La Inteligencia Artificial transformará el mundo laboral
Por María Florencia Longarzo
Profesora Adjunta Área Teórica. Carreras de Diseño de la UNNOBA
A principios del 2020, la llegada de la pandemia transformó los sistemas educativos de todo el mundo debido al avance del COVID-19, estableciendo un hecho histórico sin precedentes en la historia de la educación.
Se comenzaron a producir cambios sociales, culturales y tecnológicos frente a los cuales las instituciones de educación superior se vieron en la obligación de adaptarse, para poder acompañarlos. Este es el contexto desafiante dentro del cual nos encontramos aún hoy. El rector de la UNNOBA, Guillermo Tamarit, planteaba en el Primer Workshop de Innovación y Transformación Educativa (WITE): “La convergencia digital es un desafío central que requiere la construcción de espacios comunes para la promoción de la movilidad estudiantil y académica, la complementariedad científico-tecnológica implica una distribución del conocimiento más justa.”
En busca de entender este presente, Carlos Scolari analiza cómo “la hibridez” impacta en el mundo laboral y establece nuevos procesos de construcción de saberes que, ya desde antes, venían transformando las formas de vinculación y organización social, en una constante circulación de mensajes, de información, de interfaces, de consumos culturales digitales y plataformización.
—A más de dos años de iniciado el COVID-19 se empieza a vislumbrar lo que llaman la “nueva normalidad” ¿Cuáles considerás que son las transformaciones de la comunicación, circulación y consumo de contenidos en este nuevo escenario?
—Más allá de nuestra voluntad, la pandemia sigue allí y, según dicen los expertos, no desaparecerá: deberemos aprender a convivir con este virus. Esto implica, entre otras cosas, que debamos vacunarnos periódicamente y, esperemos que no, también deban realizarse cuarentenas puntuales en casos extraordinarios. En este contexto de incertidumbre que va mucho más allá de lo sanitario, resulta imposible visualizar qué aspecto tendrá la ecología mediática de aquí a unos años. Sin embargo, podemos pensar que ciertas prácticas seguirán más allá de la pandemia. En el caso de la universidad, percibo un rechazo a las reuniones presenciales dedicadas a la gestión: la mayoría prefiere que sigan siendo online. En cambio, existe cierto tipo de eventos “de pasaje”, como la defensa de las tesis o los concursos docentes, que sus actores prefieren que se hagan presenciales. La palabra clave parece ser “hibridez”, pero ya veremos qué significado terminará asumiendo en el futuro, pospandémico, esta recombinación entre el pasado, prepandémico, y el presente, pandémico. El mismo tipo de razonamiento se puede extender a otros ámbitos como la comunicación. Durante la pandemia cayó el consumo de publicaciones impresas, se incrementó de manera brutal el consumo de contenidos audiovisuales en las plataformas y se rediseñaron muchas estrategias de promoción, por ejemplo, en el mercado musical, donde ahora los artistas lanzan sus canciones en las redes a través del streaming. Muchos de estos cambios llegaron para quedarse. Pero, conviene recordar que la ecología mediática es un sistema complejo y, por lo tanto, no podemos saber qué forma adoptará en el futuro. Tampoco descartemos que las transformaciones más profundas se terminen dando en ámbitos que hoy no alcanzamos a percibir, en los márgenes del gran ecosistema mediático.
—En el libro Cultura Snack proponés una estructura narrativa innovadora basada en contenidos intersticiales. ¿Cómo impactan estas formas de contar en los procesos de enseñanza-aprendizaje en instituciones educativas y culturales?
—En general, los sistemas educativos, eso que yo denomino “interfaz educativa”, tienden a desvalorar los textos breves o efímeros que se generan en el ecosistema mediático. Se estudian los largometrajes, pero muy poca gente está interesada en los videoclips o en los tráileres. Los textos breves que se generan en la interfaz educativa, desde las redacciones y dictados de la escuela primaria hasta los exámenes e informes universitarios, tienen una función única: evaluar al alumnado. Esos textos después no se recuperan, no se reintegran al proceso de enseñanza-aprendizaje. Son textos “usa y tira”. Y ya que hablamos de formatos breves educativos, quizás el más popular es el “machete”, también conocido como “chuleta”, “acordeón” o “torpedo” en los diferentes países, un contenido “snack” generado por estudiantes. Creo que la escuela debería aprovechar mejor estas textualidades breves, en cierta forma la educación sigue atada al gran texto-libro y margina otras expresiones.
—¿Cuáles son los desafíos que atraviesan los docentes?
—Escuchar menos al Ministerio y más al estudiantado. La educación pública, a medida que se masificó y extendió a todas las clases sociales, se fue progresivamente burocratizando y solidificando. Las experiencias más innovadoras casi nunca provienen de las políticas top-down sino que surgen desde abajo, desde las experiencias bottom-up. La educación es una interfaz compleja, con miles de actores interactuando, muy difícil, si no imposible, de gestionar con modelos altamente centralizados. Habría que dar mayor autonomía a las unidades más pequeñas y al trabajo del docente dentro del aula.
—¿Cómo considerás que están impactando los cambios tecnológicos en el mundo laboral? ¿Cuáles son las ocupaciones laborales que cobran protagonismo y cuáles las lo que pierden?
—En las últimas décadas, todo el mercado de trabajo se ha visto transformado, y no solo por los cambios tecnológicos. Si nos mantenemos dentro del ámbito de la comunicación, figuras clásicas dentro de un diario como el “corrector” o el “archivista” prácticamente han desaparecido. Por otro lado, han emergido nuevos perfiles, desde el “infógrafo” hasta el “community manager” o el responsable de los “content management system”. También el “productor transmedia” es una figura que ha comenzado a aparecer en el staff de las empresas audiovisuales. Por otra parte, los expertos en Big Data son fundamentales para poder interpretar los datos y reformular las estrategias. De todas maneras, quizás la disrupción más grande en el mundo laboral no provenga de los nuevos perfiles sino de la Inteligencia Artificial (IA), una tecnología que avanza sin prisa pero sin pausa y que transformará infinidad de entornos laborales, no solo en la comunicación. Ya hay IA escribiendo breves noticias u optimizando la compra de banners, algo que antes hacían operadores humanos. Y esto es solo el comienzo.
—¿Cuáles son los desafíos de las instituciones universitarias frente a estos cambios?
—Las universidades tardaron casi dos décadas en incorporar la comunicación digital de forma oficial a sus planes de estudio. La pandemia aceleró procesos de digitalización que, si no hubiera sido por el COVID-19, todavía hubieran tardado muchos años en terminar de hacerse efectivos. Pero la realidad de la universidad, y esto quedó claro durante la pandemia, no es muy diferente a la de otras instituciones públicas o empresas. Esperemos que esta trágica pandemia tenga efectos positivos al menos en este frente: necesitamos interfaces ágiles —no solo educativas, sino también políticas, sanitarias y culturales—, que sepan aprovechar las ventajas que brinda la tecnología y capaces de adaptarse a los cambios que se nos vienen encima. La humanidad debe enfrentarse a grandes desafíos, el COVID-19 fue solo un primer aviso.
Agradecimientos
A Álvaro Liuzzi, por su gestión para contactar al entrevistado.