provincia, “aunque la solución aportada no era la más conveniente porque se generaba una nueva burocracia intermedia a nivel regional". Además, según Petraglia, "la división no era la más feliz". Para tomar un caso, "nuestra zona (noroeste bonaerense) iba a tener como capital a Olavarría”.
Por otro lado, también aparece el debate por la coparticipación, a partir de una ley del año 1988 en la que Buenos Aires cedió puntos que le correspondían, en un régimen que iba a durar hasta el 31 de diciembre de 1989 pero que todavía está vigente. “Entonces la Provincia debe repensar su estructura institucional, tiene una subrepresentación política y no recibe los recursos que le corresponderían por coparticipación”, resume Petraglia.
Conclusión
Con todo, Petraglia insiste en que la división no es la solución: “No se trata de agarrar una escuadra, un compás y un transportador y dividir el mapa de Buenos Aires, es mucho más complejo. La Provincia tiene su identidad, con sus propias regiones, con el Conurbano, la cuenca del Salado, el área marítima, la zona costera del Paraná o el interior nuestro y ahí cada uno tiene que aportar al todo. Dividirla no necesariamente resuelva los problemas, a lo mejor terminamos fragmentándolos”.
De acuerdo a su análisis, fraccionar la provincia “es un título marketinero, totalmente alejado de un análisis académico que debe ser más profundo”. En este punto, “las universidades nacionales con sede en la provincia de Buenos Aires tienen mucho para aportar a este debate”.
Y concluye: “Creo que sería un error, porque antes hay que resolver muchas cuestiones que tuvieron que ver con la desigualdad con la que es tratada la Provincia respecto de su representación política y su asignación de fondos, para recién después ver si puede ser dividida o no. La idea de que los bonaerenses del interior vamos a saber gobernarnos mejor si no tenemos que ‘sostener’ al Conurbano está basada en prejuicios políticos y sociales, lo que tiene detrás un tufillo clasista y, por qué no, discriminador. El paradigma de discusión debe ser otro”.
Diseño: Laura Caturla
Biodigestor: un proyecto “win-win”
Por Sebastián Martino
En el Campo Experimental “Las Magnolias” de la UNNOBA se está desarrollando un proyecto para la puesta en marcha de un biodigestor que va a permitir la obtención de gas y fertilizante a partir de la utilización de estiércol de cerdos.
La iniciativa del Laboratorio de Investigación de Energías Renovables (LIDER) cobra una gran relevancia para la región en este tiempo puesto que, de acuerdo a un documento de la Cancillería que se conoció a principios de agosto, hay altas chances de que en el corto plazo Argentina cierre un acuerdo comercial con China para abastecer al gigante asiático de carne de cerdo, con lo que se prevé que se duplique la producción porcina en nuestro país, y ésta es una actividad que tiene un desarrollo interesante en la zona de influencia de la UNNOBA
Lo cierto que estos criaderos suelen traer asociadas dificultades para el tratamiento de los efluentes que allí se generan, que pueden resultar contaminantes.
En este contexto, los biodigestores funcionan como un procedimiento “win-win” (“ganar-ganar”, según su traducción del inglés), es decir, una estrategia con la que se favorecen todas las partes o se obtienen provechos extras al objetivo original. En este caso, el mecanismo no solo permite el tratamiento de los desechos, sino que de allí también se obtiene gas que podría ser utilizado, por ejemplo, para encender una hornalla, calefaccionar y hasta generar electricidad. Pero los beneficios no terminan ahí, ya que este mismo proceso admite, además, la producción de fertilizante.
El proyecto
El inicio del proyecto del biodigestor arrancó en el laboratorio LIDER de la UNNOBA en 2015 y desde entonces se está trabajando en su armado. El año pasado se resolvieron algunas cuestiones estructurales que estaban pendientes y se fueron realizando diferentes prototipos con la idea de ponerlo en marcha este año. Si bien la pandemia por la COVID-19 generó un retraso en los tiempos, a mediados de agosto ya se empezó a probar.
“Tuvimos que armar un prototipo que no tuviese pérdidas, los materiales estaban pero teníamos que buscar la forma de unir las lonas, hacer las conexiones, montar la pileta, asegurándonos de que no pierda el gas que se generase”, explica el ingeniero químico Tomás Guerriero, uno de los responsables de esta iniciativa.
Una particularidad de este biodigestor es que mide cuatro metros por ocho, es decir que tiene un tamaño intermedio. El ingeniero industrial Mauricio Busso, agrega: “Hay algunos que son más pequeños y después están los industriales, más grandes. Pero este está pensado para productores agropecuarios como los que están en esta zona” . En definitiva, se trata de un biodigestor concebido para trabajar con los desechos de entre 300 y 400 cerdos.
Utilidades
Con la pileta limpia y la lona colocada y sellada, los responsables del proyecto ya comenzaron a volcar allí los efluentes de porcinos, una tarea que se repite cada dos días. El tiempo de retención y procesamiento del purín de cerdo depende de distintas variables aunque, en condiciones normales, es de unos 35 días para nuestra región.
¿Cómo es el trabajo que hace el biodigestor? “La biodigestión anaeróbica, es decir, con ausencia de oxígeno, hace que se potencien y se desarrollen ciertas bacterias que bajan la carga orgánica del efluente, lo que permite contaminar menos y, a su vez, producir un gas metano, que es de calidad relativamente baja. No es lo mismo que el de pozo, pero tiene el mismo compuesto, aunque con menor concentración”, explica Guerriero.
Es decir que el biodigestor no solo es de utilidad para tratar los desechos porcinos, sino también para generar unos 50 metros cúbicos de biogás diarios, aunque la cantidad depende de diversos factores. “Para tener una idea, eso que se obtiene en un día es, aproximadamente, lo que se puede consumir en un mes de verano en una casa donde vive una pareja, utilizando una cocina, un horno y un termotanque”, ejemplifica Busso.
Asimismo, del resultado de ese proceso también se puede obtener un tipo de fertilizante que el año pasado fue aprobado por la entonces Secretaría de Gobierno, Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación (en la actualidad, Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible), a través de la resolución 19/2019.
Proyección futura
Los ingenieros del laboratorio LIDER involucrados en este proyecto consideran que podría tener un fuerte impacto en la región. “Esto puede ser innovador en esta zona y, si todo funciona correctamente, sentaría un precedente que nos permitirá saber cuánto se genera con un biodigestor de este tamaño”, explican.
Busso comenta que “la idea original es la de poner un motogenerador que funcione con este biogás y genere electricidad que podría ser utilizado por el Campo Experimental”. Y hasta se podría ir más allá: “Si estuviésemos en otra provincia podríamos inyectar electricidad a la red, pero todavía no hay una ley que lo permita en todo el país, así que por ahora será para uso interno de la UNNOBA”.
En efecto, si bien algunas jurisdicciones provinciales permiten que un particular pueda vender energía para incorporar a la red, todavía no hay una normativa nacional que regule esta práctica en todo el territorio argentino, más allá de algunos proyectos que están en estudio.
Con todo, Guerriero remarca que el objetivo principal de esta propuesta está en la transferencia: “En esta zona ya había un problema de qué hacer con el efluente de las producciones porcinas medianas o más grandes, porque esos residuos, a la larga, terminan siendo riesgosos. Con la producción a gran escala, que parece que va a venir, esto se potenciaría aún más. Por eso está pensado en ese sentido: algo que el mediano productor pueda instalarlo y que vea el beneficio de hacerlo, desde tratar sus desechos hasta calefaccionar sus galpones con biogás y generar electricidad para su casa”.
Innovador
Ambos ingenieros —que también son docentes de la UNNOBA— sostienen que hay varias cuestiones que permiten caracterizar a este proyecto como innovador: “Como dijimos, el tamaño es poco frecuente y sería útil para esta zona. Y también están los materiales que se emplearon, que se encuentran acá, en la ciudad. Por ejemplo, la lona es la que se utilizan en los camiones. Entonces, cuando uno vaya a asesorar a algún productor que la quiera instalar no le va a pedir materiales que no hay o que deba importar, porque eso se le haría complicado. Es muy importante que lo hayamos hecho con componentes que hay en los comercios locales”.
Además, el proceso “es versátil”, por lo que puede ampliar su campo de acción. “Con alguna pequeña modificación y con estudios que se podrían hacer en el mismo laboratorio a futuro, es probable que el día de mañana se puedan tratar también los efluentes de un tambo o de una fábrica de quesos o de un feedlot. Por eso se pensó en la transferencia”, concluye Guerriero.
Diseño: Laura Caturla
Cambio de hábitos
Por Sebastián Martino
“El futuro llegó hace rato”
[Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota]
Ante determinados hechos de trascendencia, existe la tentación de sentenciar que, a partir de ese momento, se producen grandes transformaciones o revoluciones sociales: desde un atentado hasta una catástrofe natural, pasando por una crisis económica, una manifestación pública o la caída de un gobernante, hay acontecimientos que generan lecturas posteriores que presagian quiebres de procesos en marcha y cambios de paradigmas.
La pandemia mundial por la COVID-19 puso en marcha una vez más este mecanismo. Es que las cuarentenas y confinamientos dictaminados en diferentes partes del mundo generaron modificaciones en muchas las actividades: nuevos hábitos de higiene, distanciamiento social, una notable reducción de la interacción comunitaria, educación digital, teletrabajo, comercio electrónico, pago de impuestos a través de aplicaciones y plataformas.
A partir de este escenario el debate pasa, entonces, por saber cuáles de esas prácticas son temporales y cuáles llegaron para quedarse. Y entre estas últimas, hay dos que parecen ganar terreno.
Una de ellas es el teletrabajo. Y es por ello que ya se está discutiendo una ley que regule este tipo de actividad.
La otra es el comercio electrónico, que ya venía en crecimiento. Tanto terreno venía ganando en los últimos años que, por ejemplo, desde hace tiempo Mercado Libre es la empresa más valiosa de nuestro país. Tendencia que se replica en todo el mundo, si se tiene en cuenta que desde 2019 Amazon es la que ocupa ese puesto en el ámbito planetario, cuando desplazó de lo más alto de ese sitial nada menos que a Apple y Google. Es decir que ese proceso, que ya estaba en marcha, tuvo una gran aceleración con la pandemia.
Comercio electrónico
Hasta antes de que estallara la pandemia, Aníbal Cueto, profesor titular del área de Comercialización de la UNNOBA y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), repetía en el aula un ejercicio con sus alumnos: en primer lugar, les preguntaba quiénes buscaban en Internet productos que les interesaba para comprar, a lo que levantaba la mano una mayoría que crecía año a año; entonces consultaba quiénes, efectivamente, compraban y pagaban por Internet, y aquí el número de brazos en alto era mucho menor. “Esto quiere decir que la gente buscaba en la web, hacía comparaciones y luego iba a adquirir los productos a los negocios, y eran muy pocos los que hacían todo el proceso online”, analiza el docente.
Sin embargo, esta realidad se vio modificada por la pandemia. Y, ahora sí, son muchos más los consumidores que hacen el procedimiento completamente online. Es decir que la cuarentena terminó precipitando un proceso que ya estaba en marcha.
“Es un cambio que lleva décadas, que fue creciendo gradualmente, y lo que hizo la pandemia fue acelerar esta transformación digital”, sostiene Cueto, contador y licenciado en Administración, con una maestría en Marketing. Según el docente, esto se da tanto del lado de la oferta como de la demanda: “Por un lado, los comercios tuvieron que transformarse, porque había negocios totalmente offline y algunos tenían además su pata online, pero esto hizo que prácticamente toda la oferta se haya tenido que reconvertir a la versión digital. Entonces, ha crecido mucho el e-commerce, no tanto como para reemplazar a los formatos anteriores, aunque para la mayoría el único camino de supervivencia fue hacer ese cambio y buscar una solución digital. Por otra parte, desde el lado de la demanda, tenemos un consumidor que también es diferente. En general, la costumbre era comprar en las tiendas y solo algunos lo hacían por Internet, mientras que hoy se hacen operaciones enteramente online y se abona por las plataformas de pago, así que el consumidor también mutó con esto y ahí aceleró ese cambio cultural”.
Lo cierto es que, aun cuando el sistema no estaba totalmente preparado para esta transformación, la cuarentena no dejó opción, sobre todo en las grandes ciudades donde durante muchas semanas hubo posibilidades nulas o mínimas de desplazamiento. Esta situación generó tal arrastre que se debió cambiar la forma de comprar “hasta en el almacén que está a dos cuadras para que te traigan el pedido”, señala Cueto. Por lo cual, “aquel que no estaba tan preparado, tuvo que adaptarse, y eso va a dejar en el post-cuarentena un consumidor y un comercio mucho más desarrollado para la vida online”.
Escenarios diferentes
“Entiendo que crezca el comercio electrónico, pero yo vendo autos usados y el cliente que va a gastar 400 mil pesos quiere verlo, revisar el motor, dar una vuelta, ¿cómo hago entonces para hacer todo eso por Internet?”, se preguntaba un comerciante por estos días. Ejemplos como este hacen pensar que hay actividades a las que les va a resultar más difícil que a otras sumarse al e-commerce.
“Hay, además, un tema cultural”, asegura Cueto, que también es secretario de Asuntos Académicos de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP. “Si uno mira en el largo plazo no va a haber rubros que escapen a esto. Hoy en día hay inmobiliarias que venden propiedades ciento por ciento de manera virtual, con simuladores 3D. Y también va a depender de los ‘certificados de calidad’ que tenga cada negocio, de la confiabilidad del vendedor: si yo sé que me muestran el producto de manera virtual y confío en la persona que me lo está presentando, posiblemente no tenga recelos, por eso digo que es un tema cultural. Esto va de la mano de una construcción de ambos lados, el consumidor y la oferta”, plantea.
Antes de la pandemia también existía un consumidor que buscaba online, iba al negocio a tocarlo (lo que se llama “testing”) y volvía a comprarlo por Internet, tal vez porque había algún descuento u oferta. Es decir que necesitaba verlo de cerca y probarlo antes de adquirirlo. “Por lo tanto, está esa necesidad física de tener cerca el producto, y puede ser que en algunos artículos eso se mantenga. Pero eso no quita que haya mucho del proceso de compra que tenga sus bases online, aunque algunos tengan algún componente físico”, puntualiza Cueto.
En tal caso, lo que quedará para la post-pandemia será una coexistencia de los comercios físico y virtual, y el que plantee un negocio deberá tener en cuenta estas dos variables: “Cada rubro va a depender mucho del tipo de consumidor que tenga, al segmento que esté dirigido, al grupo etario, a los intereses de su público, y ahí tendrá que buscar su fórmula, cuánto de online y cuánto de offline necesita. No se van a reemplazar, van a convivir. El cambio que venía gradual, lento, que en algunos sectores se había desarrollado un poco más y en otros nada, encuentra hoy a la gran mayoría adentro del mundo digital”.
Es difícil saber cuánto se adelantó este proceso. Hay estudios que hablan de diez, cinco o dos años, aunque más allá del número, lo cierto es que hubo, en palabras de Cueto, “una aceleración profunda, que también permitió a muchos darse cuenta de que había una oportunidad, a través de la transformación digital, que se puede llegar a otros públicos, a otra gente, por eso, hacia adelante, va a quedar un negocio mucho más integral, sin que uno reemplace al otro”.
Teletrabajo
Otro sistema que irrumpió es el home office. En este ámbito el desarrollo, hasta el momento, era menor o más marginal, y la crisis sanitaria obligó a una rápida adaptación. Tanto es así y tal es el cambio que, al momento de publicar este artículo, la Cámara de Diputados de la Nación ya había dado media sanción y girado al Senado un proyecto de Ley que regula el teletrabajo.
Abel De Manuele, profesor titular de Derecho de Trabajo en la UNNOBA y especialista en Derecho Laboral, sostiene que, para comprender este escenario, es necesario observar el camino previo que se transitó. “Es indudable que, al inicio de la pandemia, nuestro país no ofrecía sus mejores indicadores: azotado por una controvertida e inexplicable deuda externa cercana a los doscientos ochenta mil millones de dólares, con índices de pobreza en un 35%, un 10% de desocupación y más de un 35% de informalidad laboral, sin crecimiento desde hacía seis años y con una sociedad sin rumbo y desolada”, resume De Manuele.
Según su análisis, estos índices “son demostrativos de lo que muy pocas veces se vio en nuestra historia”. Y, “a pesar de esa realidad, y cuando surgía una luz de esperanza en el camino, llegó la tragedia”. Para el abogado, también profesor ordinario de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral, tampoco deberían omitirse los cambios sociales, productivos y económicos de las sociedades actuales: “Nadie duda de las heridas, aún abiertas, de las inequidades emergentes del capitalismo actual, ni de las modificaciones que se han producido en los mecanismos productivos, y lógicamente, por ende, en los mercados laborales”.
Es decir que, en palabras de De Manuele, “a un país asolado por una estructural crisis económica y social, le llega la pandemia”. Una crisis que también incluye causas derivadas de los cambios tecnológicos y productivos de las últimas décadas. “Todo ese contexto no puede ser ajeno a la hora de evaluar, diseñar y planificar el trabajo, y sus regulaciones, para el futuro”, sentencia.
En ese marco, De Manuele sostiene que “algunos de los cambios llegaron para quedarse: teletrabajo, reuniones, conferencias y clases docentes a distancia, el trabajo por plataformas o las modalidades de delivery, operaciones remotas en las gestiones bancarias, trámites judiciales, administrativos, comerciales”, por citar solo algunas de las que “seguramente pasaran a formar parte de nuestra cotidianeidad”.
Hacia el futuro
El también docente de posgrado de varias universidades nacionales y extranjeras remarca que una de las claves de la post-pandemia pasará por realizar “los mayores esfuerzos para evitar que esas nuevas alternativas de organización empresarial se institucionalicen, a partir de la emergencia, en perjuicio de los trabajadores”. En tal sentido, observa que en las actividades denominadas trabajo a demanda o vía app, “se invoca la ausencia de relación de dependencia, haciendo referencia a la ‘economía colaborativa’, cuando en realidad no existe forma de disfrazar o negar una verdadera relación de naturaleza laboral”.
“En su momento el autor francés Ulrich Beck refería la ‘sociedad del riesgo’, lo que de otra manera es decir que vivimos tiempos inciertos, pero ello no nos puede llevar a resignarnos a pensar en el progreso social, y apropiarnos de la utopía de que el mañana será mejor. Robert Castel nos decía ‘el porvenir está abierto’, por lo que, con esas palabras, podríamos caracterizar los tiempos venideros. Mucho depende de nosotros”, concluye.
Diseño: Laura Caturla
Economía en crisis: el lado B del aislamiento
Por Sebastián Martino
Desde los más variados análisis de la teoría de las finanzas hasta los tratados de autoayuda, son prácticamente incontables los textos que plantean que las crisis generan oportunidades. Esto es: que las condiciones extraordinarias y desfavorables hagan aparecer alternativas ignoradas previamente o abran puertas no imaginadas, que permitan repensar estrategias, redefinir acciones y obtener resultados buenos, o aún mejores que los que se podía prever antes del derrumbe.
Siguiendo esa premisa, entonces, tal vez sea posible pensar que estemos frente a una de esas circunstancias.
Es que el colapso sanitario provocado por la pandemia de COVID-19 tiene un lado B, que es el derrumbe económico que afecta a una parte muy importante del mundo, con consecuencias que se miden en el freno a la producción, pérdida de puestos de trabajo, aumento de la pobreza, entre otras. Un escenario que, globalización mediante, con mayor o menor fuerza se repite en países de todos los continentes, ricos y pobres, desarrollados y emergentes.
Es una situación, de alguna manera, igualadora. Y así como hay organismos internacionales que estiman que este año Argentina tendrá una caída en torno a los seis puntos de su Producto Bruto Interno (PBI), el gobierno alemán prevé que una baja para su país del 6,3% durante el mismo período. Otro ejemplo es el de Estados Unidos, que ya registró un desplome del 4,8% en su economía en el primer trimestre de 2020, el mayor desde 2008.
El doctor en Economía Carlos Alberto Salguero, docente de las materias Microeconomía y Macroeconomía, y responsable del área de Economía en la UNNOBA, observa que lo que se está viendo es “una caída del ciclo real de la economía”, tanto desde la perspectiva de la oferta como de la demanda, en todos los países del mundo donde tiene sus efectos la pandemia. En ese contexto, los gobiernos “están apelando a la clásica atribución de la ayuda financiera para ambas partes de la ecuación, como pasó, por ejemplo, en la crisis del 30”, con lo que hay un resurgimiento de las ideas keynesianas, dando incentivos tanto a los consumidores como a las empresas.
“La pandemia nos plantea un marco generalizado de crisis”, explica la abogada y mediadora Rita Gajate, especialista en Integración Latinoamericana y docente de Economía Política en la carrera de Abogacía de la UNNOBA: “Hablamos de una crisis sanitaria, pero también social y económica. La pandemia tiene un efecto transversal, sobre todo en esta sociedad globalizada, es decir que esto no nos pasa solo a los argentinos, sino a todo el mundo y en los planos fundamentales de la vida en sociedad”.
Panorama de incertidumbre
Las dificultades que traen consigo las crisis, en general, y ésta, en particular, es que no tiene fecha de vencimiento: es imposible predecir hasta dónde va a llegar y cuánto va a durar. “Evaluar el costo económico sin conocer cuando termina esto, sería hablar sin sentido”, asevera el contador Marcelo Storani, secretario Académico de la Escuela de Ciencias Económicas y Jurídicas de la UNNOBA.
En ese marco, Storani observa que los inconvenientes en la economía se arrastran desde bastante antes del colapso sanitario: “En las últimas décadas Argentina viene con problemas serios estructurales, con elevada inflación, financiamiento del gasto público con emisión, altos índices de desempleo, una economía sin resto para implementar políticas de ayuda masiva –como lo pueden hacer países desarrollados– y una burocracia (en el sentido pesado del término) incontrolable, donde parece impensado bajar el gasto público en cuestiones innecesarias”.
Es cierto que en economía, como en la mayoría de los aspectos, nadie puede adivinar el futuro. Pero en este caso, la ausencia absoluta de certezas conspira aún más contra las previsiones. “El punto es que no se sabe cuándo concluye esto”, resume Salguero, para luego añadir: “Hay una debacle global o generalizada porque los efectos alcanzan a gran parte del mundo. Al caer el producto en cada país, todas las naciones se empobrecen y demandan extramuros menos bienes, gastan menos, y eso va a influir en nosotros. En escenarios de gran incertidumbre, como éste, los inversores globales se vuelven aún más aversos al riesgo, no se exponen en países donde la seguridad jurídica no es tan firme, como el caso de Argentina. Entonces habría menos inversiones disponibles aquí”.
Lo cierto es que hay coincidencia en que, al no haber una fecha cierta de finalización de la cuarentena, “está el impedimento de poder programar a partir de esa realidad”, según lo expresa Gajate, quien también es vicedecana de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Católica de La Plata. Y agrega: “Hoy no se puede ni siquiera planificar porque aún no se han podido medir los efectos de este freno a la economía. Para poder salir de cualquier crisis hay que tener un diagnóstico real y hoy es muy dificultoso hacerlo porque todavía lo estamos atravesando. Entonces, así como no se encuentra una vacuna para el virus, algo similar ocurre con la producción y los recursos, donde tenemos un ‘virus económico’ que actúa diferente conforme a la estructura de cada uno de los países afectados”.
Impacto en Argentina
Si bien en nuestro país las crisis tienen cierta recurrencia histórica, la actual tiene sus particularidades. “Nunca viví esto –admite Storani– hay quien hace comparaciones con el 2001, pero en ese tiempo era algo nuestro, de Argentina, y acá se está dando un problema que es mundial”.
Pasada una etapa de cuarentena estricta, en la que solamente estaban habilitadas algunas pocas actividades consideradas esenciales, la actual es una fase que empieza a liberar ciertos rubros, paulatinamente, bajo determinadas circunstancias y en territorios específicos. Pero todavía se está muy lejos de alguna “normalidad”.
Para el secretario Académico de la Escuela de Ciencias Económicas y Jurídicas de la UNNOBA, los efectos del aislamiento en Argentina se traducen en un descenso de la producción y del consumo, con un impacto en cadena en los puestos de trabajo y en los ingresos de las familias, asistidos por un Estado “que demuestra más intenciones que ayuda real, porque promete medidas que no son suficientes y difíciles de instrumentar”. Y, además, con una afectación generalizada, pero que golpea más fuertemente en actividades como hotelería, gastronomía, turismo, transporte aéreo y comercio (con excepción de comestibles y supermercados). Y como consecuencia de la caída del consumo, “luego sigue la industria, por falta de demanda”.
A esta lista de dificultades se suman las cuestiones que la economía argentina arrastra desde antes de la pandemia, como la deuda externa, sobre la que el Gobierno nacional está intentando llegar a algún tipo de acuerdo. “Hay compromisos que atender, las calificadoras de deuda hablan de negociar bajo presión o angustia, lo que se conoce como ‘distressed debit’ o ‘deuda con dificultades’ en economía, que tiene que ver con las medidas de reducción o refinanciamiento de la deuda”, explica Gajate. Un asunto que, según la docente de la UNNOBA, hay que poner en perspectiva: “Las dificultades de financiamiento se vinculan a que la situación es general, ¿quién puede financiar? Si el mismo Estados Unidos está haciendo un cálculo de pérdida de su producto del orden del 8,8%, y los países de la Eurozona esperan una caída del PBI del 9,5%”.
Para Salguero, la negociación de la deuda “es algo que pasa a ser crucial porque, de no haber acuerdo, se corta de cuajo el financiamiento”.
Con todo, asevera que, hasta ahora y aún con dificultades, el Gobierno está actuando, en general, como lo indican los libros clásicos de economía: “En escenarios como éste, de crisis atípica, la teoría sugiere apelar al Banco Central como prestamista de última instancia. Y es lo que se está haciendo. En principio, y conforme a su electorado, el Gobierno empezó a proteger a la demanda y dejó un poco descuidada a la oferta. Pero se dio cuenta de que, para sortear esta situación, también tenía que crear algún tipo de incentivo para las empresas. La ayuda tiene que ser para ambos lados y en eso me parece que, razonablemente, corrigió el rumbo, tal vez con medidas no del todo oportunas en el tiempo, pero sí con capacidad de adecuarse a la situación”.
Crisis como oportunidad
Ante este panorama general, que afecta a nuestro país pero que también lo excede largamente, cabe la pregunta original de este texto: ¿será esta crisis, también, una oportunidad?
Storani considera que es un momento propicio para reflexionar sobre el rol del Estado, reconfigurar sus atribuciones y prioridades, y establecer políticas públicas que definan a qué sectores potenciar y dinamizar.
“Este es un punto de partida para repensar, por ejemplo, el sistema tributario –afirma Storani– porque si no, es como el perro que se quiere morder la cola, nunca es el momento de hacerlo porque se necesitan recursos y seguimos con impuestos de emergencia que quedan vigentes en el tiempo y con distorsiones de todo tipo. Si hoy tocamos fondo y arrancamos de cero, pensemos en refundar, de alguna manera, el Estado. Será muy importante cambiar viejos paradigmas y apostar por un estado que ejecute eficientemente ayudas que lleguen en tiempo y forma a empresas que dinamicen las economías locales, y que elimine todo lo que no genera ningún beneficio”.
Salguero coincide en que, una vez salvada la coyuntura, “habría que repensar el Estado” de cara al futuro: “Habrá que discutir si queremos uno hiperpresente e hipertrofiado y que nos lleve a repetidas crisis, o si queremos uno, también presente, pero más dinámico y que permita que las decisiones sean más equitativas entre todos los agentes económicos del sistema. La teoría de las finanzas dice que las crisis generan oportunidades, y más allá de los trastornos inevitables, nos obliga a agudizar el ingenio, tratar de ver un poco más allá y, en todo caso, definir en qué país queremos vivir en el futuro”.
Gajate, en tanto, entiende que este debate no solo es posible, sino que resulta necesario. “Puede ser la hora de pensar en una economía más redistributiva, más solidaria, podemos trasladar a esa área lo que nos está planteando la pandemia: acá no se salva un sector sobre otro, nos salvamos todos juntos”, analiza.
Según su mirada, la lectura que se haga de lo que surja a partir de esta pandemia será clave. Porque hay elementos que están cambiando, como la comercialización por internet y los pagos virtuales. También el rol del Estado debería ser otro, con lo que los presupuestos “deberán contemplar mayores asignaciones para salud y educación para dar respuestas a las nuevas demandas”. Hay sectores que requerirán más atención porque sufrieron un mayor impacto, principalmente las Pymes, los emprendedores y prestadores de determinados servicios que necesitarán crédito y medidas de estímulo. “Y también está el capital humano, que requiere repensar profesiones, oficios, capacitaciones, cómo optimizamos la formación y en qué sectores para hacerla más eficiente”, puntualiza Gajate.
Y concluye: “Todo esto va a requerir grandeza y un diálogo que no se puede postergar más. Así como nos hemos puesto bastante de acuerdo entre Nación, Provincia, Ciudad de Buenos Aires y municipios para el cumplimiento de la cuarentena, hay que pensar la economía en los mismos términos de unidad”.
Diseño: Laura Caturla
Foto de portada: Facundo Grecco
Los derechos de los animales
Por Sebastián Martino
Como tantas otras disciplinas, el derecho es dinámico, cambiante y se debe ir adaptando a los tiempos. Las sociedades mutan, avanzan y hoy son realidad normas que en el pasado podrían ser impensadas, o, inclusive, aspectos de la legislación actual podrían quedar obsoletos en el futuro.
El derecho animal es una respuesta de la academia a estos cambios sociales y culturales. Nacido a partir de la conciencia por la defensa de los animales frente al maltrato humano, las carreras de Abogacía empiezan promover espacios de estudios sobre estos nuevos paradigmas, en donde aparecen conceptos novedosos, como el de “animales no humanos” o “seres sintientes” para hacer referencia a los animales. O el de “humano responsable” en reemplazo de la categorización de “dueño” de una mascota, a las que en derecho animal se las llama "animal de compañía".
La UNNOBA fue una de las instituciones que hizo punta en la incorporación del derecho animal. “Es una propuesta innovadora porque somos una de las primeras universidades que pone esta materia en el grado, como un seminario dentro de las opciones que tienen los alumnos para elegir”, explica el director de la Escuela de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad, Pablo Petraglia.
Se trata de una propuesta que nació con el trabajo final de tesina de una alumna que abordó este tema y, a partir de allí, el Consejo Directivo de la Escuela la tomó como parte de su plan de estudio en un seminario optativo.
La legislación
Esta disciplina apunta a la protección de los animales tomándolos como sujetos de derechos. La docente que está a cargo del seminario en la UNNOBA, Antonela Docampo, explica que en el plexo normativo nacional hay leyes que abordan el tema de los animales “en tanto recursos naturales”. Las que regulan la pesca y la caza, por ejemplo, que “tienen un enfoque bienestarista y tienden a la conservación de la especie en tanto recursos para el hombre”. La diferencia del tratamiento del derecho animal es que se orienta estrictamente a las normas que procuran “la protección de los animales en tanto individuos, como seres sintientes y sujetos de derecho”. En la cátedra se los llama “animales no humanos”, para diferenciarlo de las personas, que también formamos parte del reino animal.
En nuestro país, la Ley 14.346 de Protección Penal de los Animales tiene más de 60 años y cuenta con apenas tres artículos, en donde se imponen penas de 15 días a un año de prisión “para el que infligiere malos tratos o hiciere víctima de actos de crueldad a los animales”.
Sin embargo, hay quienes analizan que la realidad tiene otros grados de complejidades y que que por ello el derecho animal es interdisciplinario, excediendo sus temáticas lo estrictamente jurídico e incluyendo la filosofía, la ética, la economía, la política, las ciencias médicas y veterinarias, entre otras, siendo jurídicamente de “corte transversal”, dado que atraviesa aspectos del derecho civil, penal, administrativo, medioambiental, constitucional. También se plantea que existen inconsistencias en el sistema jurídico, si se tiene en cuenta, por ejemplo, que una persona puede ser penada por matar un perro, pero no por pescar o cazar, salvo que sea en época de veda o sobre especies protegidas. “Tenemos un Código Civil que nos habla de animales en tanto cosas –explica Docampo– porque al no decir nada sobre ellos se les aplica el régimen de las cosas, y, a su vez, desde 1954 contamos con la Ley 14.346 que sanciona los actos de maltrato y crueldad hacia ciertos animales, con lo que los concebiría como víctimas, en principio, porque en la Ley 14.346 el bien jurídico protegido son los animales”.
Esta contradicción se pone de manifiesto entre quienes estudian el tema. “En los tres cuatrimestres que llevamos con el seminario, esta discusión es un callejón sin salida”, asevera Docampo, para luego ampliar: “Tenemos un ordenamiento jurídico que es especista y antropocéntrico, esto significa que otorgamos derechos a ciertos animales y no a otros, que hacemos una diferenciación injustificada y arbitraria favoreciendo a algunas especies por sobre otras y ello al servicio del ser humano. Por ejemplo, si alguien lastima al perro de otro puede tener una sanción penal e, inclusive, se puede determinar una reparación civil por los gastos médicos ocasionados, pero si mata una vaca habrá que ver, en todo caso, si es abigeato” (hurto de ganado). Aunque en este segundo caso la protección sobre el animal está dada por la propiedad del mismo y no porque sea un ser sintiente.
Por supuesto que esto no quiere decir que los animales no humanos deban ser regidos por el mismo marco normativo que las personas, sino que se apunta a que tengan los derechos básicos fundamentales: a la vida, a la libertad. “Serían sujetos de derechos sin obligaciones, al igual que los niños o las personas con alteraciones mentales que tienen una declaración de insanía, quienes, justamente, no pueden asumir obligaciones pero no por ello dejan de ser sujetos de derecho, sería una situación comprendida dentro de un esquema jurídico similar”, añade Docampo.
Antecedentes
A nivel normativo se está avanzando y es lo judicial lo que está logrando lo que la ley todavía no. “Hay jueces que han adoptado una visión dinámica y moderna, declarando a los animales como sujetos de derechos. Entonces es la Justicia la que marcó el cambio de paradigma en la Argentina”, afirma Docampo.
Un caso emblemático fue el de la orangutana Sandra, que después de vivir en cautiverio durante más de 30 años en el zoológico de Buenos Aires fue declarada “persona no humana” por la Cámara Federal de Casación Penal, que data de diciembre de 2014, hasta lograr su liberación a un Santuario de Grandes Simios en Florida (EEUU) en el mes de septiembre de 2019 luego de una “batalla judicial” en la que la Jueza Elena Liberatori le otorgó derechos básicos que incluyen la vida, la libertad y la premisa de “no dañarla” física o psicológicamente. Para Docampo, “a nivel jurisprudencial en cuanto a la protección animal, Argentina está situada en uno de los primeros lugares en el mundo”.
En tanto, en noviembre de 2019 Estados Unidos promulgó la Ley de Protección contra la Crueldad y la Tortura Animal (PACT según su sigla en inglés) que establece penas de hasta siete años de prisión y contempla ataques como asfixia, quemaduras, ahogamiento, empalamiento y otras lesiones corporales contra mamíferos, aves, reptiles y anfibios. En ese país hay, además, fiscalías especializadas y policía específica para delitos de maltrato animal.
También se destaca el caso de Francia que en su Código Civil habla de los animales como “seres sintientes”, es decir que no son cosas, como son tomados por otras legislaciones.
Chile también tiene su fiscalía especializada y en Argentina hay una experiencia novedosa en el Departamento Judicial de Bahía Blanca, en donde se creó un equipo de trabajo que funciona con un sistema de voluntariado en el que todos los miembros del Ministerio Público van haciendo su parte, por turnos.
Petraglia señala que en este tema “hay muchísimas teorías que entrelazan la ideología, la política, la sociología, el derecho, respecto de cuál es el sujeto de protección”. Y destaca la tradición que existe sobre el tema en nuestro país: “En la época de Bernardino Rivadavia ya se habían prohibido las corridas de toros, tenemos toda la normativa de finales del siglo XIX y principios del siglo XX sobre las riñas de gallos, la Ley Sarmiento de protección a los animales es un mojón importantísimo, es decir, que hay un trabajo interesante en esto y una conciencia animalista”.
Y sobre esas bases, el recorrido que se está haciendo es auspicioso. “Estamos en un muy buen camino –asegura Docampo–, avanzó la jurisprudencia y se está trabajando en la legislación, y estamos formando futuros abogados que van a tener conocimientos sobre estos derechos. Es parte de un cambio cultural y social”.
Diseño: Laura Caturla
Ácido hialurónico, clave en tumores de mama
por Sebastián Martino
Si el primer paso para combatir el cáncer es detener su avance e impedir su metástasis, una de las claves para el carcinoma de mama podría estar en el ácido hialurónico, una molécula que se encuentra en numerosos tejidos de nuestro cuerpo.
El ácido hialurónico es un componente crucial en diferentes procesos asociados con el cáncer, como la angiogénesis, esto es, el crecimiento de vasos sanguíneos nuevos que los tumores necesitan para crecer.
En un paper publicado en la revista The Febs Journal, la doctora Laura Alaniz, docente-investigadora del Centro de Investigaciones y Transferencia del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (CITNOBA), describió la influencia del ácido hialurónico en la angiogénesis y en la acción sobre los macrófagos, que son un tipo de glóbulo blanco que rodea los microorganismos, los destruye, elimina las células muertas y estimula las respuestas inmunitarias.
La investigación, que se enmarca dentro de la tesis doctoral de la becaria del CONICET Fiorella Spinelli, constó de tres etapas: una in vitro, otra in vivo (con ratones) y una tercera con muestras de tejidos de pacientes oncológicos. Allí intervinieron, además de los investigadores y becarios del Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas de la UNNOBA (CIBA), científicos y profesionales de la Universita degli Studi dell’Insubria de Italia, de la Universidad Austral, del Hospital Interzonal General de Agudos Dr. Abraham Piñeyro de Junín y de la Clínica Centro, también de Junín.
En este trabajo se logró establecer que el ácido hialurónico actúa de manera diferente en el tumor de mama respecto del de colon.
El contexto del tumor
La doctora Alaniz explica que la investigación se basó en la acción de los componentes de la matriz de la célula (contexto tumoral). Precisamente, el ácido hialurónico era uno de esos componentes que afecta a los macrófagos. Por eso se estudió ese comportamiento en el contexto de los tumores de mama y de colon, que son los de mayor incidencia en mujeres y hombres, tanto en Latinoamérica como en el resto del mundo.
“El objetivo era comprender si la matriz, o sea, lo que está alrededor del tumor, estaba afectando el comportamiento de esos tumores. Si esto sucedía, era plausible buscar terapias para modular la matriz, e indirectamente a las células asociadas como los macrófagos”, cuenta Alaniz.
En este trabajo se logró establecer que el ácido hialurónico actuaba de manera diferente en el tumor de mama respecto del de colon. “Cuando encontramos eso nos preguntamos por qué había esas diferencias si la molécula era la misma”, recuerda Alaniz. Y la respuesta la hallaron en la proteína TSG-6: “Puede haber proteínas que están asociadas al ácido hialurónico, que regulan su comportamiento y hacen que funcione distinto. Justamente, encontramos que la proteína TSG-6, que regula la forma que tiene el ácido hialurónico en la matriz (o sea, alrededor de la célula), se expresaba en los tumores de mama y no en los de colon. Entonces, nuestra hipótesis es que esto no se da por al ácido hialurónico en sí, sino por esta proteína que está regulando su comportamiento. A su vez, todo esto, modificado, afecta el comportamiento de los macrófagos y su acción en la formación de nuevos vasos”.
Posibles terapias o marcadores de pronóstico
Una vez establecido el comportamiento se podría, eventualmente, establecer una futura terapia que pueda contextualizar al tumor de mama y no el de colon. También podría utilizarse como marcador, que determine que se está en un contexto desfavorable, lo que podría llevar a la progresión de un tumor. “Los blancos terapéuticos también pueden ser blancos de pronóstico, es decir que muestran que la molécula puede hacer una previsión de la enfermedad. Se buscan la dos cosas: puede ser de pronóstico o de tratamiento”, resume Alaniz.
En suma, cuando se empezó con la investigación, se sabía que el ácido hialurónico era el mismo en todos los tumores. Lo que se determinó fue que el TSG-6 regulaba su comportamiento de manera diferente.
“Creemos que si pudiésemos regular la expresión de esa molécula podríamos afectar el comportamiento de los macrófagos y evitar el desarrollo del tumor. Alaniz aclara que éste sería un largo proceso que permitiría, en un futuro "regular la respuesta inmunológica y hacer que nuestra propia respuesta inmune pueda atacar los tumores”. En otras palabras, plantear un tipo de inmunoterapia. "Y además, como los macrófagos también afectan a la angiogénesis, reduciríamos la posibilidad de los tumores de expandirse o hacer metástasis", añade Alaniz.
En lo referente a la inmunoterapia, Alaniz explica que “los tumores no son cuerpos extraños como un virus o una bacteria, pero sí son sitios de injuria". "El cuerpo censa que algo está mal, pero no se puede defender con toda su maquinaria porque las células son propias”, agrega. En definitiva, el cuerpo lo censa, reconoce que no está bien, pero le cuesta defenderse porque es algo propio. “Por eso las inmunoterapias tienden a potenciar esas respuestas, para que el cuerpo se dé cuenta de que hay algo que está mal”, plantea la investigadora.
En la continuidad de la investigación, se intentará indagar en las maneras de modular los macrófagos. “Como ahora sabemos a qué tumor afecta y a cuál no, es que vamos a ir a uno (al de mama) y no al otro (al de colon)”, concluye Alaniz.
El equipo de investigación está dirigido por Laura Alaniz. Lo integran, además, Fiorella Spinelli, Ina Sevic, Daiana Vitale y Antonella Icardi.
Los argentinos y el dólar
Por Sebastián Martino
Ya en el primer capítulo del libro «El dólar. Historia de una moneda argentina» se explica claramente la relación que tenemos en nuestro país con el –para nosotros– famoso billete verde: “El valor de la moneda estadounidense integra la información básica que comunican los medios argentinos . Cada mañana, nos dicen que lo primero que necesitamos saber es la temperatura, el estado del tránsito y la cotización del dólar”.
Suena lógico: el primer dato es para saber qué ropa usar, el segundo para elegir qué camino tomar si vamos a salir en auto, ¿y el tercero? No pareciera ser, en una primera instancia, una información que fuese relevante para la mayoría. ¿Acaso no es una cantidad más bien mínima de personas las que tienen, comercializan o utilizan dólares? ¿Cuántos productos se compran o venden en esa moneda? ¿Qué transacciones de la economía diaria requieren de billetes con la imagen de Abraham Lincoln?
En definitiva: ¿De dónde viene esa costumbre o necesidad de pensar en dólares cuando no es esa nuestra moneda?
Los sociólogos Ariel Wilkis y Mariana Luzzi, autores del libro, sitúan bastante atrás en el tiempo el inicio de este vínculo con la moneda norteamericana que hoy se volvió prácticamente patológico. Fue en el año 1931 –en un momento todavía dominado por la crisis internacional derivada de la “gran depresión” del 30– cuando nuestro país decidió que el Estado debía intervenir y regular la compraventa de divisas e implantó por primera vez un control de cambios. Casi noventa años después, cuando estaba comenzando el mes de septiembre de 2019, se produjo el último.
Y en el medio se sucedieron otros numerosos movimientos que le fueron dando al dólar cada vez más lugar en nuestra cotidianidad. Aunque su representación no siempre fue igual. “No es el mismo significado ni la misma valoración que tiene el dólar en la década del 50, en la del 60 u hoy, en 2019” explicó Wilkis en una entrevista con UNNOBA Radio. Y agregó: “Atender la dimensión cultural es prestar atención a la invención de los significados, a la creación de las interpretaciones que nosotros tenemos con la moneda norteamericana. Esto es algo clave, porque nos vinculamos con una moneda que tenemos que interpretar y la moneda, como cualquier objeto social, no tiene un significado intrínseco, natural e inmodificable, sino que requiere que las personas lo interpreten para usarlo”.
Moneda popular
Wilkis, docente universitario y decano del Instituto de Altos Estudios en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de San Martín, sostiene que a lo largo de gran parte del siglo XX y del siglo XXI, el dólar se convirtió en “una moneda popular” en la sociedad argentina. Una categorización que tiene un doble sentido: “Por un lado, es una moneda que es parte de la cultura popular, de lo masivo, de lo público; y, además, porque cada vez más sectores, más segmentos de la sociedad argentina fueron incorporando al dólar como una moneda corriente, ordinaria en sus prácticas monetarias, ya sea de ahorro, inversión o cálculos”.
El dólar, que primero fue protagonista de las noticias vinculadas a lo financiero, pasó a ocupar lugar en espacios populares. De los monólogos de Tato Bores hasta las obras de teatro de revistas cuyos títulos estaban vinculados al dólar, pasando por comerciales de radio y TV, la moneda estadounidense se fue haciendo cada vez más presente.
En ese proceso, hubo factores culturales propios que influyeron en el modo en que los argentinos se vinculan con la divisa norteamericana. “Si uno compara la historia inflacionaria del siglo XX entre nuestro país y Brasil no va a encontrar grandes diferencias –analizó Wilkis– y pese a ello, si uno cruza la frontera, va a un negocio brasileño e intenta pagar con dólares, es rechazado. En el libro hicimos una historia social y cultural del dólar y a partir de ahí nosotros decimos que las interpretaciones, los significados, las maneras en que nominamos o hablamos sobre el dólar son sumamente relevantes para entender cuál es el rol del dólar en la sociedad argentina; y esas maneras de nominarlo, interpretarlo, significarlo durante parte del siglo XX y el siglo XXI han cambiado y se han transformado”.
A lo largo de la historia nuestro país tuvo distintos conflictos con el dólar, algunos de los cuales se ven reflejados en el libro para mostrar los diferentes significados que tuvo en cada momento. El "Rodrigazo" puede explicarlo de una manera diferente a la que lo hace la transferencia de Diego Maradona de Argentinos Junior a Boca en 1981, que generó una gran atención pública sobre el pase del jugador, pero también por la elevada cantidad de dólares que se pagó. Y otra significación puede atribuírsele al fracaso que significó el show de Frank Sinatra a la Argentina (en un espectáculo producido por Palito Ortega) a partir de una brusca devaluación que tuvo un impacto enorme sobre el precio de las entradas que estaban dolarizadas. Para Wilkis, sucesos de estas características “ayudan a instalar de manera pública la centralidad del dólar en la sociedad argentina”.
Institución política de la democracia
En cualquier lado, los conceptos de mercado cambiario, fuga de capitales, cotizaciones, reservas del Banco Central, serían nociones específicas para los profesionales de la economía. Sin embargo, en la Argentina se convirtieron en expresiones que forman parte del vocabulario cotidiano de, prácticamente, cualquier trabajador.
Es ahí donde los investigadores del Conicet Wilkis y Luzzi ven que el dólar es una moneda popular. En su dimensión vinculada a la cultura masiva, pública, la atención puesta en el dólar alcanza a prácticamente toda la sociedad, casi no hay sector que no le esté prestando atención al mercado cambiario. Sobre esto, Wilkis ejemplifica: “El mercado cambiario define de una manera determinante la suerte de un gobierno o las chances de una oposición para acceder a él, y desde ese punto de vista, y esta es una de las grandes hipótesis de nuestro libro, es una gran 'institución política' de la democracia argentina, por esta cuestión de jugar un rol central en la definición de las chances políticas de aquellos que aspiran al poder para llegar o para mantenerlo”. Es así como resulta difícil no hacer evaluaciones políticas sobre un gobierno o sobre su oposición sin incorporar información que está presente en el mercado cambiario. A ese nivel de popularización pública del dólar le corresponde una atención de gran parte de la comunidad.
En cambio, sobre la segunda dimensión, que tiene que ver con la incorporando al dólar en nuestras prácticas monetarias de inversión, de ahorro y de cálculo “se ve mucho más reducida la atención que le presta la sociedad” a la divisa.
En este contexto, hay quien se pregunta si no se podría optar por la dolarización de la economía, como una forma de sincerar definitivamente la relación de nuestro país con la moneda estadounidense. Sobre ello, Wilkis opina que esto terminaría por “negarle al Estado argentino la oportunidad de tener una política monetaria autónoma, que defina estilos y lógicas de desarrollo e inclusión social”.
Diseño e infografías: Laura Caturla
Pumas en la pampa bonaerense
Por Sebastián Martino
En el último tiempo hubo al menos dos noticias en la región que tuvieron a los pumas como protagonistas: cuando un funcionario de Chacabuco subió a las redes sociales imágenes de un ejemplar que había faenado luego de que fuera atropellado por un camión; y cuando la policía de Germania –una pequeña localidad del partido de General Pinto– encontró uno de estos felinos muerto, presuntamente por ahorcamiento con su propia cuerda, ya que estaba atado a una planta en una propiedad privada.
Luego de la causa iniciada por el primer hecho y del acta de infracción labrada por la Jefatura Comunal pintense en el segundo, los restos de ambos animales fueron trasladados a la UNNOBA, una vez realizados los trámites legales correspondientes, para que puedan ser utilizados en un proyecto de investigación que está llevando a cabo la Universidad y que tiene a estos mamíferos como objeto de estudio.
“Se podría decir que hay un puma propio de esta zona, el que se creía que estaba prácticamente extinto en ciertas áreas de la provincia”
Es que, aun cuando es un animal silvestre y su presencia suele estar asociada a otras zonas geográficas, la presencia de pumas en esta región no es un hecho extraordinario. La doctora Gabriela Fernández, que dirige este proyecto de investigación en la UNNOBA, cuenta que este animal tiene una distribución muy amplia: desde el sur de Argentina hasta América del Norte. Inclusive, se trata de una especie “generalista” porque se alimenta de una variada gama de presas (silvestres y domésticas), y se adapta a una gran variedad de climas y condiciones, inclusive en ambientes antropizados, que son los que están muy modificados por el hombre.
“Se podría decir que hay un puma propio de esta zona, el que se creía que estaba prácticamente extinto en ciertas áreas de la provincia de Buenos Aires –explica la doctora Fernández– pero que en los últimos años empezó a observarse un aumento considerablemente del tamaño de sus poblaciones”.
La investigadora y docente de la UNNOBA señala que el puma “es un animal poco estudiado, principalmente en su parte genética, por creerse a priori que no se encuentra amenazado”. Esto se debe en parte a su amplia distribución geográfica, ya que uno de los criterios clave para los organismos que evalúan el estado de conservación de las especies es su área de distribución: si ésta es grande, no está amenazado, pero sí puede estarlo si ésta es restringida.
“Como consecuencia del reemplazo de actividades ganaderas por agrícolas en la región, el puma comenzó a ser menos cazado”.
Con todo, en el último tiempo se advirtió una mayor presencia de pumas en el territorio pampeano. Fernández indica cuál es la principal hipótesis que puede explicar esta situación: “Décadas atrás disminuyó mucho el tamaño de sus poblaciones debido a que, por ser un predador oportunista de ganado, fue intensamente perseguido por el hombre. Como consecuencia del reemplazo de actividades ganaderas por agrícolas en la región, el puma comenzó a ser menos cazado. Además, el abandono del campo por parte de los criadores ganaderos dejó disponible lugares –como taperas– ideales para que se refugie, y en conjunto con la abundancia de presas silvestres, llevó a su aumento demográfico. Por esta razón se observa un mayor número de casos de avistaje, encuentro y atropellamiento de estos animales en las rutas”.
Objeto de estudio
El proyecto de investigación que dirige Fernández, doctora en Ciencias por el Programa de Posgrado en Genética y Biología Molecular de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS), excede nuestra región y apunta a caracterizar genéticamente a los diferentes linajes de pumas que hay en Argentina para poder compararlos con lo que se encuentren en la provincia de Buenos Aires. Esto permitirá conocer el origen de los animales que están "recolonizando" esta zona pampeana.
“A través de las herramientas moleculares esperamos poder caracterizar genéticamente a las poblaciones de diferentes áreas geográficas, compararlas con los ejemplares encontrados en la provincia de Buenos Aires y así poder definir su origen filogenético”, resume Fernández.
El objetivo del trabajo también pasa por analizar “lo que puede estar cambiando en el ambiente y comprender mejor la influencia del hombre en la recolonización del puma”.
Para esto son útiles todo tipo de rastros que se encuentren, desde huellas y materia fecal, hasta pieles de animales atropellados e, inclusive, encontrados en cautiverio, como los ejemplos expuestos al principio de esta nota.
Proyecto de largo alcance
El proyecto de investigación que surgió hace al menos dos años, hoy lo integran investigadores de la UNNOBA, de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) y del Conicet. Está dirigido por Fernández, acompañada por el doctor Mariano Merino, más un grupo de alumnos de la carrera de Genética, en particular Matías Mac Allister, becario doctoral de la UNNOBA, también bajo la dirección de Fernández y la codirección de Alejandro Travaini del Centro de Investigaciones Puerto Deseado UNPA-CONICET (Santa Cruz). Además, se trabaja en colaboración con el grupo que encabeza Patricia Mirol en el Museo Argentino de Ciencias Naturales, y con investigadores de otras Universidades del país y de Uruguay.
El objetivo de largo alcance de este proyecto es “tener un conocimiento cabal de la variabilidad genética y los diferentes linajes de puma de todo el país, para poder entender cuáles son las fuerzas evolutivas, tanto naturales como artificiales, que fueron modelando las características poblacionales de la especie y de su distribución en Argentina”. Por eso es un trabajo colaborativo que llevará años de estudio.
Según su análisis, la preservación del puma es tan importante como la de otras especies que forman parte del ecosistema pampeano, que son necesarias para garantizar la perpetuación de los sistemas biológicos. “Para poder conservar una especie –agrega– hay que conocerla. Si no sabemos qué características tienen y qué ambientes ocupan los pumas de nuestro país, mal podemos saber qué debemos preservar. Por eso es clave contar con información desde diferentes áreas: la genética, la biología, la ecología, conocer los ambientes en los que se distribuyen, las relaciones entre los predadores y las presas, trama de conocimiento que permitirá evaluar y proponer unidades de conservación y manejo para esta enigmática especie”.
Inflación: ¿un problema sin respuestas?
Por Sebastián Martino
Para graficar la dificultad que significa abordar el tema de la inflación en la Argentina, el presidente Mauricio Macri sostuvo en varias oportunidades que el índice promedio de los últimos 80 años fue del 62.5% anual, sin contar los años de hiperinflación. También dijo en distintas declaraciones públicas que este es un asunto resuelto “por el 99% de los países”, por lo que no debería ser imposible de solucionar.
Sin embargo, la inflación sigue siendo un problema coyuntural y permanente para los argentinos, al que no se le encuentran respuestas. ¿Por qué es esto? Podría deberse a que “hay países desarrollados, subdesarrollados y, además, Argentina”, como señala, entre risas, el magíster Guillermo Fontán, docente de Microeconomía y Macroeconomía de la UNNOBA, parafraseando la famosa sentencia del Nobel de Economía Simon Kuznets.
Los especialistas suelen coincidir en que el origen de la inflación tiene que ver, fundamentalmente, con el déficit fiscal. Es decir: con que el estado gasta por encima de sus ingresos.
Ironías al margen, lo cierto es que los especialistas suelen coincidir en que el origen de esta problemática tiene que ver, fundamentalmente, con el déficit fiscal. Es decir: con que el estado gasta por encima de sus ingresos.
“El tema de fondo es que la inflación tiene una causa que es una alta emisión monetaria para financiar el déficit fiscal –explica Fontán–, y este déficit se da cuando se gasta más de lo que se tiene. Este es un punto central”.
En el mismo sentido, el doctor Carlos Alberto Salguero, quien también es docente de Microeconomía y Macroeconomía en la UNNOBA, afirma que, en distintas ocasiones, nuestro país fue “irresponsable” a la hora de manejar sus cuentas: “Para los políticos es impopular ajustar el gasto público y lo que normalmente hacen es gastar más allá de nuestras posibilidades. Entonces, para financiar ese exceso, se apela a la emisión de billetes: el Banco Central tiene la posibilidad de hacer ese efecto, denominado señoreaje, que consiste en las utilidades que percibe la autoridad monetaria por el derecho de emisión de moneda. Frente a ello, las personas que deben usar el signo monetario no saben a qué tasa se expande la cantidad de dinero ni la pérdida de poder adquisitivo de las monedas de reciente emisión, que termina siendo un engaño o lo que se conoce como ‘ilusión monetaria’ puesto que las personas, dado que nominalmente tienen más dinero, creen que son más ricas y que con eso podrían comprar más, pero en realidad el crecimiento de los precios es más grande y el poder adquisitivo del dinero cae”.
Fontán, docente de Microeconomía y Macroeconomía
Corrientes de pensamiento
Fontán señala que hay, básicamente, dos grandes corrientes que explican este tema: la ortodoxa y la heterodoxa. La primera plantea que, a partir de un gasto público exacerbado que se financia con emisión, debería aplicarse un freno a esa impresión de billetes y una reducción del gasto, algo que podría tener “costos no deseados en la economía real”.
Es que para Fontán resulta clave que “si aumentan los precios relativos de todos los bienes y servicios, incluido el salario, se supone que no habría inflación, pero en realidad la inflación genera disparidad en el aumento de precios relativos, con lo cual suelen elevarse los precios de bienes y servicios y no los salarios”. Y ahonda: “El razonamiento ortodoxo suele proponer el congelamiento de salarios y no de precios, y acá hay un tema ideológico por el que siempre se va contra los haberes y no se hace lo mismo con los principales formadores de precios que, con mercados imperfectos o monopólicos, trasladan el aumento de costos a los precios y de esta manera se genera una brecha muy fuerte”.
La segunda corriente, la heterodoxa, interviene más sobre el control de precios como política antiinflacionaria.
Cuando la inflación se exacerba y se acelera, los precios dejan de cumplir con su misión esencial, que es la de transmitir información.
Salguero (responsable del Área de Economía de las carreras de Contador y Licenciatura en Administración de la UNNOBA) opina que, siendo que la inflación es un fenómeno monetario, más allá de la teoría por la que se aborde el tema, en el largo plazo “todas coinciden en que el incremento de los precios acompaña al exceso de la oferta monetaria por encima de lo que el mercado demanda”.
Según su análisis, esto genera, además, una cuestión adicional y es que, cuando la inflación se exacerba y se acelera, los precios dejan de cumplir con su misión esencial, que es la de transmitir información: “Entonces esa información empieza a verse trastocada y los agentes económicos hacen sus previsiones en un marco de mayor volatilidad y convulsión. Y tienden a tomar, como medida precautoria, la presunción de precios no guiados por la eficiencia económica ni por el propio sistema, lo que hace menos previsible el futuro y genera una enorme distorsión en la estructura de recompensas de todos los bienes que se producen en la economía”.
Traducido: esa incertidumbre hace que se produzcan aumentos por las dudas. “Lo cual, nos aleja del sentido de eficiencia que debieran tener los precios: dejan de operar con la función esencial que tienen”, insiste Salguero.
Salguero, responsable del Área de Economía de la UNNOBA.
Éxitos efímeros y fracasos permanentes
¿Por qué Argentina nunca pudo implementar un programa exitoso, consistente y sostenido? El fracaso de los programas antiinflacionarios que se implementaron en Argentina se debe, según Fontán, a un error de origen y es “que nadie se anima a tomar una decisión" en serio para financiar el déficit fiscal con recursos genuinos: "Hasta que no se entienda que hay que gastar menos de lo que se tiene, esto va a seguir siendo una situación crónica”.
Desde su mirada, los dos programas que tuvieron un éxito relativo, aunque no se consolidaron en el tiempo, fueron el Plan Austral, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, y la Convertibilidad en la gestión de Carlos Menem. El economista considera clave el hecho de que, en ambos casos, “hubo una concertación, que es fundamental en un plan de estabilización y para eso deben sentarse a una mesa todos los sectores que intervienen a la hora de fijar precios de bienes y servicios para llegar a acuerdos”.
“Las herramientas pasan por tratar de dividir un poco y un poco, ¿por qué siempre el peso del ajuste lo pagan los más vulnerables cuando lo podrían pagar otros sectores?” (Fontán)
En ese contexto, asevera que el plan a ejecutar debería ser una combinación de corrientes: “La gran novedad que tuvo la Argentina en 1985 con el Plan Austral, que venía de un proceso inflacionario muy fuerte, fue que se fusionaron elementos ortodoxos y heterodoxos: atacando, por un lado, la cuestión financiera, y por otro, la economía real. Es importante tener presente hasta dónde se pueden aplicar estas medidas. Si la suba de impuestos es una receta ortodoxa: ¿Qué impuestos se aumentan? ¿Al consumo o a la renta? Otra característica de la ortodoxia es el aumento de tarifas, algo que si no se controla, es fácil saber lo que sucede. Entonces las herramientas pasan por tratar de dividir un poco y un poco, ¿por qué siempre el peso del ajuste lo pagan los más vulnerables cuando lo podrían pagar otros sectores?”
“El ajuste no es una mala palabra”
Para Salguero, en tanto, es imperioso hacer las reformas necesarias de fondo. “El ajuste no es una mala palabra: es el equilibrio de las cuentas públicas, que es el gran problema de la Argentina, y este país hace más de 70 años que tiene desajustes en ese rubro”, advierte.
“El Gobierno debe adecuar el gasto a los recursos con que se cuenta para no reincidir en diversas estructuras de financiamiento, como inflación o deuda” (Salguero)
El ordenamiento de las cuentas se traduce, en este caso, en establecer prioridades. “Es lo mismo que cuando uno tiene que reformular las condiciones de vida en su casa –ejemplifica Salguero– la única diferencia es la escala: si uno sabe que no puede pagar el cable, la cuota del club y la medicina prepaga, decidirá conforme a su escala valorativa cuáles son los ajustes que debe hacer para llegar a fin de mes. El Gobierno también debe hacer su trabajo que, en su caso, consiste en adecuar el gasto a los recursos con que se cuenta para no reincidir en diversas estructuras de financiamiento, como inflación o deuda”.